Es Paradis

Aunque pasé 4 veranos trabajando en Ibiza, nunca estuve en Es Paradis ni en su famosa Fiesta del Agua. Tuve que ir con la asociación Erasmus a una locura de viaje de fin de semana este año. Como esta estancia se organizó a principios de mayo y la temporada de verano aún no había comenzado, solamente estaban todos los Erasmus de España y llenaban todas las discotecas. Es Paradis está situado al lado del puerto de San Antonio, cerca del Edén, y muy cerca de un aparcamiento. Llegamos alrededor de las 12 de la noche, pero aún no había nadie en la discoteca, así que fuimos a conocer la zona e hicimos un recorrido por ahí. El interior estaba pintado de blanco para que los focos pudieran reflejarse perfectamente por toda la discoteca.

A la derecha había una plataforma redonda con una barra en el centro para bailar donde los más borrachos intentaban escalar. En el centro había una especie de cuenca en la que imaginábamos que el agua nos iba a calar. Arriba, había otra plataforma, pero el acceso estaba prohibido, delante del DJ. Desafortunadamente, los más grandes y especialmente los más borrachos lograron saltar y treparla, molestando al DJ. Así que cada vez que eso pasaba, quitaban la música hasta que bajaban de ahí.

Antes de que empezara la fiesta del agua, nos esperaban largas horas para bailar, beber y disfrutar del ambiente. Inicialmente, la fiesta del agua estaba programada para las 4 de la mañana, pero al final parecía que nunca se realizaría. El autobús que nos llevó de vuelta a Bora Bora era a las 5 de la mañana. Afortunadamente mis amigos y yo, habíamos alquilado un coche durante todo el día para poder volver cuando quisiéramos. Los otros que tuvieron que irse en el autobús, vieron muy poco de la fiesta del agua, ya que esto se empezó a realizar sobre las 4:45 de la mañana. En ese momento, la locura se apoderó de la discoteca. Nos quitamos toda la ropa y nos quedamos en bañador bailando bajo el cañón de espuma. El baño estaba lleno de gente desde la parte de arriba de las escaleras hasta la parte de abajo. A veces era incluso difícil gesticular por lo apretados que estábamos y por los chorros de agua que venían por todas partes. Llevábamos mochilas de plástico y gracias a Dios que había una protección dentro para el teléfono, pero no lo suficientemente grande para la cámara. Así que lo metí en mi bufanda y en mi pareo para evitar que se mojara.

Me imagino que en pleno verano, lleno de temporeros y veraneantes, debe ser peor, ¡pero es una experiencia que hay que vivir! Para nosotros la entrada estaba incluida en el precio del viaje, pero en verano cuesta unos 35 o 40 euros.