Marruecos, una nueva perspectiva del mundo

Durante el año que he pasado en Sevilla, he podido viajar por casi toda Andalucía. Aun así, también pude salir del continente para descubrir otro totalmente diferente: África. Como Sevilla esta muy cerca de la costa africana, pensé que era el momento perfecto para visitar esa tierra desconocida. Como quien dice, ¡ahora o nunca!

Como el continente africano es enorme, solo he visto una pequeña parte. De hecho, solo he visitado un país: Marruecos.

Fui dos veces. La primera fue porque Erasmus Club organizó un viaje allí. Muchos de nosotros quisimos participar en esta aventura, 150 estudiantes repartidos en tres autobuses. Fue un viaje inolvidable, lleno de descubrimientos. Lo único malo es que eramos muchos, lo que dificultaba la organización de las visitas y el moverse por las callejuelas de Marruecos.

Primeros pasos en el nuevo mundo

Llegamos a Tanger, pasaporte en mano. Me acompañaba Sylvia, mi compañera de piso y mi amiga Carla. De Tanger, cogimos directamente la carretera para Chefchaouen, la ciudad azul.

Le Maroc, un nouveau regard sur le monde

Chefchaouen es una ciudad pequeñita en medio de las montañas. Si vas a Marruecos tienes que echarle un vistazo. No tardarás mucho en recorrerla. Nos quedamos unas dos horas. El pasearse por esas calles sinuosas te transportará a otro mundo. Las paredes de las casas, las calles, las puertas, todo es azul. En internet puedes encontrar los motivos que les llevan a usar este color. Uno de los guías nos explicó que se usaba el azul para espantar a los mosquitos. Sea como sea, le da mucho encanto al pueblecito. Sobre todo porque la tonalidad del azul es preciosa. Pasear por Chefchaouen te da una sensación de tranquilidad, el color azul provoca una atmósfera relajante que envuelve cada uno de los sentidos. No sé transmitir con palabras lo que sentí, es algo que tienes que ver con tus propios ojos. Ni que decir tiene que el pueblo es muy bonito.

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Puedes encontrar muchos restaurantes y tiendecitas de souvenirs en el centro del pueblo. También puedes pedir que te hagan un tatuaje de henna en la mano. Si te lo hacen bien se queda muy chulo.

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En Marruecos suelen aceptar el euro como moneda de pago aunque muchos lugares te ofrecen la posibilidad de cambiarlo a la moneda local, llamada dirham marroquí. Un euro equivale a unos 10 dirham. Marruecos es un país que sigue empobrecido, por lo que la vida allí es mucho más barata (aunque tienes que saber negociar).

Si nunca has viajado fuera de Europa (como yo), Marruecos te parecerá diferente en todos los aspectos. Enseguida te das cuenta de que estás en otro continente. Todo parece mucho más pobre, las casas parece que estén construidas a mitad, ves pobreza en las calle.

Y sin embargo, la gente es súper simpática, los marroquíes sorprenden. Son excelentes comerciantes, ¡saben engatusarte para que compres y además te hablan en tu lengua! Hablan árabe, francés, inglés, español, italiano... Cierto es que el francés es una ventaja porque es la segunda lengua que hablan allí y te entienden sin esfuerzo. Puedes comunicarte bastante bien con ellos, algo muy útil cuando tienes que negociar.

Negociar es obligatorio en Marruecos, no paras de negociar el precio, todo el tiempo, no puedes escaparte, es parte del juego. De hecho, no suelen poner lo que cuestan las cosas, tienes que preguntarle al vendedor y después proponerle una cantidad. Es un "juego" divertido al principio, pero a la larga te llega a cansar. Nunca sabes si te ha salido bien o no.

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Tras parar aquí, seguimos con nuestro viaje hacia ¡el desierto del Sáhara! Como el camino era muy largo, tuvimos que parar varias veces en hoteles para pasar la noche. La primera noche la hicimos en Fez y la segunda en Erfoud. Antes de ir directos al desierto, los organizadores nos dieron a todos fulares para que nos los pusiéramos en la cabeza. Los encargamos antes de irnos de viaje, había en varios colores: azul, vino, blanco, negro o amarillo. En el desierto, estos fulares sirven para proteger la cabeza del calor y del Sol. Justo antes de salir hacia el desierto, los locales nos enseñaron a ponérnoslos correctamente para que se sujeten bien y no se caigan. Hay muchas formas diferentes de enrollar el fular, todo depende de cómo te guste que se queden.

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¡Por fin estábamos listos para irnos! Nos montamos en 4x4 en grupos de seis para llegar al desierto. Antes de llegar a las dunas y a la arena, hay que pasar por Merzouga, un desierto llano, con piedrecitas y tierra mezcladas con arena. Estábamos de camino, unos treinta 4x4 atravesando las llanuras desérticas.

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Durante el camino tuvimos que parar varias veces. La primera parada fue cerca de una granja perdida en el medio del desierto. Me pareció alucinante ver la granja (pequeñita) tan lejos de la ciudad. Todos los habitantes de Merzouga tienen 4x4 que utilizan para ir a la ciudad y vender sus productos. Fue increíble ver cómo la gente podía vivir con tan poco. La granja consistía en un simple refugio para cabras y gallinas al lado de una casita. Las casas también son diferentes a las francesas. Era una casita hecha con telas gruesas y tapices en el suelo. Aunque los locales vivan con tan poco, no parecen infelices y además comparten contigo todo lo que tienen. Te sonríen y explican sus tradiciones. Es un encuentro único y conmovedor.

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Pero ya nos vamos otra vez. Vimos dromedarios y burros de camino. Menuda novedad. Luego llegamos donde comenzaba el desierto del Sáhara, concretamente en Albergue. Allí, perdido en el desierto, había un hotel lujoso con piscina.

Luego detrás, al atravesar la puerta: el desierto de arena, dunas que se perdían en el horizonte. Unas vistas increíbles, preciosas. La caliente arena cobra un tono único gracias al Sol, un amarillo anaranjado muy bonito. La arena es fina, se desliza por los dedos. Pasamos la tarde allí, descansando en la arena y refrescarnos en la piscina.

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Un poco antes del atardecer, nos adentramos un poco en el desierto y subimos a una duda un tanto alta para contemplar el sol ponerse lentamente por las dunas. Cuando se hizo de noche, fuimos a un concierto bereber. Los bereberes son un pueblo libre asentado (en su mayoría) en África del norte. Son muy majos y abiertos de mente.

Pude conocer a dos bereberes que trabajaban como guías turísticos. El turismo es una fuente económica muy importante en Marruecos. Proponían excursiones por el desierto y a muchas ciudades de Marruecos. Uno hablaba muy bien español porque vivió mucho tiempo en España y el otro hablaba mejor inglés porque sus clientes suelen ser de origen anglófono.

Bueno, después del concierto hicimos una gran hoguera al principio del desierto, algunos se pusieron a tocar la guitarra y todo el mundo se puso a cantar y bailar alrededor de la hoguera antes de volver a las tiendas a dormir.

No dormimos en el hotel sino en un campamento bereber. Estaba formado por tiendas hechas de gruesas sábanas.

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Al día siguiente los organizadores nos despertaron a las cinco de la mañana y fuimos de nuevo a las dunas para contemplar el amanecer. La arena gris y fría a nuestros pies empezó a calentarse poco a poco y a recobrar su bonito color anaranjado. Fue un momento feliz, tranquilo a la par que raro y especial para todos.

Volvimos al campamento y nos tomamos un desayuno delicioso acompañado de un té riquísimo y muy dulce. Después tocaba ¡paseo en dromedario! Es la atracción turística que todo el mundo quiere hacer en el desierto. No nos la perdimos, fue un espectáculo único, 150 dromedarios en fila por el desierto. Digamos que montar en dromedario no es el medio de transporte más cómodo del mundo. Pero bueno, al menos haces abdominales y piernas. Y la verdad es que es una actividad muy chula. Los dromedarios están atados unos a otros en grupos de seis y siguen en conga al "jefe".

Le Maroc, un nouveau regard sur le monde

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Cuando acabamos el paseo tuvimos que recoger las cosas y salir del desierto. Nos volvimos con una espinita clavada en el corazón.

¡Dirección Fez esta vez! La ciudad es muy conocida por su Medina y sus tenerías. La Medina de Fez es inmensa, tanto que teníamos a un guía para no perdernos. Por este tipo de cosas, como visitar el centro, no es muy útil ser tantos. Las calles de la Medina son muy estrechas, un burro cargado pasa justito. La verdad es que mola pasear por calles así. ¡Hay tanta vida! A cada lado de la calle hay comerciantes vendiendo todo tipo de cosas: comida, joyas, ropa, zapatos, etc.

No puedo describir la sensación de andar por estas calles, al igual que tampoco puedo describir lo que es la Medina exactamente. Por el día, hay mucha gente, los comerciantes, los habitantes, los turistas, todos intentan moverse entre los asnos que van cargados hasta los topes.

Fez es la capital de la artesanía, si os perdéis por las calles de la Medina, os encontraréis con muchos comerciantes que venden telas, pañuelos, cuero y vasijas.

Le Maroc, un nouveau regard sur le monde

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En cuanto a las tenerías, tenéis que coger un poquito de altura para verlas bien. Una buena idea es mirarlas desde las terrazas, ¡desde allí las vistas son impresionantes! Se huele un poco mal pero vale la pena. Te encontrarás con docenas de "huecos" rellenos de líquido para lavar y teñir las telas. Los teneros no tienen el trabajo más fácil del mundo que digamos, están todo el día bajo un Sol de justicia, con los pies en el agujero manchándose de líquidos de todos los colores. Pero bueno, es un espectáculo que no veréis dos veces en la vida.

Terminamos el viaje con estas estupendas vistas. Tiramos hacia el mar, dirección Tarifa para llegar a Sevilla más tarde, con muchos recuerdos y los ojos brillantes.

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Mi segundo viaje a Marruecos

La segunda vez que volví a Marruecos fui solo con mi amiga Carla. Quisimos quedarnos tres días en Marrakesh porque no pudimos visitar la ciudad la primera vez que estuvimos en el país.

Así que cogimos un avión de Sevilla hasta Marrakesh, además el vuelo nos salió bien de precio. Cuando llegamos, reservamos un Air Bnb en el centro de Marrakesh, es decir, en la Medina. Para ir teníamos varias opciones: taxi o autobús. Elegimos el autobús porque nos salía mucho más barato.

Cuando llegamos, una vez más, ¡un cambio de aires total! Nada más salir del bus casi nos atropellaron. En Marruecos, ¡olvídate de las normas de prioridad, de los semáforos en rojo o de los pasos de cebra! Los marroquíes no saben lo que es eso. Cruzar la calle se vuelve toda una hazaña. Quisimos cruzar una carretera principal, el semáforo estaba en verde para los peatones y, de repente, cuando estábamos a mitad del cruce el semáforo se puso en rojo. ¡Y el semáforo de los coches se puso inmediatamente en verde! Y aunque estés a mitad de cruzar, los coches no van a pararse para dejarte pasar, sería demasiado fácil, no, tienes que correr esquivando los coches. Cada vez que teníamos que cruzar suponía un chute de adrenalina tremendo, ¡tienes que mirar bien por todas partes! Pero bueno, te acabas acostumbrando rápido.

En las calles de la Medina pasa lo mismo, como estas son más anchas, tienes que prestar atención a las motos también. Solo te encuentras de estas por las calles, todos los habitantes tienen una y conducen rápido, por lo que tienes que tener reflejos y apartarte rápido. De hecho, es bastante raro ver tantas motos, te cruzas con una cada dos segundos y puedes ver muchos garajes solamente para motos. Bueno, pese al tamaño reducido de una scooter, ¡no es raro ver a una familia entera subida en una! Nos cruzamos con 4 personas en la misma moto, el padre delante, los hijos en medio y la madre detrás (todos sin casco, obviamente). ¡Muy fuerte!

También tienes que visitar la medina de Marrakesh, hay un muy buen ambiente allí. Como de costumbre, los marroquíes te llaman por la calle para que entres a su tienda, usando muchos argumentos y estrategias para que les compres algo. Viven de eso, es normal. Todos los que vimos eran bastante simpáticos, siempre nos sonreían, muy amables y dispuestos a ayudarnos. Les gustan mucho los turistas que vienen de Francia.

¡Que no te timen!

Si entras a una tienda y ves algo que te guste, fíjate siempre en el precio que proponen y no aceptes directamente la primera oferta, en la mayoría de las ocasiones podrás reducir el precio. También tienes que mostrar como que dudas un poco de la oferta, a veces el vendedor se lo piensa y puede reducir todavía más el precio u ofrecerte algo mejor. Por tanto, ¡tómate tu tiempo para comprar e intenta comparar precios con otras tiendas!

Los restaurantes

Aunque tu presupuesto sea reducido, no te vas a morir de hambre. El precio de las comidas es alucinante y las cantidades generosas. Con Carla, nos pedíamos un plato para las dos y nos salía por unos 30 dirhams, ¡el equivalente a 3 euros! Siempre nos pedíamos lo mismos: el famoso cuscús. Qué bien saben hacerlo allí. Todo lo que comimos en Marruecos durante los dos viajes que hicimos estaba buenísimo. La verdura que utilizan es de muy buena calidad y cocinan el pollo a la perfección. Nunca en la vida he probado una carne de pollo tan tierna en su jugo, acompañada de salsa de verduras. ¡Simplemente perfecto!

Si te interesa saber el nombre de locales para comer, nosotras íbamos siempre al mismo restaurante de la plaza Jemaa-el-Fnal, el centro turístico. El único problema que tendrás será la variedad de restaurantes, hay un montón.

Cuando hicimos el primer viaje, nos pusimos las tres malas, durante poco tiempo, pero no es que fuera agradable. Lo más seguro es que fuera por la mezcla del calor y sabores a los que no estamos acostumbradas. Por suerte, durante nuestra estancia en Marrakesh Carla y yo no nos pusimos malas.

La plaza Jemaa-el-Fna

Si te paseas por la Medina, acabarás llegando a esta plaza. Al principio del día, está casi vacía pero al final de la tarde y sobre todo por la noche, ¡se anima muchísimo! Podrás ver a encantadores de serpientes, músicos, etc. También podrás probar un buen zumo de fruta fresca para quitarte el calor.

Como nos fuimos en junio, ¡hacía muchísimo calor! La temperatura superaba todos los días los 40 grados, llegando incluso a 50 en algunas ocasiones. Siempre llevábamos botellas de agua encima.

Para refrescar las calles de la Medina, los habitantes suelen tirar agua a lo largo del día. También la Medina está cubierta de planchas y telas espesas para evitar que el Sol pase directamente. Ayuda bastante a refrescar el interior de la Medina pero sigue haciendo mucho calor, y cuando ves los trozos de carne colgados al aire libre, bajo ese calor abrasador y sin protección, entiendes muy rápido por qué es fácil ponerse enfermo. De hecho tenemos el estómago acostumbrado a normas muy estrictas de higiena, por lo que tienes que tener mucho cuidado si comes carne en Marruecos, tienes que asegurarte de que esté bien hecha.

Por otra parte no te recomiendo que compres ni carne ni chucherías allí. Ambas están expuestas al aire libre y suele haber moscas y abejas rondando. Si te comes un bicho de estos no pasa nada, no te vas a morir, pero te arriesgas más a ponerte malo.

Marrakech es una ciudad que tiene muchos sitios preciosos como la Medina, la plaza Jemaa-el-Fna o el jardín Majorelle.

Mi conclusión sobre Marruecos

Los dos viajes que he hecho a Marruecos forman parte de las experiencias más bonitas que he vivido. Este país es súper diferente a lo que uno está acostumbrado, es entrar a otro mundo. Todo es muy distinto en Marruecos. Tiene dos caras, por un lado la zona pobre y precaria y una zona más rica y americanizada por otro lado.

En Marrakesh puedes ver perfectamente el contraste entre las dos zonas. Nosotras estábamos en el centro de la Medina, en la parte pobre de Marrakech, los habitantes, las calles y ropas parecían de otra época. La gente vive con poco y aún así te dan todo lo que tienen. Los niños van solos por las calles, sobre todo si son chicos. En algunos sitios notas mucho la diferencia entre los hombres y las mujeres. He visto a chiquillos jugar fuera mientras que las niñas barrían el suelo. En los bares, la mayoría de los clientes eran hombres.

La parte rica de Marrakech es totalmente diferente, la mentalidad cambia también. Las mujeres no van tan tapadas, van más libres. Las casas son más grandes y bonitas y hay muchas tiendas de moda, hoteles de lujo y restaurantes de comida rápida.

Tienes que visitar Marruecos sí o sí para ver cómo se vive de verdad allí. Una experiencia así te abre la mente a cosas nuevas. Como todo el mundo, yo también he escuchado muchos clichés y críticas negativas de Marruecos. Muchos hablan antes del país (y de los países árabes en general) sin haber puesto nunca un pie en él. Ahora bien, para mí ha sido una experiencia súper enriquecedora aunque a veces se note la diferencia de mentalidad y en las relaciones entre mujeres y hombres. La verdad es que nosotras no tuvimos ni un problema por la calle, la mayoría de los habitantes son de mentalidad abierta y además, viven del turismo: saben perfectamente cómo son las costumbres de otros países y las respetan.

También es verdad que al ser dos chicas paseándose en pantalón corto por la calle, hay veces en las que nos han dicho que nos tapáramos más, aunque pueda chocar un poco, creo que su reacción es normal. En Francia les pedimos que respeten nuestras costumbres y que no muestren signos religiosos, es normal que estando en su país nos pidan que hagamos lo mismo.

Resumiendo: tengo muy buenos recuerdos de esta experiencia tan enriquecedora. Solo podéis maravillaros de Marruecos y sus habitantes.

Sin embargo, lo que más me gustó de Marruecos fue la pequeña parte del desierto que visitamos. Estar en medio de semejante naturaleza dorada, teniendo como único paisaje dunas de arena perdiéndose en el horizonte...es algo que corta la respiración y deja con la boca abierta.

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