Sola - Escena V

Escena V

La luz se hace todavía más débil. Hay 6 cubos en la penumbra del escenario. Seis personas entran y se ponen encima de estos cubos. Todas ellas están cubiertas de una sábana blanca, adoptan una postura y dejan de moverse. Una de las 6 estatuas está por delante de todas las demás, en el centro de la habitación.

Clémence 2 y Clémence 3 llegan al escenario, una detrás de la otra y deambulan entre las estatuas.

CLÉMENCE 2 (caminando lentamente, cansada y con su mochila a espaldas): A ver, ¿pero cómo quieres que lo haga si no me responde el coordinador? ¡Ninguna de las asignaturas que había elegido estaban disponibles! Tengo que volver a hacer todo mi contrato de aprendizaje cuando todos las clases comienzan mañana y el plazo de inscripciones por Internet ya está cerrado.

CLÉMENCE 3: Tranquílizate. Si has aprendido algo es que en Finlandia una siempre puede conversar con los profesores y encontrar una solución, ¡incluso consenso! Mira, hay un montón de cursos interesantes. ¡Solo tienes que hablar con esos profesores!

CLÉMENCE 2: Sí, pero mientras los cursos ya habrán empezado, y además iré atrasada. ¿O no?

CLÉMENCE 3: Pues ya está, será una buena oportunidad para conocer a otros estudiantes.

CLÉMENCE 1 (todo el mundo en el escenario deja de moverse) [off]: Y además ya estoy decidida.

CLÉMENCE 3 (pasa por delante de Clémence 2 de cara al público en el centro del escenario): Lo que más me impactó del sistema educativo finlandés es la relación entre los profesores y los estudiantes. Es una relación de igual a igual, de adulto a adulto, ningún atisbo de superioridad de uno respecto al otro, solo respeto.

Los personajes, hasta entonces inmóviles, empiezan a bajar de sus cubos y vuelven a adoptar su pose bajo las sábanas.

CLÉMENCE 2 (escondida detrás de Clémence 3): Lo que me asustó al principio es que todos los Erasmus forman un solo grupo, sin importar qué estudien o en qué grado estén. Todos a mi alrededor eran mayores que yo y tenían más experiencia, pero aun así teníamos que estudiar las mismas asignaturas y hacer las mismas tareas.

CLÉMENCE 3: Pero pronto me di cuenta de que mi nivel de inglés estaba a la altura de lo que los profesores esperaban de mí, se fijaban más en el fondo que en la forma y dejaban pasar mis pequeños errores. Además, los métodos de enseñanza diferían en función de cada profe.

CLÉMENCE 2 (se acerca a una estatua, le quita su sábana y la inspecciona): En los cursos de ciencias políticas sobre el sistema migratorio internacional los profesores nos animaban a participar en cada sesión. Los cursos estaban formados por una parte teórica y otra práctica durante la cual reflexionábamos en grupo sobre una pregunta relacionada a la temática del día y después lo poníamos todo en común oralmente. Pero he de admitir que las nociones eran superficiales y que la conversación se acababa al acabar las 4 horas de clase. También era la clase en la que más se notaba la diferencia entre nuestros niveles: tenía a mi lado una rumana, periodista especialista en la situación del pueblo gitano y una madre de familia finlandesa que trabajaba a tiempo completo para la Cruz Roja. A veces tenía la sensación de que se me quedaba la cara toda pálida cuando tenía que hablar delante de todos.

CLÉMENCE 3 (se dirige hacia otra estatua y la destapa): El curso más sorprendente fue el de español; tenía la intención de mantener mi nivel de español para no estar completamente perdida cuando volviera a Francia, pero el problema, que no era cualquiera, era que las clases estaban dirigidas a alumnos finlandeses. Así que acabé escuchando cada explicación gramatical y cada palabra del vocabulario en finés. Tengo que admitir que el trabajo que hice fue algo escaso, alguna tarea por aquí, un control por allá y una risa al darme cuenta de mi error.

CLÉMENCE 2 (se acerca a la tercera estatua y la destapa de golpe): Ah Paula... ¡qué mujer! Paula es valiente, Paula es paciente, Paula sabe comportarse... Paula enseña finés.

El finés, al contrario de casi la totalidad de las lenguas europeas, tiene como raíz las lenguas finohúgricas. Por lo tanto está más cerca de lenguas como el hungaro y el estonio. Práctico, ¿verdad?

Así que, pobre de mí, no tenía ni idea en qué jaleo me estaba metiendo cuando decidí por primera vez abrirle las puertas al finés en mi vida. Yksi, kaksi, kolme, nelja, mitä kuulu? Hyvä kiitos. Olen ranskalainen, olen yhdeksäntoista.

También sé decir: como un plátano. Syön banaani. Ahí tenéis.

CLÉMENCE 3 (se acerca a una cuarta estatua, le quita la sábana y la contempla con admiración): Este sí que fue interesante. Pieza central de los países nórdicos, decidí saber más sobre el tema: el estado del bienestar. En cada clase se turnaban los oradores para presentar un tema diferente. Desde el sistema de salud o la condición de la mujer, pasando por la cooperación entre los países nórdicos, el mercado del trabajo o las teorías filosóficas. Abordamos todos estos temas para deshacernos de algunos estereotipos mal venidos y confirmar otros. De forma paralela a las clases magistrales, se nos daba bibliografía para estudiar para el examen final. Cada sesión acababa con una ronda de preguntas, debate o análisis de casos en particular.

CLÉMENCE 2 (se dirige hacia otra estatua, levanta la sábana minuciosamente): El arte en Finlandia, un curso ligado de manera estrecha con mi interés por las artes y por la cultura nórdica. Empezamos con un curso sobre la esteticismo, después algo de historia del arte, sobre el cine, sobre el teatro, la semiótica, la musicología... una vez más trabajos temáticos con diferentes oradores. La novedad para mí era el sistema de evaluación. No había examen, no había trabajo escrito para entregar, sino una especie de memoria de trabajo con nuestra experiencia para el final del semestre. Después de cada curso teníamos que escribir un resumen sucinto de una a dos páginas, lo que sabíamos antes de la lección, lo que habíamos aprendido, la conexión que habíamos hecho a partir de nuestras experiencias personales y las críticas que queríamos aportar para mejorar los cursos. Fue la primera vez que me pedían mi opinión de manera tan concreta. Una vez terminada, la memoria de trabajo contaba con unas 15 páginas y permitía al profesor obtener una reflexión crítica sobre sus métodos de enseñanza y al alumno reflexionar sobre sus conocimientos y tomar el tiempo de vincular lo que había aprendido con otras cosas, preguntarse cosas y profundizar sobre el tema.

Clémence 3 y Clémence 2 se acercan por fin a la estatua situada en el centro del escenario. Le quitan la sábana y la contemplan en silencio dando vueltas alrededor de ella.

De una sola voz gritan: Peter Stadius, profesor de historia de los países del norte, pero también de una asignatura apasionante sobre las culturas y sociedades nórdicas.

CLÉMENCE 3: Uno de los mejores profesores que jamás haya encontrado. Tanto por sus clases como por su personalidad, era un placer estudiar con él.

CLÉMENCE 2: Él también hacía lo del cuaderno de bitácora, pero también nos hacía hacer un examen sobre nuestros conocimientos.

CLÉMENCE 3: Quería que lo llamáramos Peter y que no llenáramos nuestros correos de expresiones de cortesía inútiles. Se preocupaba por sus alumnos y tenía la curiosidad de aprender de cada uno de nosotros. Nos dijo que nos iba a echar en falta, también nos dio las gracias por los comentarios que le dejamos.

CLÉMENCE 2: Su curso de historia fue para mí algo completamente novedoso. Los países nórdicos apenas se tratan en Francia. Pero me sorprendió saber que no pasa lo mismo en su caso. De hecho, se evocó la historia de Francia varias veces a lo largo de sus clases. Esto también fue algo nuevo, el ver tu propio país desde otros ojos. Mirar de cara a su propia cultura, tener que definirla, mirarla desde otra perspectiva.

CLÉMENCE 3: En cuanto a su curso sobre las culturas nórdicas, me permitió poner en palabras esa sensación que sentía de en cuanto a la diferencia y la especificidad nórdica. Abordó distintos temas como la tradición luterana, los asentamientos, la noción de democracia, la cooperación y también otros temas como el alcohol o la sexualidad. Todo de una manera crítica, objetiva, sin intentar justificar nada o realzar los méritos de las sociedades nórdicas. Incluso llegó a hacer algo inimaginable.

CLÉMENCE 2: Un martes, durante el horario de clase, acabamos en el bosque para practicar caminata nórdica. Se las buscó no sé cómo para traernos 40 pares de bastones de marcha, todo sin pagar. Se dio cuenta de que con este tema no podría captar la atención de los alumnos estando del otro lado de su mesa de profesor. Por eso salimos. Es un profesor que se sale de lo establecido y es irreverente a las convenciones. Y, ¿sabéis qué? Funciona. Los alumnos lo respetan.

Clémence 2 y 3 se sitúan delante del escenario; Clémence 3 vuelve a tapar a Clémence 2.

CLÉMENCE 3: Este sistema educativo era un reto en sí mismo. Las 18 horas de curso semanales me permitían realmente descubrir la cultura nórdica, la historia y las tradiciones de este nuevo país a la vez que tenía la oportunidad de desconectar y consolidar lo que iba aprendiendo...

Se hace la oscuriad.


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