Ciao, sono Bianca! Piacere!
¡Hola a todos! Primero que nada, antes de decir cualquier otra cosa, les hago saber que estoy escuchando a mi adorada Adele mientras escribo este post (y siempre la escucho, así que probablemente si llego a inspirarme demasiado o ponerme sentimental ahora o en mis próximas publicaciones, será en gran parte por eso jajaja). Pero en fin, quisiera empezar diciéndoles que siempre había querido conocer Italia. Y este 2016, me he ido por casi 8 meses, que de verdad se los digo, han sido los mejores de mi vida. Grandes experiencias, grandes amistades, grandes mis sonrisas al despertar cada día, y la siguiente foto no me dejará mentir, porque podría asegurarles que nunca tuve un día malo, ni motivos para no estar contenta y disfrutando de la vida.
Desde hace muchos años, viajar a Italia siempre había sido el top en mi bucket list. ¿Por qué? Bueno, mi lista de motivos sería interminable. Pero tengo que comenzar mencionando mi especial interés por este país con una gran historia y cultura. El simple hecho de recorrer las calles de sus preciosas ciudades históricas casi te hace sentir como estar en un museo, con tanto que conocer y admirar… ¡Y su riquísima comida! ¡No puedo creer que eso no haya sido lo primero que me haya venido a la mente! Amo comer, sépanlo. En mi viaje también me dediqué a visitar y evaluar muchos restaurantes. Volví a casa con 11 kilos de más. Increíble, ya sé, pero si pudiera darles un consejo respecto al tema, sería que no se preocuparan en absoluto por engordar, sobre todo las niñas. Si se pasan por Italia, coman todo el gelato y pizza que quieran, que nunca se sabe cuánto tiempo tardaremos en volver a visitar las mejores gelaterias y pizzerias del mundo. Y además esos kilitos van y vienen... Hoy, a casi 7 meses de haber regresado, les puedo decir que mi cuerpo volvió a la normalidad. Ya soy la misma flaca de antes. Así que nada que no se pueda solucionar.
En fin, ¡cuánto hay que atribuirle a Italia! Para todos esos kilitos de más que fui acumulando, obvio llegó el punto en el que mi ropa no me quedó. Para el verano estaba triste y enojada por no poder usar mucha de la ropa que había traído conmigo desde México. Tenía muchas cosas nuevas que tenía la intención de estrenar para cuando el calor llegará, y me llevé el peor coraje al llegar ese momento, porque ni una de las prendas quería cooperar conmigo. Simplemente no había manera de usarlas, mi cuerpo rechazó todo. Afortunadamente estaba en Italia, país que para mí, es el más influyente en la moda, así que pues bueno, ya se imaginarán, como buena mujer no pudieron faltar mis laaaargos días de shopping.
Pero para no hacer más largo esto, otro motivo por el que quería viajar a Italia era por el idioma. Como estudiante de Hospitality Management los idiomas siempre son un super plus, pero a mi el italiano, independientemente de servirme para mi carrera, siempre me ha encantado. No podría explicar el por qué, pero se me hace un idioma hermoso. Además, al iniciar mi carrera la enología me cautivó y decidí que quería estudiar también para sommelier. ¿Qué mejor que aprender de enología en uno de los principales países productores de vino? Básicamente estos motivos impulsaron mi viaje. Cuando se lo dije a una amiga, no pudo faltar su broma diciéndome que todo era un pretexto y que solo quería irme a conocer “italianitos’’… Mi respuesta a eso fue: “¡Amiga, cómo crees! Sabes lo mucho que quiero aprender italiano y las ganas que tengo de recorrer los viñedos por allá’’. Pero de acuerdo, no mentiré. Confieso que este es un punto importante en mi lista de razones por las que recomiendo viajar a Italia, aunque les juro que yo jamás los busqué… ¡Mágicamente se aparecían los italianos conmigo!… Tal vez como consecuencia de probar buenos vinos, chissà!
Con esta introducción, ahora ya saben de mi locura y pasión desenfrenada por Italia. Les platiqué un poquito de las razones por las que moría por conocer este país, pero no les dije como surgió todo ni como fue que elegí la bella Firenze como mi ciudad para vivir.
Hace más de un año, más o menos en septiembre del año pasado, Adele anunciaba las fechas de su gira mundial por su tercer disco (25). Muy emocionada siempre estuve super pendiente para ver cuando vendría a México, pero esas fechas las sacó mucho tiempo después y la verdad acá creíamos que ya no nos vendría a cantar. Así que en esos momentos pensé que no podía quedarme sin verla. Cuando vi que al principio solo tenía fechas en Europa y que los conciertos en Italia serían en Verona, no pude con mi alma. ¿Un concierto en la Arena de Verona? ¡WOW! Y no cualquier concierto, se trataba de Adele. Sin pensarlo dos veces fui por la tarjeta de mi padre. El concierto era el 26 de mayo, una fecha en la que estaría ya de vacaciones y sin compromisos, así que pensé en ese momento que me vendría perfecto llegar la última semana de mayo a Italia y quedarme ya todo el verano ahí… Pero mil cosas empezaron a ocurrir después de haber planeado ir solo por el plan del concierto, y tuve al final la oportunidad de irme desde la Navidad pasada (2015). Fue un viaje en el que ya no solo iba al concierto de Adele, sino a muchos otros más, a realizar prácticas de mi carrera, a estudiar italiano, a conocer gente maravillosa, a recorrer Italia de norte a sur, ¡a tomar vino hasta quedarme dormida y no recordar nada…! Es broma, es broma. Soy una "wine lover", juro que es solo eso.
Pero les seré honesta. Florencia no siempre fue mi primera opción cuando tuve que elegir la ciudad para vivir y buscarme un piso. Al principio pensaba mucho en Milán, no sólo por ser la capital de la moda y excelente alternativa para el turismo, pero es que ahí tenía a un par de amigos (y un ex novio también). Supongo que al principio el hecho de saber que tenía amigos ahí, era la razón por la que más quería Milán, para no llegar a una ciudad desconocida y estar sola. Pero aún así, además de tener Milán como opción, pensaba mucho también en Florencia y Roma. No fue fácil elegir. Aún en esos momentos sin conocerlas yo sabía que cada una tenía su encanto, pero me salieron mejores oportunidades en Florencia y además llegó un punto en el que pensé: ¿y si mejor me voy a un lugar dónde no conozca a nadie? Esto va muy en serio: es la mejor decisión que he tomado en mi vida. Ha sido una experiencia única e inolvidable. Llegar a un lugar donde no conoces a nadie y simplemente empezar a caminar y saludar a la gente que pasa a tu alrededor, explorar por ti mismo. Al principio me decía a mí misma que estaba loca por hacer eso, que nadie hace una locura así. Veía grupos de chicos y chicas, y pensaba que yo era la única niña sola sin amigos… ERROR.
Tan sólo acérquense a platicar con esa niña que esta sentada en la banca del parque viendo su celular, o con ese chico que está comiendo solo en la trattoria… Mucha gente pasa por lo mismo. Cada quién su historia que contar, todos con motivos diferentes por los que viajan, cada uno con una razón en particular por la que está ahí. Esta es una de las cosas que más disfruté, conocer gente en las calles, hacer nuevas amistades. Todo comenzando por un “Ciao!”.
● Bianca
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