Baños
Una llegada a lo desconocido.
Venía viajando por alrededor de 4 horas, tomé el autobús desde Quito por ahí de las 6 o 7 pm por lo que estuve bajándome del autobús en la ciudad de Baños de Agua Santa como a las 10 u 11 pm, a estas alturas no sé si lo que hice fue algo imprudente o la mejor opción del momento, como todo buen latinoamericano me encontraba en una situación de desconfianza hacia todo y todos (no nos culpen, es el contexto en el que vivimos día a día lo que nos ha “curtido” de esta manera, problemas del tercer mundo diría yo), no conocía el lugar, no sabía que tan seguro podía llegar a ser, no tenía hostal, hotel o nada similar reservado para pasar la noche y no conocía absolutamente a nadie y sin embargo, ahí estaba yo, tomando mi mochila de las compuertas inferiores del autobús preguntándome al mismo tiempo cual sería mi plan de acción, volteé a analizar la estación y asimilar si podía servir como mi morada tan solo por esa noche, estaba desolada, sin muchos lugares que sirvieran como cama de emergencia y además había muy poca iluminación, sin duda pasar la noche ahí no era opción, de pronto un hombre se me acerca y probablemente observó mi desorientación y quiso aprovecharse de ella, me ofreció un cuarto en su hotel que ventajosamente se encontraba casi cruzando la calle. - ¿En cuánto me deja la noche? - le pregunté. No recuerdo muy bien si me dijo 12 o 14 dólares por una cama matrimonial en una habitación individual, afortunadamente había platicado con varios viajeros que habían visitado el lugar y me contaban que pagaron cerca de 7 dólares en un hostal, con esa información en la cabeza le comenté al señor que iba a seguir buscando porque buscaba algo en ese precio, ya era tarde y supongo que supo que ya no se le iba a llenar la habitación por lo que al final negociamos 9 dólares por la habitación. En realidad, creo que hasta la fecha me pareció una ganga, tuve un baño para mí solo, televisión, y pagué lo que en algunos hostales era una recámara compartida (si saben de precios aún más baratos ahórrense el comentario y tan solo déjenme seguir creyendo en mi sueño de ser un gran negociante).
Al día siguiente me desperté temprano (como a las ocho de la mañana) para desayunar y emprender mi viaje a uno de mis destinos principales de Ecuador, el columpio del fin del mundo, le dediqué anteriormente toda una publicación a este famoso lugar por lo que me saltaré la parte en la que subí al cerro, llegué a la casa del árbol y me subí al columpio para continuar en el trayecto posterior a mi aventurera bajada.
Como lo menciono en esa publicación, sufrí de un tremendo accidente al momento de la bajada, se enchuecó el asiento de la bicicleta y lo primero que tuve que hacer era buscar una forma para arreglar mi infortunio, fui caminando por la calle buscando un lugar para arreglar la bicicleta, la había rentado todo el día por 9 dólares y temía que después me la quisieran cobrar como nueva, Baños es un pueblo muy pequeño por lo que resulta difícil encontrar muchas cosas y al analizar la bicicleta me di cuenta que únicamente hacia uso de una llave allen para ajustar un poco el asiento, fui a una casa preguntando por esta herramienta pensando que casi cualquier persona pudiera tenerla dentro de su caja de herramientas, en una de las casas un señor demasiado amable me pregunto para que era la llave y se dio a la tarea de analizar la bicicleta, después de unos cuantos segundos o lo que parecían para mi horas, acostó la bicicleta con las llantas hacia arriba, colocó su pie sobre lo que era la parte inferior del asiento y con un simple movimiento *clack* ya había arreglado la bicicleta, -Solo estaba medio desacomodada- me dijo, con una sonrisa en la cara. Me vino a salvar el día, mi temor por tener que regresar al hotel y pasear solo por el pueblo se había desvanecido en un simple instante, ahora tan solo quedaba ir en camino al Pailón del diablo.
De camino a la cascáda.
Una de las comunes rutas o actividades que hacen los extranjeros en la ciudad es la de rentar una bicicleta, irse hasta la cascada del Pailón del diablo y posteriormente regresarse, en algunos momentos el camino es por la carretera y puede causar una cierta desconfianza o temor, en realidad los conductores están ya bastante acostumbrados a toparse con ciclistas por esos rumbos y yo no escuché de algún accidente relacionado con esa actividad, además en un punto el gobierno construyó un camino exclusivamente para el pailón por lo que el trayecto se convierte en algo más tranquilo y seguro, a lo largo del recorrido puedes ir observando del lado derecho un bonito panorama del río, una que otra cascada y actividades extremas como tirolesa o gente caminando en un ligero puente que cruza un río a lo que es digamos unos cuatro o cinco kilómetros; creo que está por demás decir que todas estas actividades tienen un costo.
No recuerdo completamente si fue cerca de una hora o más pedaleando en la bicicleta para llegar a la cascada, sé que las indicaciones no estaban muy claras y que en realidad hay dos especies de “entradas” a la misma, lo que quiere decir que en ambos lugares debes pagar, pero tan solo uno tiene el camino que te lleva prácticamente a la caída del agua, el otro acceso es para observar la cascada desde la parte de arriba.
En la imágen: Una de las partes del recorrido en donde ya no es carretera y puedes ir contemplando el hermoso paisaje.
Una vez en el lugar.
En la imagen: Una vista del Pailón del Diablo desde uno de los puentes que cruzan el río.
El pailón de diablo es una impresionante caída natural del Río Verde, es un salto de un centenar de metros de altura que, por lo cerrado del espacio genera una impresionante paisaje de neblina, vapor y espuma por doquier, el primer acceso que mencioné te lleva a lo que son una escalinata con partes un poco complicadas de acceder y en las que tienes que casi gatear para atravesarlas, es un pequeño reto que para cualquier persona con habilidad motora puede atravesar, el aviso es para que no consideren llevar a la abuela al recorrido, sin embargo, también hay un puente de concreto que atraviesa el río pasada ya la caída de agua por la que se puede apreciar el poderío de ésta, la escalinata ya antes mencionada te lleva hasta un punto en donde te encuentras literalmente detrás de la cascada, permítanme explicar con más detalle y detenimiento para quedar completamente claros, en muchos de los casos, las cascadas por la fuerza que llevan y la topografía del terreno se “despegan” de la montaña al momento de caer, dejando una separación entre el agua y la pared de rocas, pues un grupo de personas lo que hicieron fue construir el camino tallado en la montaña para llegar a una especie de “mirador” en donde puedes apreciar y sentir la caída del agua, es un lugar en donde prácticamente vas a salir empapado (si es que no te has mojado ya con la brisa durante la escalinata), yo tenía la ventaja de llevarme una chamarra impermeable que me fue de ayuda a lo largo de todo mi viaje, pero mi pantalón y mis zapatos no pudieron correr con la misma suerte.
En la imágen: fotografía tomada desde prácticamente el mirador que mecionaba donde se aprecia una parte de la escalinata, al lado derecho izquierdo de la chica de rosa se encuentra la parte en donde te adentras a la parte más complicada y truculenta del camino.
En lo personal la experiencia es entretenida, agradable, pero no lo consideraría como la experiencia de vida, les voy a explicar el por qué, el recorrido en bicicleta, la falta de señalizaciones y el camino entre vegetación para llegar a la escalinata te mentalizan para encontrarte como con algo más natural, no tan construido, el llegar a la caída de agua y estar en una plataforma construida tan cerca que sirve más para mojarte que para en sí apreciar la cascada me causó una especie de decepción, escuche en más de una ocasión que el recorrido se prestaba para llegar y poder descansar en el río, nadar para relajar los músculos y contemplar el poder del agua, claro que si te adentras un poco al bosque y te sales del camino inicial puedes llegar al río pero al menos la parte que yo vi, o cuando yo fui no invitaba tanto al visitante a meterse, una sensación de peligro me hiso pensar dos veces el meterme.
En la imágen: El río que continúa de la cascada, se ve que la corriente es relativamente fuerte.
La segunda entrada que mencioné es para observar la cascada desde un puente desde arriba, digamos que cruzas este puente y al ver abajo contemplas el pailón del diablo, de ésta no puedo brindar mucha información porque parece que trabajan como dos “compañías” diversas y ambas partes no están conectadas, así que si quieres tener ambas vistas deberás pagar dos veces, un dólar me parece que costaba.
Una vez el haber descansado del recorrido me dispuse junto con dos argentinas que conocí en el momento, a ir de regreso por la bicicleta, tras hacer un recuento mental de los kilómetros que había recorrido para llegar finalmente ahí, opté por pagar a una de las diversas camionetas que se disponen a regresar a los turistas al poblado de Baños, nuevamente no recuerdo el precio pero si no mal me equivoco, rondaba los 2.5 o 3 dólares, pensándolo bien quizá el acceso al Pailón del Diablo costaba más (si cuentan con esta información por favor sáquenme de la duda).
El camión que nos transportó era de esos de carga con caja ya adaptados con asientos para transportar a cerca de unas ocho personas con sus respectivas bicicletas, nos dejó cerca de la plaza principal y cada pasajero optó posteriormente por seguir su respectivo camino, yo me dirigí a mi cuarto de hotel para aclarar mi mente, comer algo y pensar en el plan de la noche.
Cuando el presupuesto te dicta las actividades a realizar.
Había escuchado que el hacer “Ponting”, o aventarse de un puente con una cuerda bungee, era relativamente barato, con el solo hecho de pensar en aventarme me entraban los nervios, pero es una de las actividades que entran dentro de mi “bucket list” había pensado que si el precio no excedía los quince dólares podía hacerlo en ese mismo momento o en la mañana del siguiente día, después del regateo el mínimo precio final había quedado en 18 dólares, si tomaba el precio y lo comparaba con lo que cuesta en México era prácticamente una ganga, pero una ganga que aún así no podía aprovechar, quien sabe quizá al final mi nerviosismo interior me llevó a echarme para atrás pero sé que en la siguiente ocasión aprovecharé la oferta, terminé cenando un platillo disque típico del lugar, era una combinación de cueritos de cerdo, plátano macho, cebolla, y algunas leguminosas de ahí que juntos eran una combinación simplemente deliciosa. Como suele ser mi costumbre, platiqué un poco con la señora de la comida y le preguntaba su visión del país, las condiciones de trabajo, de vida, y todas esas cosas relativamente comunes para adentrarse cada vez más al país.
En la imágen: Mi exquisita cena del día.
Eran casi las ocho de la noche, ya había oscurecido, ya había cenado, ya había pasado por mi habitación y tenía las energías suficientes como para ir al último de los puntos turísticos de Baños, y lo que prácticamente le da el nombre al poblado, los baños de aguas termales.
Las piscinas de la Virgen.
A los pies de unas cascada que porta agua del volcán Tungurahua construyeron una serie de piscinas con distintas temperaturas de agua, recomiendan que para un relajamiento total alternes del agua caliente al agua fría, inclusive hay un pequeño jacuzzi en el que parece que si estas más de cinco minutos estarías suficientemente cocinado como para acompañar una deliciosa ensalada, uno de los principales inconvenientes que le vi al lugar fue que los bajos precios (tres dólares en el horario nocturno) invitan a que mucha gente asista por lo que suele estar atiborrado y probablemente desagradable e incómodo para más de uno, yo tuve que ser resiliente y adecuarme a la situación por lo que no me quedó más que disfrutar, me quedé hasta que cerró, conversé con un grupo de extranjeros y posteriormente con una local que resultó era la hija de un guía que conocí en “el columpio del fin del mundo”, sin duda Baños es un pequeño pueblito.
Y fue así como acabó mi estancia en el poblado, regresé a mi hotel esa noche, descansé y alisté todas mis cosas para partir al día siguiente a otra de las grandes ciudades de Ecuador y quizá más de mi preferencia que Quito, y estoy hablando de Santa Ana de los Ríos de Cuenca, o mejor conocida simplemente como Cuenca a secas.
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