Los 500 años de América

Erasmus!, realizando una pausa a mis experiencias por los Estados Unidos, creo que es importante que veamos de que forma se ha podido crear algo tan grandioso como este territorio en poco mas de 500 años...espero que les sirva.

Todo comienza en 1492, cuando quedan comunicados el hemisferio del mundo antiguo -Europa, Asia y África-, con el otro que hasta ese año se ignoraba y vino a ocupar eso que se llamó el Nuevo Mundo. Lo que esto cuenta en la historia, no tiene precedentes. Trae el cambio más profundo y de consecuencias más vastas, al extremo que estos quinientos años últimos ofrecen una nueva imagen de la Humanidad: se pasa de vivir en el pequeño teatro de la Tierra que no tenía nada por debajo, era pequeña y dominaba el centro del universo -el Sol giraba alrededor de la Tierra-, a ser el planeta que conocemos, colocado en el espacio por Copérnico. Todo, gracias a las noticias que se tuvieron al saberse que América era el cuarto continente, y estaba habitado por debajo de la esfera...

Lo que realmente me sorprende erasmusus, es que en veinte siglos, una Europa que tuvo inteligencias tan lúcidas como las que brillaron en las reuniones de Atenas, que escribieron tragedias, diálogos, rapsodias que siguen siendo el fondo de la sabiduría en Occidente y entregaron ese tesoro a los creadores de las universidades medievales, a los Padres de la iglesia, hubieran encerrado el hemisferio antiguo enclaustrándolo en tal forma que paralizó el avance de la ciencia y desconectó el planeta del juego universal. Las columnas de Hércules eran una puerta sin hojas que, sin embargo, detenía el paso con una leyenda que marcó el destino y límite de Europa: Non Plus Ultra. Que estas pocas palabras se conviertan en la norma del mundo que alentaron Platón, Heráclito o el mismo genio del filósofo cristiano que anunciaba un nuevo testamento, es cosa que desconcierta y contradice el concepto en que tenemos la historia europea. Y lo primero que se impone, lo que marca el cambio con la aparición de América es un ritmo dé creciente intensidad en el movimiento de la humanidad. Con América surge la gran contradicción, la radical, la que lleva al mundo moderno al cambio del sistema.

Sabemos que el primer descubrimiento de los europeos había sido el del continente asiático, exactamente quinientos años antes que el de América. Entonces los turcos se habían apoderado de los Santos Lugares, y para rescatar el Santo Sepulcro se movilizaron los cristianos de toda Europa. Salieron hasta ejércitos de niños que atravesando Europa llegaban a Jerusalén. Y supieron de la existencia del Asia total, que no se conocía. El viaje de Marco Polo no es sino la última consecuencia de quienes salían para reponer en su lugar la Cruz, y regresaron no sólo trayendo espinas de la corona y reliquias parecidas, sino clavos para darle sabor a la comida y canela y pimienta y perlas y telas de seda y alfombras. Con la religión fortalecida vino el lujo oriental. El comercio en los siglos siguientes, tendió hilos hasta Persia, las Indias, China, Japón, al punto que Venecia, Florencia, Pisa, Génova, Milán, se enriquecieron en los siglos siguientes. La plaza de San Marcos, en Venecia, es una estampa de la India: cúpulas de cabeza de cebolla, mosaicos dorados..., la historia sagrada contada a la manera oriental.

Jamás pensó Europa en la conquista de Asia, ni fundar un imperio italiano o hacer, como en América, una nueva España, una nueva Inglaterra, una nueva Francia. Ni remplazar a Buda. Se tuvieron estos imperios con sus dioses más antiguos como los dueños del patio. Lo más a que se llegó fue a tener dentro de ciudades como Estambul el barrio de los genoveses para que el cónsul de la república representara a los comerciantes que iban a traficar con los mercaderes del lugar. Y así los venecianos, los florentinos, los písanos... Eran pequeños estados occidentales dentro del mundo oriental. Aislados, con sus leyes propias y su cónsul por primera autoridad.

Lo de Colón en 1492 cambió la historia. Y fue único, porque los vikingos, o cuantos cruzaron antes que él el Atlántico, lo que hicieron lo dejaron escrito en el agua. No fueron viajes que hicieran escuela, que se reprodujeran. Colón sale el 3 de mayo de 1492 de Palos de Moguer, con noventa tripulantes, diciendo que iría a las Indias cruzando el Atlántico. Lo ven partir como quien se lleva a noventa vecinos a la muerte pues nadie, que allí se supiera, había intentado cosa parecida. Es un extranjero raro, que no se habla sino con dos o tres frailes, y dos o tres del pueblo, que saben. Y punto. Durante casi un año, después de la partida, nada más se vuelve a saber. Se los llevaría el diablo, quedó pensando la gente y era lo justo. En 1493, y avanzando el mes de marzo -el 15-, aparecieron. ¡No todos! Habían quedado 30 en Asia. Los que llegaban habían pasado en Oriente meses... ¡Traían trocitos de oro e indios!

La experiencia en el puerto de Palos era el derrumbamiento, en un laboratorio parroquial, de la filosofía de Platón. No es fácil darse cuenta de todo lo que se vuelve al revés en cada nivel de la vida y la cultura, con un viaje en que el mismo Colón ignoraba a dónde había llegado ni qué efectos podía producir la apertura del Atlántico. Lo único que podríamos decir, hoy mismo, es que unos doscientos millones de europeos han aprovechado ese camino, abierto de esa manera y ese día, para salir de su tierra. Y establecerse en América y fundar un nuevo mundo.

Quienes primero, pero ahí mismo, le dieron al camino abierto el empleo que ha tenido hasta hoy fueron campesinos analfabetos, españoles, que ya multitudinariamente se embarcaron con Colón para el segundo viaje: 1.200, en 17 naves. Este viaje es el primero desde el punto de vista español. Y el que ya tiene sentido de iniciativa consciente que marca el destino americano. Entra en las naves el que va a poblar con su gallo y gallinas, su gato y gatas, su burro y su burra, caballo y yegua, trigo para sembrar. Y trozos de caña de azúcar, para un cañaduzal, e instrumentos de labranza. El viaje es para quedarse. Para no volver. Y ¿las mujeres? Colón las ha descrito: allá están. Ya descubiertas. Es decir: desnudas. Bien hechas. Nadadorcísimas... Resultaron tan al gusto como las pintó el Almirante. A los nueve o diez meses saltaban en la playa, como cocos, los primeros mesticillos...

De 1493 hasta el día en que terminara la colonia española seguirán saliendo españoles para establecerse en la otra orilla del Atlántico. Cada vez con un mayor conocimiento de lo que irían a encontrar, y ya trayendo, cuando se podía, a sus mujeres. Siempre con una idea de independencia en el fondo. Con el océano de por medio, por fuerza, se es más libre que teniendo encima la autoridad del rey... Y así, por eso, como cuando se llega a la mayor edad, el hombre se emancipa. Lo establece la ley.

A lo largo de los trescientos años de vida colonial, quien de España se vino salió porque allá no tenía casa, ni tierra, ni espacio, ni ventajas. Por fuerza llegaba a inventar mil pequeños ajustes incorporándose a una naturaleza que empezaba a dominar como propia. Es el nuevo mundo que empieza a compartir con otras razas y a aprovechar de otra manera. Aquí lo extraño es lo europeo. Este proceso, que va a ser normal en la transformación de todos los europeos, comienza a operarse en el español del viaje de 1493 en adelante y caracteriza el primer siglo colonial. Luego, se extiende el angloamericano que inicia la colonización con la llegada de los peregrinos del Mayflower en 1607. Entonces pasa a generalizase. A ser de toda Europa lo que en sus comienzos fue casi exclusivo de Castilla. En el caso mismo de Hispanoamérica, al pasar de la colonia a la república, aumenta la emigración española. Claudio Sánchez Albornoz documenta en un libro publicado en 1988 cómo a partir de 1830 se produce la emigración masiva de España a Hispanoamérica. Se dramatizó luego cuando la guerra civil y la dictadura de Franco.

Lo que se descubre en cuanto América va surgiendo como campo de expansión europea es la estrechez de Europa. Hasta entonces no había tenido ese continente cómo construir sus propias defensas. Venía una dictadura religiosa o política y había que someterse o morir. Se estaba cerca de la muerte por el hambre como por las ideas, sin escapatoria posible. De pronto, aparece la alternativa de un nuevo mundo y hay una movilización que en algunos casos alcanza a ser masiva, como si Irlandas, Polonias enteras marcharan a establecerse al otro lado del Atlántico. El mapa de la Nueva Francia cubre hacia 1750 la mitad de lo que son hoy Estados Unidos. Es unas diez veces más grande que el territorio que ha ocupado Francia en la carta de Europa. Hay un hecho, al cabo de 500 años, que da la medida de lo que ha sido este éxodo, el mas significativo, después del bíblico, en la historia de los hombres. Hoy hay más descendientes de españoles, ingleses, italianos, polacos, escandinavos, irlandeses, griegos, portugueses, en América, que en España, Inglaterra, Italia, Polonia, Escandinavia, Irlanda, Grecia o Portugal... Ciudades más grandes que Madrid o Barcelona se encuentran en la América española por docenas...

Estudiado el modelo español se ve el nuevo ingrediente que va a cambiar las motivaciones tradicionales que han alentado la historia europea. Los españoles que pasan a establecerse en América tienen que aguzar su imaginación y su inventiva para solucionar problemas menudos de adaptación a una naturaleza nueva que les obliga a cambiar la vida diaria. Ya no van a comer las mismas cosas, ni sufrir de las mismas enfermedades, ni cultivar los mismos granos y legumbres, ni cazar las mismas perdices. Tendrán que usar palabras nuevas para el tomate y el cacao y la papa y el maíz que entran a formar parte de su alimentación, y hablarán de armadillos, iguanas y caimanes como en Madrid de los osos que aquí no encuentran. Como el hijo que sale a poner casa aparte, este español que se viene va independizándose, levantando su propia familia, y viendo a la de sus padres perderse en una lejanía cada vez más distante, porque a medida que se avanza en la entraña del nuevo mundo, se lo encuentra más diferente del modelo occidental. Cuando pasan tres siglos apenas se explica que la dependencia absoluta hubiera durado tanto tiempo. En el norte, los ingleses a los dos siglos se emanciparon con todas las de la ley. En rigor, las primeras revoluciones surgieron en el inicio mismo de la colonia, y la grande (mucho más profunda que la de 1789), estuvo en el desgajamiento de la familia europea, en que unos se vinieron a poblar en América y otros se quedaron manteniendo en su tierra la tradición de siglos.

Los que salieron a fundar casa nueva tenían un solo capital que llevaban en el morral del peregrino: la audacia y la aventura. Iban a levantar fortuna, a hacerla, y tenían que aguzar la imaginación y jugarse la vida en el trasplante. Es el rasgo del emigrante que hace de él un tipo de ingenio, recursivo, despierto, que imprime esa movilidad al estado que va a fundar. Como es natural, encontraría la ley que trataba de contenerlo, y las revueltas en Santo Domingo y en los campamentos de los conquistadores, se explican. A los Colones, que traían la idea de las dictaduras italianas y querían formar su estado con prerrogativas ducales, de arrogancia y abuso, opuso Francisco Roldán una resistencia comunera que cuando llegó don Cristóbal Colón tenía a la isla al borde de la primera guerra civil americana... El levantamiento de Balboa que rechaza a Enciso, en Santa María -de la Antigua del Darién-, primera ciudad fundada en el continente americano, echa por tierra la autoridad nombrada legítimamente por el gobernador de Santo Domingo, la devuelve a la isla, quedándose en su reemplazo. Cortés, en la costa de México, se desliga de sus obligaciones para con el gobernador de Cuba, y emprende la conquista de México como cabeza del pueblo que le aclama por su caudillo... Revoluciones de independencia en miniatura que a tres siglos de distancia están adelantando las de Washington o Bolívar o la caída del imperio del Brasil.

Por el mismo hilo puede seguirse para llegar a lo que será la génesis del derecho americano, que comienza a buscar definiciones propias desde el día en que se considera sujeto de derecho al indio hasta cuando se llega a formular la tabla de los derechos humanos, proceso todo que corresponde a los 500 años de la creación de América. En este punto hay algo muy singular en el primer aparte de las capitulaciones de 1493, en que la autoría debió de ser de la reina Isabel, por sugestión del mentor espiritual que la aconsejaba ordenar al Almirante un tratamiento humanitario, realmente cristiano, para los indios, que de hecho los colocó fuera de la esclavitud. Era una novedad en el derecho que al iniciarse una conquista los habitantes de las tierras por conquistar se declararan no sujetos materia de esclavitud. La reina Isabel había visto el grupo de indígenas que Colón había llevado como muestra a Barcelona, y tuvo, frente a ellos, la compasión que no le inspiraron los moros de Granada ni los judíos que iba a echar fuera de España. En todo caso, la Reina ordenó a Colón «porque en todo es razón que se tenga principalmente respeto al servicio de Dios Nuestro Señor, en ensalzamiento de nuestra Fe Católica sea aumentada y acrecentada, mandan al dicho Almirante, Visorey, Gobernador, que por todas las vias o maneras que pudiera proponer e trabaje a atraer a los moradores de las dichas islas de tierra firme a que se conviertan a nuestra Santa Fe Católica... E porque esto mejor se pueda poner en obra después que en buena hora sea llegada allá el armada procure e haga el dicho Almirante que todos los que en ella van, o los que fueren de aquí en adelante, traten muy bien y amorosamente a los dichos indios, sin que les hagan enojo alguno, sino curando que tengan los unos con los otros mucha conversación y familiaridad, haciéndose las mejores obras que se pueda, e asimismo, el dicho Almirante les dé algunas dádivas graciosamente de las cosas de mercadería, de Sus Altezas, que lleva para el rescate, é los honre mucho, e si el caso fuese que si algunas personas trataren mal a los dichos indios en cualquier manera que sea, el dicho Almirante, como Visorey, Gobernador de Sus Altezas, lo castigue mucho por uno de los poderes de Sus Altezas que para ello lleva...»

Colón llega, de regreso al Caribe, al punto en que había dejado a los compañeros del primer viaje y sólo encuentra los huesos pelados. Esos precursores, queriendo imponerse, despertaron la respuesta natural de los señores de la isla: la flecha, la llama, la bucana. Ahumados en la hoguera, bajo el sol del Caribe, pasaron los europeos al estómago de los isleños, que hicieron su primera fiesta con carne del otro mundo. Colón, a su turno, quemó en ese rescoldo las capitulaciones con la Reina, después de ahorcar una selección. Luego, redujo a esclavitud unas trescientas piezas y los despachó en las primeras carabelas que volvieron a Cádiz. Las envió al obispo de Badajoz, con quien había dejado hablado el negocio. Para que abriera el mercado... Como puntualmente hizo el sacerdote, comunicándolo a los Reyes, como cosa natural...

Y es ahí donde va a aclararse el cambio de la historia universal, y donde se crece la reina Isabel. En un principio, los mismos Reyes no se dan cuenta. Se da acuso de recibo a la nota del obispo como es de rigor y rutina, y se autoriza la venta de los indios esclavos. Pero a los cuatro días, ¡contraorden! «El Rey é la Reina al Reverendo in Cristo Padre Obispo, de Nuestro Consejo: Por otra letra nuestra vos habíamos escrito que ficieseis vender los indios que envió el Almirante, Don Cristóbal Colón, en las carabelas que ágora vinieron, y porque nos queremos informarnos de letrados, teólogos y canonistas si en buena conciencia se pueden vender... Y esto no se puede hacer hasta que veamos las cartas que el Almirante nos escriba para saber la causa porque los envía acá, y estas cartas tiene Torres que no nos las envió, por ende en las ventas que ficiéredes de estos Indios suficad el dinero...»

Si usted quiere saber qué quiere decir «sufica», no es muy difícil. Los indios se devolvieron libres a las islas, y se le dañó el negocio de hacer esclavos a Don Cristóbal. Por ahí comienza la verdadera historia de las leyes de Indias... Los indios no eran materia sujeto de esclavitud. Eran hombres libres. Cristianos en potencia. Los castellanos iban para enseñarles el Evangelio: no para convertirlos en bestias suyas. Comenzaba una nueva historia. Colón no lo había entendido y se devolvieron los indios porque, dijeron los Reyes, eran libres. Año de 1495.

En Santo Domingo comenzó el debate. La escuela de Colón la seguían los encomenderos que trataron de explotar la colonia siguiendo lo que enseñaban las historias antiguas del imperio Romano, que ahora renacería en una Castilla elevada de repente a rango parecido... En contraposición, surgía una escuela minoritaria americana con los que buscaban un nuevo derecho, justo y cristiano, como reacción a las desigualdades, que habían sido la causa de salir de Europa para América. Era la utopía de los infelices. Así, el hijo del encomendero Las Casas se hace fraile y pasa en ser ese Bartolomé que predicando leyes que protegieran a los indios pasó de pronunciar sermones en Santo Domingo del Caribe a levantar cátedra en Salamanca de Castilla, y sacar en las Cortes las leyes que cambiaron el Derecho español. De España partió la chispa al resto del mundo, porque lo que sacó en el parlamento castellano el fraile traído de América lo puso en idioma universal Francisco de Victoria y nació el Derecho de Gentes.

Siguiendo este proceso a través de un par de siglos, lo mismo en el campo español que en el inglés, en la América del Norte, en las Antillas y en el Sur, se puede ver que lo que condujo a promulgar las leyes de India, llevó a declarar los Derechos del Hombre, o a abolir la esclavitud, cosas todas que se realizan en América y son de hecho descubrimientos y conquistas americanas.

Descubrimientos y conquistas del derecho que no ocurren en un día sino son un proceso de cinco siglos y más. Pero todo comienza el 12 de octubre de 1492. Ese día marca la fecha de partida de quinientos años en que el mundo, como diría Galileo, comienza a moverse. Simbólicamente, el arranque mismo ocurre en tres jornadas, de diez en diez años. En 1492 el genovés Colón, con la bandera de Castilla en el palo mayor de la Santa María, llega a la isla de Guahananí, y quedó abierto el Atlántico. En 1502, el florentino Amerigo Vespucci, como piloto de una nave del rey de Portugal, llega más allá de la desembocadura del Río de la Plata, a tierras de la Patagonia, y anuncia a los señores de Florencia, que lo comunican a toda Europa, que lo descubierto es un continente distinto de Asia y debe llamarse el Nuevo Mundo. En 1513 un español, de Extremadura, Balboa, llega a la costa de Panamá y divisa y toma posesión del Océano Pacífico, y queda completo el nuevo mapa del mundo.

La parte española, precursora de todas por el respaldo que Castilla dio al viaje de Colón, es gigantesca en el primer siglo en que los descubrimientos son en tierra firme. Entonces se penetra el continente desde California hasta la Patagonia escalando los Andes, en cuyas cimas habían construido los precolombinos ciudades de piedra tan grandes como Constantinopla, Pekín o Jerusalén, y siguiendo sus huellas hicieron una Hispanoamérica que, cuando llegaron a fundar, en 1607, los ingleses, la nueva Inglaterra, ya tenía en la parte castellana más de cien ciudades, y en las capitales universidades, imprentas, catedrales, conventos, tres virreinatos, gobernaciones y, sobre todo, misiones de religiosos que en algunos casos, como la dirigida por Sahagún en México, podría compararse con el mejor campamento científico universitario del siglo xx. Se estudiaba a fondo la lengua de los indios, el náhuatl, se recogía su historia, se practicaban las artes e industrias aborígenes. Los libros bilingües -en náhuatl y castellano-, que recogen estos estudios, siguen siendo hoy volúmenes no superados, y es aleccionadora la versión que dan los aztecas del asalto de Alvarado a la casa en donde estaban reunidos en asamblea los principales de la nobleza y la religión reinantes y la matazón que hicieron allí los de Alvarado, comparándola con los relatos correspondientes de los cronistas españoles.

Bien vista la vida de España y sus colonias de los siglos xvn y xvm, forman dos historias paralelas en que la de la Península forma un cuerpo y otro la de América que va modelando el nuevo tipo de sociedad independiente y republicana que venía insinuándose desde el día en que se desligaron de la familia española los primeros que vinieron a establecerse en el nuevo Mundo, en la nueva Granada, en la nueva España, en la nueva Andalucía, en la nueva Galicia, en Castilla de Oro... La independencia se acelera en América, cuando en España cambia de familia la corona, y se pasa de los Austrias a los Borbones, con la introducción de la Ilustración francesa que le abre el paso a las misiones científicas. Empieza la América Latina, que es producto francés.

Entonces comienza la penetración del pensamiento europeo en las juventudes que cambian el ambiente universitario en México, Santa Fe, La Habana, Quito, Lima, Chuquisaca, Guatemala, Córdoba, Santiago, Caracas, y hubo esas generaciones que llevaron la agitación a todas las provincias, entre otras razones porque con el estudio de la naturaleza, las minas, las plantas, los campos, las montañas, se recorrían en toda su extensión los países, viendo al paso el descuido en que los tenía la administración colonial.

Es interesante verificar el resultado inmediato de la visita de los sabios europeos a la América del siglo xvm, a partir de la misión francesa de La Condamine, que se complementó con los españoles Jorge Juan y Antonio de Ulloa. Se trataba de medir un grado de la línea del ecuador, para conocer con exactitud el tamaño del planeta. El trabajo tomó más de un año, y los botánicos, los geógrafos, ingenieros, médicos de la expedición emprendieron una serie de estudios que pusieron en claro el desorden administrativo de la colonia. Sobre todo, fueron papel de gran repercusión las Memorias Secretas que pronto se hicieron públicas desde Londres, de los ingenieros españoles Jorge Juan y Antonio de Ulloa. De una parte sirvieron para adelantar el grito de independencia en América, y en Europa pasó a enjuiciar a las monarquías en lo que vino a ser la Revolución Francesa, cuyos orígenes son claramente americanos.

Para seguir este proceso basta ver cómo los precursores de las independencias hispanoamericanas figuran en su mayoría ligados a los movimientos universitarios que siguieron a la Expedición de La Condamine, o a las visitas de Humboldt, o de cuantos vinieron de Italia, Suecia, Austria, Francia... a estudiar la flora, la fauna, los minerales de América... y dejaron las mismas inquietudes. Cuando Morillo vino a pacificar a sangre y fuego, lo primero que hizo fue fusilar a los sabios, como Caldas, que había viajado con Humboldt a Quito recogiendo quinas y minerales...

En Europa, el gran libro que sirvió de despertador y llevó a la Revolución Francesa fue el estudio del abate Raynal sobre los establecimientos europeos en Ultramar, en que denunciaban -más que Raynal, Diderot-, la ineptitud de los imperios europeos en sus gobiernos coloniales. La gran fuente de información para el padre de la Enciclopedia (como para Voltaire), eran sus amigos, los ministros de Carlos III, los mismos que habían movilizado a Jorge Juan, a Antonio de Ulloa... Unos cuantos años después, en América caían el imperio inglés, el francés, el español, el portugués... Con el tiempo no quedaría una colonia europea en el Nuevo Mundo. Humboldt había regresado de las dos Américas, la del Norte y la del Sur, con la convicción que ya estaban maduras para emanciparse. Habían llegado a la mayor edad los descendientes de los europeos que se vinieron.

De un hijo de españoles nace Bolívar, de otra familia española/San Martín, y así Artigas, y de ingleses Washington y de italianos Alberti, y de irlandeses O'Higgins... Se van declarando americanos, dándole cada cual un sentido nuevo, una aplicación diferente a la filosofía que había traído de Occidente. Hoy, cuando se traduce al francés una novela de Faulkner o Heming- way, no se dice por el editor que es «del inglés» sino «del americano». ¿Está bien? Quizás sí, quizás no. En realidad, los de acá no están usando la lengua de Dickens, sencillamente porque los pueblos que han conocido no son las ciudades del maestro británico, que se movió en el mundo inglés chiquito. Quizás pueda parecer audacia decir que sea más grande el mundo de hoy que el de Shakespeare, Dante, Cervantes u Homero... Quizás sí, quizás no... Está abierto el camino para que el traductor de Cien años de soledad diga si lo hace del castellano o del americano. Para ser exactos, en Aracataca o Macondo no hay viñedas ni parrales, y aunque parezca igual, el idioma es distinto por las iguanas... América es otra cosa. Aquí el castellano es otro.

Y...menos mal que sólo han Segsido 500 años...que sino me llevo aquí un año informando...seguiré con mis experiencias! espero que les sirva! Un saludo.

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