07/12/12: Un fin de semana iluminado en Lyon: el Festival de las Luces: 1

Jueves, 6 de diciembre

El jueves 6 de diciembre era el inicio del evento más grande del año aquí en Lyon, el Festival de las Luces. Para el evento, la ciudad de Lyon se ilumina todo el fin de semana, de jueves a domingo. Durante el festival, se realizan muchísimos alumbrados y juegos de luces por toda la ciudad, y se proyectan imágenes en lugares muy conocidos. Debo admitir que no me convencía lo que el festival podría reservarme, y gracias a la cantidad de trabajo que tuve de la universidad, ni me acordé del dichoso festival. El tiempo pasó volando gracias a la velocidad del internet de la residencia.

Sin embargo, recibí un correo electrónico de la Dirección de Relaciones Internacionales de Lyon 2 cuando llegó la fecha del festival. La coordinadora nos ofreció consejos sobre lo que podríamos hacer y ver durante el fin de semana. Se nos dio información esencial para disfrutar del Festival de las Luces y otros datos como qué podríamos comprar: vino caliente con especias en unos puestos cada diez metros en el centro de la ciudad.

El correo electrónico de mi universidad me aclaró el tema de la fiesta y la historia de este festival y sus orígenes que se remontan al año 1852, aunque una amiga me dijo que solo desde hace dos años hasta ahora es cuando el festival se ha hecho más popular, sobre todo entre los turistas. El festival tiene lugar alrededor del 8 de diciembre para festejar la instalación de una estatua de la Virgen María que vela la ciudad desde la colina de la Fourvière. Desde el siglo XVII, se cree que la Virgen ayudó a Lyon a librarse de la plaga de la peste, fue entonces cuando los habitantes de la ciudad encendieron velas en su honor como agradecimiento.

Antes de la llegada del festival, escuché comentarios de lo que ocurre durante la fiesta, casi todos por parte de estudiantes. Confieso que me desanimé bastante. No me gustó la idea de compartir el transporte público con más de cuatro millones de personas que vienen a Lyon para el Festival de las Luces. Normalmente me altera la muchedumbre, es algo que suelo evitar. Ya sufrí las aglomeraciones de gente en los Juegos Olímpicos de Londres cuando trabajé de voluntaria durante dos semanas en el Parque Olímpico. Sin embargo, el gentío no fue lo único con lo que tuve que lidiar ya que la semana anterior las temperaturas se desplomaron, y para mí el frío es difícil de llevar. En principio, me negaba a pasar la noche dando vueltas y sin rumbo, buscando algo que brillara.

El jueves, esa negación me sedujo, y tener el día repleto de clases me cansó tanto que la reforzó. Además, al caer la noche, no hice planes para salir, pues de haberlo hecho, me hubiera perdido por las calles de Lyon. Así que para recuperarme, pasé la noche sola en mi habitación compensando con sueño la energía que necesitaba.

Viernes, 7 de diciembre

Hice planes de salir el viernes por la noche, pero aún seguía un poco reticente. Y más que lo estuve cuando subí la persiana. Vi todo cubierto de nieve, y a cada minuto se volvía más sólida. Afortunadamente, el tiempo mejoró y la nieve que quedaba en el suelo desapareció al derretirse lentamente.

Cómo llegar

Quedé en el centro a las 17:00 h, donde me encontraría con todo el follón, pero decidí no buscar excusas para regresar a casa. Además, mis amigos hicieron planes para que saliésemos todos juntos, así que no estaría sola durante el Festival de las Luces.

Para desgracia de los turistas que vinieron a Lyon y que dependían de las redes de transporte, los trabajadores de la empresa de la ciudad (la TCL) tomaron la decisión de hacer huelga sin previo aviso durante el viernes, por lo que las redes de transporte y algunas líneas de autobuses se vieron afectadas. Algunas líneas de metro no operaron en todo el día, y en cuanto a las líneas del tranvía, este no pasaba con mucha frecuencia. Al caer la noche, las redes volvieron a trabajar, aunque no puedo decir lo mismo del servicio de autobuses.

Para llegar con facilidad a mi destino, el centro de la ciudad, normalmente hubiera cogido cualquier autobús que pasara por la parada (el 46 o el 49 para Perrache, o el C20 o el C20E para Bellecour). Pero debido a la huelga, no pasaban ni el 46 ni el 49, y el C20 y el C20E pasaban cada treinta minutos y solo se dirigían a Perrache, pues las calles aledañas a Bellecour estaban cerradas por el Festival de las Luces. No era conveniente. El autobús que aparecía eventualmente estaba repleto de gente, y todos los que se montaban en él estaban como sardinas en lata. El metro estaba bastante vacío si tenemos en cuenta que era un viernes en hora punta. Había más gente en la estación Perrache, aunque no puedo afirmar que estuviera repleta de gente, ya que no se podía comparar con la muchedumbre durante hora punta de la London Victoria.

De compras

Una vez que me arreglé, ya estaba lista para encontrarme con mis amigos en media hora. Para ir a Bellecour, eché por la Rue de la République, donde pude ver muchos alumbrados. Y puesto que algunos alumbrados no eran ni figuras ni proyecciones, no supe si pertenecían al propio Festival de las Luces o si simplemente se trataban de luces de Navidad. Sin embargo, después de haberle echado un ojo al programa del festival que encontré momentos antes, entendí que tenían su papel en la fiesta, por lo que permanecerían ahí durante el fin de semana. Personalmente, espero que dejen las luces para Navidad, ¡las de aquí le dan mil vueltas a las de Oxford Street en Londres!

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Caminé despreocupada por Bellecour cuando en seguida divisé la calle de la République. Como aún faltaba tiempo para que llegaran mis amigos, y estos se habían burlado de mis viejos y desgastados guantes (tenían razón, no me venían bien), me acerqué a H&M para comprarme unos de mi talla, más normales y prácticos con los que pudiera hacer fotos sin el peligro de quedarme sin dedos a causa del frío. Fuera de la tienda hice fotos para probar la cámara y cambiar su configuración para fotografiar las luces. No me gustó la calidad con la que salieron utilizando el ISO alto, pero lo necesitaba, no tenía un trípode con el que asegurar la estabilidad para hacer fotos con temporizador. Vi mucha gente con sus cámaras SLR y sus trípodes, y debo admitir que me dio envidia. Aunque a decir verdad, creo que no me hubiera gustado llevar uno conmigo entre el gentío, ¡no tendría paciencia para detenerme en un lugar y montarlo!

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Sé que el flash de la cámara agota las pilas, y como lo estuve utilizando durante el fin de semana anterior en Pérouges, pensé que sería buena idea comprar otras y fui a la Fnac que hay cerca de Bellecour. En la tienda, vi una cámara Olympus que me gustó y se me ocurrió probarla, pero al tocarla, ¡saltó la alarma! Me dirigí disimuladamente hacia las pilas haciéndome la loca, aunque creo que se reflejaba la culpabilidad en mi cara. Cogí las pilas y nada más pagar, el sonido de la alarma paró.

Llegando a Bellecour, en Starbucks, el café de cafés, tan famoso como polémico en Inglaterra por sus impuestos, ofrecían a la gente que pasaba cafés de muestra. Tentada, me acerqué al hombre que los repartía, pero ya no le quedaban. Volver un poco más tarde me pareció buena idea.

Las luces

Paseé por la plaza Bellecour esperando a mis amigos. Allí encontré un alumbrado al que llamaron Magic Cube, situado en la base de la estatua del caballo que hay en el centro de la plaza. Sin embargo, no me impresionó mucho pese a que al volver por allí días después, descubrí que el Magic Cube emitía luces de Bengala cuando terminaba cada espectáculo.

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Casualmente me encontré con mis amigos entre el gentío cerca del McDonalds, en la esquina de la calle de la República. Fuimos juntos hacia el Ayuntamiento a travesando la calle. En Starbucks aún tenían los cafés de muestra que yo todavía no había probado, aun así optamos por tomar vino caliente acompañado de pasteles. Al estar en Francia, preguntamos en francés por el vino, ignorando que la camarera era australiana y nos habló en inglés. Aunque el vino no estuviera igual que el del mercado de Navidad, tenía muy buen sabor y estaba muy dulce. Los vasos de plástico eran demasiado frágiles, sobre todo si tenías que sujetarlo con los guantes, pues apretabas de más el vaso y se derramaba el vino.

En la plaza de la República, el estanque que hace unas semanas había sido una pista de esquí ahora era la guarida submarina de un dragón iluminado cuyos colores iban cambiando. Allí encontré un puesto informativo sobre el Festival de las Luces, donde cogí un trozo de una hoja de un mapa con información sobre cada uno de los espectáculos de luces de la ciudad. Estaba todo muy bien detallado; guardo la hoja como un buen souvenir del festival.

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Siguiendo por la calle de la República pudimos escuchar música. En poco tiempo supimos de dónde venía, de una pieza de arte con forma de corazón. La música que comenzó a sonar imitaba el ritmo de un corazón humano. El espectáculo era muy repetitivo, por lo que nos fuimos antes de que acabase. Fue como una visita a un museo, el corazón era lo único que podíamos ver, y por más que mirásemos, siempre veíamos lo mismo. A veces una cosa puede atraer la atención más de la cuenta e incluso parecerte sorprenderte, pero otras, en cambio, ni siquiera son bonitas, y por tanto, nos marchamos.

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Cerca del Nouvel Opéra había más luces, así que paramos para hacer fotos. Empezaba a llover, y ya no solo es que tuviera frío, sino que encima me mojé, ¡una combinación perfecta! Debido a las restricciones en el acceso a la plaza de los Terreaux, tuvimos que cambiar nuestro camino. En la plaza había algunos de los alumbrados principales del festival, de ahí que estuviera abarrotada de gente.

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Cuando empezó el espectáculo, fue fácil entender porqué la plaza de los Terreaux era tan popular. Los viejos edificios que la rodeaban, como el museo de Bellas Artes y y el Ayuntamiento, participaban en los alumbrados permitiendo que se proyectaran en sus fachadas visuales increíbles. Colores y bailarines danzaban sobre los edificios trazando sus características con una precisión perfecta. Era ingenioso y muy complejo.

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Fuimos de la plaza de los Terreaux hacia el casco antiguo de Lyon, conocido como Vieux Lyon, donde estábamos seguros de que encontraríamos más alumbrados. Y no nos equivocamos, nada más atravesar el puente, nos situamos frente a la estación de tren Saint Paul, donde se proyectaba una larga animación en su fachada. Había dos personajes con aspecto de extraterrestres que interactuaban junto al edificio. La acción se desarrollaba demasiado rápido para mi objetivo, que tardaba en encenderse. Encima me estaba quedando sin pilas.

Mi estómago hambriento comenzó a gruñir, pues lo único que comí durante el día fue chocolate. En el casco antiguo, los restaurantes y cafés abiertos por el festival me acorralaban. Como caminábamos por calles estrechas y repletas de gente, me daba vergüenza comer, pero el hambre apretaba, así que entré en razón y decidí comprarme un gofre con azúcar. Estaba delicioso.

En la catedral de Saint Jean, encontramos otro espectáculo proyectado en la su fachada. Como en el espectáculo de la plaza de los Terreaux, había música dramática. Me acordé de los vecinos que viven cerca de Saint Jean, quienes debían escucharla durante cuatro noches, aunque no a todas horas. Aquellos días la catedral cambió sus colores, brilló y ardió. Mientras comenzaba el espectáculo, dos hombres muy grandes se colocaron delante de mí, no me dejaban ver nada. Mis amigos nunca habían visto a nadie de tal tamaño por Lyon. Y todo fue de mal en peor cuando mi cámara se quedó sin pilas y se apagó.

Entonces, entre el gentío, me quité los guantes y le cambié las pilas a la cámara con cuidado de que no se cayeran al suelo. Con todo en orden, tras cinco minutos de espectáculo, tuve otros cinco para echar algunas fotos.

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El frío era horrible y penetraba las capas de ropa que llevaba puestas. Tenía los pies completamente helados y la punta de los dedos hinchados (¡supongo que no ayudó el juguetear con la cámara! ). Decidimos regresar a casa, sobre todo porque una amiga no se encontraba bien. Otra compró una última taza de vino caliente que yo decliné, aún tenía hambre.

La vuelta

Para acceder al funicular de Vieux Lyon, tuvimos que ir al puente Bonaparte y regresar en dirección al casco antiguo para saber cuánta gente quería coger el metro, cuya cola de espera era larga. Afortunadamente era fácil coger el funicular en Saint Juste. Había más gente esperando el funicular en Fourvière, teniendo en cuenta que había más alumbrados en la basílica, y supongo que algunos quisieron ver toda la ciudad de Lyon iluminada para el festival.

Aunque había una última línea de funicular funcionando, muchas personas esperaban en el andén su llegada. Por suerte, pudimos pillar asiento y poner rumbo a la residencia. Estaba impaciente por llegar a mi habitación y meterme en la cama. Hacía tiempo que no me calentaba en ella. Las noches siguientes necesité ponerme más ropa encima.

Una noche excelente

A pesar de mi reticencia a salir el viernes por la noche, me alegré de haberlo hecho; me inundó el espíritu del Festival de las Luces y me propuse ver todos los alumbrados, pero al comprobar el mapa de los alumbrados, me di cuenta de que sería imposible, ¡había más de sesenta por toda la ciudad, e incluso uno en el aeropuerto! Normalmente diría que no es necesario un mapa para conocer Lyon, pero para el Festival de las Luces, tener uno es esencial si quieres aprovechar al máximo la fiesta.

Muchos conocidos regresaron a la residencia temprano a causa del frío. Estar en la calle era como pasar una prueba de resistencia: a ver quién podía aguantar esas temperaturas durante horas. Dejé que mi amiga planeara algo para el sábado, aunque de nuevo dudé pasar otra noche al frío. No me gustaba la idea de solo ver más luces; era un dilema que ya resolvería el sábado. Estaba reventada después de haber andado tanto. Tras subir algunas fotos a Facebook, me acosté.


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