Paraíso eslovaco, qué nombre tan adecuado...
13 de mayo de 1016
« La leyenda cuenta que 3 500 años a. C, los primeros hombres se establecieron en este decorado de montañas boscosas, dándole el nombre de "paraíso". De hecho, la naturaleza les proporcionaba todo lo necesario para vivir: agua, animales para cazar, frutas, verduras, legumbres». El hombre joven de cabeza afeitada que habla se llama Vladimir. Lo conocí en la estación de Vydrnik, al volver de la excursión que hice de 6 horas y media por el medio de los cañones del llamado adecuadamente: Paraíso eslovaco.
La pepita de oro del cañón
Sin embargo, la excursión al Paraíso podría haberse cancelado. Cuando me levanté a las ocho en el apartamento de Presov, la copiosa lluvia golpeaba los cristales. Este viernes era mi última oportunidad para hacer la excursión. Habiendo dormido solo 6 horas, fui a cahin-caha, a 75 kilómetros al oeste en tren. Espero que la lluvia pare.
En el cañón de Sucha Bela, que tiene la cascada con el acceso más difícil, de unas decenas de metros de alto.
Esto es lo que ocurrirá cuando llegue al borde del parque nacional del Paraíso eslovaco (Slovensky raj), de 20. 000 hectáreas. A pesar de la espesa capa de nubes, el paisaje resulta incluso alegre. Al borde de la carretera, los manzanos están en flor y parecen enrojecer ante semejante pureza. Los caballos pastan la hierba bien cuidada y perlada de agua en los prados a los pies de las Montañas del Paraíso, que nunca sobrepasan los 1. 000 metros. En cuanto al Paraíso, aparece verde como un exuberante jardín y queda envuelto en el recuerdo de la llovizna matutina.
Mi recorrido tendrá forma de rectángulo, subiendo primero el accidentado cañón de Sucha Bela. Aparentemente, según las palabras de un eslovaco de la zona añadidas a un blog, « quien no haya visto el cañón de Sucha Vela, no ha visto el Paraíso eslovaco». Destaca sin lugar a dudas. Consiste en un enredo de pasarelas de madera rudimentaria que pasan por debajo del río, escaleras resbaladizas de color verdoso, sin barandillas que suban varios metros por el acantilado de la catarata... No sé si prefiero caminar sobre rocas empapadas o hundirme en nieve helada, como en Las altas Tatras.
Los dos cañones siguientes (Maly Kysel y Klastorska roklina) siguen un recorrido similar, en el que siempre me muevo por el lecho pedregoso de los arroyos. Con esta prueba, no me cuesta creer que los cañones del Paraíso eslovaco estén entre los más bonitos de Eslovaquia. También son los más limpios. La mayoría han sido clasificados como Reserva natural nacional (Národná prírodná rezervácia), es decir, están en el nivel más alto de protección de la naturaleza del país.
Para que viva la salamandra, es necesario un entorno particularmente limpio y puro, como en el Paraíso eslovaco, donde apenas ha llegado la acción del hombre.
Este es el motivo, sin lugar a dudas, por el que una salamandra llamó mi atención en el Maly Kysel. Sus colores (negra con manchas amarillas) eran tan vivos que al principio pensé que era un juguetito de plástico abandonado. De cerca, el reptil de pocos centímetros era mucho más bonito que el plástico... La podría comparar con una pepita de oro brillando en el borde del transparente arroyo Adamantino: resulta menos denigrante.
De camino hacia el último cañón, el del río Hornard, más ancho, un esbelto castor huyó en cuanto me acerqué. Lo único que conseguí fue una foto borrosa. ¿Y cuántos caracoles de Borgoña me acompañaron a lo largo de la excursión? ¿Y cuál es el efecto de caminar sobre un mosaico de pasarelas metálicas colgadas a ras de la pared, donde a veces tienes que torcer el torso, con el río corriendo bajo tus pies?
La sensación de estar solo en el mundo, como un explorador en estos cañones donde la vegetación se entrecruza en un brillante mezcolanza, es una rara experiencia en un mundo cada vez más afectado por la acción del hombre. Seguro que los cartujos, que construyeron un monasterio en una meseta del paraíso eslovaco en el siglo XIII, se sentirían como en casa actualmente, en este santuario.
Vladimir, el "tío" hippie
Tras volver del placer visual que supuso la excursión, hablé con Vladimir en la estación de Vydrnik. Primero se dirigió a mí en eslovaco: "Creía que eras polaco"—se justifica—. De hecho, un eslovaco y un polaco pueden llegar a entenderse al tener las dos lenguas la misma raíz (son lenguas eslavas).
Tenía las manos en los bolsillos y andaba como meciéndose, Vladimir es lo que diríamos un hippie. Si los sureños acaban sus frases con un "imbécil", Vladimir lo hace con "tío".
Tanto en el pasado como en el presente, Vladimir es un poco pesimista sobre la situación de su país. "El comunismo no daba la libertad, todo estaba censurado. El dinero solo iba a la nomenclatura. Ahora toda la pasta va a la capital y al oeste, bien integrado en la economía del mercado y de Europa. El resto del país se queda con las sobras".
Lo que no quiere decir que no desprecie a la Unión Europea. "Europa nos trae inmigrantes que nos quitan el trabajo, las riquezas que podrían satisfacer a los que tienen la nacionalidad eslovaca. Además, contaminan la belleza de nuestras mujeres. Al encerrarnos durante la época soviética, tuvimos la ventaja de preservar a la juventud mestiza. ¡Mira cómo están nuestras chicas! Espera un momento, ¡te encuentro una en dos segundos! " Unos segundos más tarde, una esbelta adolescente rubia y de rasgos espectaculares sube por la estación. "¡Mira, detrás de ti! "—me dice bajando la voz—.
Los eslovacos, digámoslo, son mayoritariamente (80% según France 2) hostiles a acoger inmigrantes. El pasado marzo, en las últimas elecciones legislativas, hicieron entrar por primera vez al Parlamento a 14 diputados del partido de extrema derecha "Nuestra Eslovaquia". Un jefe de estación que conocí hace algunas semanas, decía sin vergüenza que: "Todos los musulmanes son terroristas". Menos mal que hay gente como Simi, una estudiante de Presov (por relativizar): " No, no todos los musulmanes son terroristas. Hay que saber distinguir a los radicales de los musulmanes pacíficos, que practican su religión al igual que los católicos".
"El paraíso está en la tierra, no en el cielo"
En su esbozo sobre Eslovaquia, Vladimir arremete contra la religión: "Ah, la religión, ¡solo los cobardes creen en Dios! Dios, Dios, ¡nadie lo ha visto nunca! ¿De qué tiene miedo la gente? ¿De la muerte? ¿De ser juzgado en vida? Es absurdo reflexionar todavía sobre esto en un mundo desarrollado y civilizado como el nuestro. ¡La Iglesia debería desmoronarse ahora y Eslovaquia sigue llena de devotos! "
Le hago saber que en Francia el catolicismo a perdido mucha influencia por la mentalidad y que las iglesias se vacían. Él se felicita: "Los franceses no sois tan listos como los eslovacos. Estoy en la Tierra. El paraíso, como el que tenemos delante, está en la Tierra. ¡Yo no tengo miedo, tío! ", termina con orgullo.
Nuestros trenes se despiden. El suyo va al este, hacia Kosice. El mío al oeste, hacia Poprad.
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