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Mi hijo Pietro: de Erasmus con tan solo 3 años


¡Hola!

En este artículo voy a hablar de la experiencia "Erasmus" de mi hijo Pietro, ¡con solo 3 años! Antes de ello, voy a contarte cómo ha aprendido portugués, así como su corta pero emocionante vida.

Pues bien, mi hijo fue concebido en mayo de 2011, en Brasil; concretamente en una casa de playa de Barra da Lagoa, Florianópolois, donde fui a terminar tercero de Mediación Lingüística para la Gestión de Empresa, al mismo tiempo que aprendía portugués. El 11 de febrero de 2012, un año después de haber salido de Italia, nació Pietro, ya en Perugia, durante una nevada. Pensé que sería bueno que aprendiera otra lengua en sus primeros años, por lo que le solía poner canciones en otros idiomas para que fuera haciendo oído. Le ponía las mismas canciones una y otra vez, y poco a poco las iba reconociendo. Como en el colegio aprendería inglés, decidí hablarle en portugués todos los días: durante el baño, y sobre todo de noche, leyéndole cuentos. Cuando comenzó a ver dibujos animados, a menudo se los ponía en portugués y en inglés.

Con solo 2 meses ya se montó en su primer avión, rumbo Portugal. Tras visitar Oporto, fuimos a Lisboa. Allí nos quedamos en casa de una famosa escritora, Luísa Costa Gomes, sobre la que estaba haciendo mi trabajo de fin de carrera; con 9 meses, me acompañó una semana a Londres y otra a Praga; con 14 meses, me lo llevé a Egipto; un mes después, con 15 meses, empezó a decir sus primeras palabras, algunas en inglés (bye, bye y thank you) y otras muchas en portugués (bola, carro, bombeiro, cozinheiro, carteiro, homem aranha... ).

Ya con 2 años, visitamos Roma, Palma de Mallorca, Marsella y Savona, escalas de nuestro crucero por el Mediterráneo. Por entonces, ya iba a la guardería, donde le pagaba un suplemento mensual para que diera 1 hora de inglés a la semana. Poco después, volvimos a recorrer el Mediterráneo en crucero, haciendo escala en Bari, Corfú, Miconos, Santorini, Dubrovnik y Trieste. También lo he llevado a conocer Varsovia, Oslo, Bergen, Estocolmo, París, Turku, Helsinki, Tampere y Romanievi, la ciudad de Papá Noel.

Finalmente, en agosto de 2015, con 3 años y medio, se vino conmigo a Portugal, esta vez sí, de Erasmus. En esta ocasión, solo serían 5 meses de estancia, pero conseguí alargar mi estancia otros 5 meses.

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Pasamos una semana de vacaciones en Lisboa, en casa de una vieja amiga. Durante unos días, Pietro pasó un par de días sin abrir el pico. Es algo normal para alguien que aprende una segunda lengua. Se trata solo de una fase que precede a la producción oral. Podríamos decir que es un periodo de reflexión en el que se analiza la semántica, la pragmática y la fonía para luego interactuar con aquello que se ha ido aprendiendo.

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Al principio yo le hacía de intérprete, pero él desde pequeño ya tenía la necesidad de comunicarse por sí mismo, lo que le llevó a poner en práctica sus conocimientos muy temprano; lo que hacen las ganas de jugar con otros niños de la playa, ¿eh? Pietro se presentaba con un "Olá! Como te chamas? ", y cuando le preguntaban, respondía con un "Eu me chamo Pedro", muy similar al "io mi chiamo Pietro" del italiano. Mi peque lo hacía de forma automática, sin percatarse de que lo correcto en las frases afirmativas del portugués es poner el pronombre detrás del verbo, no antes. Pero bueno, con el tiempo lo fue remediando y ahora lo hace muy bien. Por el contrario, en las freses negativas subordinadas e interrogativas, el pronombre va delante del verbo, como en italiano. ¡El tío las clavaba!

Para comunicarse, recurría a los enunciados breves, siguiendo una gramática básica y echando mano de pocas palabras clave. Se apoyaba mucho en la deixis para indicar objetos y situaciones, ayudándose con el lenguaje corporal. A la hora de comunicarse con nativos, necesitaba de la colaboración de estos, quienes respondían positivamente. No tardó mucho en inventarse palabras uniendo ambas lenguas; utilizaba las raíces italianas y les añadía la terminación -os tan característica del portugués. El angelito no había aún asimilado que se trata de la desinencia del masculino plural. Para que te quede más claro, estas son algunas de las palabras que ideaba: “nonnos” (para decir avô (abuelo), partiendo del italiano nonno); “vestitos” (para decir roupas (ropa en plural), partiendo del italiano vestiti); “libros” (para decir livro, (libro), partiendo del italiano libro); “secchiellos” (para decir balde (cubo), partiendo del italiano secchiello); “scudos” (para decir escudo (escudo), del italiano scudo).

Primero aprendió a concordar el número y después el género. Más tarde, la concordancia del nombre con los artículos, los adjetivos y los participios.

Luego, no tardó en distinguir las formas masculina y femenina, aunque siguió creando palabras, como "stellas" (para decir estrelas (estrellas), partiendo del italiano stelle); “spadas” (para decir espada (espada), partiendo del italiano spade; “maglias” (para decir t-shirt (camiseta), partiendo del italiano maglietta)...

Con algunos pronombres posesivos también tuvo sus dificultades a causa de la interferencia del italiano: decía “tuo”, como en italiano, en vez de teu (tu); “mia”, en lugar de minha (mi); “tuoos” y “mias”, en vez de teus (tus) y minhas (mis)...

Otro error morfológico derivado de la interferencia lingüística que le he encontrado en su expresión oral, desde un principio, es la mala conjugación de los verbos. Por ejemplo, mete la pata en la primera persona del plural por culpa del morfema italiano -iamo: “brinchiamo”, en lugar de “brincamos” (jugamos), “faliamo” en vez de “falamos” (hablamos); también patina en la formación del futuro próximo con los verbos en infinitivo: dice “vou mangiar”, y no “vou comer” (del infinitivo italiano mangiare; voy a comer), o “vamos scoprir”, en lugar de “vamos descobrir” (del infinitivo italiano scoprire; vamos a descubrir).

Lo primero que aprendió del sistema verbal, fue la segunda y la tercera persona del presente de indicativo, además del infinitivo. Con el tiempo ha ido absorbiendo formas de los verbos en pasado y la formación del participio, sin coordinación, como el imperfecto y los auxiliares.

En Portugal, mientras yo iba a la Universidad de Coímbra, Pietro se quedaba en O Pátio, una escuela infantil más que una guardería. Estaba muy cerca de casa, me habían hablado muy bien ella. De hecho, mi hijo, pese a que yo quería que se fuese adaptando poco a poco, me pidió "restare fino a quando non chega a mãe di Martim e Simão" (quedarse hasta que llegase la madre de Matim y Simão); vamos, hasta las 18:30, tarde. Se pasaba unas 9 horas rodeado de niños y maestras que solo hablaban portugués, por lo que podrás imaginarte que si en solo 3 días, ya canturreaba en portugués, en una semana me enseñaba palabras y expresiones que ni yo conocía. Por ejemplo: asneiras (tonterías); bibe (babi); rebuçado (caramelo); átalo, (atajo); saltar a pé-coxinho, (saltar a la pata coja)...

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Estaba tan contenta de que le fuera tan bien con sus compañeros de clase... ¡Iba encantado a la escuela! Las profesoras eran muy buenas y estaban muy preparadas. ¡Hacían un montón de actividades! Durante el curso, se han llevado a los niños de excursión fuera de la ciudad, han organizado un precioso espectáculo de Navidad... Mi Pietro participó como uno más. ¡Qué emoción! Te dejo por aquí las fotos de la representación. Mi peque iba de pastorcillo.

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En cuanto a mí, comiendo durante el curso en los restaurantes y las cantinas de la universidad, me he ido adaptando a las costumbres locales. La comida típica se compone de una sopa, de legumbres, verduras, pollo, etc., acompañada de algún entremés; o bien de un plato de arroz blanco con carne, pescado, huevos, patatas o ensalada como guarnición.

Yo misma me he preparado algunos platos tradicionales de la cocina portuguesa en casa. Los que más le gustan a Pietro son la couve portuguesa, el bacalhau com nata, el porco à alentejana, el cozido à portuguesa y las feijoadas.

Nuestros tentempiés favoritos son las tostas mistas, las torradas, los pastéis de nata, los queques, los bolos de arroz, los brigadeiros y las hóstias conventuais.

Aprovechando nuestra estancia en Portugal, hemos visitado todo el distrito de Coímbra y otras muchas localidades: Lisboa, Setúbal, la península de Troia, la isla de São Miguel, Aveiro, Oporto, e incluso Salamanca (España). En la siguiente foto nos verás a mi hijo y a mí en la estación de tren de Coímbra. ¡Mi hijo estaba pletórico con su maleta!

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Nos divertimos tantísimo juntos en esos 10 meses... Por la mañana, cada uno iba a su "cole", por la tarde añ parque, a estudiar y jugar, y por la noche salíamos por ahí.

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En esta foto parece un segurata, ¿verdad? Nos acababan de prohibir la entrada a un local por ser solo para mayores de 18 años. Y claro, Pietro se pilló un rebote...

Pero bueno, pocos pueden presumir de haber participado en las dos fiestas universitarias más famosas de Portugal: la Latada y la Queima das Fitas.

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Mi hijo es el caso más común de bilingüismo: un niño que crece en un entorno monolingüe y que a los pocos años se adapta a una nueva cultura y una nueva lengua de una forma natural.

Siendo el italiano su lengua nativa, ha sabido asimilar muy bien el portugués. Podría hablarse de un aprendizaje funcional que responde a las necesidades de la comunicación inmediata en las situaciones cotidianas de la vida. Así, las primeras expresiones que utilizó le permitían comunicarse con la gente de su edad, centrándose en la función semántica y no en las características morfosintácticas.

El modo en el que ha aprendido portugués es similar a como lo hace un nativo, aunque el esfuerzo intelectual en su caso sea mayor. En algunas ocasiones, la lengua materna sirve de apoyo. Sin embargo, no aprenden una lengua de la misma manera los niños que los adultos. Cuando menos dependes de tu lengua nativa, mejor asimilar la segunda lengua. En el caso de mi hijo, el juego fue un factor muy importante para el aprendizaje del portugués.

Siempre me decía que le tradujera lo que decía la gente y me preguntaba el nombre de los objetos que no sabía en portugués. Pobrete mío, muchas veces ha caído en la trampa de los falsos amigos. Por ejemplo, me decía oxo (violeta) en lugar de vermelho (rojo; rosso en italiano); ólio (una enorme araña africana) en vez de diazeite (aceite; olio en italiano); reparar (darse cuenta de) y no consertar (arreglar; riparare en italiano); pasta (maletín), en lugar de massa (masa u hojaldre; pasta en italiano). Recuerdo que un día fuimos a una granja con un amigo portugués. Este le dijo a mi hijo: "Este è um burro”. Mi amigo se refería al animal, pero "burro" en italiano significa "mantequilla". Claro, mi hijo, atónito, me dijo: “Mamma ma che dice João? ". Otra mañana, una amiga me dijo “Vou numa palestra”, y va Pietro y suelta: “Eu também quero ir! ". Mi chiquitín no todavía no sabía que "palestra" (gimnasio) en portugués significa "conferencia"... Y aquí no acaban las anécdotas. Una tarde, escuchó a alguien decir: "Vamos galera! ” (¡Venga, chicos! ). Él, sin pensárselo dos veces, me dijo: “Eu nao quero ir a galera! ”. Lo que tampoco sabía es que "galera" (prisión) en portugués se refiere a un grupo de personas. Prisión en portugués sería "cadeia". La última ya (que si no, me tiro aquí todo el día) sucedió una noche. Una señora nos dijo: “Estas a fazer uma birra! ". Y él, con toda su inocencia, le responde: “Nao, eu nao bebo birra”. Pietro desconocía que "birra" (cerveza) significa "capricho, antojo". En todo caso, cerveza en portugués es "cerveja".

Tras 3 meses en Portugal ya lo entendía casi todo. Ya no necesitaba a nadie para entablar una conversación, había aprendido el léxico suficiente como para hacerse entender. Aun así, aún no controlaba del todo algunos elementos del portugués (artículos, preposiciones, conjunciones... ), por lo que recurría al italiano en momentos de necesidad. Le seguía costando el uso de los pronombres demostrativos, así como el de algunos verbos como “levar” y “trazer” (llevar y traer): en italiano se utiliza únicamente el verbo "portare" con ambos significados. Por otro lado, fue más avispado con el uso del verbo "haver" (haber; avere en italiano) en la forma impersonal "há" (hay; c'è y ci sono en italiano).

Otro de sus problemas era que, cada vez que aprendía una nueva regla, la utilizaba para todo, sin tener en cuenta el contexto. Pero qué más da, ¿no? Al final, los errores que cometen los niños se producen por poner en práctica las reglas que han aprendido, y eso es bueno. Hay que dejarlos ser creativos, y cuando se equivoquen, corregirlos. La mejor forma de aprender es esa. Un niño monolingüe italiano, por ejemplo, si forma un verbo con una determinada terminación de una forma, ¿por qué no va a poder construir otro, aunque irregular, siguiendo la misma norma? Otro ejemplo sería formar el participio de los verbos siguiendo la misma regla, sin tener en cuenta si es irregular o no. Estos fenómenos revelan que el proceso de retención de los conocimientos que aprende no tiene origen en la imitación, sino en la repetición de aquello que el niño interioriza. Se trata de un proceso creativo en el que el niño puede producir fenómenos lingüísticos que no ha experimentado antes y que jamás llegará a experimentar en la etapa adulta. Así, la fase de sobreregularización juega un papel importante en el proceso del aprendizaje. En un estudio pionero de Ervin (1964), se ha demostrado que para aprender inglés, los niños interiorizan antes las formas irregulares ("went", "came") que las formas regulares ("walked", "played"), teniendo en cuenta que en algunos casos recurrieron a la memoria. Sin embargo, a esta fase le sigue otra creativa, que transforma las formas irregulares en regulares ( “goed” o “comed”). Esto se debe a la confusión, que deriva en la búsqueda de soluciones extrañas (“walkeded” por “walked” o “wented” por “went”); dando lugar, finalmente, a las formas correctas. Asimismo, Pietro tuvo una época en la que decía “fazì” en vez de “fiz”; “fazeste” en lugar de “fizeste”, “trazì” y no “trouxe” o “trazo” refiriéndose a “trago”; me conjugaba los verbos irregulares de forma regular.

En esta fase, incluso confundía la formación de algunos plurales de palabras que terminan en diptongo nasal (-ão), en -m o en -i. Me decía “cãos” en lugar de "cães"; “paisagios” en vez de "paisagens"; “homos” y no "homens"; “mandarinos” refiriéndose a "mandarins"; y “animalos” por "animais".

La concordancia, como ya he dicho antes, no es su punto fuerte. Sobre todo entre el artículo y las palabras que acaban en -agem; hay algunas que en portugués son femeninas pero en italiano son masculinas.

En cuanto a las palabras que acaban en -a, la mayoría son femeninas, tanto en italiano como en portugués. El problema viene cuando no lo son, y peor aún si en cada lengua tienen un género distinto. Pero bueno, a Pietro no le resultó complicado reconocerlas. Del italiano arrastró algunas manías, como mantener "grazie" en portugués de forma neutra, cuando, en realidad, se debe concordar en género y número con el sujeto ("obrigado" u "obrigada"). Encima, como casi siempre lo escuchaba de la boca de una mujer, decía todo el tiempo "obrigada" en vez de "orbigado". ¡Qué cosas!

Otra manía que tenía era formar el femenino siguiendo la norma regular. Si lo normal del portugués es añadir la -a a las palabras acabadas en -r o -s (senhor-senhora, doutor-doutora, professor-professora), también se la añadía al femenino de palabras irregulares como "imperador" o "ator", cuando lo correcto es hacerlo con el sufijo -riz ("imperatriz" y "atriz"). A nivel semántico, le he observado un uso excesivo de algunas palabras genéricas.

Después de 3 meses, ya hablaba con mucha fluidez. No solo era capaz de formar oraciones coordinadas simples, sino subordinadas; temporales y causales en su mayoría. Había adquirido un amplio vocabulario, hasta el punto de aprender, desgraciadamente, palabrotas como caralho” (hostia), “foda-se” (que te follen) y “puta” (puta), en el contexto adecuado.

A los 5 meses, ya daba énfasis a lo que decía poniéndole el posesivo delante y todo: "seu parvo", "seu imbecil", "seu idiota", "sua puta"... En esta fase, la interlengua de Pietro se acercaba cada vez más a la variedad nativa coloquial, o lo que es lo mismo, al uso familiar de la lengua. A este punto, ya era capaz de articular enunciados que contenían verbos conjugados, completos y con elementos específicos de un L2 (artículos, preposiciones, auxiliares... ). No solo se había enriquecido su morfología, sino también el perfeccionamiento de la misma: había alcanzado una madurez lingüística increíble. Ahora sí acordaba sintácticamente las oraciones y utilizaba de manera adecuada las formas contractas, como la de algunos adjetivos y pronombres seguidos de un sustantivo.

6 meses después, hablaba portugués mientras juagaba solo en casa. ¡Cualquiera diría que nació en Portugal! ¡Un día me dejó ojiplática! Un chico le preguntó si era italiano, a lo que mi nene le contestó: "Sou". En otro momento hubiera recurrido a la partícula afirmativa "sim", pero no, echó mano del verbo, bien conjugado, como hubiera hecho un nativo. Salvo en ocasiones muy contadas, ya no se apoyaba en el italiano para desenvolverse en una conversación.

A los 7 meses, lo escuché hablar en sueños... ¡en portugués! Según Antonio Tabbuchi, "cuando se sueña en otra lengua, es porque ha interiorizado esa lengua; ya no es un instrumento de comunicación intencional, sino una parte de sí mismo. O como diría Freud: "Es algo de dentro".

Comprensiblemente, aún había muchas cosas que se le escapaban, como el orden de los números y los días de la semana, la diferencia entre “ontem” (ayer) y “amanhã” (mañana); “à frente” (delante de) y “atrás” (detrás de); quente (caliente) y frio (frío); “desculpa” (perdona) y “desculpe” (perdone)... Vamos, todo lo que confundía también en italiano. También (qué apropiado) olvidaba siempre el significado de la palabra também (también) y metía la pata a la hora de formar los comparativos superlativos de los adjetivos: “bueno” (bom/melhor); “malo” (mau/pior); “grande” (grande/maior); “pequeño” (pequeno/menor). Decía “é mais bom”, “è mais mau”, “é mais grande” y “è mais pequeno”... Al igual que en italiano, no distinguía entre los modos formales e informales, por lo que siempre se refería a la gente con la segunda persona del singular.

Tras 8 meses en tierras portuguesas, ya había aprendido a usar perfectamente los pronombres y casi sabía conjugar todos los verbos. Hasta los contraía cuando era necesario. Por ejemplo, cambiaba el complemento directo por un pronombre: “vamos comprar o... ” se reemplazaba por “vamos comprar-lo", dando como resultado “vamos comprá-lo”; sustituía el condicional por el pretérito perfecto, como hacen los nativos: “Gostava de ir ao cinema", en lugar de "Gostaria de ir ao cinema".

A los 9 meses, dominaba los modos indicativo, imperativo y subjuntivo, tanto en presente como en pasado y en futuro. Este último lo solía utilizar para las oraciones temporales y condicionales, no así en las relativas.

Si al principio utilizaba el adverbio "cuando" seguido de indicativo (“quando chego”), ahora ya lo hacía correctamente, seguido de subjuntivo ("quando chegar”); o incluso tiraba de equivalentes como “assim que” y “logo que”. En las oraciones condicionales, también usaba el indicativo (Se me porto bem... ”), pero ya me usa el futuro del subjuntivo. Respecto a los verbos irregulares, solía liarse con la formación del futuro partiendo de las raíces de pasado (“se eu faço"). Sin embargo, fue corrigiéndolo. Pasó de decir “se eu fazer” a finalmente “se eu fizer".

Y puedo sentirme orgullosa de él, ha aprendido a usar el pretérito pluscuamperfecto del subjuntivo. Si antes decía “se chegavas antes”, lo ha corregido perfectamente por “se tivesses chegada antes”.

Otra mejora de mi peque es la utilización de "talvez". Antes la usaba con el indicativo ("talvez estava a lavar os dentes"), pero aprendió que va seguido de subjuntivo ("talvez estivesse a lavar os dentes"). Y no solo eso, sino que había aprendido el equivalente "se calhar”, seguida de indicativo. Interiorizó que algunas expresiones van seguidas sí o sí de subjuntivo ( “è bom que... ", "é possível que... ", "é provável que... ", "é precio que... ", "é importante que... ”), así como las subordinadas de los verbos que expresan deseo (esperar), orden (pedir), duda (duvidar) y emoción (recear que; lamentar).

Sabía reemplazar el subjuntivo por un gerundio, por un sustantivo, por un infinitivo e incluso por una construcción elíptica.

Encima, su pronunciación era perfecta, muchísimo mejor que la mía o la de cualquier estudiante Erasmus.

Después de 10 meses, Pietro había absorbido el portugués casi como si fuese su lengua nativa. También aprendió proverbios:

  • “Quem vai ao mar perde o lugar” (Quien fue a Sevilla perdió su silla);
  • “Nem tudo o que brilha è ouro” (No es oro todo lo que reluce);
  • “Devagar se vai ao longe” (Piano, piano, se va lontano).

Conforme pasó el tiempo, el portugués terminó por imponerse ante el italiano, interfiriendo en el vocabulario, las frases idiomáticas y la sintaxis; tardó en superar el problema unos meses después de llegar a Italia. ¿Qué le sucedía? :

  • Confundía “in” con "em", “come” con "como", “per” con "para";
  • ponía el artículo delante de los sustantivos, como en portugués ("O Jacopo è mio amico");
  • decía “Che stai a fare? ” en lugar de “Che stai facendo? ". Y todo a causa de la construcción portuguesa “Que estas a fazer? ";
  • conjugaba el verbo "andare" (ir) como el verbo portugués "andar" (andar): “Io ando, tu andi, egli anda, noi andiamo, voi andate, essi andano” en lugar de “Io vado, tu vai, egli va, noi andiamo, voi andate, essi vanno”;
  • se equivocaba en la primera personas del singular del imperfecto: en portugués termina en -a y en italiano en -o: "Da piccolo io andava al mare dai nonni”;

  • decía “Ti ho ingannato” en vez de “Ti ho fatto uno scherzo”. No está mal, pero no es propio de un niño italiano. ¿Por qué le pasaba esto? Por la frase portuguesa “Enganei-te”.
  • pronunciaba la primera persona del plural del imperfecto de indicativo con acento portugués;
  • lo mismo ocurría con la tercera persona del presente de indicativo de los verbos homógrafos de ambas lenguas. Por ejemplo, “indica” en italiano lleva el acento en la primera “i”, mientras que el portugués lo pone en la segunda; “termina”, con acento en la “e” en italiano y en la “i” en portugués; “pratica”, esdrújula en italiano, llana en portugués;
  • hay palabras que solo sabe decir en portugués, como “cossegas” (cosquillas) y “pintar” (pintar): “Mamma, smetti di farmi le cossegas! "; “Mamma, hanno pintato i muri della scuola"; “Mamma, io non mi chiamo Pietro... mi chiamo pintor! "; “Mamma andiamo a pintar? "; “Mamma ma come te li sei pintada i capelli? Con la pintura viola? ";
  • un día, en la televisión pusieron un anuncio del Rey León, ¿no? Pues me soltó: “Una mia amica ce l’aveva la Guarda do Leão”. ¡Me dijo Rey León en portugués! Se trata de un caso evidente de bilingüísmo, ya que seguramente la primera vez que escuchó hablar de él fue en Portugal, por lo que se quedó con la forma portuguesa. Ha llegado a hacer mejunjes con las palabras, como “Juglio”. De hecho, hace no mucho, mientras se comía un Babybel, me dijo “Super-queijo! ”, la expresión característica de la versión portuguesa del anuncio ("Super-formaggio! " en italiano). ¿Pues no va y el pasado 31 de octubre, disfrazado de Batman, me dice "Adesso mettimi la capa! "? Teniendo en cuenta que capa en portugués significa "mantello" en italiano, y que es una palabra femenina, le puso el artículo adecuado, pese a ser en italiano masculina.

A pesar de haberse acostumbrado a viajar y haber escuchado a personas hablar en otro idioma, le fue fácil aislar el portugués del italiano y viceversa a la hora de comunicarse con otra persona. Cuando en Portugal escuchaba a alguien hablar en italiano, tardaba cero coma en hacer amistad. De regreso en Italia, se encontró con algunos portugueses. La primera vez, le costó entender que hubiese alguien que hablase portugués en Perugia. La segunda, se lanzó en portugués y se llamó a sí mismo Pedro. Se ha demostrado que la capacidad discriminatoria de los estímulos auditivos está presente desde antes de nacer. De hecho, a partir de la semana 30 de gestación, comenzamos a diferenciar los estímulos auditivos que nos rodean. Lo mismo ocurre una vez que abandonamos la placenta. Con tan solo unos días de vida, tenemos la capacidad no solo de diferenciar varias lenguas, sino también de decantarnos por la primera que escuchamos.

Durante nuestro viaje por otros países, Pietro me preguntaba qué lengua hablaban los habitantes del lugar, reconociendo que no se trataba ni del inglés ni del portugués. Cuando ve dibujos animados en YouTube en un idioma distinto, sabe reconocer que se trata de lenguas que desconoce. A veces mezcla a propósito los acentos e intenta traducciones imposibles (a menudo supergraciosas) de una lengua a otra. Hace unos días, mientras dibujábamos, le dije: “Mamma mi, c’ fridd! ". Él lo repitió al pie de la letra. Entonces le pregunté: “¿También hablas napolitano? ”. Y me dice: “No, a ver, ¡hablo italiano, napolitano, perugino, portugués e ingles! Eu falo português (con acento napolitano)! Bye bye! ".

Actualmente, son unas 7000 las lenguas más importantes, y el fenómeno del bilingüismo está a la orden del día entre muchos de nosotros. Sin embargo, aunque sea un fenómeno mundial, hay quien reniega de él e impone su visión monolingüe.

¡Y es una pena! Principalmente, porque nos movemos en una sociedad globalizada en la que conviven muchísimas etnias y culturas distintas. ¡Además, se ha demostrado que las ideas contrarias al bilingüismo no tienen ningún tipo de fundamento, sino todo lo contrario! : permite el acceso a varias culturas, desarrolla la tolerancia, abre puertas al mercado laboral y es útil a la hora de afrontar según qué situaciones.

Yo siempre he pensado que le haría bien a mi hijo aprender como mínimo una lengua extranjera desde bien pequeño, por esto decidí vivir la experiencia Erasmus con él. Y tengo que decir que estoy absolutamente satisfecha con estos 10 meses de estancia en el extranjero. Fue entonces que nación mi interés por el bilingüismo, sobre todo en la etapa infantil. Precisamente, de él hablé en mi trabajo de fin de carrera.

El objetivo de la tesis es explicar el bilingüismo desmontando los falsos mitos que giran en torno a él. Y por qué no, ¡abrile los ojos a muchas madres universitarias para que vean que tener un hijo a no impide vivir la experiencia Erasmus! ¡Querer es poder, chica! Yo quise y pude, y no fue fácil, no, porque para poder sacar al nene del país he tenido que discutir mucho con el padre, que me puso muchas piedras en el camino. Unos 2000 € me costó luchar por mí y mi hijo en un juicio, pero ¡valió la pena!

Aprender una segunda lengua en los primeros años de vida no tiene nada que ver con hacerlo en la etapa adulta. Es un proceso espontáneo en el que el niño profundiza en las dos lenguas y siente la motivación suficiente para usar ambas. Desenvolverse en dos o más lenguas desde pequeños produce una serie de efectos positivos en todos los ámbitos.

Por un lado, los niños bilingües tienen más facilidad para aprender otras lenguas porque reconocen de forma natural la estructura y el funcionamiento de cada lengua, pues saben lo que es expresar de varias formas algo en concreto. Por otro lado, parece ser que identifican y reconocen mucho antes que el resto las letras, por lo que desarrollan con celeridad su lectura.

Otro beneficio, que no todo el mundo conoce, es ver una realidad desde dos o más puntos de vista distintos. Y esto se refleja en la elección de una lengua u otra según el interlocutor.

También tiene un efecto positivo en la atención. Los niños bilingües tienen la capacidad de ignorar las interferencias. Como tienen en su cabeza ambas lenguas siempre activas, desarrollan un mecanismo específico de inhibición que les permite mantenerlas separadas y limitar las interferencias entre ambas. El hecho de inhibir constantemente una lengua cuando se hace uso de otra, hace que los niños con esta capacidad puedan aplicarla en situaciones de su vida cotidiana que requieran de atención y control ejecutivo.

Entre otras, tienen la ventaja de aminorar el deterioramiento del proceso cognitivo en la vejez.

Y por todo esto y más, el bilingüismo en una edad temprana, lejos de dar problemas, aporta beneficios. Mi conclusión es que no es necesario esperar a que la lengua materna se estabilice antes de profundizar en otra lengua, como creen muchos padres ignorantes. Es más, está comprobado que el cerebro está perfectamente preparado para absorber dos o más lenguas de forma simultánea desde que nacemos. Es decir, ¡los niños pueden aprender sin esfuerzo y sin dificultad casi cualquier lengua igual que aprenden a caminar! Y si te queda alguna duda, mi hijo es la prueba de que lo que te digo es cierto. A día de hoy, habla italiano y varios de sus dialectos, portugués y español a la perfección, y chapurrea inglés gracias a lo que le enseñan en la escuela. ¡Y solo tiene 3 años!

Dicho esto, anímate y dale la oportunidad a tu hijo de descubrir una nueva lengua, ¡cuanto antes, mejor! Si eres madre soltera, ya sabes, ¡el Erasmus te espera! ¡Suerte!


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