Una tarde con J.R.R. Tolkien.

¡Hola a todos!

Antes de empezar a contaros mi historia en Oxford, quiero enseñaros los maravillosos parques que hay en Londres. Los famosos Hyde Park y Kensington Gardens, por ejemplo, son jardines reales. Lo primero que te impresiona de ellos es su magnitud. Nunca en mi vida había estado en un espacio verde tan grande en el centro de una ciudad. Al buscar información sobre ellos, descubrí que ocupan una superficie mayor que la del Principado de Mónaco.

Sus fuentes, el lago Serpentine, los patos, las piedrecillas, las capillas, los bonitos prados y los arbustos, confieren al alma y al cuerpo un sentimiento de armonía y paz. Es el lugar perfecto para salir a correr, hacer yoga o pasear en bicicleta, pero cuidado: los Kensington Gardens no están abiertos por la noche, las puertas cierran, así que procurad salir a tiempo, porque si no tendréis que pasar la noche allí dentro. Por el contrario, una parte de Hyde Park se queda abierta por la noche también. A los británicos les encanta jugar al tenis de mesa, al cricket y a los bolos en el césped. Verás puestos de comida muy auténticos en los que venden pretzels, manzanas al horno y algodones de azúcar que harán tu visita aún más especial. Los Kensington Gardens están situados en el centro de la ciudad, por lo que casi todo el mundo disfruta de unos minutos de naturaleza.

Generalmente se organizan allí manifestaciones políticas, eventos culturales y conciertos en vivo (Aerosmith, Bon Jovi, The White Stripes, Michael Flately), aunque no había nada cuando yo los visité.

Ahora vamos a pasar a Oxford. Megabus es una compañía de autobuses, cómoda y barata, para viajar a destinos de toda Inglaterra. No tardarás más de una hora y media en llegar. Otra buena opción es el tren, por supuesto.

No sé si es posible, pero no recuerdo haber visto atascos en Oxford. Sus calles son preciosas, pequeñas y estrechas, sin embargo apenas hay tráfico. Y no es que en la ciudad haya pocos coches y autobuses, simplemente la gente suele ir más bien en bicicleta o a pie. En comparación con Londres, es una ciudad mucho mejor para vivir. Fue como escapar de la metrópolis a la naturaleza. La imagen de la ciudad se compone de casas familiares, jardines, plátanos de sombra, parques y ardillas. Los edificios históricos están en el casco antiguo. No vi ningún tipo de edificio con un estilo moderno, hasta las tiendas de ropa, de comida y el KFC se han construido en edificios arcaicos, por lo que no afectan a la imagen general de la ciudad. No se puede decir que en Oxford te sientes como si se hubiese paralizado el tiempo, pero desde fuera parece una ciudad medieval. Reúne castillos, iglesias, calles adoquinadas y jardines. La arquitectura es en su mayoría gótica.

Oxford representa una dimensión diferente en el mundo. Es como una gran maqueta de una ciudad antigua hecha realidad. Sus edificios han sido diseñados y decorados tan minuciosamente que te recuerdan a las decoraciones de mazapán que se hacen en las tartas. Creo que Oxford es la primera construcción con una belleza tan impresionante que he visto en mi vida.

El casco antiguo me impresionó muchísimo. Caballeros caminando por las calles, caballos, carros. Es sin duda alguna como un universo paralelo. Hay muchas tabernas y bodegas de vino, y no nos olvidemos de la universidad. Las facultades no están solo en el centro de la ciudad, sino también a las afueras. Hay aproximadamente más de 100 instituciones, centros de investigación y edificios universitarios en Oxford. Prácticamente en cada calle encontrarás al menos 1 o 2 universidades. Eso es un gran logro. La Universidad de Oxford tiene una posición muy aventajada en el ranking de las mejores universidades del mundo. Es increíble que pueda haber tantas facultades y universidades en una ciudad que se levantan en un espacio de tan solo 45 kilómetros.

La segunda atracción de Oxford es la casa de J. R. R. Tolkien y su tumba, que está en el cementerio de la ciudad. Es obligatorio visitar la casa del maestro si sois fans de El Señor de los Anillos. Tolkien vivió en Oxford, tenía un vínculo emocional con la ciudad que le inspiró para escribir durante media vida.

Gracias por leer,

Dora

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