De viaje por Turquía (3º parte): El primer día en Estambul
Hola a todos, ¡espero que estéis bien! Ahora mismo, estoy en mi salsa, sentada en una azotea, observando las brillantes luces de Estambul mientras devoro un delicioso pudding de chocolate. Tendréis que esperar a mi siguiente artículo para saber dónde estoy, porque hoy vengo a hablaros sobre mi primer día (es decir, ayer) en esta increíble ciudad. Este artículo va a ser largo de nuevo, así que, coged algo de comer, poneos cómodos, ¡y que empiece la aventura!
Día 6 (2 de septiembre)
El 2 de septiembre, día en el que llegué a Estambul, no paso mucho. Os hago un pequeño resumen: Cogí un Havabus hasta la Plaza Taksim, me perdí en el metro, me echó una mano un simpático estambulita, que acto seguido me pidió una cita (¿qué les pasa a los hombres?) y llegué dos horas después de los previsto al albergue. Estoy alojada en Cheers Vintage, en el distrito de Sultanahmet, y no podría estar más contenta con la localización. Mejor aún, ¡hoy me he dado cuenta de que mi guía recomienda este albergue! Pero bueno, ahora que ya os he puesto al día, ¡vamos con la parte interesante!
Día 7 (3 de septiembre)
Primer día en Estambul
Si habéis leído los artículos donde hablo sobre viajar en solitario, puede que os acordéis de un grupo de Facebook que he mencionado alguna vez, Shut Up and Go, dirigido por los creadores del canal de Youtube que tiene el mismo nombre. Es una plataforma que permite a viajeros dar consejos y recomendaciones, y también es un sitio donde puedes ponerte en contacto con otros trotamundos o con residentes de la ciudad a donde vayas a viajar. Ayer quedé por primera vez con alguien que había conocido en este grupo, ¡y fue todo un éxito!
Ceren es una chica de veintiún años que ha nacido y crecido en Estambul. Si hay algo que aprendí de ella, es que le encanta enseñar su ciudad a la gente. Es más, ¡yo era la quinta turista con la que pasaba el día enseñándole Estambul! Decidimos quedar al mediodía en lado del puente de Gálata que da a Karaköy, así que, después de disfrutar de un desayuno tardío en el restaurante en la azotea del albergue, me dirigí hacia allí.
Conforme empecé mi paseo por las bulliciosas calles de la ciudad, lo primero que me llamó la atención fue la gran cantidad de gatos y perros que habían acostados en las aceras. Si Éfeso ya estaba lleno de animales, ¡Estambul está a otro nivel! Intenté acariciar a algunos, pero la mayoría echaron a correr.
Tomé eso como una señal para dejar de mirar al suelo, y levantar la vista para observar mis alrededores, así que, empecé a fijarme un poco más. Vi la magnífica Santa Sofía, el muro exterior del palacio de Topkapi, y, media hora después, llegué al famoso puente de Gálata. Nada más llegar, me quedé fascinada por la gran cantidad de pescadores sentados en el puente tratando de pescar algo en el Cuerno de Oro.
Por suerte, cuando llegué a nuestro punto de encuentro, no tuve ningún problema para encontrar a Ceren, que había venido en ferri desde su casa en la parte asiática de Estambul. Ambas nos alegramos mucho de ver que la otra fuera quien había dicho ser (nunca sabes lo que te puedes encontrar, ¿verdad?) y empezamos a hablar enseguida, decidiendo que empezaríamos nuestro día subiendo a la torre medieval de Gálata.
La torre de Gálata
Cuando llegamos, la cola daba media vuelta al edificio, pero Ceren me aseguró de que avanzaba rápido. Quince minutos después, y tal como había dicho, ya estábamos dentro de la torre y subiendo en ascensor sesenta y siete metros hasta el mirador. La entrada me costó 35 TL (alrededor de 5 €). Todas las torres suelen ser muy altas, pero, al estar encima de una colina, esta ofrecía mejores vistasincluso. Desde lo alto podíamos ver muchos kilómetros a la redonda: todas las mezquitas, cruceros y azoteas de la ciudad.
Mientras contemplabamos el mundo a nuestros pies, mi encantadora guía me contó una leyenda. Según me explicó, se dice que la torre de Gálata está perdidamente enamorada de la torre de la Doncella, que se encuentra en una isla cercana. Su amor es, por supuesto, correspondido, pero, separadas por mar y tierra, nunca van a poder estar juntas. Descorazonador, ¿verdad?
Aun así, la torre de la Doncella es fiel, nadie puede engatusarla. Sin embargo, a lo largo de los siglos, la torre de Gálata ha tenido muchos amantes. Como consecuencia, y aunque, en este caso, no entiendo muy bien que tiene que ver la infidelidad con el matrimonio, dicen que te casarás con cualquier amorcito que traigas a este monumento. Ceren me avisó de que, obviamente, esta teoría no es veraz. ¡Creo que lo decía por experiencia propia!
Explorando Karaköy
Después de echar todas las típicas fotos de turista, desde la torre y en la calle de enfrente, mi amiga y yo decidimos explorar el resto del vanguardista distrito de Karaköy. Ya era casi la una del mediodía, así que, Ceren me dijo que me iba a llevar a uno de sus restaurantes favoritos de la zona: una estupenda hamburguesería llamada Baltazar.
Voy a dedicar un artículo entero a la comida de Estambul, así que, ahora no voy a entrar mucho en detalles, pero, si estás en la ciudad y te apetece comida rápida de calidad, ¡te recomiendo que vengas aquí! Ceren me dijo que le gustaba tanto este lugar que algunas veces alquilaba un taxi con sus amigos de la universidad, ¡y venían aquí a comer entre clases!
Una vez que terminamos, completamente llenas, nos dirigimos (¡casi arrastrándonos!) a nuestro siguiente destino: la calle de los paraguas. Esta pequeña calle, llena de filas de coloridos grafitis en sus paredes y, como supongo que os habréis imaginado, paraguas de muchos colores que cuelgan sobre ella, es el sueño de cualquier instagrammer. Echamos miles de fotos a este lugar y después andamos unos cien metros hasta llegar a la cafetería hipster Han, donde compramos un café para Ceren y una limonada de menta para mí. Como ya os he dicho antes, ¡estad atentos para saber más sobre este lugar!
¡Hay mucho que ver en Nişantaşı!
Cuando nos terminamos nuestras bebidas, Ceren y yo nos dirigimos al puente de Gálata, y allí cogimos un bus para ir al distrito de Nişantaşı, que se encontraba cerca de donde nosotras estábamos. El ambiente de esta zona era un poco más refinado que el de la anterior. Había muchas tiendas con escaparates muy elaborados, y restaurantes con unos menús cuyos precios se salían un poco de mi presupuesto. Aun así, me lo pasé muy bien dando una vuelta por este barrio; viendo las boutiques, la universidad local y a muchos gatos holgazaneando por la calle.
Una tarde junto al río
Después de este empinada caminata, cuando ya no podíamos más, nos montamos en otro autobús y fuimos a uno de los monumentos más icónicos de Estambul: la mezquita de Ortaköy. Este templo de culto del siglo diecinueve, construido a las orillas del Bósforo, con su fachada decorada con mosaicos rosados y sus dos grandiosos minaretes, es digno de admirar. Debe de aparecer en miles de fotos de turistas cada día.
Después de estar un rato sentadas a la orilla del río, donde Ceren me había estado hablando de alguno de los monumentos más famosos de la parte asiática de Estambul, incluida una mosquita que habían construido hace poco y que no le gustaba a ninguno de los residentes de la ciudad, decidimos que tocaba comer algo de nuevo. Fuimos a un puesto de helados, donde, antes de darme el cucurucho, el vendedor me hizo todo tipo de trucos. Si buscáis «vendedor turco de helado» en Youtube, encontrarás cientos de vídeos donde aparecen estas bromas. Ceren, que ya sabía lo que iba a pasar, le dijo al vendedor firmemente «hoy no quiero jugar», y el hombre respetó sus deseos.
Pensaréis que ya no tendríamos más hambre, pero os equivocáis. Al poco nos cruzamos con un puesto de gofres que era demasiado difícil de resistir. Decidimos ser buenas y compartir uno, pero después de todos los ingredientes que le pusimos (Nutella, fresas, pepitas, trozos de chocolate, etc. ), no estoy muy segura de si la decisión fue buena para nuestra salud. Pero bueno, ¡todos necesitamos un poco de dulce en nuestras vidas!
Una cálida despedida
A las siete, Ceren y yo nos despedimos, y prometimos que nos mantendríamos en contacto. Cogí un autobús para volver al puente de Gálata y una vez que pasé al otro lado, anduve un poco por la orilla del agua y volví al albergue.
Conclusión
El primer día en Estambul fue maravilloso, y me siento muy afortunada de que una chica que reside allí y es experta me guiara a través de alguno de los barrios de la ciudad. ¡Mil gracias a Ceren por enseñarme un poco de Estambul! Os voy a dar algunos consejos a todos aquellos que estéis pensando visitar este lugar:
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Si quieres ver mucho sitios en un día, hazte con una Istanbulkart, una tarjeta monedero con la que puedes acceder a todos los autobuses, tranvías y metro de la ciudad por un precio asequible.
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Si tienes hambre, come, ¡ya quemarás todo el peso que cojas cuando vuelvas a casa!
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Piérdete. Hay mucho que ver en esta ciudad, y seguro que te cruzas con algunas joyas ocultas si te dejas llevar por tus pies.
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Mantente firme. Me he dado cuenta de que los turcos tienen tendencia a empujar a los turistas. Si eso pasa, mantente firme, o si no, ¡no te pongas nunca en su camino!
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Asegúrate de estar en la calle cuando atardezca. Las puestas de sol aquí son espectaculares, sobre todo, si estás cerca del agua.
Fin de la tercera parte
Aquí está: ¡la tercera parte de mi serie «De viaje por Turquía»! Ya voy por la mitad de mi viaje y estoy disfrutando de cada momento. ¡Estad atentos a todos los artículos que voy a ir subiendo! Mientras tanto, ¡un brindis a explorar nuevos lugares, conocer gente nueva y crear millones de recuerdos por el camino!
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