Milan, Verona y el Lago di Como

Publicado por flag-es Maitane Perez — hace 5 años

Blog: Viaja, y ensancha el alma
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¿Hay algo mejor que pillar un vuelo barato y hacer una escapada de cuatro días con tus amigas? Veinte años, cuatro amigas y muchas ganas… yo personalmente, no necesito más.

Día 1: Milan.

El primer día (el día del vuelo no lo cuento pues llegamos a las tantas de la noche) toca visitar la ciudad de la moda y el diseño por excelencia.

Como siempre, empezamos con un free tour de Walkabout Tours la mañana. Esta vez no es ni de lejos un acierto pues a la mujer del tour se le oye poco y somos demasiados. A pesar de todo, podemos analizar de primera mano La Piazza del Duomo y el mismo Duomo (Catedral de Milan), lo más mundialmente conocido que hay en esta ciudad de Lombardía. La entrada a la Catedral (que también incluye acceso al museo) cuesta 2€ y el baptisterio y el tesoro requieren una entrada independiente. Yo, personalmente, no os recomiendo esta segunda parte. Lo mejor es que al salir de la iglesia, desde su terraza, las vistas de Milan son impresionantes.

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Foto 1. Piazza del Duomo.

Posteriormente, la guía nos lleva por la Galleria Vittorio Emanuele II. Para mi sorpresa, me parece realmente bonita. Obviamente, las tiendas que se encuentran en esta galería no son para nuestro bolsillo, pero contemplar las cristaleras y el mármol es realmente entretenido. Además, en el suelo central podéis encontrar un toro de mármol en el que dar tres vueltas para obtener buena suerte (o eso dice la leyenda… ya os contaré si es verídico).

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Foto 2. Galleria Vittorio Emanuele II.

Después, seguimos paseando hasta llegar a la popular Plaza de la Scala, donde también podemos ver el Teatro alla Scala. Desde este lugar, tomamos una calle que nos conduce la Piazza Mercanti. En esta plaza podemos ver el Palazzo della Regione. Después de admirar su belleza, la guía nos muestra Via Dante, donde posteriormente pararemos a tomar algo. Seguimos por esta calle hasta que llegamos al Parque Sempione y al Castillo Sforzesco. Nos adentramos en el patio de esta fortaleza que se construyó en 1368.

La guía nos explica como Milan fue uno de los principales focos del nacionalismo italiano mientras nos acercamos a la Universitá Statale. Si estáis de Erasmus en Milan, supongo que la conocéis mejor que yo, pero a mí me llamo especialmente la atención el hecho de que los pasillos entre clase y clase estuvieran al descubierto… ¿nunca llueve en Milan o qué? Por último, hacemos una visita a la Iglesia San Bernardino alle Ossa. Esta iglesia es popularmente conocida por su osario pues las paredes del mismo están decoradas con calaveras y huesos humanos… el “cringe” es real. Salimos espantados de esta iglesia para terminar el tour de vuelta en la Piazza del Duomo.

Paramos en el restaurante Trattoria Sabbioneda para reponer fuerzas a base de pizza y espagueti. La verdad es que os recomiendo mucho este restaurante pues está especializado en la comida típica milanesa y, por lo tanto, es la opción ideal para probar la comida local. También tienen otro tipo de platos italianos, desde ensaladas hasta pizzas caseras y pasta.

Después de la sobremesa y el descanso, volvemos a la carga y por la tarde nos fuimos paseando hasta Navigli, el barrio de los canales. Según un italiano que conocimos en el propio Navigli, se trata de una red de canales artificiales que se construyó para transportar la mercancía. De hecho, se utilizó para el traslado de los mármoles necesarios para la construcción del Duomo.

La verdad es que es el mejor lugar para terminar el día. Además de poder visitar la Iglesia de San Cristóforo y el Callejón de las lavanderas, la oferta de restaurantes y terrazas de la zona es inmensa. Aunque, obviamente, al ser Milán, en cualquier terraza te clavaran un sablazo, si se escoge bien, por cuatro euros y medio puedes tomarte una caña y te sacarán aperitivos sin ton ni son. Y, sin duda, por el ambiente que hay en la zona, merece mucho la pena.

Por la noche, ya de vuelta, optamos por una clásica pizzería de barrio cercana al apartamento y cenamos en casa… ¡cómo me gusta la gastronomía italiana! Y, en cuanto a la famosa fiesta italiana de Milán, como estábamos reventadas, la dejamos para el sábado (abajo te explico qué tal).

Día 2: Verona

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Foto 3. El Ponte di Pietra.

El viernes cogimos un tren a Verona. Es la vía más rápida y económica. Nosotras escogimos viajar con TrenItalia. El tren se coge en Milano Centrale (nosotras salimos de aquí a las 8:25) y el viaje dura aproximadamente una hora y cuarto hasta Verona Puorta Nuova. El billete nos costó 12.75€ (y eso que era la hora más barata) y para la vuelta pillamos un Flixbus por 9.99€ que nos dejaba en Lampugnano (la estación de autobuses de Milán).

Es poner un pie en Verona y esta ciudad de la región de Veneto (no es Lombardía) te atrapa con su esencia medieval y su ambiente jovial. Esto último puede tener mucho que ver con que es la ciudad del amor romántico, el escenario elegido por Shakespeare para su obra “Romeo y Julieta”.

En esta ocasión, viendo la mala experiencia que tuvimos en Milán, decidimos ignorar las posibilidades de free tours, informarnos la noche anterior y visitar la ciudad italiana por nuestra cuenta. Así, empezamos nuestra visita con La Arena de Verona. Es uno de los anfiteatros más conocidos del mundo y se conserva en pie desde el siglo I. De hecho, es el cuarto anfiteatro más grande que ha sobrevivido del mundo. El precio de la entrada son diez euros, aunque nosotras tuvimos suerte y al ser un día cercano a San Valentín la entrada para dos eran doce euros. Merece mucho la pena entrar y ver el coliseo por dentro, con su arena, su hipogeo y la cávea. También se puede contratar un tour, pero en nuestro caso nos conformamos con que un simpático anciano nos hablara gratuitamente del festival de verano que se celebra en julio y agosto. Parece ser que es uno de los festivales de opera más famosos de Italia y el coliseo luce increíble (más si cabe) esos días. Os dejo unas fotos de nuestra visita aquí abajo.

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Foto 4. La Arena de Verona.

Saliendo de la Arena de Verona pones los pies en La Piazza Bra, que es la plaza mayor de la ciudad. Lo que más llama la atención de esta plaza, además de su particular ambiente, son las fachadas de colores de las casas que la rodean, muestra de la arquitectura italiana de diferentes épocas.

Y como no, por una de las calles que salen de la plaza llegamos caminando hasta La casa di Giulietta. Se trata de un edificio gótico con un balcón desde donde supuestamente se asomaba Julieta. Además, el edificio tiene un patio donde todo el que quiera puede dejar sus mensajes de amor. Algunas personas incluso lo hacen pegando chicles en las paredes. También existe la posibilidad de entrar a la casa (pagando, por supuesto). La verdad es que nosotras no entramos así que no se si merecerá la pena.

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Foto 5. La pared de la La casa di Giulietta.

Cerca de la Casa di Giulietta se encuentra la otra plaza principal de la ciudad, la Piazza delle Erbe. Como su propio nombre indica (la plaza de las hierbas), es la plaza del mercado. En el mercado puedes encontrar frutas, verduras e incluso souvenirs. Colidante con el mercado, por su parte, se encuentra la fuente de la Virgen Verona.

Antes de comer, también aprovechamos para ver las Arche Scaligere, unas tumbas gigantes muy curiosas, la Iglesia de Santa Anastasia, la iglesia de San Fermo Maggiore y la Catedral de Verona.

Y, cuando nos rugían las tripas a más no poder, descubrimos un restaurante tradicional italiano que es todo un acierto. Il Punto Rosa está en una callejuela y tiene lasagna, pasta y pizza… vamos todo lo que engloba la cocina italiana. La verdad es que los ñoquis con queso que tengo el placer de comer en este restaurante son sin duda los mejores que he comida nunca, os lo juro. Mis amigas también quedan contentísimas con sus respectivos platos de pasta y lasagna. La verdad es que el lugar es barato pero es que además todo está buenísimo. Y por si fuera poco, el servicio es de diez. Eso sí, el local es pequeño así que yo recomiendo ir con tiempo.

Ya por la tarde, visitamos la otra ribera del río Adigio (el río serpenteante sobre el que está construida la ciudad). Cruzamos el Ponte di Pietra y estamos un buen rato descansando en el parque que se encuentra justo debajo de este. ¡Hacía mucho tiempo que no me relajaba tanto!

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Foto 6. El paseo hasta el Ponte di Pietra.

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Foto 7. Ponte di Pietra.

Despues, subimos por el paseo que conduce hasta Castel San Pietro, con su mirador sobre Verona… sin duda, son las mejores vistas de la ciudad aunque los arboles no permitan ver todo.

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Foto 8. Panorámica desde el Castel San Pietro (cámara de iphone 7)

Bajando del Castel, paramos a comer un helado en la que se considera la mejor heladería de Verona, Gelateria Ponte Pietra. No sé si son los mejores pero desde luego que saben a gloria. Y, helado en mano, despedimos la ciudad del amor de camino al bus de vuelta.

Día 3: Lago di Como

Situado en la región de Lombardía, el Lago di Como se considera uno de los lagos más bonitos de Europa a pesar de que, por culpa de su profundidad, no presume de aguas cristalinas como lo hacen otros. Para llegar hasta aquí, pillamos un billete de ida que nos lleva desde Milano Porta Garibaldi (otra estación de trenes de Milán) a Como con Trenord. El billete nos cuesta cuatro euros con ochenta a cada una. Por recomendación de un amigo, decidimos no coger el de vuelta (yo no lo recomiendo, os explico más abajo por qué). En apenas una hora, llegamos a Como.

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Foto 9. Panorámica del Lago di Como desde Bellagio (cámara de iphone 7).

Allí, damos una vuelta por Como y nos informamos sobre el tema barcos, ya que es la única vía para poder visitar el lago y los pueblos que rodean al mismo. Directamente, nos decantamos por comprar los tickets en la propia taquilla del embarcadero. Son veinticinco euros por persona y nos tenemos que ajustar a un horario concreto Como hemos llegado bastante tarde a Como, terminamos cogiendo el barco a las dos por lo que solo podremos visitar dos pueblos. Nos decantamos por Bellagio y Varenna.

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Foto 10. Yo con mis amigas en el malecón de Bellagio.

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Foto 11. Vista desde el malecón de Bellagio.

Bellagio es un pueblo señorial y encantador. Para mí, es el pueblo más bonito que rodea el lago. Además, los colores pastel de las casas invitan a fotografiar todo lo que se cruza en nuestro camino. Hay muchas terrazas y un pequeño parque que rodea el lago. Las calles son empinadas, pero es un buen lugar para pasear y relajarse.

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Foto 12. Vista de Varenna desde el barco.

Varenna también tiene mucho encanto. Este también es un pueblo muy colorido (menos pasteloso) y también tiene calles empinadas. Desde este pueblo, también se accede a un paseo muy recomendable. La esencia de un pueblo italiano de pescadores está presente en cada uno de los pasos que puedes dar en este lugar. El paraje es impresionante, más con los Alpes detrás. Finalmente, y por falta de tiempo, decidimos no coger barco de vuelta (y pagar otros veinticinco euros…) y coger el tren de vuelta a Milán directamente desde la estación de Varenna. Eso sí, antes paramos en la heladería más famosa del pueblo y nos comemos un helado con vistas a los Alpes. En realidad, hay dos heladerías en este pueblo y tuvimos el placer de probar las dos. Sin duda, por la variedad de sabores, la amabilidad de su dueño y el precio, yo os recomiendo Riva, y no La Passerella.

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Foto 13. Helado de yogur de la heladería Riva en Varenna.

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Foto 14. Vista de Los Alpes italianos desde Varenna.

ALOJAMIENTO

Partiendo de que Milan es una ciudad realmente cara, la opción más ecónomica esta vez no fue un hostel. Encontramos un alojamiento a cuatro kilómetros de la Catedral pero a dos minutos del metro y en un barrio muy seguro: The Cube.

Si soy sincera, viendo las fotos de la casa en Booking yo no tenía grandes expectativas por el lugar. Sin embargo, ¡nos sorprendió muy a bien! De hecho, os lo recomiendo para grupos de cinco o seis amigas o amigos. Es un piso tipo loft, muy amplio, equipado con cocina, un baño, un salón y una habitación descubierta en lo alto del salón a la que se accede por unas escaleras. En esta habitación, hay un armario y una cama de matrimonio y en el salón, justo en el espacio que hay debajo de la habitación que os he dicho, hay tres camas individuales más. En general, está decorado muy bonito y está muy limpio. Asimismo, los dueños son muy atentos y cuidan bastante del cliente. Todo es muy amplio, tiene conexión a Internet y las camas son muy cómodas.

Nosotras pagamos en total 360€, por cuatro noches. Dividido entre cinco, tampoco fue especialmente barato, pero mereció mucho la pena.

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Foto 15. Vista del salón de The Cube desde la habitación susperior.

FIESTA (en Milán)

Seguro que cualquier Erasmus os aconsejará mejor, aunque la verdad es que nosotras fuimos aconsejadas por un Erasmus. Así que finalmente terminamos saliendo el sábado a Le Banque.

La verdad que es un lugar digno de ver. Parece el interior de un museo, con columnas de mármol y sofás rojos. La entrada son doce euros y lo mejor (o lo peor, depende de cómo lo mires) es que está repleto de españoles, y, que, por lo tanto, la música es básicamente reggaetón y el tipo de música comercial que puedes encontrar en cualquier club de España. De hecho, nos pusieron canciones antiguas, de nuestra época adolescente, como Calor de Verano y Danza Kuduro… ¿y a quién no motiva eso?

En cuanto a la bebida, la verdad es que nosotras bebimos Limoncello (licor típico de Italia) y Moscato (vino blanco tradicional del noroeste de Italia) en el apartamento, por lo que no teníamos intención de gastar mucho dinero en cubatas. La verdad es que fue todo un acierto porque los cubatas que nos entraban con la entrada estaban realmente malos. El guardarropa fueron dos euros con cincuenta, por cierto.


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