Día 13. Descubriendo Gobo en bicicleta, problemas con el dinero y karate.
Continuemos nuestra historia con el día siguiente. Ayer llegué a casa de mi tercera familia de acogida, donde pasaré los próximos 2-3 días con los abuelos Yanase. Me prepararon una fiesta de bienvenida con un montón de comida y bebida y después fuimos a un karaoke cercano, donde estuvimos unas dos horas. Ahora veamos lo que ha pasado hoy.
Problemas con la tarjeta de crédito y el efectivo
Me desperté por la mañana temprano otra vez, sobre las 6-7 a. m. No podía dormir por el sol así que me quedé mirando al techo de la habitación. Después de una hora, más o menos, tumbado en la cama decidí que ya era hora de ir a desayunar.
No tenía nada en particular planeado para ese día e incluso si hubiera tenido conexión a Internet, no me gustaba la idea de pasarme todo el día en casa. Sin embargo, había otra cosa que me preocupaba.
Ya me había gastado casi todo el efectivo que tenía reservado para el tiempo libre, y aún tenía que guardar algo para las siguientes dos semanas, en las que tenía planeado visitar muchos sitios con el campamento. Sin olvidar la posibilidad de ir de compras en ese mismo momento, por mi cuenta, mientras aún estaba en Gobo. Puede que os preguntéis por qué no usar la tarjeta simplemente. Bueno, ya lo había intentado en varios sitios donde resultó que no aceptaban tarjeta. Me pasó hasta en el centro comercial en Gobo cuando quise comprar unos comics. Me sentía algo incómodo con este problema porque no podía usar el dinero de la tarjeta y no sabía que debía hacer entonces.
Después de desayunar fui a ver a la abuela Yanase para intentar explicarle el problema. Como sabía que sería complicado decidí dibujar literalmente mi problema antes de enseñárselo. Cogí papel y dibujé el proceso de sacar dinero del cajero automático o del banco. Añadí 3 cajas, una para las tarjetas de crédito, luego una flecha que señalaba a los yenes japoneses y una última flecha que señalaba un signo de interrogación. Mientras le explicaba el problema, le enseñaba mis tarjetas, señalaba al signo de interrogación y repetía "mondai arimasen, mondai arimasen" ("hay un problema, tenemos un problema"). Luego señalaba a mi cartera vacía y repetía "genkin arimasen" ("no hay dinero"). Después de un minuto nos entendimos perfectamente y me dijo que esperara ("chotto matte").
Fuimos a la tienda a avisar a los demás de que íbamos a salir. Le pregunté si podíamos ir al banco. Subimos al coche y condujimos hacia el centro. Encontró un banco y entramos con la esperanza de que pudieran ayudarme.
Desamparado por el banco
Entramos al banco. ¡Mi primera vez en un banco japonés! No había mucha diferencia respecto a los que hay en casa. Detrás de la entrada había 3 o 4 filas de asientos para los clientes que tenían que esperar. Vale, puede que una cosa fuera distinta, había más asientos que en los bancos a los que había ido en casa. Esperamos un momento hasta que un escritorio se quedara libre. La abuela Yanase se apresuró a comentarle a un joven banquero mi problema y luego me dijo que me acercara. Yo ya había preparado mi dibujo y mi tarjeta e intenté explicar el problema en inglés. Como el inglés no resultó ser de ninguna ayuda probé con el japonés y de alguna manera conseguimos entender el problema. ¿Y ahora qué?
Cogieron mi tarjeta y esperamos unos 5 minutos. Llamaron a otra persona pero tampoco hubo éxito. Al principio estaba contento porque pensé que el banco sabría solucionar mi problema, pero no conseguimos cambiar nada y yo empezaba a desesperarme. Llamamos también a Mamiko-san para ver si ella podría venir y ayudar ya que habla también inglés y podría ayudar a resolver algunos problemas relacionados con la barrera del idioma. Un poco después llegó y me sentí muy agradecido pero ni siquiera entonces fuimos capaces de solucionar nada. Ya no sabía qué hacer y, si el banco fallaba, ¿entonces qué? Y entonces, encontramos la solución.
Problema solucionado en la oficina de correos
Nos dirigimos a un lugar más, se trataba de la oficina de correos. Yo era algo escéptico pero decidí darle una oportunidad, no nos quedaban más opciones.
Entramos y Mamiko-san habló con el personal de la oficina. Un chico se acercó y no dijo que probáramos otra vez en el cajero automático. Cogió mi tarjeta e intentó arreglar la situación. Las dos primeras veces no funcionó, pero entonces nos miró y dijo "Ah, ya lo tengo. Ahora debería funcionar. Y también puedes elegir realizar las operaciones en inglés". Mamiko-san tradujo lo que acababa de decir y empezamos a bailar de alegría. Seguimos el proceso en japonés y entendí perfectamente la parte en la que tenía la opción de elegir la cantidad de dinero que quería sacar. Probamos en inglés y conseguimos poner punto final a todo aquel drama. Todo lo que había que hacer era seleccionar "retirar". En el banco creo que no tenían el apartado de "retirar desde la tarjeta" ni siquiera en japonés, y su cajero automático no tenía opción de cambiar el idioma a inglés. De ser así creo que habría podido encontrar el problema rápidamente y así evitar el resto de complicaciones. De todos modos, al final lo conseguimos. Saqué una gran cantidad de dinero solo para asegurarme de que tendría suficiente. No llegué a usar todo el dinero en Japón y no volví a necesitar sacar dinero allí. Tal vez el dinero que me quedó pueda aprovecharlo alguien de mi familia que vaya a viajar a Japón.
Volvíamos a estar muy contentos, le dimos las gracias al cartero y salimos mientras yo me inclinaba mil veces. Mamiko-san volvió con su familia después de que le diera las gracias de nuevo.
Comprando la comida y a ver la TV
En vez de ir directos a casa, la abuela Yanase dijo que teníamos que pasar a comprar lo necesario para la comida y algunas otras cosas que hacían falta en casa. No recuerdo a qué tienda fuimos, probablemente a una de las grandes del centro. Me dijo que escogiera lo que yo quisiera para la comida así que cogí algo que era una mezcla entre comida japonesa y occidental (nada de comida rápida, no comí nada de eso mientras estaba con las familias de acogida).
Después de preparar la comida en casa y de comérnoslo todo me quedé solo durante casi una hora. Encendí la televisión para intentar ver algo. Había algunas telenovelas y unas series de crímenes. Estuve 20 minutos viendo las telenovelas, cuando me di cuenta de que iban a empezar a llorar cogí mi cámara y empecé a grabarlo todo. ¿Quién ha visto una telenovela japonesa? Era una oportunidad que no quería perder. No entendía algunas de las frases o palabras. Al cambiar a algo más interesante, las series de detectives en las que resuelven asesinatos, hasta tenían subtítulos en japonés. Pensaba en lo rápido que tenía que ir mi cerebro para registrar en 1-3 segundos todo el texto escrito. Mis ojos solo captaban un par de signos de cada texto, sílabas separadas, y algunos kanji apenas comprensibles. Aún así, fue un pequeño éxito en comparación con el principio del viaje, hacía una semana, cuando todo me parecía un dialecto alienígena.
Tour en bicicleta por Gobo
Después de la comida fui a preguntar a mi familia de acogida si tenían alguna bicicleta disponible. Y, de hecho, sí tenían. Fuimos al almacén del patio y encontramos una bicicleta bastante decente, con una cesta delante. Como había que inflar las ruedas fuimos a otro almacén que había junto a la casa, donde encontramos algo para inflar las ruedas. Y, por fin, estaba listo para zambullirme en la ciudad.
Volvimos a la casa para coger algo para beber durante el camino. Guardé dos Pocari en la mochila y volví a bajar las escaleras. Como la abuela Yanase estaba de vuelta en la tienda fui allí con la bicicleta, la dejé fuera (recordad, nadie iba a robar nada allí) y fui a la oficina a avisar al señor y la señora Yanase de que iba a dar una vuelta por la ciudad con mi cámara, para que no se preocuparan por mí; no quería darles ninguna razón para preocuparse.
Paseando sin rumbo hacia el centro de la ciudad y de vuelta
¡Allá vamos! Esa hermosa sensación al montar en bicicleta. Estoy seguro de que todos los que leéis esto disfrutáis montando en bicicleta. Yo prefiero usar la bicicleta siempre que tengo una disponible. Tuve mucha suerte de tener una en Japón, eso lo hizo más especial aún. También había podido viajar en bicicleta con mis familias de acogida en Austria y suiza durante los 2 intercambios de verano anteriores. Y ahora, en Japón, creo que he podido pasar más tiempo que nunca en bicicleta (en total unas 10 horas o más).
Ya estaba montado en la bicicleta con una gorra y mis auriculares, listo para empezar a descubrir las calles de Gobo. Fui por la carretera principal en dirección al centro de la ciudad al oeste. Como no quería perderme tenía planeado evitar las calles más pequeñas y mantenerme en la principal junto a los paisajes que me ayudarían a recordad la ruta. Al final, después de una hora en la bicicleta, no resultaba ningún problema.
Tardé unos 10 minutos en llegar al centro de la ciudad (digamos que eso es lo que era) con el gran centro comercial en una esquina. Pedaleaba por la calle principal rodeado de montones de casas. Incluso llegué a pasar por un jardín donde había una casa de estilo tradicional e hice un par de fotos. En aquel momento no tenía ni idea de que la calle al otro lado del cruce me llevaría hasta mi cuarta familia de acogida, a la que aún no había conocido. Seguí hasta pasar por el servicio de lavado de coches y las vías del tren. Unos minutos más y llegué al cruce frente al centro comercial. Me crucé con un montón de estudiantes que salían de clase en sus uniformes blancos y negros, me saludaron y yo les saludé a ellos. También saludé a los ancianos que volvían de las tiendas con las bolsas en las cestas de sus bicicletas.
Continué hacia el sur por la siguiente calle principal y pasé por la tienda de libros que, de hecho, más adelante visitaría un par de veces más y donde compraría algunos materiales para llevarme a casa. Seguí 10 minutos curioseando, pasé por unas pequeñas fábricas y más montones de tiendas hasta llegar al puente que atravesaba el río Hidaka. Decidí dar la vuelta y volver a casa ya que empezaba a cansarme y necesitaba un descanso bajo una sombra. Volví por el mismo camino que acababa de recorrer.
El siguiente punto de la lista, Anchin
Volví a la oficina a decirles (ambos estaban allí) que todo iba bien y que iba a ir a Anchin. Estaba a punto de salir cuando me preguntaron (o intentaron expresar mediante señas)si tenía un sombrero para el sol. Yo había guardado el mío en la mochila así que se lo enseñé pero ellos no parecieron entenderlo. Entonces el señor Yanase me dijo que esperara. No entendía qué estaba pasando. La abuela Yanase salió unos 2-3 minutos y volvió con dos sombreros de paja. Me dijeron que escogiera el que más me gustara. Eso me sorprendió, no me lo esperaba y no lo había pedido. Después de que no aceptaran mi negativa y me insistieran para escoger uno, elegí sonriendo el que me recordaba a los dibujos de Samurái Jack.
Les di las gracias con un "domo arigatou" y me incliné mil veces antes de correr a por mi bicicleta muy emocionado. También me dieron una toalla para ponérmela alrededor del cuello. Ya me había fijado en que muchas personas llevaban una toalla al cuello mientras caminaban o montaban en bicicleta por la calle. Como hacía mucho calor y mucha humedad en verano, era fácil acabar sudando, pero la toalla impedía que el sudor llegara a la ropa. Así no acababas empapado en sudor y además protegía el cuello del sol.
Después de examinar la ruta a Anchin encontré un camino de un kilómetro y medio con el que tardaría unos 10 minutos en llegar. Pasé por una calle no muy concurrida, con varias casas y un montón de campos con césped y plantaciones alrededor. Continué varios cientos de metros hasta llegar a otra calle en un giro de 90 grados y me dirigí hacia el río al este. Llevaba los auriculares puestos, lo que hacía el trayecto más épico aún. Había varios vecinos japoneses también en bicicleta o caminando, tanto ancianos como estudiantes, así que nos saludamos al cruzarnos.
Mientras rehacía el camino hacia el restaurante decidí grabar la ruta. Ya iba por una calle más importante, con un par de coches y casas familiares a ambos lados. Aproveché también para observar los jardines exteriores. El exterior tenía un aspecto mayormente gris o negro y no recuerdo haber visto mucha ropa secándose al sol; casi todo el mundo tenía una secadora en el baño.
Llegué al último cruce y la calle empezó a resultarme familiar debido a haber pasado por allí antes en coche o de camino al restaurante, y también del mapa. Giré a la izquierda y ya estaba a apenas unos minutos del restaurante. La calle era bastante estrecha, como el resto, así que cuando un coche venía en mi dirección o por detrás me apartaba todo lo que podía hacia un lado o paraba hasta que hubiera pasado. Vi también algunos talleres de Honda que tenían un aspecto completamente distinto al de los lugares más grandes, con tiendas lujosas. En Japón, hogar de todas esas marcas, en las zonas más pequeñas es todo más modesto, sencillo y bastante normal respecto al estándar.
Después de unos minutos encontré otra carretera por donde tuve que llevar más cuidado. Frente a mí empecé a vislumbrar el paisaje familiar con campos verdes alrededor del vecindario, Hidaka. Ya estaba al final de la carretera, esperando a que el semáforo cambiara, y allí estaba el restaurante Anchin. También se podía ver la pequeña colina donde el templo Doujouji se escondía detrás de los árboles. A lo lejos se veían las montañas coloreadas del verde oscuro de sus bosques. Como ya he mencionado en mis otros análisis, las ciudades japonesas en la región de Kansai (o puede que simplemente en general) siempre se encuentran en valles, rodeadas por las montañas.
Después de 50 metros más me detuve ante las vías de tren. Hay un tren que atraviesa Gobo y la estación Doujouji estaba cerca. Por suerte, no había ningún tren así que la luz se puso verde y, después de asegurarme, volví a pedalear muy feliz. Unos minutos más y ya estaba allí. Recorrí las primeras calles y la zona en la que comencé mi segundo día en Japón hasta llegar a Anchin.
Dejé la bicicleta en la puerta y entré sorprendiendo a todos. Estuve un rato allí y luego les dije que tenía que seguir mi camino pero que volveríamos a vernos pronto.
Rodeando el puente y de vuelta a casa
Me encaminé hacia mi nueva casa más o menos por el mismo camino, pero en vez de parar en el garaje decidí aprovechar un poco más el tiempo y dar una vuelta. Fui por una de las calles principales hasta llegar al canal y cerca del río. ¡Eso es lo que yo quería!
Tenía la oportunidad de cruzar el puente rojo que había frente a mí pero decidí continuar a lo largo del canal y volver a casa por el puente. Vi tres puentes en total bastante cerca. Crucé por uno a medio kilómetro y volví por el otro lado. El río Hidaka es bastante extenso por esa zona, creo que incluso más que el Sava en Zagreb (excepto en la época de lluvias).
Vi un campo de golf junto al río, más allá de su rivera este. Solo había un hombre por allí, paseando con su perro. Seguí adelante por el puente y de vuelta por el camino de siempre. A mi derecha había un vecindario pero no le presté demasiada atención. De todas formas, lo que resultaba interesante era que había una empresa y un sitio donde podías encargar y comprar estatuas para los jardines, tumbas y hasta esculturas de las grandes. Me detuve a hacer unas cuantas fotos y seguí mi camino.
Ya estaba frente al antiguo puente con un aspecto genial, lleno de metal. Tenía un carril en el centro para vehículos y, si no me equivoco, solo un coche podía pasar por el carril al mismo tiempo. Eso me confundió y me hizo pensar en qué ocurriría si dos coches se cruzaran en medio, pero supongo que se trata de un carril de un solo sentido. No estoy seguro. A los lados había un camino para peatones, y allí volví a ver a unos estudiantes que se acercaban, así que dejé mi bicicleta y mi mochila y cogí solo mi cámara analógica. Había llegado el momento de un foto-documental y estaba deseando que quedara bien. Cuando los estudiantes empezaron a acercarse más esperé al momento perfecto y *clic*. Les di las gracias y uno de ellos se quedó algo confuso al ver que yo estaba detrás de la cámara. Seguí por el otro lado del río hasta cruzar el puente rojo. Puede que en otro momento me decidiera a cruzarlo por el otro lado. Llegué por fin a casa, cansado y hambriento.
Vemos un entrenamiento de karate
La última actividad del día era ir con mi familia de acogida, la madre y los nietos, al entrenamiento de karate de la escuela. Al principio pensé que habría algún tipo de competición pero resultó ser algo distinto. Llegamos al colegio, no sé dónde estaba porque ya había anochecido y aquella tarde solo había tres chicos entrenando. Creo que uno de los chicos era el hijo del entrenador.
Nos quedamos allí una hora y los vimos calentar. También me invitaron a acompañarles pero yo estaba algo cansado y no quería ponerme en ridículo ya que no tenía idea de karate y solo los retrasaría. Además, también tenía que ir al baño y, para ser sincero, no me llamaba mucho la atención la idea de saltar por allí con ese tipo de "presión"(no sé si me explico).
Después de calentar repasaron algunas técnicas de artes marciales de la semana anterior que me recordaron a DragonBall y me habría gustado aprender eso. Después se pusieron por parejas y realizaron los ejercicios en equipo, eso fue interesante. Lo último que hicieron fue un combate respetando las reglas y las técnicas que habían aprendido.
Cuando acabaron hicimos un pequeño tour por el vestíbulo donde vi que había un escenario al final. Esa es otra de las cosas que me fijé en que los colegios japoneses tienen y nosotros no. Me enseñaron algunos documentos enmarcados y notas que se debían tener en cuenta durante los entrenamientos, donde explicaban las normas. Como tanto el entrenador como las madres hablaban más bien poco inglés, buscaron por Internet en inglés las normas del karate y las notas que todo el mundo debía respetar.
Cuando terminó el entrenamiento nos pusimos los zapatos (sí, allí también hay que quitarse los zapatos y caminar con zapatillas) y volvimos a casa para cenar. Al día siguiente cambiaría de familia de acogida de nuevo y por última vez.
¡Gracias por leer!
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