La semana pasada quedamos el grupo de amigos. No era un día cualquiera, era una despedida, aunque no era una despedida triste. Dos amigos habían encontrado trabajo en el extranjero, en Inglaterra, y conforme están las cosas, encontrar trabajo aunque sea tan lejos merece la pena ser celebrado. Uno de ellos había quedado ya, así que el resto quedamos con la futura emigrante restante en un bar al final del Paseo de Linarejos, y se llamaba Bar Trineo (no sé de dónde viene el nombre si casi nunca nieva en Linares). Hacia una noche agradable, un viento un poco frío a veces, pero la noche estaba despejada y no había riesgo de que lloviera.
Nos sentamos los cinco en la terraza a pesar del aire fresco, ya que una tiene el feo vicio del tabaco. Los chicos pidieron un tinto de verano, yo como no bebo alcohol tomé mosto. Cómo es típico de Linares, la bebida siempre incluye tapa, así que cenamos allí. En la primera ronda probamos la pechuga de pollo rebozada con kikos y las patatas bravas. Primero he de decir que las tapas eran un poco pequeñas para mí, que estoy acostumbrado a la hamburguesa grande, un sándwich entero, un buen bollo en la carne plancha o el serranito,….
A pesar de que las tapas eran pequeñas estaban muy buenas y eran innovadoras, con alguna que otra salsa de acompañamiento y platos futuristas. Las pechugas de kikos estaban un poco sosas, quizás pensando el cocinero que los kikos le darían más sabor al empanado. Las patatas bravas eran un poco pequeñas, como todo en este bar, pero estaban exquisitas. Picaban lo que debe picar una patata brava, lo justo para necesitar un buen trago después de comértela pero sin ponerse colorado.
En la segunda ronda seguimos la cata de tapas. Esta vez era el turno de los kebabs. Yo ingenua de mí me pedí una hamburguesa de buey, esperando una hamburguesa normal. Si el pan era pequeño, la hamburguesa aún más. Tenía una buena salsa dentro, pero solo pude degustarla un poco, ya que me la comí de un bocado. Los kebabs sin embargo, tenían un tamaño mucho más acorde al de una tapa normal, con su salsa y todo. La única pega que pusieron los chicos es que la salsa estaría mejor dentro del kebab que fuera.
La última ronda fue para el pincho de pollo y los raviolis. Al fin pude comer un poco con la tapa. El pincho tenía tres trozos de pollo y venía con patatas fritas de acompañamiento. El ravioli (porque solo venía uno) no estuvo mal, aunque de nuevo un poco corto para mi gusto.