Eminönü, Estambul. Noviembre 2014
Hipódromo y Mezquita Azul
Para aquel soñador que siempre pensó en un lugar donde la magia y la realidad se chocan súbitamente, llegar a Estambul puede resultar una experiencia magnífica. A pesar de haber viajado a muchos lugares en mi vida, realmente no estaba preparada para esta mezcla impresionante y un poco abrumadora de luces e historia, todo junto en cuestión de metros cuadrados, en los que comercios de miles colores ofrecen sus productos alegremente al pie de una mezquita milenaria, aparentemente desapercibida por los habitantes del lugar, pero absolutamente impactante para el que la contempla por primera vez.
Estar en Estambul es como estar en Disneylandia, pero 100% real. Uno no sabe a dónde mirar, qué decir, o qué pensar. Es como si todas las ideas que tiene uno en la cabeza fueran suplantadas sin anestesia por un millar de luces y colores, de cánticos y palabras desconocidas, sin orden ni sentido, que anulan la conciencia y te dejan inmóvil en el medio de una ciudad que bulle y se agita constantemente.
Caminar de noche y por primera vez por el Hipódromo y la Plaza del Sultanahmet, desde donde se contemplan simultáneamente las siluetas iluminadas de la Mezquita Azul y el Museo Hagia Sofía, aún con la mochila en la espalda, hace imposible que pueda concentrarme en buscar la dirección del hostal.
¡Esto es tan surreal!
Hipódromo y Mezquita Azul, Estambul 2014. Vanessa Wallis copyright ©
La ciudad, ya un poco fresca en esta época del año, con temperaturas que rondan los 15 y 16°, está llena de curiosidades, como por ejemplo los vendedores ambulantes que ofrecen su delicioso café turco en pequeños carritos de extrañas formas, y que te hablan como si fueras un turco más. Al ver que no comprendes, muy tranquilos y felices repiten la frase, tal vez en italiano, en español, o en inglés… y es que para ellos definitivamente el idioma no parece ser una barrera.
Yo, que por ignorancia esperaba encontrarme un pueblito lindo pero viejo, aún no salgo del shock que me produce contemplar esta enorme metrópolis con miles de edificios, luces y autopistas atravesadas por el Metro y el Tranvía, y decorada con locales “chic” desperdigados por doquier, entre enormes mezquitas y monumentos.
Esta es, definitivamente, una ciudad abrumadora. La belleza de los mosaicos que decoran las mezquitas, los comercios llenos de colores y aromas que se alinean en el Mercado Arasta, en el área de Sultanahmet en la ciudad vieja, y que ofrecen sus curiosidades a todo aquel que se anima a acercarse a las vidrieras y mesones, me hacen revivir las fantásticas historias de Mil y Una Noches que se agolpan en mi memoria.
Mercado Arasta, Estambul 2014. Vanessa Wallis copyright ©
Es poesía pura mezclada con un capitalismo arrasador. A lo lejos se escucha el cántico tradicional de la llamada al rezo; y es que la Mezquita Azul esta justo detrás de este mercado, luciendo orgullosa su imponente arquitectura, así como sus mosaicos azules, intensos e hipnóticos.
Me da un poco de miedo solemne estar dentro de la Mezquita Azul. Es ese miedo de miles de personas que día a día pasan por este lugar y dedican sus plegarias a Alá; es el miedo que inspira un lugar sacro, repleto de energía y oraciones. Yo que no creo en nada más que en la buena vibra, contemplo esta enorme infografía que me explica el origen del Islam, y no puedo más que sentir escalofríos y reverencia ante tanta historia reunida en un sólo lugar. Soy afortunada de poder poner mis pies descalzos en este suelo tan sagrado, y abierto a todo público.
Mezquita Azul, Estambul 2014. Vanessa Wallis copyright ©
Avenida Klodfarer
Si hay algo que se puede afirmar de manera categórica, es que en Estambul las tiendas de lámparas tienen un encanto especial. Y es que dentro de una ciudad llena de luces por todas partes, estos locales se las ingenian para resaltar dentro del paisaje.
Cómo lo hacen siempre resultará un misterio. Los colores y formas de las lámparas desprenden una magia única, una calidez invitadora, que alumbra la sonrisa amable del vendedor que ofrece en turco, o en cualquier otro idioma, una de las miles de bolas de colores luminosos que se encuentran en el lugar, y que si por mí fuera, me llevara conmigo.
Lámparas Avenida Klodfarer, Estambul 2014. Vanessa Wallis copyright ©
Me agrada hablar con los comerciantes. Cuando cejan en su empeño casi demencial de vender a toda costa, resultan personas de gran sapiencia y cultura de calle. Entre todos los comercios que se encuentran en la Avenida Klodfarer, me topé durante una de mis caminatas con un chico Kurdo, que me contaba cómo había venido a Estambul en búsqueda de una mejor vida, para alejarse de la situación de guerra y violencia. Jamás pensaría yo que este vendedor pudiera saber tanto sobre historia, y me sentí un poco anonadada al escuchar todas las peripecias vividas por este muchacho que probablemente no pasará de los 22 años. Las apariencias engañan y el conocimiento se guarda en lugares que no se ven.
Esta avenida llena de comercios, tiendas de especias y dulces, desemboca en una particular gran avenida, la Divan Yolu, en donde se pueden encontrar excelentes kebabs de pollo a 2 Liras, siempre y cuando uno sea lo suficientemente prudente como para pegarse a la pared cuando el tranvía pasa, a tan sólo centímetros de la puerta del local.
Gran Bazar
Un lugar de enorme interés para todo aquel que visita Estambul, es sin duda el Gran Bazar. Ubicado en la ciudad vieja, es un complejo cubierto de 45 mil metros cuadrados, con 58 calles que albergan miles de tiendas y comercios, y que todos los días reciben miles de turistas.
Bolsos, carteras, tapetes, ropa, zapatos, lámparas, vajillas, joyería, especias, dulces… todo se puede conseguir dentro de las calles del Gran Bazar.
En algunas zonas del antiguo complejo, el ruido que generan cientos de vendedores gritando y vendiendo sus productos puede ser absolutamente ensordecedor. En otras áreas, sin embargo, pequeñas plazas se abren para dar paso a relajantes cafés donde degustar un dulce o un típico té turco.
Como siempre, lo nuevo y lo viejo se mezcla entre estos muros llenos de frescos y mosaicos, sobre pisos de piedra desgastada por el tránsito de tantos peatones, y marcada por el paso de la historia. Construido aproximadamente en el año 1461, el Gran Bazar ha superado numerosos desastres naturales e incendios, y se sigue manteniendo como un muy importante centro comercial de la ciudad.
Avenida Fetua Hill
El Sultán es un café como cualquier otro, pero que tiene la particularidad de estar sobre el techo de un edificio, en una de las partes más altas de Estambul. Beber un café turco en este lugar, ¡es como beber un café en la cima del mundo!
Ubicado justo detrás de la Mezquita Süleymaniye, sobre la calle Fetua Yokuşu, tiene una entrada llena de escaleras un poco tenebrosas, que no reflejan en absoluto el espectáculo que es contemplar toda la ciudad desde uno de sus puntos más elevados. Al estar aquí, todo lo demás resulta absurdo, es un momento verdaderamente mágico.
El Sultán, calle Fetua Yokuşu, Estambul 2014. Vanessa Wallis copyright ©
El silencio es sublime y relajante, y sólo es interrumpido por el llamado a la oración, cantado desde el minarete de la Mezquita Sülaymaniye, y replicado por las otras mezquitas de la ciudad. Por sólo 5 Liras el café turco, vale la pena disfrutar de esta experiencia tan especial.
Estambul es, sencillamente, un compendio de maravillas.