Desde tierras castellanas (Salamanca) al mejor tesoro guardado de Italia: el lago de Como

Una navegación en cualquier parte del mundo es, siempre, una aventura donde el agua es una ruta movediza que libera algo de ti. Al planearla debes tener en cuenta no solo los desplazamientos aéreos (Ryan Air es la aerolínea que maneja los mejores precios para ir a Lombardía), terrestres (los autobuses y estaciones de trenes tanto en España como en Italia) sino los acuáticos. Déjate sorprender por los pequeños o grandes barcos, no olvides navegar y sumergirte en un cuerpo líquido, es la parte mágica de ingresar al “camino del agua” por descubrir: es como volver al vientre húmedo que alguna vez habitaste.

Si viajas con el corazón abierto, y ligero de equipaje, descubres que el destino acuático puede ser un encuentro y diálogo entre las moléculas líquidas que visitas y dialogan con tu propia agua interior: quizás, por eso el “Lago di Como” es un lugar revelador que puede retirar algo de ti y clarifica tu visión: así comienza el milagro de conocer un lago.

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Remanso de agua al atardecer. Lombardía, Italia.

Viajar desde las tierras castellanas (Salamanca) a las lombardas (Bergamo) es un recorrido que arranca desde la estación de autobuses, cuyo cuerpo fluído más próximo es el río Tormes. Los viajes a Milán más económicos suelen ser en la mañana, así que puedes optar por alojarte cerca al aeropuerto o salir en el primer bus rumbo al aeropuerto de Barajas (terminal 1) a las 6:00 am. Viajar con alguien siempre es una gran alegría al compartir las experiencias vividas, en mi caso viajé con una amiga: guía de lo desconocido y fantástico que nos esperaba.


Ya en el aeropuerto respiramos profundo, bebimos una infusión y un café para disfrutar el preludio del viaje. Si bien, llegar a una sala de embarque puede generar cierta ansiedad, lo que observarás desde el avión es algo similar a la sensación de las aves. Si lo vives, con esta perspectiva, puedes tranquilizarte y vivir aún más el recorrido. En esta ruta aérea contemplarás los picos delicados y agudos de los prealpes bergamascos y, en sus profundidades, las llanuras e hilos de plata de sus ríos que pronto anunciarán el descenso a tierras lombardas.

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Bergamo desde la "cittá alta”.

Al descender puedes comprar el tiquete de autobus rumbo a la ciudad alta “cittá alta” en la oficina de información y turismo que hay en el aeropuerto. Puedes hacer uso de este durante 60 minutos e, incluso, tomar el funicular que va directamente a la ciudad alta. Si vas ligero de equipaje es un buen plan, ya que te bañaras visualmente de montañas cubiertas de vegetación que, en verano, refractan un tono verde casi tropical en plena Europa.

Al llegar nos hospedamos en un hostal en la ciudad baja “cittá bassa” (http://www.alexeangie.it/) y desde el balcón de la habitación observamos la “cittá alta” salvaguardada por una muralla que cobija su centro histórico.

Allí, pequeñas callecitas presagian una entrañable plaza “Piazza Vecchia”, la Universidad, la “Fontana Contarini”, el “Palazzo della Ragione” y su ayuntamiento, el más viejo de Italia construido en el siglo XII, la “Torre cívica”, el “Duomo”, la Basílica Santa María la Mayor de Bérgamo, la “ciudadella” y el castillo de san Vigilio.

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“Piazza Vechia”, antes del atardecer.

El centro histórico al final de la tarde nos anuncia un escenario que se viste de noche, mientras una cerveza regional te puede acompañar con un buen trozo de pizza en medio de la entrañable “piazza”.  

Al siguiente día, nos dirigimos a la estación de tren ubicada en la ciudad baja a unos quince minutos a pie desde el hostal. Allí siempre encontrarás la gentileza de las personas de las estaciones y un hombre que se admiró porque fuéramos rumbo a Varenna y no a Milano, como la mayoría de los extranjeros. Varenna es una de las más de 70 poblaciones aledañas a ese gran tesoro acuático de Italia, que pronto se revelaría.

Así con esa alegría y el sol de mañana, ingresamos al tren italiano y, más adelante, nos acompañaría un pequeño escarabajo. Este habitante alpino subió sin anunciarse justo cuando, en el marco de los Alpes, al atravesar un tunel, se reveló el turquesa del lago en todo su esplendor. Sin duda, este insecto portador de sabiduría en diversas culturas, llevaba en sus alas iridiscentes un buen presagio.

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Callecitas empinadas de Varenna.

Varenna y sus callecitas empinadas, sus tiendas pequeñas y artesanas nos fueron conduciendo al lago. Cerca a una de sus orillas se reveló ante nuestros ojos “Villa Monastero”, en su interior un jardín botánico y desde allí se divisaba un castillo. 

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Pintura de Varenna.

En ese idilio de imágenes que se revelan y se alzan en medio de un lago, su entorno natural y las embarcaciones, se percibe esa conexión anfibia con la tierra donde se observan algunos seres sumergidos en sus aguas, los pescadores y sus artes que, al caer la tarde, y durante todo el viaje, nos acompañaron en el silencio de la faena.
Fue así como desde Varenna nos adentramos a las aguas para seguir una ruta acuática, en forma de Y, casi uterina, rumbo a Belaggio.

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Pintura donde aparece Bellagio, justo antes de la bifurcación de la Y acuática.

Desde allí nos embarcamos en un recorrido de dos horas que, aunque es el más largo, es más económico y una oportunidad de contemplar el agua y sus hermosos poblados. Si deseas conectarte con el lago debes navegar despacio para observar a los habitantes de sus orillas, en medio de este cuerpo hidrico que, al descender del barco, te revelará la respuesta a una pregunta que en el alma albergas si, en verdad, conectáste con él.

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"Lago di Como", desde Varenna.

Al llegar a Como nos alojamos en un albergue “Ostello Villa Olmo, Via Bellinzona 2, 22100” próximo a “Villa Olmo”, cerca al lago y desde donde se ve el “Templo Voltiano” y el corazón de la ciudad. El “duomo” y sus alrededores conservan ese encanto de las tres poblaciones (de las más visitadas) que navegamos, en medio de las casi siete decenas posadas en sus proximidades. Pero ir a Como es un paso obligado de conexión a Brunate: ruta final para un navegante que desea llegar a buen puerto. Allí llegaríamos luego de subir en un funicular que nos aproximaría al “Faro Voltiano” construido en honor a Alessandro Volta.


Para llegar a él ascendimos por una cuesta, en partes empinada, pero con esa energía voltiana casi volcánica y guiadas por el elemento aire. Así, al subir al faro, dialogamos con la estrella del viento que amorosamente nos esperaba. Le entregamos en la cima de este gigante de roca toda nuestra alma envuelta en deseos de volver.

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El "Faro Voltiano", Brunate.

Alejarnos del agua, del olor, sabor y color de este “Lago di Como” de origen glaciar, y de azul turquesa, nos inundó de nostalgia. Mas, bebimos de su líquido en un preciado capuccino, mientras degustamos de su pescado en un restaurante cerca de él para contemplarlo antes de partir. De este modo, nos despedimos de este alucinante cuerpo hídrico enmarcado de belleza natural y de murallas de montañas, para ir rumbo a una gran ciudad: Milano.


Para ello, nos dirigimos a la estación del tren donde cada hora sale uno con destino a esta gran ciudad. Es así como la transformación del espacio del agua que se alberga en el lago y pasar al entorno de una gran ciudad que se erige en Milán, en solo media hora de viaje, te puede impactar.

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Catedral de Milano, fin de nuestra ruta antes de volver a las tierras castellanas.

En Milano su catedral y el arco de la paz nos trajeron algo del sosiego que este viaje contenía, y que todo el tiempo nos acompaño. Un aquí y ahora cargado de agua y vegetación que el mismo Flaubert anunciaría como lugar para vivir y morir. Sin embargo, Milán es un mundo por descubrir: el “Duomo”, la “Galleria Vittorio Emanuele II”, el cuadrilátero de moda, el “Palazzo Reale”, la “Piazza del Duomo”, el “Teatro alla Scala”, el “Castillo Sforzesco”, los jardines, la “Chiesa di San Maurizio”, el “Monastero Maggiore”, la “Chiesa di San Gottardo in Corte”, la “Chiesa di Santa María Presso San Satiro” y, finalmente, los canales, los “Naviglio Grande y el Pavese”, serían el punto final de un viaje anfibio y aéreo que comenzó en el río Tormes y nos llevó al indescriptible “Lago di Como”.

Fue así como salimos de la ruta a través de estos canales.

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En el “Naviglio Grande”: canal bohemio de la ruta.

Aquí finalizamos nuestro viaje. Milano fue la guinda final con su gran riqueza artística, cultural y arquitectónica. Sin embargo, esta ciudad merece, sin duda, otro relato en particular.


Nos despedimos de esta ruta lombarda no sin antes visitar la vía “Ripa di Porta”: una calle adornada de bohemia a cada lado del canal, donde en el “bar Spritz” te tomas una copa, la cual puedes acompañar de un auténtico buffet de comida italiana.

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"Lago di Como": un tesoro único y singular.

Ahora somos portavoces del “Lago di Como”, lo llevamos en las entrañas. Es sin lugar a dudas un tesoro por descubrir, aún más por navegar.


Recuerda que, en cada viaje anfibio, luego de haber bebido del agua de un lugar, dormido en él, disfrutado de su pesca y diálogado con el corazón de su gente… Nunca lo olvidarás, lo llevarás en tu alma e inevitablemente, tarde o termprano, volveras a él.








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