Viendo islas: La Gomera parte 1

Mis planes para las últimas semanas

Como solo tenía tres semanas más de trabajo y después diez días de vacaciones tenía que empezar a planear qué iba a ver antes de volver a Alemania. No quería hacer cosas sola, así que le comente a la chica vietnamita del trabajo cosas para ver y me dijo que ella también quería visitar otra isla. Como su pareja, que venía a visitarla al final de su estancia aquí no quería ir a ver nada, decidimos reservar un tour de un día por la isla de La Gomera para el fin de semana siguiente. No nos quedaban más días de vacaciones, así que no podíamos volar a otra isla y pasar unos días allí. En realidad, era lo único que quería hacer antes de irme, así que hablamos sobre unos restaurantes en los que ella quería comer conmigo antes de que mi estancia terminara. Estaba muy contenta de tener a alguien que me acompañase al viaje de La Gomera. Hubiera ido sola igualmente, pero era mucho mejor ir acompañada.

Así que el día siguiente fuimos a una de las miles agencias turísticas y preguntamos el precio de la excursión, qué iba incluido y si quedaban plazas para el fin de semana siguiente. Nos dio toda la información sobre la excursión: que eran sesenta y seis euros por persona, que el viaje en ferry y la comida iba incluida y que pasaríamos la mayor parte del viaje en el autobús con un guía que nos iba contando cosas sobre los sitios por los que pasábamos. En resumen: era la típica excursión turística. Como en enero no era temporada alta, todavía había plazas libres, así que reservamos para el sábado siguiente. Sabía que con una excursión así no íbamos a poder sentir todo el ambiente de la isla en tan poco tiempo, pero al menos podríamos tener una primera impresión. Lo más importante para mí era ver otra isla, cambiando mi perspectiva un poco, ya que en el trabajo no podía distraerme de ninguna manera y sentía que estaba en un hoyo profundo. Esperaba que esta excursión me ayudara un poco a sentirme más libre.

Excursión turística a La Gomera

Levantándome mucho antes

El sábado de la excursión tuvimos que levantarnos a las cuatro y media de la mañana porque el autobús venía a recogernos a la puerta de nuestras casas a las cinco de la mañana. Casi no me entero de mi alarma porque no había dormido lo suficiente la noche anterior y poco más de cuatro horas de sueño no eran suficientes. Pero me sentía emocionada y estaba preparada para todas las aventuras que íbamos a vivir en el viaje. El día de antes había ido al supermercado con la chica vietnamita y compramos galletas, fruta y pan para la excursión. No sabía qué más llevarme, así que cogí un poco de agua, una chaqueta y mis auriculares. Tras eso, ya era hora de salir de casa y quedar en el punto de encuentro, enfrente de un hotel enorme que estaba cerca de mi apartamento. Cuando llegue vi un montón de gente que volvía a casa después de haber salido de fiesta o que todavía estaban bebiendo alcohol. Nunca he entendido como alguien puede empezar a beber a las diez de la noche y estar hasta las ocho y nueve de la mañana en una discoteca, pero parecía que era algo muy normal en España. Fui al hotel y me encontré con otros turistas que estaban esperando al autobús. Después de un rato había un montón de autobuses, pero ninguno de ellos era el mío. Llegó diez minutos tarde, pero afortunadamente no iba lleno. Esperaba que se quedara así para así tener más espacio.

De camino al puerto

El autobús arrancó y subimos la colina para pasar por otros hoteles, entre ellos el de la chica vietnamita. Al subir al autobús tenía la misma cara de cansada que yo. Nos sentamos juntas y hablamos sobre nuestra breve noche y sobre lo cómodo que era el autobús (los otros que habíamos visto parecían mucho mas viejos y más llenos de gente). Estaba contenta de ir en un autobús nuevo y casi vacío. El autobús siguió su camino y el guía empezó a hablar en ingles. Nos dijo que íbamos a empezar el viaje en el puerto del sur de la isla y que llegaríamos en una hora y media aproximadamente. También nos dijo las paradas principales que íbamos a hacer y los planes para el día, dándonos una descripción por encima. Después repitió la información en otros idiomas, como en alemán, español e italiano. Como todavía era de noche y nos quedaba más de una hora para hacer la primera parada, nos cambiamos de sitio (para que cada una tuviera suficiente espacio) e intentamos dormir un poco. Después de un poco, el guía dijo que íbamos a hacer una pequeña parada al lado de la autovía en una gasolinera, porque si no íbamos a llegar demasiado pronto al puerto. Estaba un poco confusa, porque dijo que habíamos quedado pronto para poder tener un parón de una hora y media, pero esto era España, así que no le di muchas vueltas. Mi amiga y yo nos quedamos en el autobús porque no teníamos ganas de tomarnos un café, así que comimos unas galletas y esperamos a que la parada terminara.

El autobús continuó su camino hasta el puerto y tras cuarenta y cinco minutos en la autovía, llegamos al a ciudad de Los Cristianos, dónde está el puerto. El autobús nos dejo en un pequeño edificio donde podíamos comprar los billetes para el ferry, tomarnos un café o comer algo mientras esperábamos al barco. Teníamos tiempo libre antes de subir al ferry (ya que todavía no había llegado), así que fuimos al aseo y disfrutamos de las vistas del mar. Todavía no había amanecido, así que pronto tendríamos una vista increíble. Al menos era algo bueno de haberse levantado a las cuatro y media de la mañana.

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En el ferry - maravillosas vistas

Cuando llego el ferry bajamos hasta la entrada, donde habíamos quedado con nuestro guía antes de montarnos. Nos dijo que teníamos que coger el ferry nosotros mismos y que quedaríamos en el autobús después de llegar a La Gomera. Como la chica vietnamita y yo fuimos de las primeras personas en montarse al barco, teníamos muchos asientos para escoger. La duración del viaje hasta la otra isla era de una hora y queríamos ver el amanecer, así que nos quedamos en unos asientos que estaban en una terraza exterior con vista al sol. Todavía no había nadie delante de nosotras (y no iba a haber nadie) teníamos la vista perfecta, así que nos sentamos para disfrutar de los primeros rayos de sol. Escuchamos todas las instrucciones de seguridad y toda la información, pero no nos importaba mucho. Eché unas fotos impresionantes de este fenómeno natural y tras eso, cerré los ojos un poco y descansé. Ya sentía que estaba en otro mundo y no estaba pensando en el trabajo, en cuánto tiempo me quedaba aquí o cuánto echaba de menos a mi pareja. Tan solo estábamos el sol, el mar y yo.

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La llegada a La Gomera era tan espectacular como nuestra salida de Los Cristianos: podíamos ver una parte de San Cristóbal de La Gomera y un crucero enorme lleno de personas que se asomaban desde los balcones mientras saludaban y nos miraban, mientras nosotros los mirábamos a ellos. Hacía mucho tiempo que no me montaba en un ferry, así que no sabía mucho de esto, por lo que fue fascinante ver cómo entraba por el pequeño puerto. Cuando terminó de "aparcar", se avisó por megafonía que ya podíamos salir del ferry por las salidas indicadas. Tardamos un poco en salir porque había mucha gente en el barco, pero después de un poco llegamos a tierra firme y echamos a andar siguiendo las indicaciones que el guía nos había dado anteriormente. Encontramos el autobús y tras sentarnos, nos pusimos a esperar a las demás personas del grupo, con curiosidad por este nuevo sitio que todavía no conocíamos.

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