"Un hombre libre siempre irá al mar"

Perderse en el mar hasta llegar a una isla desierta

Pensar como un náufrago

Cuando ya llevábamos la mitad de la estancia fuimos a una isla. Nos apetecía estar solos y relajarnos en otro ambiente.

Sin planearlo nos surgió la oportunidad de evadirnos más aún.

Fuimos en un barquito azul. Estábamos encantadísimos de alejarnos un poco (pero tampoco demasiado) del pueblo de Corail, con el corazón en un puño al ver el puerto del pueblo alejándose a medida que penetrábamos en la inmensidad azul del océano.

Por la mañana temprano, el sol brillaba. Aún no llegaba a quemar.

Estábamos relajados y tranquilos como el agua por la que navegábamos, nos maravillaban los paisajes que nos encontrábamos.

Pasamos el día en esta isla desierta.

El agua era clara como el cielo. Entre las rocas se podían apreciar miles de cangrejos que buscaban la sombra y el fresco.

En medio de la isla, brillaban caracolas de mil colores con un reflejo dorado.

Fue un cambio de aires y nos llevamos una experiencia enriquecedora más de este país de las mil maravillas. Volvimos a Corail sintiéndonos libres, con un sentimiento de libertad como los marineros que se adentran en altamar.

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