Sola en Islandia
Buenos días a todos,
Ya está decidido, el primer post de este blog se lo dedicaré al viaje que más me ha gustado durante mis 6 meses de Erasmus: Islandia.
Hice mis seis meses de Erasmus en Noruega y, desde allí, los billetes de avión para ir a la capital islandesa son mucho más baratos que desde Francia. En total, el billete de ida y vuelta solo me costó 100 euros.
Me fui a Islandia en solitario del 5 al 10 de abril de 2018. Era mi primer viaje sola y, una vez pasada la angustia, debo decir que estoy muy orgullosa de haberlo hecho. Lo único que os aconsejo es ir a donde queráis siempre y cuando podáis. Y si nadie quiere o puede ir con vosotros: ¡id solos! Lo más difícil es decidirse. Podréis ver más adelante en mi relato que cuando uno llega al lugar de destino, las cosas salen bien, y al final uno no está tan solo.
Día 1: la llegada
Cogí el avión en Oslo a las once de la mañana y, tras tres horas de vuelo y una de autobús, llegué a la una a Reykjavik (no, no hay ningún error con las horas, tened en cuenta la diferencia horaria). Os recomiendo enérgicamente que reservéis el trayecto entre el aeropuerto y la ciudad en la pagina web re.is. De hecho, el aeropuerto internacional no está en Reykjavik, sino en Keflavik. Hay que contar por lo menos una hora de carretera.
Una vez en mi lugar de destino, llega el miedo: estoy sola, con mi mochila y mi móvil que ha decidido que no iba a tener la señal 4G islandesa. Por lo tanto, si os sucediera lo mismo, os aconsejo que descarguéis la aplicación mapsme que os permite, después de haber descargado los mapas, guiaros sin conexión. Es de esta manera como encontré por la tarde el camino para llegar a mi albergue y para tomarme un café con el fin de recuperarme de todas las emociones vividas.
Hay muchísimos albergues juveniles en Reykjavik, por lo tanto si vuestro presupuesto es reducido, os recomiendo que os decantéis por estos lugares antes que por los hoteles, que son mucho más caros. Por otra parte, en el mes de abril, los albergues estaban prácticamente desiertos y solo tuve que compartir la habitación con tres personas como mucho.
Día 2: Reykjavik
Es el 6 cuando empecé a hacer turismo de verdad. El segundo albergue, que encontré en la página Airbnb, estaba mucho más cerca del centro de la ciudad que el primero. Estaba al lado de la calle principal, Laugavegur.
- Consejo: encontraréis mapas de la ciudad, e incluso del país, en la estación de autobuses donde os deja el autobús que viene del aeropuerto. Os aconsejo que cojáis uno ya que indican los centros de interés de la ciudad y las calles principales.
En primer lugar, fui a ver la famosa iglesia de la ciudad, Hallgrimskirkja, cuya forma es realmente particular. El interior es muy simple. Asimismo, se puede subir a la torre, desde donde hay unas vistas panorámicas de la ciudad increíbles. No me acuerdo muy bien del precio, pero valía la pena.
A continuación, seguí mi camino por las calles principales que estaban llenas de tiendas de suvenires. Si no queréis comprar los clásicos llaveros o tazas, los islandeses venden cosas bastante originales como, por ejemplo, pastillas que os permiten ver troles, caminar sobre la lava o incluso pronunciar correctamente Eyjafallajokull.
Seguidamente, pasé al lado del ayuntamiento (donde podéis encontrar una magnífica maqueta de la isla), del puerto (desgraciadamente no tenia dinero para pagar una excursión para ir a avistar ballenas, algo que por lo visto es increíble) y, después de tomarme una sopa en el restaurante menos caro que encontré (hay que buscar), me topé con la maravillosa ópera de la ciudad. He escrito un pequeño artículo aquí debajo pero podría estar hablando de ella durante horas. Para ser breve: si os gusta la geometría, la simetría, los prismas luminosos y los reflejos, no dudéis en ir.
A la vuelta, bordeando el océano, pasé delante del Viajero del Sol, una construcción metálica que señala al horizonte y que recuerda a las embarcaciones vikingas. Finalicé mi día en una de las numerosas piscinas de la ciudad. Todas tienen sauna, baño turco, jacuzzi, piscina de natación y baño de agua fría; estar en este lugar dos horas es algo estupendo para relajarse. Os decía al principio que a veces no estamos solos, incluso cuando viajamos en solitario, y es que en la piscina pasé un momento muy agradable con un italiano con el que compartía sala.
Día 3: excursión en el Monte Esja
Al día siguiente (7 abril), decidí subir el Monte Esja, del que os he hablado antes, porque es el que está en frente de la ciudad. Después de algunos problemas con el autobús (no aceptan las tarjetas de crédito y hay que tener dinero en efectivo), me puse finalmente en marcha. Es en este momento cuando escuché una lengua familiar: una francesa y tres estudiantes extranjeros sentados detrás de mí iban también a la excursión. Todo fue muy rápido y en dos horas estaba con ellos en la cima de la montaña.
El Monte Esja ofrece unas vistas fantásticas tanto del océano como de la ciudad, y los paisajes rocosos y ondulados son dignos de películas de héroes y de fantasía. Los caminos son escarpados, por tanto es necesario tener buenos zapatos y os aconsejo también coger algo con lo que taparos ya que, aunque hace calor durante la subida, la temperatura baja rápidamente cuando estamos expuestos al viento de las zonas altas. Creo que es una excursión relativamente accesible para todos aunque es verdad que hay que ser resistente. Para recuperarnos de tanto esfuerzo, mis nuevos amigos me invitaron a tomar algo esa noche. Os había dicho que nunca estaba sola.
Día 4: Parque Nacional Thingvellir, geiser, cascadas y cráter.
Ya era el domingo 8 y aunque nada era seguro, conseguí alquilar un coche para ir a hacer una pequeña excursión por la zona. Os recomiendo la agencia Atak, situada en la periferia de la ciudad, que no pide una fianza para el alquiler, lo que está bastante bien, sobre todo para el presupuesto de un estudiante. Además, el alquiler más el seguro más barato (grava y arena) para dos días solo me costaron 90 euros, un precio más que razonable para este país. Bueno, estaba menos contenta cuando descubrí el precio del combustible a mi vuelta.
Seguidamente emprendí mi camino y cogí la carretera un poco antes de las 11 h para ir al Parque Nacional Thingvellir. Es en este parque donde se encuentra el Círculo de Oro, la falla de Silfra, el limite de las placas tectónicas americana y europea... No vi nada, solamente la falla de Silfra porque creo que me perdí un poco. Pero las cascadas del parque, la falla con el agua turquesa y el fondo brillante lleno de monedas, así como los muros naturales consiguieron saciarme.
A continuación seguí mi camino hasta Geysir. Como el nombre lo indica, se trata de un geiser. Hay fuentes impresionantes de agua hirviendo (de 70 a 90 °C) repartidas por toda la zona que provocan unas nubes de vapor que huelen a azufre (para entendernos: a huevo). El geiser más impresionante entra en erupción aproximadamente cada 8 minutos y una pequeña muchedumbre espera alrededor de un perímetro de seguridad, preocupada al pensar que podría perderse la próxima erupción. Esta comienza por un retroceso del agua hacia el fondo del cráter y luego, de repente, una cúpula de agua se forma y el geiser estalla; el agua puede llegar a ser expulsada a 10 metros de altura.
Después de este espectáculo más bien divertido, cogí de nuevo la carretera para llegar en unos diez minutos a un nuevo lugar, todavía más impresionante: la cascada de Gulfoss. Esta se compone de dos cascadas gigantes ya que la primera mide unos 10 metros, la segunda 20, y en total 200 metros de ancho. En cuanto hace buen tiempo, un arcoíris permanente se forma encima de las cascadas. Como otros muchos lugares emblemáticos de Islandia, este tiene también su propio mito, una historia de amor que llevó a cruzar la cascada, hecho que era considerado imposible. Esta cascada se convirtió rápidamente en uno de mis lugares preferidos de Islandia.
Pero mi lugar favorito del país fue lo último que vi este día, cuando llegué al cráter de Kerio. Todas las imágenes que podréis ver por internet y las que voy a colgar aquí no le hacen justicia a este lugar impresionante. Mientras le daba la vuelta al cráter, en lo alto y al lado del hielo, no conseguía quitarme de la cabeza que estaba en frente de un ojo gigante y azul. Creo que es un lugar que hay visitar.
Esa noche, conduje hasta Vik I Myrdal, en la parte sur. Tuve la suerte de poder dormir en la casa de la única persona que ofrecía su hospitalidad en la ciudad. Era muy simpática y pasé una noche excelente con ella y con una alemana que también dormía allí.
- Truco para el Couchsurfing: comprobad vuestro perfil lo antes posible y escribir mensajes personalizados para todas vuestras solicitudes. Y no dudéis en publicar vuestros viajes para que los pueda ver todo el mundo, de esta forma, a lo mejor recibís proposiciones de alojamiento o consejos de la gente de la zona para visitar.
Día 5: arena negra, glaciar y cascadas en abundancia.
El lunes por la mañana, emprendí mi camino hacia las playas negras de Vik y de su vecina Reynisfjara. La alemana que conocí el día de antes se vino conmigo y juntas descubrimos las puntas rocosas y las cuevas naturales que forman órganos magníficos donde anidan numerosos pájaros. La naturaleza es oscura e impresionante y comprendimos rápidamente por qué esta zona ha llamado tanto la atención de numerosos directores de películas y series.
Cogimos de nuevo la carretera para ir al sitio que más me ha emocionado durante mi estancia: el glaciar Myrdasjokull. Era la primera vez que veía un glaciar y esa masa incrustada en la hondonada de un valle rocoso y escarpado liberaba una potencia que nos hacia sentirnos pequeñas. Si tenéis el tiempo y los medios, podéis apuntaros a las rutas que organizan sobre el glaciar o a las excursiones en motos de nieve.
Abandoné a mi copiloto que quiso volver a Vik haciendo autostop para ir a las cascadas que el día de antes una estonia me había indicado.
- A lo mejor lo habéis entendido, pero es que no me ha hecho falta siquiera hacer autostop para darme cuenta de que es bastante simple desplazarse por la isla de esta forma, sobre todo cuando se trata de una mujer sola. La carretera principal está bastante concurrida, especialmente en el sur, y los locales están acostumbrados a este tipo de practicas. Tened cuidado con el mal tiempo si decidís desplazaros de esta manera, ya que la meteorología cambia rápido en las zonas de costa.
Mi primera parada fue en la conocida Skogafoss. Su altitud y su fuerza son impresionantes. Subí las 527 escaleras que conducen a la cima y tuve la oportunidad de descubrir una vista sobre el océano. A continuación es posible ir por un camino que sigue el curso de un rio que baja. En unos 100 metros tendréis la oportunidad de observar otras 3 cascadas cuya forma y profundidad varía.
Después de haber bajado de ese pedestal, me dirigí hacia Seljalandsfoss. Tuve que pararme de repente ya que el camino fue cortado por una manada de caballos semisalvajes que se dirigían hacia mi coche. En el sentido contrario, decenas de coches estaban parados esperando a que los caballos terminaran de cruzar. Fue un momento emocionante (aunque tuve un poco de miedo por lo que hubiera podido pasarle al coche de alquiler). Es necesario saber que en toda la isla, en especial en la zona interior, se pueden avistar manadas de caballos en semilibertad, y es posible pararse en una granja y pagar para dar una vuelta en uno de ellos.
Cuando finalmente llegué a Seljalandsfoss, me entristecí cuando vi que el camino que se suele tomar en verano para pasar por detrás de la cascada estaba cortado porque todavía había hielo. Sin embargo, la alemana me había hablado de otra cascada, menos conocida, que se encontraba a unos cien metros. Seguí entonces el camino y de pronto me encontré con los pies metidos en un riachuelo que se encontraba en frente de la entrada de una pequeña cueva. Y en el fondo de esta cueva pude observar Gjulfrabui. Si alguna vez os habéis preguntado cómo podía ser la entrada al centro de la Tierra de Jules Verne, os aconsejo que vayáis a descubrir esta maravilla escondida. Como no había mucha agua, entré en la cueva y me encontré a los pies de esta magnifica cascada interior. Me mojé entera rápidamente y mi cámara de fotos empezó a fallar, por lo que tuve que salir, pero era realmente un lugar extraordinario e inesperado.
Por lo tanto cogí el camino de vuelta bastante contenta y, además, no estaba lejos de Reykjavik. Devolví el coche y me fui a dormir con paisajes místicos dentro de mi cabeza.
Día 6: de vuelta
Vuelta a la estación, autobús hasta el aeropuerto, Islandia se despide de mi con un último arcoíris sobre el océano. Mientras estaba sobrevolándolo, empecé a organizar mi próximo viaje a Islandia ya que sé que volveré.
Galería de fotos
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- Français: Solo en Islande
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