Buda y Pest

Uno de los mejores viajes que he hecho en mi Erasmus fue el viaje a Budapest. Lo hice por mi cuenta, con mis amigos, la misma semana que Erasmus Nation viajó a la ciudad; así, tuve la oportunidad de encontrarme con muchos de mis amigos por las calles durante el día, y en los clubes y bares, durante la noche. Y, además, hice turismo, vi gran parte de la ciudad -no todo, porque hay muchísimo que ver-. Hago esta aclaratoria del turismo porque normalmente en los viajes Erasmus, la fiesta es más importante que conocer la ciudad. No digo que no sean brutales: conoces muchísima gente y vas a fiestas increíbles, que es parte importante de la experiencia Erasmus, pero al día siguiente todos se despiertan tarde y nadie está de humor para recorrer la ciudad. Normalmente, estos viajes incluyen un par de tours, pero a veces esto no es suficiente para ver todo. Todo depende de lo que quieran.

A mí, al menos, se me hace imprescindible caminar la ciudad, conocer sus calles, ver cómo funciona su transporte público, escuchar a los nativos hablando para hacerme una idea de su lenguaje, hacer todos los tours que pueda. Esto es lo que quiero al visitar una ciudad nueva; para mí, la vida nocturna está en segundo lugar; más aún si sólo estaré ahí un par de días.

Afortunadamente, en este viaje tuvimos todo. Salimos todas las noches y durante el día caminábamos hasta no poder más; lo mejor de ambos mundos.

Llegar a Budapest desde Cracovia es muy fácil. Mucha gente decide ir a Katowice y de ahí tomar un Polskibus pero lo mejor es comprar el ticket con LuxExpress, cuyos buses salen directamente de Cracovia a Budapest. Yo pagué 26 euros por el pasaje ida y vuelta -lo compramos con bastante tiempo de antelación- y el bus es bastante cómodo -tiene máquina de café y chocolate que puedes usar cada vez que quieras- pero no olvides tus audífonos porque ellos no te dejan ningunos para ver las pelis o series que tienen.

No puedo hablarles de hospedaje porque nosotros nos quedamos en casa de una amiga, un piso genial con gente más genial aún que nos hizo de guías y nos dieron galletitas al despedirnos. El lugar estaba perfectamente ubicado y podíamos caminar a casi cualquier lugar desde allí.

Es difícil resumir todo lo que hicimos en Budapest y más aún todo lo que hay para hacer. Empezaré por la vida nocturna.

Una de las cosas más conocidas de Budapest son los Ruin Bar. Son bares muy psicodélicos con decoraciones aleatorias, normalmente tienen muchas salas con distintos temas. Son geniales. Y no sólo son perfectos para beber algo en un sitio distinto sino que tienen su historia relacionada con el comunismo y su lugarcomo punto de encuentro de jóvenes descontentos con el sistema. El que más me gustó de ellos fue Szimpla, que es uno de los más grandes y conocidos. Si van a Budapest no pueden dejar de ir. Todos estos bares están muy cerca así que es el lugar perfecto para pasar una noche de bares. También fuimos a una especie de galería donde hay muchos sitios para beber y comer, un poquito más mainstream. De hecho, nos sentamos en un sitio español que tenía música y sangría y donde te daban aceitunas para acompañar la bebida. Cenamos en un sitio que no recuerdo muy bien pero donde había una competencia de talentos esa noche, así que pudimos distraernos. Los precios de todo esto son muy accesibles. Es más caro que Cracovia, por supuesto, pero sigue siendo más económica que las capitales más conocidas de Europa. Por ejemplo, la cerveza en los Ruin Bars costaba menos de dos euros (alrededor de 500 florines) y cenamos por 4 euros una pizza.

Fuimos a un baño termal, por supuesto, algo obligado si vas a Budapest. Hay muchos entre los que elegir pero la mayoría de ellos cuestan entre 7 y 10 euros. Dentro tienen saunas, piscinas a distintas temperaturas, baños de hielo, fiestas locas y cosas que valen mucho la pena.

En cuanto al turismo de día, hicimos un par de tours. Uno donde nos mostraron la ciudad en términos generales y nos hablaron de su historia. Fue genial cruzar caminando el Puente de las Cadenas y caminar por el Castillo de Buda y maravillarnos con las vistas de la ciudad. Buda es el lado más turístico, donde está la Ciudadela, de donde también se tienen unas vistas preciosas y a la que recomiendo ir de noche para ver el Parlamento encendido.

Caminar por el Bastión de los Pescadores y, en general, la estructura del lugar es genial. Buda fue, sin duda, lo más bonito que vimos.

Pest también tiene su encanto, por supuesto. Allí están los Ruin Bar y el memorial de los zapatos a la orilla del Danubio -es uno de los memoriales más íntimos y significativos que he visto estando en estas ciudadades del Este-. La Plaza de los Héroes y el Parque que está detrás son cosas que, tal vez no son indispensables, pero que se disfrutan muchísimo. La caminata, la vista y el significado histórico hacen que valga la pena tomarse el tiempo para ir. Además, la línea del metro que va a estos lugares es la más antigua de la ciudad y tienen un encanto de cosa vieja que no se puede despreciar: los asientos antiguos y la estación son en sí mismos un punto turístico. En Pest también está el Parlamento y las distintas iglesias y memoriales de la Segunda Guerra Mundial y del Comunismo. En Budapest, a diferencia de Cracovia, el Comunismo tiene un peso más significativo que los malos recuerdos de la Segunda Guerra Mundial; quizá porque el Comunismo sí que lo batallaron mientras que al Nazismo se entregaron de alguna manera; no lo sé, cuestión de cultura. Para aprender de la historia de este país en cuanto a estos dos sucesos pueden ir a la House of Terror, un museo dedicado al Nazismo y Comunismo que se encuentra ubicado en la mismísima sede de la GESTAPO y de la policía secreta de los Comunistas. La entrada cuesta menos de 10 Euros y a mí me pareció muy interesante.

Para resumirles, Budapest tiene muchas, muchísimas cosas para hacer. Es una ciudad preciosa, en la que podría haberme quedado mucho más de los 4 días que pasé allí. Tiene una vida mucho más activa que Cracovia -Budapest es capital, por supuesto- y es mucho más grande. Es la primera ciudad que me hace considerar a Cracovica como una ciudad pequeña y dormida pero, por supuesto, recordé el encanto de mi ciudad en el momento en que pisé suelo Polaco.