Kamakura
Nos levantamos temprano para poder ir de Tokyo a Kamakura. No tuvimos ningún problema a la hora de coger el metro para coger el tren. Todo estaba muy bien señalizado y teníamos el JR pass, si tienes esta tarjeta no hace falta que compres ningún billete. En parte es bastante útil porque no pierdes tiempo.
Kamakura es una ciudad pequeña y bonita que está al sur de Tokyo. Es una ciudad encantadora y tranquila en comparación con Tokyo y la gente de allí es muy amable y atenta con los turistas. Es bastante tradicional y por eso hay menos gente y menos turistas.
Esta ciudad tiene muchas ventajas. Para empezar está a tan solo una hora en tren de Tokyo; tiene montañas con bosques enormes en los que puedes encontrar templos y santuarios, el lugar perfecto para ir a reflexionar, a liberar tu espíritu y a soñar; además la costa da al Pacífico. Mar, montaña, restaurantes, ¿qué más se podría pedir?
Contexto histórico:
Además de ser una ciudad localizada en una buena posición geográfica, Kamakura es una ciudad muy famosa a nivel histórico. De hecho fue capital de Japón a finales del siglo XII y permaneció siéndolo hasta principios del siglo XIV. Por lo que esta ciudad fue en su día muy importante desde el punto de vista histórico. Os aconsejo que vayáis a ver sus monumentos, la playa y los templos más famosos de la ciudad.
Monumentos y visitas:
El monumento más famoso que pude ver fue el gran Buda Amitabha. Es un Buda enorme de bronce que hay situado en un parque impresionante. Esta escultura es del siglo XIII y mide más de 13 metros de altura. El Buda está representado en la posición de siempre, sentado con las piernas juntas y las manos juntas. Tras el tsunami y las grandes inundaciones que ha sufrido esta ciudad tuvo que pasar por una restauración. En japonés a este Buda se le llama Diabutsu. Esto quiere decir "el gran Buda". En Japón hay muchos de estos, de hecho ya hemos visto unos cuantos en los templos que hemos visitado. Unas veces era de bronce como este que hay en Kamakura y otras veces estaba hecho de otros materiales, como de piedra por ejemplo. Se podía entrar dentro pero no había mucho que ver. Recuerdo que había varios puestos delante donde podías comprar cacahuetes japoneses y postres raros típicos de allí rellenos de dulce de frutas.
Después de visitar el Gran Buda fuimos al bosque y estuvimos de paseo durante más de dos horas. Por desgracia se nos hizo de noche y no pudimos acabar el paseo. Fue muy agradable y pudimos disfrutar de un paisaje increíble. Había muchos tipos de árboles altísimos y todos ellos eran preciosos, por esa parte fue todo impresionante. Fue un paseo de cuento de hadas, es más tras haber paseado por estos bosques japoneses uno entiende mejor por qué en los mangas los árboles tienen guardianes o incluso alma (son historias de Yokaïs y de mushis que me cuenta mi amigo japófilo). Además hacía muy buen tiempo cuando fuimos y pudimos ver la puesta de sol a través de esa neblina japonesa. La luz pasaba a través de las ramas de los árboles y las sombras se movían en lo más alto. Fue magnífico. A lo largo del sendero nos encontramos con varios templos escondidos. No había mucha gente así que pudimos disfrutar del tempo y de los paisajes con total tranquilidad y pudimos hacer las fotos que quisiéramos. Aunque al final tan solo pudimos ver templos más secundarios, los dos pequeños que salían marcados en el mapa, pero no pudimos ver los dos grandes. Había gente que hacía el trayecto en coche para así poder ver más cosas pero no merecía la pena, seguro que así no podían disfrutar como lo hicimos nosotros del paisaje y de la espiritualidad que desprende aquel lugar.
El primer templo tenía una columnata, estatuas de leones, tigres y demás animales imaginarios, fuentes y zonas verdes. Las fuentes que suelen haber al entrar al templo suelen tener un pequeño recipiente (es un cuenco con un mango) para poder echarte agua en las manos y así purificarte.
El segundo y último se parecía pero este tenía más elementos arquitectónicos. Había varias casitas con estatuas dentro. Este último templo al que fuimos estaba cerrado. No había luz pero el camino de escaleras que llevaba hasta el templo era precioso y me moría de curiosidad como para no subir por esos escalones. Resultado: sonó la alarma de seguridad y nos asustamos tanto que salimos huyendo hacia el aparcamiento para poder ir al centro de la ciudad.
El mar:
No tengo mucho que decir sobre el mar porque fui a Kamakura cuando no hacía tiempo de playa, es decir, en invierno a finales de octubre, por lo que la playa no estaba hasta los topes como lo estaría en verano. Había alguna que otra tienda que vendía flotadores y cosas para jugar en la playa, pero la mayoría estaban cerradas. Pudimos imaginarnos cómo sería eso en verano, se tendría que estar genial. También la pudimos ver de noche. La arena puede que no estuviera muy blanca pero puede que fuera por la estación del año. La carretera recorría toda la playa a lo largo y también había restaurantes un poco al estilo americano donde servían hamburguesas o pescado.
Al final volvimos al centro para darnos un atracón de sushi y sashimis pero al final todo lo que había resultó ser muy caro, así que acabamos en el McDonald's. Es triste pero comemos allí a menudo porque al menos ya sabíamos lo que nos íbamos a comer (y aún así a veces nos llevábamos sorpresas, tenían hamburguesas con salsa carbonara o con queso raclette). Además, salía bastante barato.
Alojamiento:
En Kamakura dormimos en un albergue que salía recomendado en la guía del mochilero. ¡Fue el mejor hotel en el que habíamos estado nunca! Fue inolvidable. Estaba un poco en las afueras pero pudimos llegar andando y no tuvimos que coger el autobús.
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