Viendo islas: La Gomera parte 3

Viaje en autobús agotador

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Después de descansar y de hacer senderismo en el bosque de laurel volvimos al autobús y el guía nos dijo lo que íbamos a hacer después. Afortunadamente, dijo que nos dirigíamos a un pequeño pueblo en el que íbamos a comer. La parte más agotadora de este plan era que solo había una parada para echar fotos y que todavía quedaba una hora y media para llegar. Mi amiga vietnamita y yo estábamos muertas de hambre, ya que lo único que nos habíamos llevado para todo el día eran galletas y eran las dos de la tarde. Pero no podíamos hacer nada, así que esperamos dos horas en este autobús caliente lleno de aire viciado mientras el guía no paraba de hablar en todo el viaje. Entiendo porque lo hacía; tenía que contarlo todo en alemán, inglés y español. Me era muy molesto, ya que soy capaz de entender las tres lenguas y no puedo ignorar ninguna. Como nos habíamos levantado pronto, empezó a ser agobiante el estar sentada en el autobús todo el rato. Aunque tuviésemos mucho espacio y aire acondicionado, no se estaba muy cómoda y hubiera preferido dormir en una cama. Pero queríamos ver un poco de las Islas Canarias, así que por un día de autobús no pasaba nada.

Parada fotográfica número tres

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Mientras el día hablaba sobre la historia de la isla y del pueblo en el que íbamos a parar, el autobús se movía por carreteras increíblemente estrechas y se tuvo que parar varias veces para que otros autobuses que venían en dirección contraria pudieran pasar. No presté mucha atención a lo que el guía estaba diciendo, ya que tenía mucha hambre y estaba muy cansada. Estuve disfrutando de las vistas, luego eche un par de fotos y después intente dormir un poco, aunque no lo conseguí porque el micrófono del guía estaba muy alto y la carretera estaba llena de curvas. Justamente cuando casi me quedo durmiendo paramos en la parada fotográfica número tres, en el punto más alto de la isla. Había un aparcamiento pequeño para turistas, como siempre, y tardamos unos quince minutos en echar fotos y darnos una vuelta. Aunque no queríamos bajarnos del autobús al final nos bajamos para disfrutar de las vistas. Tras haber viajado por la isla creía haberlo visto todo, sin embargo esta zona era diferente a las anteriores. Era fascinante mirar montaña abajo hasta ver el mar y la naturaleza que nos rodeaba. En la Gomera no hay muchos pueblos pero tampoco hay ciudades grandes. Los pueblos solían tener unos 10 000 habitantes, incluso la capital era un pueblo pequeño. Tras echar un par de fotos volvimos al autobús, ya que estábamos muertas de hambre.

Comida turística en un pequeño pueblo

Después de un poco más en el autobús el guía anuncio que ya estábamos llegando al restaurante. Todos nos pusimos muy contentos y el ambiente de dentro del autobús cambio de cansancio a entusiasmo. Sabíamos que la comida no iba a ser increíblemente deliciosa, pero estábamos contentos de poder comer algo caliente. Antes de llegar al pueblo había unas vistas increíbles del paisaje, del pequeño pueblo y del mar. Eche un par de fotos más y estaba impaciente de que el autobús parara hasta que el guía nos aviso de que habíamos llegado.

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Por suerte, llegamos pronto y bajamos del autobús. Paramos al lado de la entrada al pueblo, en un aparcamiento al lado de un restaurante típico que parecía un Guachinche (un restaurante tradicional canario). Nos permitieron entrar y el guía nos dijo que nos sentáramos en una "la mesa de los alemanes", una mesa dónde mi amiga vietnamita y yo nos sentamos y en la que más tarde se sentó un hombre bávaro que nos había echado un par de fotos antes. Había un silencio incómodo en la mesa porque mi amiga y yo habíamos estado hablando durante todo el día y no teníamos nada más que comentar la una a la otra. Además el hombre era mucho más mayor que nosotras y parecía un poco raro. Así que no hablamos mucho, simplemente hablamos sobre el ambiente y lo que pensábamos de la comida. No tardaron mucho en ponernos una sopa de verduras con un poco de pan con almogrote, una salsa de queso especial de La Gomera. La sopa no estaba mala, pero tampoco era para tirar cohetes. Supongo que para ser una comida que iba incluida en el precio de la excursión, en un restaurante donde todos los autobuses turísticos paran a comer, no puedes esperar algo que este extremadamente bueno. Estábamos contentos de tener algo caliente para comer. Además el vino que nos pusieron con la comida estaba muy bueno.

El plato principal tardo en llegar, pero después de un rato el camarero nos trajo un plato con arroz, carne y verdura. No era nada especial pero estaba bueno. No había mucha cantidad, así que nos quedamos con hambre tras terminar con el plato. Esperábamos que hubiese algún postre interesante. El guía dijo que íbamos a comer helado. Pero la espera fue en vano, ya que recibimos un plátano (muy grande, eso sí) de postre. Nos sentimos muy decepcionados. Hubiera sido increíble recibir un helado frío en un día tan caluroso. Pero tuvimos que contentarnos con nuestro sanísimo postre y esperamos la siguiente parada de nuestro viaje: una representación de un lenguaje nativo que usa silbidos.

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El lenguaje por silbidos

Después de que casi todos termináramos de comer (había gente que acababa de venir con otros autobuses y no podíamos esperarles) nuestro guía nos dijo que iba a empezar una presentación del lenguaje por silbidos tradicional de la isla. Había un problema, y era que no podían hacerlo en alemán, sin embargo, le dijimos que no nos importaba y la función siguió como de costumbre. Nos explicaron extensamente como funciona el lenguaje: nos hablaron sobre su historia, sus usos hoy en día, etc. Representaron una pequeña historia y demostraron con los dueños del restaurante el cómo decir frases simples como: "hola, ¿como estas? " Era interesante pero no muy especial, ya que tan solo eran dos personas mirándose la una a la otra mientras silbaban. Después de representar las frases más importantes y de sus explicaciones en ingles y español, le dijeron a uno de los dueños que abandonara la terraza mientras escondían objetos de los turistas. El otro dueño tenía que decirle a la otra persona dónde estaban los objetos. Tras silbar una vez el otro dueño entro y empezaron a jugar. En realidad sí que podían comunicarse con este lenguaje, ya que tras un par de frases encontraron los objetos escondidos y se los devolvieron a su dueño. Después del juego el guía nos dijo (en tres lenguas diferentes) que subiéramos al autobús de nuevo para seguir el viaje por la isla.

Última parada - San Sebastián de La Gomera

Nos montamos en el autobús para continuar nuestra ruta. El guía nos dio información importante sobre lo que quedaba de viaje. Ya eran las tres de la tarde y no nos quedaba mucho tiempo, así que explico que íbamos a volver a la capital de la isla, dónde habíamos empezado el viaje y que podíamos pasar un rato allí. Tardamos como una hora en llegar, y a las cinco de la tarde teníamos que estar en la entrada del ferry para volver a Tenerife. Como la pequeña capital no tenia cosas interesantes una hora era suficiente para darnos una vuelta por la ciudad, comprar algún recuerdo y tomarse un café. Antes de esto, todavía teníamos que pasar una hora dentro de este incómodo autobús mientras veíamos las vistas que ya habíamos visto antes. Al principio todo era fascinante e interesante, es más, las vistas seguían siendo increíbles, pero estábamos tan casados que no teníamos ganas de ver más montañas o pueblos. Al menos era tan solo una hora, podíamos sobrevivir un poco más. Al menos el guía dijo que iba a parar de hablar durante este trayecto, así que podíamos dormir un poco antes de llegar a la capital. Estábamos muy contentos por poder tener tiempo para dormir en nuestros asientos.

Por supuesto, no podía parar de hablar durante la ultima hora del viaje, pero al menos estaba callado más tiempo. Podíamos ver la capital desde lejos, así que sabíamos que íbamos a llegar enseguida. El guía avisó a la gente que no lo sabía y repitió las instrucciones de las ultimas horas de la excursión: teníamos tiempo libre hasta las cinco de la tarde, después cogíamos el ferry, lo dejábamos en los Cristianos y nos volvíamos a subir al autobús. No eran muy complicadas, pero las repitió dos o tres veces en los tres idiomas diferentes para que todo el mundo las entendiese bien. Llegamos a la pequeña ciudad y nos bajamos del autobús. La chica vietnamita y yo no sabíamos que hacer, así que seguimos recto por la calle qué el guía había descrito como "la única calle interesante de San Sebastián". Y era cierto, de verdad que era la única calle interesante de la ciudad. Nos dimos un paseo por un mercado callejero que estaba en una plaza y entramos en una de las tiendas de recuerdos. Los demás establecimientos estaban cerrados ya que era la hora de la siesta. No vimos nada especial, así que seguimos nuestro recorrido y fuimos a comer un helado, ya que estábamos muy decepcionadas por el postre tan cutre que nos dieron a la hora de la comida. El helado estaba riquísimo y dos dimos un paseo por la playa mientras nos lo comíamos. Era una playa muy normal y llevábamos pantalones y zapatos de deporte, así que no nos metimos en el agua ya que solo nos quedaba media hora en la ciudad. Vimos a la gente que estaba disfrutando de la playa y decidimos ir de camino al ferry, ya que ya lo habíamos visto todo.

Island-Hopping: La Gomera Part 3

Una cosa que me sorprendió mucho es que no había un solo supermercado en la ciudad. ¿Dónde hacía la compra la gente? ¿Cogían el ferry a Tenerife para hacer la compra? Nadie me aclaró esta duda, así que nos sentamos en la sombra mientras terminábamos nuestro helado. Después de un rato, ya era hora de ir a la entrada del ferry. Por el camino vimos como un gran número de pasajeros de un crucero llegaban a puerto. Éramos muy alemanas, ya que fuimos las primeras que se pusieron en la cola y todavía faltaban 15 minutos para que saliera el ferry. Como no había nadie y habían abierto las puertas, tras esperar un poco más decidimos subir al ferry. No sabíamos dónde teníamos que esperar o si teníamos que esperar a los demás, ya que pagamos el billete de adulto y esta era la única posibilidad de coger el barco. Nos sentamos en un sitio similar al sitio en el que nos habíamos sentado para ir a la Gomera e intentamos relajarnos con los últimos rayos de sol. El camino de vuelta era más pesado que el de ida a La Gomera, ya que íbamos muy cansadas y queríamos bajarnos cuanto antes para dormir en nuestras camas.

Después de una hora, llegamos a los Cristianos, donde queríamos bajarnos del ferry cuanto antes. Desafortunadamente, la puerta por la que queríamos salir no funcionaba y tuvimos que esperar unos 30 minutos más hasta que pudimos salir del ferry por la salida de los coches. El guía estaba esperándonos al lado de los autobuses y estaba contento de vernos. Nos trataba como si fuéramos niñas pequeñas porque éramos las personas más jóvenes del grupo, pero esta vez no era nuestra culpa el haber llegado tarde, ya que nuestra salida estaba cerrada. Nos montamos en el autobús y empezamos el viaje de vuelta a Puerto de la Cruz. Tardamos unas dos horas en llegar y no había nada más que ver. El guía dijo que nos dejaba dormir hasta que llegásemos a nuestro destino. Como empezó a anochecer no nos costó mucho dar una cabezadita. Tardamos un poco en llegar ya que el autobús tenía que parar en algunos hoteles de Puerto de la Cruz, pero finalmente nos dejaron cerca de mi casa y tras despedirme de mi amiga vietnamita entré en mi apartamento y me tiré en la cama. Tardé menos de un minuto en quedarme dormida después de un día lleno de experiencias y aventuras.


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