¡Adiós, Tenerife!
Diciéndole adiós al mar
Al día siguiente quería relajarme un poco (bueno, se que ya había estado haciéndolo los días anteriores) y disfrutar de mis vacaciones en la piscina, pero también quería ir al centro de la ciudad para ver el mar por última vez pasa así poder "decir adiós" a todo. Solamente quería pasear por Puerto de la Cruz como hice la primera semana, ver todos los lugares en los que había estado con mi gente (mi madre, mi padre, mi novio, mis amigos), y crear una imagen mental para poder recordarlo más tarde cuando echase de menos Tenerife y mi increíble estancia allí. Así que después de desayunar cogí el autobús del hotel para poder bajar hasta el centro; era un autobús pequeño con 15 asientos que le hacía mas fácil a la gente mayor (como yo y mis 20 años) el bajar al centro de Puerto de la Cruz, porque el hotel estaba en la parte alta de la colina, y era un paseo de 30 minutos para bajar, y ni hablar de subir de nuevo. Pero el autobús era como casi todo en aquel hotel, una solución barata. Solo salía 6 veces hacia el centro y 6 veces de vuelta, y encima era demasiado pequeño, así que cuando quería bajar había el doble de gente de la que cabía en el autobús esperando para montar. Los demás tuvieron que esperar otro autobús durante una hora, la otra opción era caminar o pagar un taxi. En un hotel de 4 estrellas yo habría esperado más salidas o un autobús mas grande. Pero era uno de mis últimos días, y como solo iba a usarlo una vez en realidad me daba igual, entré y por una vez fui algo perezosa. Había estado subiendo y bajando aquella colina cada día durante 6 meses, así que por una vez me gustaría que me llevasen.
Empecé por la playa Martiánez, donde me quedé un rato mirando las olas y el increíble paisaje de la costa y las montañas. Me acordé de cuando aterricé aquí con el paracaídas, cuando vi la competición de surf, y todas las veces que vine y me recorrí los 5 minutos desde mi apartamento para ver el mar, pensando sobre la vida y echando de menos a mi novio. Después continué mi camino por la zona de tiendas con todos sus restaurantes, la gente que te invita a entrar, y las piscinas naturales del Lago Martiánez a mi derecha. Me acordé de las veces en las que venía aquí a correr, por la mañana, por la noche; siempre observada por turistas curiosos que me motivaban aún más. Cuando llegué a San Telmo y pude ver el mar de nuevo, recordé los momentos cuando llegué a Puerto de la Cruz, cuando todavía dormía en el hotel que estaba allí, y cuando nadaba en el mar disfrutando del sol y pensando en el interno que estuvo antes que yo. Incluso caminé los 25 minutos que había hasta playa Jardín y me impresionó la vista que había aquel día del Teide, hice las últimas fotos de aquel increíble paisaje y me senté un rato; solo quería disfrutar el momento y grabarlo en mi mente como el último momento real en Tenerife. Todo lo que vendría después sería estrés y ansiedad, pero este momento era solo para mí. Al rato terminé de "despedirme" de aquel lugar y comencé a andar de vuelta al centro de la ciudad. Decidí entrar a mi tienda preferida porque todavía tenía algunos cupones de descuento y me compré otro perfume. ¡Es que en aquella isla eran demasiado baratos! Después de haber encontrado algo para mi madre, para mi padre y para su novia, salí de la tienda y puse rumbo hacia el hotel. Como era a la hora de comer no había autobús (siesta) así que tuve que caminar, y hacía demasiado calor. Pero tenía todo el tiempo del mundo, así que caminé despacio y me recordé a mí misma que sería la última vez que subiría hasta allí.
Cena de despedida
El siguiente día era mi último día real en Tenerife, ya que mi vuelo salía al otro día a la hora de comer. También era el último día de una de las chicas, y como estaba un poco necesitada de atención, creó un grupo de chat de Facebook y pidió que organizásemos una cena de despedida para ella. Yo también quería salir a comer algo, pero no con todo el mundo; había mucha gente de aquel grupo que ni siquiera conocía. Pero como era una buena oportunidad de disfrutar de una última noche sin planear nada, al final pensé que podría ser una buena idea. Después de haber disfrutado la mañana en la piscina, tuve que subir a mi habitación a hacer la maleta. Era básicamente el mismo problema de hace dos semanas cuando tuve que dejar mi apartamento, solo que algo más difícil; ahora había un límite de 25 kilos para mi maleta, solo podía llevar un bolso, una maleta pequeña y una funda de ordenador como equipaje de mano (lo que era más que suficiente cuando tienes que llevarlo encima todo el tiempo). Decidí lo que me pondría para el vuelo y metí el resto (demasiada) de mi ropa en la maleta grande. Después de esto estaba prácticamente llena, y cuando metí los zapatos se llenó. ¡Pero todavía faltaban cosas! Bueno, la mayoría de productos de belleza que llevé del apartamento al hotel se quedarían allí, ya que los había comprado en Tenerife a un precio bastante barato, y estaban o prácticamente vacíos o no merecía llevarlos en mi entonces muy llena maleta. Pero bueno, había cosas como perfumes, maquillaje y medicinas que me tenía que llevar a Alemania, así que comenzaron los juegos logísticos.
Después de un rato (en el que casi me pongo a llorar) acabé de organizar todo, y tiré bastantes más cosas de las que había planeado, pero mi maleta ya pesaba 24, 6 kilos, y todo lo demás lo metí en el equipaje de mano. Estaba contenta de haber acabado la parte más difícil de mi último día, así que disfruté de algo de tiempo libre viendo la televisión en la cama. Todavía no me podía creer que al día siguiente volaría a Alemania, ¡pero era cierto! Me preparé y salí del hotel para quedar con la chica vietnamita e ir al restaurante del centro de la ciudad donde tendría lugar la cena de despedida. Se pasó el día diciéndome lo triste que estaba de que me fuese al día siguiente, y que me echaría de menos y me escribiría todos los días muchos mensajes sobre el trabajo, y a mí me alegró haber encontrado una amiga que me echaría de menos cuando yo volviese a Alemania.
La cena de despedida estuvo bien, porque tuve la ocasión de ver a casi todo el mundo que había conocido durante los seis meses aquí, y pude hablar con ellos; fue una velada divertida. Pero después de un rato quisieron ir a una discoteca, y como yo tenía que levantarme a las 4:30 a. m. decidí despedirme en ese momento. Era una despedida algo rara, ya que exceptuando a la chica vietnamita y otras dos chicas, a nadie le importaba mi despedida, pero estuvo bien; no había tenido demasiado contacto con los demás y odio las despedidas. Como las otras dos chicas también se fueron a la discoteca, la chica vietnamita y yo comenzamos (como de costumbre) nuestro camino hacia las escaleras. Paramos un poco en playa Martiánez, hablamos de nuestro tiempo juntas en la oficina y de las experiencias que vendrían después de Tenerife. Fue una conversación maravillosa, y empecé a ponerme algo triste al pensar que al día siguiente me iba. Pero rápidamente me recordé a mí misma que debería estar feliz por ver a mi familia y a todos de nuevo, y de repente todo estaba bien; lo único que me quedaba eran nervios. Cogimos un taxi hasta el supermercado alemán (como siempre) y finalmente llegó el momento de despedirnos. Fue el adiós más triste de aquella isla, y me di cuenta de que realmente la echaría mucho de menos. Pero como ya he dicho, los nervios de ver a mi padre y a todo el mundo la noche siguiente, eran tan grandes que no pude mantenerme triste mucho tiempo.
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