Los pavos reales de Carmen de los Mártires

La fauna del jardín Carmen de los Mártires

Los pavos reales

Fue una preciosa tarde soleada, en la calma de las afueras de la ciudad de Granada, en ese jardín casi desértico, pude admirar el cortejo nupcial de los pavos reales de la zona.

Está claro que ese jardín tan colorido y lleno de flores es el sitio ideal para que la fauna prospere sin límite.

Así, en la zona, los pavos reales se pasean, gritan y canturrean, descansan a la sombra o disfrutan de los rayos de sol.

Sus gritos son poderosos (y pueden oírse desde muy lejos).

Presumen, exponen su esplendor ante las miradas de todos los curiosos.

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Y después, cuando el macho se interesa por una mirada curiosa concreta (la de quien lo pone nervioso), entonces extiende las plumas de su cola en abanico. "Abre el abanico", como se suele decir.

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Sus plumas son preciosas, incluso diría que resplandecientes. Son brillantes y llenas de colores. Las plumas acaban en lo que parecen ojos, por lo que reciben el nombre de "ocelos".

Su diminuta cabeza está coronada por una divertida cresta llamada "copete". Esta copete se compone de una clase de hilos blancos que se expanden en abanico y acaban en una una especie de plumas azules y negras.

La hembra es más pequeña, más discreta e intenta fundirse en el paisaje humildemente.

Sin embargo, en francés, se usa su nombre para referirse a alguien arrogante, presumido, que restriega su belleza y superioridad. Dicen "ser orgulloso como un pavo real".

Así, tan solo en un espacio encantador y tranquilo, guiados por su extraño sonido, podemos apreciar a esos inéditos animales que nos recuerdan vagamente un antiguo mito.

De hecho, los "ojos" presentes en la cola del pavo real serían un homenaje a Argos, fiel guardían de Hera (o Juno).

Todo empieza cuando Hera, celosa de Io (ninfa cortejada por Zeus, o Júpiter) la transforma en vaca y hace que Argos la vigile.

El gigante Argos tenía cien ojos, de los cuales cincuenta se quedaban abiertos mientras los otros cincuenta dormían.

Cuando Zeus se dio cuenta, envió a Hermes a matarlo y liberar a su doncella.

Hera, afectada por la muerte de su fiel Argos, le rinde homenaje poniendo sus cien ojos en la cola de su pájaro preferido: el pavo real.

Así, en la actualidad todavía podemos identificar los ocelos de los pavos reales, con un simple giro, mientras que se pasean en Carmen de los Mártires.


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