Hispania: un viaje en el tiempo 3/5

La romanización de la Península

En cuanto a la implantación de modelos romanos en la Península, se logró una verdadera latinización, romanización y aculturación (se dio una "imitatio" de la vida romana, su lengua, derecho, religión, cultura, economía y sociedad). Este proceso no fue homogéneo en toda Hispania y se logró mediante la transformación de ciudades, la intervención del ejército y la implantación de instituciones, aunque algunos pueblos nunca fueron enteramente sometidos, como en el norte.

La presencia romana en la Península se puede examinar de muchos modos: la onomástica personal, la epigrafía, las redes viarias para la comunicación y el control fiscal, la religión, la arqueología, etc. La cultura romana en Hispania arraigó fuertemente, como muestran algunas personalidades destacadas en el ámbito literario que son de origen hispano, como Lucano, Séneca, Pomponio Mela, Marcial o Quintiliano.

hispania-viaje-3-a3601ecaf8041483cdf0397Estatua de Séneca en Córdoba, donde nació (Fuente)

La urbanización en Hispania fue muy intensa, aunque también destacan aldeas y "vici" hispanos. Los "hispani" ya contaban con estructuras fenicias, griegas y púnicas: las ciudades tenían un "oppidum", núcleo urbano de la finalmente "civitas", a la cual rodeaba todo un "territorium", formado por "vici" y "agri". La ciudad era el centro administrativo y económico de la comunidad y, a pesar de que no tenían una identidad propia de suficiente peso, gozaban de gran autonomía.

hispania-viaje-3-519f13c4f2d23646f5434fbLas vías de comunicación romanas más importantes (Fuente)

Las ciudades se clasificaban en "civitates", colonias o municipios, siendo estas dos últimas privilegiadas, pues ostentaban un estatuto jurídico y contaban con instituciones que las distinguían del resto. La situación más frecuente en Hispania era la de las "civitates foederatae", es decir, con un pacto o "foedus" con Roma con cláusulas y obligaciones.

La sociedad romana

El sistema social romano se basaba en un conjunto de derechos ("iura") y el derecho romano se extendió a los hispanos con el "ius latii". También existían leyes municipales sobre el comercio, posesión de tierras, etc. Los ciudadanos itálicos contaban con el "ius italicum", que los eximía de pagar impuestos (a fines del siglo III Diocleciano convirtió Italia en una provincia y perdieron este privilegio). Por otro lado, sobresalen los "hospitia" o pactos de hospitalidad entre hispanos y romanos, el patronato y la clientela, donde un protector o "patronus" se vincula con un protegido o "cliens" mediante la "fides" y "devotio".

La estructura social en Hispania tenía forma piramidal, estando en la cúspide la aristocracia senatorial. El número de senadores de origen hispánico aumentó desde los emperadores Flavios (69-96 d.C.), alcanzando su momento álgido a partir de Septimio Severo (193-211 d.C.): parece que ser senador de origen hispánico implicaba riqueza, prestigio y poder.

El siguiente grupo privilegiado es el de los "equites" hispánicos, pues tenían gran capacidad económica, influencia política y consideración social elevada. Estaban por debajo de los senadores, pero por encima de los "decuriones" y "honorati" municipales. En cuanto a los decuriones ("ordo decurionum"), estos eran élites locales que ocupaban magistraturas, cargos religiosos o puestos de la curia municipal.

Por otro lado estaban los grupos no privilegiados: la plebe ("plebs frumentaria"), libertos y esclavos. También eran importantes los extranjeros, que conformaban comunidades peregrinas o indígenas. Otro grupo marginado eran las mujeres, las cuales, sometidas en un mundo patriarcal, sobresalen por su participación en cultos religiosos.

La religión en Hispania

En cuanto al ámbito religioso, en el siglo IV Hispania tendió hacia la cristianización y también se dieron mártires locales, como los niños Justo y Pastor en Complutum, como consecuencia de las persecuciones en Hispania, aunque estas son dudosas. No existen muchos datos sobre la expansión del cristianismo, pero se conoce que muchas familias aristocráticas se convirtieron al cristianismo. Así, las élites se renovaron en el siglo IV d.C.

En este momento destacó el emperador hispano Teodosio, cuya actividad se centró en Cauca, su ciudad natal, donde desarrolló una gran labor política y religiosa. En cuanto a la mujer aristócrata de época teodosiana, algunas hispanas fueron enviadas a Oriente como vehículos de cristianización: "mulieres sacras", "viudae", "matres" o "virgines".


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