¡Por Dios, solo quiero jugar al fútbol!

Puede que hayas leído esto en alguno de mis artículos anteriores, pero como me apasiona tanto este deporte, he pensado que sería buena idea dedicar un texto individual a la causa.

Debido al predominio que ha engendrado España en todo lo relacionado con el fútbol en los últimos años, podrías pensar que eso de colocar las manos (o los pies, supongo) sobre un balón no tiene que ser demasiado difícil. Bueno, te equivocas. Llevo casi dos meses aquí en Murcia y todavía no he sentido el dulce y suave cuero bajo los pies. ¡Y que conste que no es por falta de esfuerzo!

¡Por Dios, solo quiero jugar al fútbol!

Es cierto que existe una especie de reunión informal que tiene lugar cerca del río los domingos, pero no solo me enorgullezco de mi derecho a no hacer absolutamente nada un domingo, sino que basándome en lo que un compañero me explicó acerca de los campos de juego (partiendo del hecho de que un día apareció con la nariz rota), todavía no me han convencido de abandonar mi costumbre y apostar por ello.

Aparte de las posibles lesiones faciales, cuando digo que quiero jugar al fútbol, me refiero al fútbol de verdad. Sí, disfruto de las voleas y de dar al balón con la cabeza como el que más, pero se podría decir que soy bastante esnob cuando se trata de eso. Me gusta disfrutar de una superficie de juego en condiciones, un buen partido de fútbol y unas porterías con redes. No hay nada más satisfactorio que meter un golazo a unas 25 yardas y no tener que correr el doble para buscarlo.

Además, mi lado más competitivo aún no se ha mitigado. En Brasil me inscribí en un equipo de fútbol en la universidad, lo que resultó ser, literalmente, un sueño hecho realidad. Entrenaba dos veces a la semana, calentaba y luego jugaba algún que otro partido. Quien me conozca lo más mínimo no se sorprenderá, siendo tan competitivo como soy yo, de que haya vivido cada partido como una final de la Champions. A pesar de transmitirles miedo a todos mis amigos brasileños, gritándoles en su propio idioma, incluyendo la chocante palabra inglesa "curse", disfruté mucho del ambiente competitivo, algo que también percibí bastante cuando volví a Nottingham.

Jugar dos partidos de Powerleague, así como dos partidos de fútbol-11 si tengo la oportunidad y el tiempo lo permite, implica que he obtenido mi dosis de fútbol semanal, e incluso más. El problema aquí, que te abofeteen en medio de la ciudad y todo eso, es encontrar un equipo, o incluso un lugar decente para jugar. Las búsquedas infinitas por Internet y los paseos sin rumbo por la ciudad se volvían rutinarios, pero todo ha dado lugar al mismo resultado aplastante.

Parece que si quieres acceder decentemente a un equipo de fútbol, o simplemente contar con un campo donde jugar, la universidad es tu vía de escape. Este fue el asunto que mencioné en mi mi artículo de pros y contras, pero lo reiteraré para aquellos que no lo hayan leído. Básicamente, es imposible encontrar un equipo de fútbol a menos que seas universitario, lo que hace que trabajar en el extranjero sea una verdadera patada en el culo si, como yo, anhelas jugar al fútbol.

Ahora, no me malinterpretéis. No soy de los que se rinden cuando se trata de jugar al fútbol, en el buen sentido. Pero os mentiría si dijera que no me importa. Me está matando por dentro. Verlo es bastante fácil, pero ver a jugadores de la talla de Giroud y Sánchez destrozando a los equipos rivales una semana tras otra conlleva que mi deseo de jugar y recuperar esa capacidad de derribar a un solo jugador se hace cada vez más difícil de reprimir.

El tema es que, si quieres jugar al fútbol, o a cualquier otro deporte, investiga. Me encanta el lugar en el que estoy, y la verdad es que me costaba mucho decantarme por algo en lo que mis ganas de jugar al fútbol no pudiera influir a la hora de tomar la decisión. Sin embargo, no existen palabras suficientes para enfatizar la importancia de poder hacer lo que amas. Por muy sentimental que suene, es la mejor manera de hacer amigos y mejorar el idioma.

¡Por Dios, solo quiero jugar al fútbol!

Si todo el mundo está ahí es para jugar al fútbol, por lo que ya tenéis un interés en común. Además, el deporte, el fútbol o el que sea, es un lenguaje universal. Practicarlo te ayuda a adaptarte al nuevo entorno, así como a sentirte cómodo en él. Este artículo comenzó como una pequeña queja, y me gustaría destacar por última vez lo frustrado que estoy, pero, ahora en serio, respecto a los consejos que te puedo dar para pasar tu año en el extranjero, practicar un deporte, o participar en cualquier actividad en grupo, es una de las mejores maneras de aprovechar al máximo tu tiempo y mejorar el idioma.

Tal vez por eso estoy aún más molesto... no sólo no puedo jugar al fútbol, sino que mi español no está mejorando tan rápido como mi portugués. Y el hecho de "no jugar al fútbol" es la principal razón.


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