10 cosas que hacer en los países bajos (1º parte)
Puede que hayas visto un poquito de Ámsterdam a través de los ojos de Augustus y Hazel del libro «Bajo la misma estrella» de John Green.
Conocida por sus canales prístinos, sus casas de ladrillo en forma de A y sus barquillos de caramelo, esta bulliciosa ciudad recibe unos doscientos turistas cada año.
Ámsterdam cuenta con varios museos de arte dignos de Instagram, boutiques y otras atracciones turísticas.
Pero durante nuestro viaje de Semana Santa por los Países Bajos, mi familia y yo nos embarcamos en un recorrido diferente.
En lugar de seguir las típicas rutas turísticas, decidimos aprender más sobre la cultura y el patrimonio del país a través de un «recorrido diferente al de los caminos habituales» organizado por Amsterdam Odyssey, una empresa privada de turismo. Los dueños de Amsterdam Odyssey son Eva von Dijk y Hanneke Vroegindeweij, que nos enseñaron esta maravillosa ciudad.
Caminamos muchísimo; incluso llevamos chaquetones para soportar las heladas temperaturas «bajo cero», sobretodo por la noche. Y que conste, que para mantener el calor, yo llevaba 5 capas (una camiseta térmica, una camisa, un suéter, una chaqueta de Uniqlo Heattech y una bufanda a cuadros).
Os sumergimos en la vida diaria de los holandeses, que fueron muy amables recibiéndonos en su comunidad.
Descubrir Ámsterdam con una mente abierta ha cambiado radicalmente mi perspectiva del turismo cultural. A menudo, los turistas viajan a otros países sólo para recorrer una zona, que suele ser la ciudad o el centro financiero del país. Pero aprendí que sin una visión de las zonas ocultas de la periferia, nunca puedes tener una imagen completa de nada.
Para apreciar un país, uno debe sumergirse de lleno en su cultura. Y eso es lo que hicimos.
Estas son diez cosas que hicimos en los Países Bajos:
1. Disfrutar del paisaje
NO ES UN CROMA: Dos filas de casas de ladrillo con vistas a uno de los impolutos canales de Ámsterdam.
Colores cálidos contra cielos azules.
Un encantador paisaje del norte rural, donde las casas de ladrillo están separadas.
La autora (izquierda) y su hermana Christine (derecha).
2. Recorrer una casa construida en el interior de un molino de viento.
Un viaje a Ámsterdam nunca estaría completo sin visitar los icónicos molinos de viento. Estos molinos convierten la energía cinética del viento en energía eléctrica que puede usarse para diversas actividades, como moler el grano o bombear agua.
Durante nuestro viaje a la zona rural del norte de Ámsterdam visitamos un molino de viento con una casa construida en su interior. Los dueños «molineros» de este lugar, Ger y Tineke Meinema, han vivido en esta casa toda su vida.
Ya que los diques de Ámsterdam soportan la cantidad de agua justa, los Países Bajos son un país propenso a las inundaciones. Por eso mismo, el gobierno holandés encargó a Ger y Tineke que bombearan continuamente el agua del mar, utilizando la energía producida por el molino de viento.
El molino-casa de tres pisos de Ger y Tineke.
DE CERCA: Cada una de las cuatro aspas del molino está flanqueada por velas, que controlan la fuerza del viento.
En esta cama en miniatura hay espacio suficiente para dos personas.
EN el último piso, al que se puede entrar por una puerta corredera, hay auténticas piezas de molinos de la época medieval.
3. Rememorar la vida de Ana Frank
Ana Frank, la autora del best-seller sobre la Segunda Guerra Mundial, vivió toda su vida en la ciudad de Ámsterdam. Mucha gente sabe que pasó sus últimos años en el anexo secreto en el 263 de Prisengracht, donde actualmente se encuentra el Museo de Ana Frank.
Aunque el Museo de Ana Frank es muy popular entre los turistas, Van Dijk señala que muy pocos se interesan por la vida de Ana antes de que viviera en Prisengracht.
Mientras caminamos por la ciudad descubrimos el barrio de Singel, donde Ana y su familia vivían los años anteriores a la guerra. En este barrio se construyó un busto de Ana Frank en su honor. Cerca del busto podemos encontrar la que era la antigua casa de la familia, que ahora es un refugio para escritores exiliados patrocinado por la Fundación Ana Frank.
También visitamos Boekhandel Jimmink, la librería donde Otto Frank compró el diario de su hija. Nuestros guías turísticos fueron tan amables que me compraron un diario en la librería.
Van Dijk explica la historia de Ana Frank a la autora y a su familia.
A los pies de la estatua hay tulipanes frescos, convirtiéndola en un santuario.
La autora y su familia en las escaleras de la antigua casa de Ana Frank.
En estos «peldaños», que fueron encontrados en la puerta de la antigua casa de los Frank, se cuenta que fueron enviados al campo de concentración de Auschwitz durante la Segunda Guerra Mundial.
La autora visita Boekhandel Jimmink, que tiene una sección entera dedicada a las víctimas de la Segunda Guerra Mundial.
4. Navegar por las islas Beemster y Schermer
Estas islas en el norte rural, conocidas como Patrimonio Mundial de la Unesco, funcionan como santuarios para la fauna y la flora endémica. En esa zona no se permite la caza de animales o verter desechos en los alrededores.
Henry, nuestro guía local experto en barcos eléctricos, nos dijo que para navegar por este lugar tu barco debe tener una velocidad de solo 5 kph. La páginas web «Holland.com» no cuenta que navegar por las islas Schemer significa «deslizarse silenciosamente sobre el agua. »
Ir más rápido que el límite permitido aceleraría la ruptura de la tierra reclamada. Sobre estas tierras hay casas que cuestan más que un apartamento en Ámsterdam.
SIÉNTETE UNO CON LA NATURALEZA: Este paseo en barco lleva a los pasajeros en un recorrido alrededor de este lugar de conservación protegido.
Varias ovejas y vacas pastan en una isla.
EL paseo en barco lleva a los pasajeros a través de hermosos pueblos históricos como este.
5. Descubrir comida holandesa
Los holandeses solían ser marineros y constructores de barcos. Durante ese tiempo, abundaban los peces, y hoy en día sigue igual. Es sorprendente ver como los holandeses consideras el salmón, la trucha y el bacalao «alimento de los pobres», cuando en Filipinas se venden a precios muy elevados.
Los desayunos holandeses sueñen incluir finas tortitas con azúcar en polvo, bandejas de fruta, puré de patatas, hamburguesas o gofres.
Personalmente, me gustó mucho la visión que tienen los holandeses de los sándwiches. Untan una gruesa rebanada de pan con mantequilla y la cubren de verduras y carne. Siempre que comíamos en una cafetería servían los sándwiches de esta manera. Aunque Vroegindeweij nos dijo que algunos holandeses preferían los sándwiches normales, con dos rebanadas de pan.
Los panqueques holandeses del Amsterdam Breakfast Club se comen normalmente con fresas, frambuesas y arándanos,.
En Het Wapen Van Munster, en Rijk, se sirven montones de salmón y tostadas de atún.
PARA LOS AMANTES DEL QUESO: Esta sopa de queso Beemster está deliciosa.
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