La unión de viajar a Francia

Esta es una historia de amistad, unas trenzas muy largas y fuerte viento. Te doy la bienvenida de nuevo a mi vida en forma de telenovela.

Episodio 2: Mistral

Nos ponemos en contexto

Para comenzar con esta historia, tenemos que retroceder unos pocos años. Comencé la universidad en 2015 y debo admitir que no era tan divertida como yo me pensaba. No significa que pensase que la universidad era pasárselo bien todo el tiempo, pero me resultó muy duro hacer amigos. Con el tiempo, una chica de mi clase me preguntó si quería ser su compañera en un proyecto. Me caía bien, fuimos a patinar sobre hielo un día y poco a poco nos hicimos mejores amigas. Pulso el botón de adelantar rápido y llego al final de ese año. Decidimos ir al un evento formal juntas, y ella me dijo que traería a otra amiga. Fue mágico. Las tres encajamos a la perfección y nos hicimos verdaderas amigas.

Pulso el botón de avanzar más rápido aún de nuevo, hasta llegar a septiembre de 2017. Se fueron. Literalmente, se montaron en un avión y las dos me dejaron por Francia. Se fueron de intercambio internacional. Una se marchó a la pintoresca región de Alsacia y capital de Europa, Estrasburgo. Y la otra puso rumbo a Burdeos al sudeste de Francia, lugar conocido por sus vinos. No estaba triste, porque sabía que las iba a volver a ver. Sería unos meses más tarde cuando me reuniría con ellas en Europa. Solo estuvimos separadas 5 meses, durante los cuales nos hicimos vídeo llamadas, conversaciones y cartas. Yo estaba eufórica cuando me llegó el momento de marcharme al extranjero. Hicimos un pacto: nos visitaríamos en nuestras respectivas ciudades.

Mi viaje a Estrasburgo fue mágico y muy divertido. La ciudad desprendía una sensación única porque había estado entre Francia y Alemania durante varios siglos, por tanto la arquitectura es una mezcla de ambos países, pero al mismo tiempo la suya propia. También tienen buena cerveza y una deliciosa flammkuchen (en francés, tarte flambée), que es una masa fina de pan horneada con crème fraiche (no es queso) y una variedad de ingredientes por encima. Es mejor incluso que la pizza. Sí, eso he dicho. También salimos de fiesta hasta primera hora de la mañana en un sitio llamado Barco Latino. Se trata de un barco básicamente atracado en el río y donde ponen música latina durante toda la noche. Durante este viaje, también me sentí como Bella de la Bella y la Bestia cuando visitamos la ciudad cercana de Colmar. Parecía una ciudad sacada de una película de animación de Disney y además, había una fuente para que estuviese completa.

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Colmar, Francia

El siguiente fin de semana, llegó el momento de irme a Burdeos. Estuvo lloviendo mucho durante ese fin de semana, pero lo pasamos muy bien porque estábamos las dos juntas. Burdeos tiene más reminiscencias de Francia, por su arquitectura y comida, pero también me pareció impresionante. Preciosos puentes, compuertas de estilo antiguo con campanas gigantes y el encantador Miroir d’eau (espejo de agua) en la Place de la Bourse. ¡Ah! ¿He hablado del vino? Muy importante. También hicimos una escapada a la Dune du Pilat, una duna de arena natural en la costa del golfo de Vizcaya. Fue muy interesante ir caminando por el bosque y de repente seguir por una duna de arena. Fue toda una aventura y no podía ser mejor, gracias a la compañía de una gran amiga.

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Dune du Pilat, Francia

Nos disponemos a hacer planes

Después de visitar a las dos, queríamos hacer algo las tres juntas, todo sonaba muy bien, hasta que llegó la hora de planearlo. Queríamos que fuese un punto intermedio para las tres y yo estaba viviendo en Barcelona, por lo que parecía que algún lugar de Francia sería una buena idea. Francia es país maravilloso y siempre falta algún sitio que explorar. Ya nos habíamos visitado en nuestros respectivos lugares, así que queríamos ir a otro sitio. Pero claro, una ya había estado en París, lo tachamos de la lista. Pensamos que estaría bien, pero nuestro presupuesto de estudiante ya estaba bastante exprimido para ir allí. Al final, decidimos ir a Marsella, una bonita ciudad costera al sur de Francia, en Aix-en-Provence. Para ellas fue un viaje de 6 horas en tren y para mí 6 horas en autobús, por ello nos pareció que estaba perfectamente situado para todas nosotras.

Hacía un par de días que había regresado de Santander, España y tenía muchas cosas que contar a mis amigas. También tenía unas ganas increíbles de pasar un tiempo preciado con ellas después de tantos meses lejos. El viaje en autobús fue largo, pero las vistas eran maravillosas. Cruzar las montañas de los Pirineos fue una experiencia irrepetible, pero me sorprendió más gratamente la costa sur de Francia. La región de Aix-en-Provence era mucho más bonita de lo que esperaba.

Llegué a nuestro Airbnb y me recibieron calurosamente (quiero decir, que fui abordada por abrazos), mis amigas ya habían llegado un par de horas antes. Me informaron de que ya habían hecho la compra, que es una forma de ahorrar dinero, ya que así te evitas desayunar y comer fuera. Era agradable volver a estar en Francia y estaba muy emocionada por poder practicar francés junto a mis amigas, todas hablábamos francés muy bien. No perdimos ni un segundo y salimos a cenar.

Pateando la ciudad

Nuestro método para movernos es usar el metro. Es barato, constante y nos sentimos muy cómodas navegando juntas por este nuevo sistema. En la cena, les conté todo a mis amigas sobre mi viaje a Santander. Ellas me dieron su opinión y su apoyo, porque todavía no sabía cómo debía sentirme. Parecía que estábamos en una de nuestras noches de pijamas juntas. Era casi como si no hubiera pasado el tiempo. Como si los pasados meses no hubiesen existido.

Al día siguiente, preparamos el desayuno, estuvimos bromeando un rato y una de mis amigas dijo que quería hacerse una trenza, pero que necesitaba nuestra colaboración. Dije que las tres deberíamos ir con trenzas por nuestro viaje de chicas. Y eso hicimos. Sería como en la película de Uno para todas, ¿no?

No teníamos un plan estricto. Todas queríamos ver algo en particular, pero principalmente estábamos allí para vernos. Nuestra primera parada fue en el Parc Longchamps, el cual ninguna se pensaba que sería tan chulo. El parque, que lo rodeaba, estaba lleno de familias dando un paseo y acabamos en la parte trasera del Palais Longchamps. El edificio realmente no es un palacio, porque está al aire libre, pero es bonito. Su estructura es del siglo XIX, perfecta para una sesión de fotos e investigar un rato, que fue exactamente lo que hicimos. Había una gran fuente con un montón de estatuas y todo el conjunto era más o menos lo que te esperas encontrar en el exterior de un palacio francés.

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Palais Longchamps

No sería una visita completa a Marsella sin ir a un viejo muelle. El viejo puerto de Marsella está lleno de embarcaciones como es de esperar, pero también es un sitio muy visitado. Aquí hay un montón de restaurantes y actividades. Cada vez que íbamos allí, había alguien tocando música o haciendo alguna actuación debajo de la estructura gigante como de espejo que hay justo a la salida de la estación de metro. Una vez, había una banda tocando "Under the Sea" de The Little Mermaid, que es un tema bastante apropiado, ya que es el tipo de sitios en los que sientes el mar muy cerca. Además, el olor a mar y el viento en el pelo son muy fáciles de encontrar en cualquier sitio de Marsella, debido al Mistral.

El mistral es un viento muy potente que solo está en la zona de Francia cercana al mar Mediterráneo. El término mistral viene de Languedoc, que es como en la actualidad el occitano y significa magistral. Bueno, en realidad es el maestro del viento, porque te empuja fuerte y te refresca allá por donde vayas. Nuestro viaje fue a principios de abril, que es cuando el mistral es más potente, debido a la transición entre el invierno y primavera. En serio, no tenías necesidad de menear tu pelo, porque ya se encargaba el viento.

Padecimos el mistral especialmente cuando visitamos la basílica de Notre Dame de la Garde, que ofrece unas maravillosas vistas estratégicas de la ciudad y también es una iglesia muy atractiva. También merece la pena dar una vuelta por el interior, que es muy colorido, pero asegúrate de explorar bien el exterior y los alrededores del edificio para tener las mejores vistas. Otra iglesia de Marsella que merece la pena visitar es la catedral la Mayor, que es inconfundible por su estructura y el patrón a rayas del exterior. Nos fuimos también de aventura y cogimos un autobús para ir a ver playas y estatuas. Hay una estatua de David, que es bastante similar a la que puedes ver en Florencia, Italia, pero decidimos ir a ver un memorial de guerra.

Viaje de un día

Pasamos el siguiente día en una pequeña ciudad llamada Cassis y nos encantó. Cogimos uno de esos trenes de alta velocidad franceses para ir hasta allí y solo tardamos una hora. Aunque la estación de tren estaba un poco alejada de la ciudad y tuvimos que andar otra media hora hasta llegar al centro. Pero el paseo fue muy agradable, especialmente porque Cassis está situada cerca del parque nacional de Calanques, que se puede ver a lo lejos. Una vez que llegamos a la ciudad, dimos una vuelta para ver lo bonita que era y después, nos dirigimos a la playa. El agua estaba fría para bañarse, así que nos sentamos en la arena y nos quedamos observando como rompían las olas. El paisaje era impresionante con las colinas a ambos lados de la playa. Más tarde, disfrutamos de un gran gelato y nos sentamos en el muelle.

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Cassis, Francia

Recuerdo estar allí sentada con mis dos mejores amigas y saber que aunque al día siguiente nos íbamos a separar de nuevo, el viaje me había reconfortado mucho. Esa noche de camino a casa, bailamos salsa mientras esperamos al autobús y comentamos lo contentas que estábamos de haber podido organizar este viaje. Lo celebramos con vino y queso del supermercado y dijimos que este había sido nuestro primer viaje en el extranjero, pero que seguro no sería el último.


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