C’era una volta...
Cuando por fin tuve mi visa y todo perfectamente arreglado para irme a Italia, mi alma descansó en paz. Juro que fue motivo de celebración el poder respirar tranquila ya solo esperando que la fecha de partir llegara. Me pude ir desde finales de diciembre a pasar las fiestas del mes por allá. Al final mis padres también aprovecharon que me iba para tomarse unas vacaciones y vinieron conmigo por 3 semanas, así que la atmósfera de este viaje al principio fue totalmente familiar, ya saben como es la cosa, explorando en familia como turistas.
Independientemente de haber elegido Florencia como mi ciudad de residencia en Italia, nuestra primera parada fue en Milán. No viví aquí de fijo como en Florencia, pero por los amigos que tenía viviendo ahí, iba a visitarlos muy seguido y me pude conocer la ciudad casi tan bien como Florencia. Pero ya será en otro momento que les hable de Milán, para poder dedicarme en este blog solo de lleno a Florencia.
Después de viajar con mis padres por Milán, Verona y Venecia, finalmente como cuarto destino llegamos a Florencia. Aquí, después de 4 días de estar juntos, nos despedimos y ellos siguieron con su viaje por Europa… Y fue aquí cuando comenzó la verdadera aventura, exactamente el día 7 de enero, que fue cuando ya me quedé viviendo sola. Con mis padres al principio me quedé en un hotel, pero en cuanto se fueron me entregaron el piso que había apartado ya desde hace un mes antes, lugar que fue mi hogar por casi 8 meses. Así que ahora, les cuento muy a detalle lo que fue mi primer día viviendo sola en Florencia.
No es que haya sido el mejor día de mi vida, o que haya sido un día precisamente especial. Simplemente es un día que recuerdo bastante bien hasta la fecha. El piso que renté se encuentra en Via dei Neri, que no es por nada, pero para mí es la mejor calle del centro de Florencia. La ubicación simplemente se me hizo fenomenal, a espaldas de Ponte Vecchio y tan solo a unos cuantos pasos del río Arno. Disfruté mucho vivir ahí, no solo por la ubicación donde me encontraba, sino porque tuve la fortuna de que me tocara un buen host, y además la casa era preciosa.
A partir de ese primer día, y por 4 días más, tendría la casa para mi sola hasta que llegara mi roomie, una chica española que he conocido a través de este sitio y con la que me organice y acordamos vivir juntas en cuanto vimos que coincidíamos en tiempos y preferencias. Después de conocer al host y de instalarme, no lo pensé más y me salí de la casa a explorar mi nuevo hogar. “Lo que sea que haga es bueno’’, me dijé a mi misma motivándome a no perder ni un solo segundo más de tiempo. Lo que sea que hagas en un lugar desconocido y sin amigos, siempre va a ser una buena idea, no importa a dónde vayas ni cuánto camines, ¿a caso hay algo que perder? No, nada. Al contrario, se estaría perdiendo el tiempo si solo te quedas en casa haciendo cualquier otra cosa. Llega un punto en el que estas en una ciudad desconocida, pero con muchas ganas de conocerla, y lo único que quieres hacer es verla completa y empezar a socializar y hacer amistades. Si pasas una tarde en casa, es una tarde perdida. Porque en cualquier lugar, que no sea tu lugar de residencia y al que no puedas ir tan frecuentemente, el tiempo es oro.
Así que me hice un favor y empecé a caminar hasta donde termina mi calle. Me encuentro con una tienda de ropa monísima, que no conocía, llamada “Subdued’’. Veo que he llegado ahora a Via dei Benci, volteo a la izquierda y llama mi atención un local que dice “El chico Mexican Grill’’. ¡Comida mexicana! Me emocioné en ese momento y se me salió una sonrisa de oreja a oreja. Esa sensación de sentirse acogido porque ves algo familiar, de sentirse de alguna manera en casa por ver algo de tu país en otro lugar que esta a 10 000 kilometros de distancia, no tiene precio. Y estoy segura de que si ya se han ido de casa así como les cuento que yo lo hice, entienden este sentimiento y emoción de la que hablo (o tal vez sólo es que soy extremadamente sentimental). Pero, ¿creen que entré? Venía recién llegada del país de los tacos, y evidentemente aunque me encantan, en esos momentos yo quería algo más. ¿Qué? No tenía la menor idea. Pero para eso había salido de mi casa, para explorar y probar lo primero que llamará mi atención. Aunque bueno, tienen que entender que a esas alturas del día, después de llegar a mi nueva casa cargando maletas y tener que acomodar mis cosas, lo único que quería era sentarme a comer, así que no caminé mucho. Me detuve y entré a comer al siguiente lugar que me robó la mirada después del restaurante mexicano… Moyo. Ya sé, ya sé. No es lo más italianísimo, pero estaba coqueto, con unas cuantas mesas ocupadas y…¡Yo ya no podía estar un segundo más sin comer!
Algo que odio es comer sola, peor aún en un restaurante que en casa. Ver a las otras personas alrededor disfrutando de su comida con la compañía de alguien más, mientras yo estoy sola con mi alma y mi hamburguesa enorme, no es algo que me guste (sí, al final me decidí por una hamburguesa con doble carne y tocino), porque solo me dan ganas de llegar, juntarme con esas personas y hacerles plática (sí, hablo hasta con las piedras). Esto es algo que yo, Bianca, todavía hubiera dicho hasta hoy en día de no haber viajado a Europa en este año. Pero la verdad es que estando del otro lado del mundo, en un lugar donde la gente es diferente, la cultura es diferente, la vida es diferente, y TODO es diferente, eso fue algo que empecé a disfrutar. O tal vez no disfrutar como tal, pero si le encontré el gusto a esos momentos conmigo misma.
Me encontraba yo sola sentada en una mesa redonda como la de la fotografía. Son de esas veces en las que no puedes hacer otra cosa más que contemplar lo que sucede a tu alrededor (o fingir que hablas por teléfono). Pero a ver, ya sin bromas, la realidad es que observando también conoces. Y observando también aprendes. Y podrían decir que no tiene nada de interesante mirar a las personas de nuestro alrededor, pero yo soy una curiosa y me encanta observar el comportamiento de la gente, porque siempre todo es diferente en cada lugar. Caras y gestos, modos y formas de vestir, de comer, de hablar. Me gusta ver que tanto la gente aplica en la vida diaria las normas de urbanidad, no importa el lugar que sea. Así que efectivamente puedo decir que también de mis días de estar sola saqué mucho provecho a la situación, porque el hecho de disfrutar esos ratitos ya es ganancia, y pues también simplemente aprendí a vivir con ello.
La hora de pagar la cuenta llegó. Papá ya no estaba conmigo para pagar todos mis gastos, que tristeza, pero ni modo. Ahora me tocaba a mí organizarme y revolverme a la hora de pagar algo con efectivo, porque obviamente en esos momentos aún no me familiarizaba con los euros. Ya se imaginarán, Bianca sacando todos sus billetes de colores para saber de cuánto es cada uno. Claro que ahora ya domino cuál es cuál pero ¡Dios mío!, al principio si que es un relajo. Y ni hablar de los centavos… ¡Moneda roja que veo, moneda que se va a la Fontana di Trevi!
Probablemente soy la única que sufrió poquito con esto, pero es que de verdad, eso de contar los centavos para pagar algo porque tienes bastantes, o que te llenen la mano de esas monedas cuando te dan cambio, es una locura. Llámenme loca o rara si quieren, y si están en desacuerdo, ustedes disculparán, pero es que en México los centavos no nos sirven para nada.
El día sigue. Hecha ya una vaca por la hamburguesa y todo lo que comí, decidí antes de ir a cualquier otro lugar, pasar primero al supermercado para tener comida por las noches y mañanas en casa. Por suerte me encontré un Conad a tan solo unos pasos del Moyo.
Algo que si odio, no importa en donde este, ni si voy acompañada o no, es ir al supermercado. ¿Cómo hacer enojar a Bianca? Llevándola al super. No me gusta, no sé porque. Puedo ir y estar ahí por 5 minutos y para mi esos minutos serán las horas mas eternas de la vida. Pero bueno, evidentemente de hambre no me iba a dejar morir. Tenía que hacerme cargo de mi comida de ahora en adelante. Huevos, leche, cereal, yogurt. Básicos en mi despensa. Les juro que mis primeras veces en el supermercado solo compraba eso y me salía. Pensaba sobrevivir comiendo en restaurantes pero la realidad es que a veces era una necesidad tener más cosas en casa, porque no faltaban los días de cansancio o que por ahorrar tiempo tenía que comer ahí, y por supuesto que con huevos, leche, cereal y yogurt, no iba a sobrevivir. Así que evidentemente ahora sí la lista de compras se hizo larga y mis bolsas pesadísimas.
Aún recuerdo el shock de impacto que tuve cuando vi los precios de las cosas. Altísimos para mí viniendo de México. ¡¿Cómo un solo pedazo de carne podía costar lo que en México cuestan 5?! Así me iba sorprendiendo con cada producto, pero eso si, la nutella aunque estuviera en 50 euros no podía faltar en mi despensa.
Hago mención especial del Conad, porque independientemente de ser el supermercado que tenía más cerca de casa, los precios en comparación a otros que hay son más bajos, y pues yo por lo menos siempre encontré aquí todo lo que buscaba. Así que si es un lugar que les recomendaría para hacer sus compras.
Sé que posiblemente de todo lo que les he contado, ninguna experiencia es similar a la suya, pero para mi fue la primera fuera y lejos de casa. Así que evidentemente varias cosas no fueron tan sencillas, como aprender a administrarme económicamente. Y más considerando que conforme fue avanzando el tiempo tenía más gastos al querer comprarme cosas, viajar o por salir de fiesta con los amigos. Increíblemente en varias ocasiones llegue a quedarme sin un solo euro. LITERAL. Pero algo que nunca me faltó fueron los buenos amigos. Gracias a ellos jamás pase hambre en mis tiempos de crisis, ni tampoco me perdía las fiestas y salidas, pues siempre estuvieron ahí para apoyarme si lo necesitaba. Y créanme, ¡vaya que lo necesite! No crean que por descuidada y por gastarme todo mi dinero sin pensar. Hay más cosas detrás de todo esto que les he dicho, que ya les contaré a detalle en otro post, pero solo como adelanto para que se den una idea, y a la vez como tip, les diré… ¡Cuidado con los carteristas!
Mi día esta por terminar. Salgo del supermercado, voy a casa y dejo las cosas. Ya esta oscuro y estoy cansada. Me doy un baño y me acuesto en mi cama. ¡¿Es en serio que tengo una king size solo para mi?! Sí Bianquita, y por 8 meses… ¡QUANTO SEI BELLA FIRENZE!
● Bianca
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