Día 4: domingo 2 de septiembre: el primer día sola en Lyon
Día 4: el primer día sola en Lyon
Domingo 2 de septiembre de 2012
Mi madre se fue a las 5 h para poder llegar al aeropuerto para coger su vuelo a Londres. Para ella, era un poco jaleo, pero no estaba cuando organicé el viaje a Lyon. Yo también tenía un poco de prisa y cometí el error de reservar un vuelo para el día siguiente, aunque me di cuenta del error unos minutos más tarde, así que tuve que pagar treinta libras esterlinas para hacer las modificaciones necesarias. Más vale verificar cosas así dos veces. Mi madre además no estaba contenta conmigo porque tuvo que coger un taxi del albergue al aeropuerto. Fue muy caro porque era un domingo por la mañana.
La gente que siempre se queja del dinero me pone de los nervios. No soy la persona más rica del mundo pero tampoco soy la más pobre y sé que el dinero no es la solución de todos los problemas. Es algo cambiante que tiene la facultad de apoderarse de la mente de una persona. Creo firmemente que es realmente peligroso porque el dinero puede influir en las decisiones de la gente, como en decidir si pasar tiempo con los viejos amigos o no. No vivo mi vida con muchas normas, pero cuando es posible, el dinero no puede ser la razón por la que dejo de hacer algo. Soy muy feliz cuando invierto algo de dinero en ver a mis amigos porque, a cambio, lo que recibo es más valioso que cualquier cosa del mundo. Porque cuando me muera, las cosas que haya hecho durante mi vida serán más importantes que el dinero. Creo que este punto de vista sobre el dinero influirá en mi año de Erasmus. Siempre soy prudente, pero me gustaría disfrutar de estar en Francia lo máximo posible porque, al final, solo me arrepentiré de lo que no haya hecho.
Cuando me levanté esa mañana, mi madre estaba en Inglaterra. Al principio, era bastante raro estar sola pero estaba contenta. Tranquilamente, me duché antes de empezar mi viaje desde el albergue hasta la residencia. Me gustó mucho mi estancia en el albergue y conocí muchos estudiantes y amigos pero, ahora, quería pasar tiempo sola.
No había por qué quedarse mucho tiempo en el albergue así que empecé mi largo viaje. Llevaba conmigo más cosas de las que me esperaba. Tenía dos bolsas muy pesadas y mi guitarra. Era difícil andar con todo, así que tras andar unos metros, hice un trozo del trayecto en tren hasta Valmy para coger allí el metro hasta el Vieux Lyon.
Cogí el teleférico desde le Vieux Lyon hasta Saint Juste, así que tuve que montar la colina hacia la residencia. No estaba muy escarpada, pero el viaje se me hizo muy largo con el peso de todas mis bolsas. A cada paso que daba, me parecía que mis bolsas pesaban un poco más. Me sentí como Frodo al final de El Señor de los Anillos, cuando sube la montaña antes de destruir el anillo.
Finalmente llegué a la residencia. Estaba agotada y unos minutos más tarde decidí que sería una buena idea ir de tiendas antes de mediodía porque no había comido y no tenía nada para comer después.
Había una pequeña tienda en la que compré agua, queso y mantequilla y luego fui a la panadería para comprar mi primera media baguette del año Erasmus. Pero la bolsa de la primera tienda era muy endeble y se rompió al poco tiempo delante de la iglesia, cuando estaba volviendo a la tienda para pedir otra bolsa. El pan se cayó al suelo y tuve que comprar más.
Cuando volví a la residencia, deshice las maletas antes de descansar un poco. Decidí pasar el rato en internet, pero al poco tiempo, quedó claro que el internet era demasiado lento y era imposible hacer gran cosa, como ver vídeos, por ejemplo. Era una pena porque quería ver los Juegos Paralímpicos, sobre todo porque hacía unas semanas había sido voluntaria en los Juegos Olímpicos. Pero gracias a internet, era imposible. Al final del día, había perdido la esperanza de que el internet fuese a mejorar.
Probé a jugar a un videojuego, Los Sims, pero hubo un problema por culpa de algo que había descargado para mejorar el juego. Mi madre me envió un e-mail y tuvimos una pelea fuerte. Era la mejor manera de empezar el año Erasmus y tras la discusión, no me apetecía hacer nada porque estaba fatal.
La residencia estaba en completo silencio y no conocía a nadie excepto el hombre de la República Democrática del Congo que vivía en la habitación de al lado. Parecía agradable y amable. No hablaba inglés, así que tenía que hablar en francés con él. Me resulta bastante difícil expresarme, pero espero mejorar mi francés.
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