Budapest, cuando el Danubio nos separa (2/6)
2 de junio 2016
Día 2: del oro de la sinagoga al de la basílica
El barullo del bar del hostal Casa de la Música, que está justo debajo de mi habitación, se estuvo escuchando toda la noche e incluso aún cuando me desperté. La lluvia es la pesadilla de todo viajero. Estuve encerrada toda la mañana en el recibidor mientras disfrutaba del tiempo húmedo y cuadraba los detalles del día de mi vuelo de vuelta.
Sobre las diez de la mañana empezó a cesar la tromba de agua. Al fin pude salir. Fue entonces cuando empecé a mezclarme con los universitarios para quedarme embelesado por su ambiente de trabajo, digno de la capital de una gran ciudad. Tampoco estuvieron nada mal las vistas que teníamos de la estructura de acero del Mercado Central de 1897 (Központi vasarcsarnok) o de la arquitectura neogótica del Museo de las Artes Decorativas (Iparmüvészeti múzeum).
Kipá de papel a modo de gorro en la sinagoga
La Gran Sinagoga de Budapest hace honor a su nombre... ¡Es la más importante de Europa por las dimensiones que tiene!
Fue ahí donde me tiré más tiempo ese día, en la sinagoga (zsinagogua). Se construyó entre los años 1854 y 1859 y fue diseñada por Forster, ahora representa una de las sinagogas más antiguas y grandes del mundo. Por fuera parece un minarete con las dos torres que tiene. Una vez dentro, la sinagoga parece una iglesia católica por sus triple nave y su altar, que no está en el centro como en el resto de edificios. Con esos cuadros que tiene tan orientalistas en todos salmón, tiene un aire utópico para estar en el Europa Central. Es la sinagoga más grande del continente.
En la catedral de Cracovia me echaron la bronca por no quitarme el gorro al entrar. Pues esta vez en la sinagoga de Budapest, estaba en la misma situación, salvo que esta vez iba con la cabeza al descubierto. «¡Hey! » me dijo el guardia mientras me daba una kipá de papel. «Póntela». En el tiempo que tardé en alcanzar al grupo de franceses para contarles lo que me había dicho el guardia, la kipá se me cayó como unas cuatro o cinco veces porque se resbalaba con el pelo liso.
Mientras estaba sentado, igual. Y un hombre de unos 40 años de cabello castaño y algo raro me aconsejó en francés: «si tienes una gorra puedes ponértela. Lo que cuenta es que haya algo que separe tu espíritu de lo divino». Estaba muy bien documentado, aquel visitante completaba perfectamente al guía. Aquella concepción tan diferente entre las religiones me cogió por sorpresa, así que cogí y me puse la gorra.
Cuando la visita terminó me puse a hablar con aquel turista. Solo me salía hablarle en francés lentamente porque ya me había acostumbrado a hablar así con los estudiantes eslovacos que daban francés para que me entendieran bien. Si me ponía a hablar rápido, la única respuesta que conseguía era una sonrisa que significaba "¿Qué ha dicho éste? ". Le conté que llevaba ya cuatro meses en Eslovaquia. Me merecía un "¡Bravo! " de admiración acompañado de ese movimiento del labio inferior.
La mano derecha de San Esteban, aún sigue ahí después de 1 000 años
No suelo escuchar mucho francés por la calle. Budapest no es como Eslovaquia, donde, con suerte, me encontraba alguno perdido por algún pueblo apartado.
Y de pronto, delante de la basílica de San Esteban (Szent Istvan bazilika), frente a unas fotos de una reliquia, escuché una conversación que estaban teniendo dos hombres ya canosos en francés: «En las fotos se puede ver perfectamente la mano derecha del santo fosilizada, ¡pero en el relicario no se ve nada! », la mano derecha, conservada en ámbar, es la única parte del cuerpo de San Esteban que mantuvo la forma, como si fuera un molde de un puño cerrado con largas falanges.
La mano derecha de San Esteban, el fundador del reino de Hungría.
Para los húngaros, San Esteban es el personaje por excelencia de la novela nacional. Fue coronado como rey de Hungría en el año 1 000. De hecho también fue el fundador del estado húngaro, ya que consiguió que el territorio se independizase a nivel religioso de Alemania. Cuando murió en 1 038 se le canonizó, y por esto esta basílica posee su efigie. Es muy raro que un rey acabe siendo nombrado santo. En Francia, San Luis (Luis IX) es un caso parecido al de San Esteban, pero también es un caso único.
Los pensionistas no tuvieron para nada la misma suerte que tuve yo. El día que fui, unos turistas americanos metieron una moneda de 200 florines (70 céntimos de euro) en la hucha para que se encendiera la caja dorada.
¿Y qué podríamos decir de la basílica? Como muchos de los monumentos de Budapest: está llena de decoraciones de oro y de mármol rosa. Al igual que el Parlamento y la sinagoga, es del siglo XIX. La cima de estos tres edificios dan fe de la grandeza del Imperio Húngaro en aquel entonces, justo antes de que se modificara a causa del Tratado de Trianon, tratado que firmaron cuando perdieron en la Primera Guerra Mundial en 1920. Le quitaron un tercio de su territorio a Hungría (que ahora es de Eslovaquia). ¡Hoy en día a los húngaros aún les cuesta asumirlo! Es como si ahora le quitaran a Francia su Alsacia y Lorena.
Terminé el día en el elegante bulevar Andrassy con las nubes amenazando en lo alto, aquí fue a donde vine ayer a ver la ópera. Esta tarde solo estaba de paso.
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