Bojnice: romanticismo y tristeza - un fin de semana de castillos (1/2)
2 de abril de 2016
Este fin de semana representa la forma en la que suelo viajar por Eslovaquia. Por un lado están las excursiones que organizan el ESN y la asociación Erasmus de la universidad de Presov, que por un precio ridículo vamos todos los estudiantes extranjeros juntos. Por otro lado están los viajes que me planifico yo, me dan venazos y me voy a evadirme de todo yo solo.
El ESN organizó el sábado una visita al castillo de Bojnice y el domingo me planifiqué yo una visita al castillo de Spis. Estos dos castillos, junto al castillo de Orava, son los más bonitos de toda Eslovaquia. Aquella mañana de abril bañada por el sol le daba a ese fin de semana un aire de verano.
Día 1
Esa mañana se respiraba un ambiente de nerviosismo por descubrir cosas nuevas, lo normal cuando te vas de viaje. Llegué a la universidad antes de las ocho, así que mientras esperábamos a los tardones de siempre Dominica me invitó a ir con ella a la puerta de la residencia mientras se fumaba su cigarrillo. Media hora más tarde de lo pactado al fin salió el autobús en dirección Bojnice. Esta vez no era un minibus como cuando nos fuimos de viaje a Cracovia, sino un autobús turístico, atención a esto, de cuatro estrellas según el ministerio de turismo francés. Pero no pagamos más por eso, tan solo pagamos dos euros por persona para todo el día.
Tramos de autovías eslovacas
Además el castillo de Bojnice no estaba en las afueras de Presov como creíamos, donde estudio yo. El trayecto era de unas 3 horas y media para recorrer 250 kilómetros. Vlado se quejaba y tenía razón, la culpa era del presidente de la ESN y vecino de asiento, que había elegido una autovía que estaba a trozos.
Me enseñó el mapa en el móvil y parecía que las carreteras estaban a trozos, como si las partes que faltaban nunca hubieran estado ahí. "Somos el único país al que le pasa esto", dijo Vlado indignado, "¡Si vas a Eslovenia, Hungría o a la República Checa la autovía está entera y la tienen lista enseguida! ". No tenía ni nombre lo que pasaba allí. Tan solo podía ponerse a hacer gestos al aire para mostrar su indignación.
"Hay partes que llevan ya años en obras" siguió hablando. Las obras cambian con cada elección general que se hace en el país. Todos los candidatos prometen siempre acabar con las obras. Pero cuando salen elegidos al final no hacen nada. Bueno, para que no podamos decir que no han hecho nada como mucho abren un tramo de 5 o 10 kilómetros. "¡Llevan ya así veinte años! " Le preguntamos que por qué y nos dijo: "A veces es porque no hay dinero, ¡pero es por la corrupción! Y ni siquiera Europa, que normalmente financia la construcción de autovías, ha intentado ponerle solución al problema.
Cogió con rabia el móvil y se puso a explicarme cómo sería el viaje: "La primera mitad del trayecto no estaba mal. Cogeríamos esa carretera 20 kilómetros y luego nos tendríamos que salir para volver a cogerla 5 kilómetros después y luego volver a salir... ".
Y así durante tres horas nos íbamos a recorrer dos tercios del país.
¡Hola romanticismo!
Vistas del castillo, su estilo romántico se debe a su última restauración que se llevó a cabo entre los años 1888 y 1910 a manos de Jan Palffy.
Unos minutos antes de llegar Vlado me hizo levantar la mirada del libro y me dijo: "¡Mira es el castillo de Bojnice! " De lejos se veía la silueta sobresalir en la ciudad, parecía sacado de un libro de cuento de hadas. Cuando estábamos ya cerca pudimos apreciar las torres de tejados cónicos de cobre oxidado, las almenas y las ménsulas esculpidas a la perfección de color marrón; un marrón como el de los colores que usábamos de pequeños para pintar.
Una vez allí, al bajar del autobús nos dimos cuenta de otra cosa que tenía que ver con la decoración tan impresionante de aquel castillo. El camino que se abría a través de los árboles que aún no habían echado hojas, además de rodear el castillo también pasaba a lo largo de tiendas de regalos, restaurantes, puestos de helados, etc. Al igual que el Wieliczka, el Bojnice parecía estar hecho para turistas y tenía también un parking para los autobuses. A mediodía vi a unos chinos y era la primera vez que veía chinos en Eslovaquia. Como dato, Bojnice es uno de los monumentos más visitados a nivel nacional.
Nuestra guía era bajita y llevaba una capa negra, era la llave maestra que nos enseñaría un tercio de las 250 estancias que tenía aquel castillo.
Esas estancias tan suntuosas tenían un aire sencillo pero a la vez glamuroso. Ninguna me dejó indiferente. Siempre existía un equilibrio entre el revestimiento de los muros y el mobiliario que nos dejaba sin habla. Podíamos encontrar cómodas de madera barnizadas, mesas con piedras preciosas incrustadas y lámparas de araña o cuadros de Luis XVI o María Antoñeta. También había excepciones como el sobrecargado salón oriental, la capilla barroca, la sala dorada que estaba decorada con un techo de pino dorado y 183 cabezas de ángeles que te miran fijamente.
El ala de los dormitorios tenía unas escaleras gigantescas del siglo XIX y tenía el mismo plano. Aquí la guía nos explicó que el castillo pasó por tres momentos clave antes de llegar a quedarse tal y como está ahora. Antes de adquirir el encanto que tiene hoy día. En el siglo XII era de estilo gótico. En el siglo XVI se reconstruyó con un estilo renacentista. Entre los años 1888 y 1910 se reconstruyó de nuevo con un estilo neo-gótico y por último acabó siendo de estilo romántico, tanto por la arquitectura como por la historia.
A finales del siglo XIX, hace más de doscientos años, el castillo pertenecía a la adinerada familia húngara Palffy. Jan Frantisek fue el último conde de Bojnice. Era un amante de los viajes y al final acabó enamorándose de una condesa en Francia. Por esto decidió convertir su castillo en una joya como el del Loira o el de Tirol. Creía que una simple sortija no era lo suficientemente grande para conquistar a su dulcinea. "Cada cosa a su tiempo" era el lema de su dinastía, así que se tomó su tiempo para renovarlo y ponerlo precioso. Le llevó veintidós años. ¡Fue peor que las autovías eslovacas!
Pero durante todos esos años su frívola amada se fue con otro hombre y él murió dos años antes de que acabaran las obras. En 1939 sus herederos lejanos no se quisieron hacer cargo y le vendieron el castillo a Bata, una firma de zapatos. En 1945 el gobierno comunista se lo confiscó y en 1950 se incendió. Para volver a ponerlo en venta el gobierno decidió restaurarlo y honrar la última voluntad de Palffy: que el museo se convirtiera en un museo.
Esta es la tumba de mármol rojo de Jan Palffy, que falleció en 1908 antes de que que acabaran las obras que él mismo empezó.
Al bajar del torreón desde se veía la ciudad de Bojnice salimos afuera a entrar en calor ya que la piedra del castillo guardaba mucho el frío. Después fuimos a la capilla, donde yacía Palffy en un sarcófago increíble de mármol rojo. ¡La piedra angular que había en el centro pesaba siete toneladas! Por último acabamos la visita al sarcófago en el pozo que encontraron dentro de una cueva en 1950, donde metí la cabeza.
¡Hola tristeza!
Cuando desayunamos en el restaurante con los eslavos (era el único estudiante extranjero que quiso unirse a ellos) el cielo empezó a volverse blanco y azul.
El horizonte se tornó entero de blanco cuando llegó la hora de la visita al zoo que había al lado del castillo. Nos quedaba una hora para irnos. Pensaba que iríamos muy justos pero visto lo visto tal y como estaba el zoo sería suficiente. Aún así era el más grande del país. Aunque bueno, en realidad Eslovaquia es del mismo tamaño que una de las antiguas regiones de Francia.
Este es uno de los dos elefantes del zoo de Bojnice, el zoo más importante de Eslovaquia.
Desde la valla podía ver cómo les pesaban los años por la cara inexpresiva que tenían los animales de ese zoo, que era el más antiguo del país. ¿Qué estarían pensando esas águilas, esos loros y esas cotorras mientras estaban ahí encerrados? Estarían pensando en "abrid la jaula de los pájaros" como dice la canción de Pierre Perret. ¿Y qué pensarían los elefantes mientras se comían la paja con la trompa en esos recintos tan pequeños en comparación con la sabana africana? ¿Que les lleven de vuelta a su país? ¿Y esa cierva que me mira fijamente? La cierva junto con los ciervos, los gamos y los lobos son los que salen mejor parados porque tienen recintos más amplios.
Conforme seguía caminando me iba dando cuenta de que muchos de los recintos estaban vacíos (o eso parecía). No vi ni lobos ni ciervos ni osos o leones. Los animales eran muy silenciosos en comparación con las familias o con los niños pequeños que se tiran todo el rato riéndose, o de los puestos de los chismes esos de plástico de colorines. Me dio la impresión de que las cebras, los dromedarios y el muflón preferían quedarse lejos de los visitantes. Los ciervos por ejemplo nos seguían con la mirada.
Desde lo alto del zoo de Bojnice había unas vistas increíbles al castillo. Lo que más me sorprendió fue lo mucho que le favorecía a la residencia de Palffy un día gris más que un rayo de sol ya que sus tonos marrones y verdes pálidos se confundían con la atmósfera.
Me subí al autobús de vuelta algo adormilado, no sabría decir si la visita al zoo me había gustado o me había decepcionado. ¿Cómo podía saber si esos animales, tal y como me parecía a mi, estaban tristes allí? ¿Acaso el día sombrío me había aplacado los ánimos? Lo único que sabía era que estaba mucho más de capa caída que cuando llegué. Pero por suerte el sol volvió aparecer una última vez mientras estábamos de camino al este, hacia los Tatras nevados.
Sobre las 19:00 pude ver a mi derecha un castillo situado en lo alto de un promontorio bastante imponente, aunque estaba en ruinas. Era el castillo de Spis, el que vería mañana.
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