Tercer y cuarto día por Berlín

¡Muy buenas a todos! En el post anterior sobre mis Primeros dos días en Berlín, os conté lo que hicimos durante estas dos jornadas visitando los lugares más característicos de la capital alemana. Nuestro viaje duró unos cuatro días, así que por eso decidí dividir el blog sobre Berlín en dos partes para que no se os hiciera muy pesado leerlo todo en una sola publicación.

Por lo tanto, hoy os traigo la segunda parte de mi viaje a Berlín, en la que os cuento qué lugares de interés visitamos durante el tercer y cuarto día en la ciudad, así como curiosidades o anécdotas que nos pasaron.

Itinerario

Tercer día

Empezamos el día madrugando bastante, ya que cuando visitamos Berlín el año pasado era enero, por lo que anochecía muy temprano y al caer el sol hacía muchísimo frío. Salimos del hostal y cogimos la línea de bus X9 hacia la Estación del jardín zoológico de Berlín, donde debíamos hacer transbordo y coger la línea de S-Bahn (una especie de tranvía) S7 para llegar a Alexanderplatz, una de las plazas más concurridas de la ciudad, donde veíamos a nuestro alrededor un sinfín de tiendas, centros comerciales o restaurantes. En el centro de Alexanderplatz hay otro monumento bastante turístico, El Reloj Mundial, en el cual se puede observar la hora que es en los principales países del mundo.

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Reloj Mundial y Torre de televisión al fondo

A unos cinco minutos de esta plaza, se encuentra uno de los puntos más importantes de la ciudad, la Torre de televisión de Berlín, una enorme estructura situada en pleno centro, que además de ser un radiodifusor, actúa como punto turístico debido a su gran tamaño y forma. En las guías, vimos que era posible subir a su mirador, y además lo recomendaban ya que las vistas deben ser increíbles desde su cima, pero no disponíamos de tiempo suficiente, por lo que descartamos esa opción.

Tomamos un café en una de las cafeterías que había por Alexanderplatz para entrar un poco en calor, y continuamos andando un par de minutos hasta llegar al Rotes Rathaus, el Ayuntamiento de Berlín, ¡cuyas dimensiones son gigantescas! Además, una peculiaridad de este ayuntamiento es que está construido de ladrillo rojo, por lo que me pareció diferente pero bastante bonito.

Luego, fuimos andando hacia sin duda la zona que me pareció más bonita de Berlín, donde se encuentra la Isla de los Museos y el Berliner Dom, que en español sería la Catedral de Berlín. La Isla de los Museos recibe este nombre ya que, en esta zona, ubicada al lado del río Spree que recorre la ciudad, se reúnen cinco museos que albergan obras de arte tan importantes como el busto de Nefertiti, o el altar de Pérgamo. En el instituto, gracias a la asignatura de Historia del Arte tuve la suerte de poder analizar estas obras, y verlas en persona tiene que ser alucinante. Sin embargo, mis amigas y yo no entramos a ningún museo por falta de tiempo, aunque tengo claro que volveré a Berlín solo para entrar a estos museos. Es una parada obligatoria en Berlín, así que, si tenéis la oportunidad, no dudéis en entrar.

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Por lo tanto, solamente vimos las fachadas monumentales de cada museo y paseamos por la zona a orillas del río Spree, hasta llegar a otro de los lugares de interés más famosos de la ciudad, la Catedral de Berlín. Está situada delante de una gran explanada de césped, donde había mucha gente sentada o tumbada aprovechando los únicos rayos de sol que vimos durante nuestra estancia en Berlín. La magnitud de esta catedral, el detalle en la decoración de las fachadas, y las cúpulas en color verde agua me parecieron una auténtica maravilla.

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Justo a un extremo de la Catedral, se encuentra uno de los cinco museos, el Museo Antiguo. No puedo deciros con seguridad el precio de la entrada a cada museo ya que no entramos a ninguno, aunque creo recordar que entrar al interior de la Catedral costaba cinco euros para los estudiantes, puesto que hubiésemos entrado de no haber sido por la cola y la falta de tiempo del que disponíamos.

Luego, fuimos a almorzar y una vez habíamos repuesto energías, nos dirigimos hacia BebelPlatz, una plaza donde se encuentra la Universidad Humboldt, que más bien parece un museo debido a sus imponentes fachadas. En BebelPlatz, visitamos también la Catedral de Santa Eduvigis, que me pareció absolutamente preciosa, debido a su gigantesca cúpula en color verde agua, y a su interior, bastante inusual y original, ya que la iglesia está dividida en dos plantas.

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Exterior e interior de la Catedral de Santa Eduvigis

En frente de esta plaza, vimos el Teatro de Ópera de Berlín, que según nos dijeron es uno de lo más importantes de todo el país. Además, la fachada con estilo imperial, pintada en rosa pastel, me pareció súper bonita.

El frío en esta ciudad es una realidad, pero la ola de frío que nos pilló en enero cuando estábamos visitando Berlín no nos la esperábamos. Por lo tanto, nos refugiamos en una cafetería para entrar en calor un rato y después continuamos con la ruta. Nuestra siguiente parada era el Hackescher Markt, una plaza con muchísimo ambiente gracias a la cantidad de bares o restaurantes que hay por esta zona. Adentrarse en este barrio es encontrar paredes pintadas de graffiti, o calles estrechas con un encanto diferente. A unos pasos del Hackescher Markt, se encuentra la Nueva Sinagoga de Berlín, cuya fachada es espectacular.

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Hackescher Markt

Como estábamos bastante cansadas, decidimos ir a comprar a un supermercado algo de comida para cenar, y volvimos al hostal para descansar, ya que el siguiente día era el último en Berlín y debíamos de madrugar mucho para aprovecharlo al máximo.

Cuarto día

Nuestra última jornada en Berlín comenzó visitando uno de los lugares más fríos y austeros en los que he estado nunca, el campo de concentración de Sachsenhausen, situado a las afueras de la ciudad. Para llegar hasta aquí, cogimos la línea de tren S1 desde la estación Berlin-Gesundbrunnen, y nos bajamos en la parada Oranienburg, que nos dejó a unos veinte andando del campo de concentración.

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En el tren de camino a este lugar, que tardó aproximadamente unos cuarenta minutos en llegar, nos pasó una anécdota bastante curiosa que quiero contaros por si alguna vez vais a Alemania y os pasa algo parecido. Mis amigas y yo compramos un bono de transporte válido durante una semana para los días que estaríamos por Berlín, ya que nos salía mucho más económico que comprar billetes simples. Cada vez que subíamos a un metro o tren, primero tiqueábamos en las máquinas que se sitúan en el andén. Sin embargo, si compráis uno de estos bonos solamente debéis tiquear la primera vez que lo utilicéis y no cada vez que vayáis a montaros en el transporte público, que es justo lo que hicimos nosotras.

De camino a Sachsenhausen, unos revisores alemanes entraron al tren y nos pidieron el billete, y para nuestra sorpresa nos pusieron una multa de 60 euros simplemente por tiquear demasiadas veces el bono. Tras intentar dialogar con ellos, no entraron en razón y se bajaron en la próxima parada. Teníamos que ir a pagar la multa a una de las estaciones principales de Berlín, así que a la tarde fuimos para resolver lo que había pasado y al final solo tuvimos que pagar 7 euros, aunque nos pareció totalmente injusto. Tras esta anécdota que os cuento para que sirva a modo de consejo, prosigo con nuestro itinerario.

Llegamos al campo de concentración de Sachsenhausen, cuyo acceso es totalmente gratuito. Además, ofrecen audioguías en español, que cuentan la historia de este lugar, qué función tenía cada dependencia, los barracones, o edificios que conforman este conjunto. Imaginar los actos tan crueles que sucedían aquí era mucho más fácil si te encuentras en el lugar exacto donde ocurrieron, por lo que tuve una sensación de malestar durante toda la visita. En mi opinión, incluir este campo de concentración a la lista de sitios para visitar es duro pero necesario, ya que os hará reflexionar muchísimo y podréis haceros una idea de lo que pasaba aquí.

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Tras salir de Sachsenhausen, comimos en un Mcdonald’s cercano a la estación de tren de Oranienburg, y volvimos de nuevo al centro de Berlín, concretamente a Alexanderplatz, desde donde salía el free tour que reservamos.

En Berlín, hay varios tipos de tours para realizar, pero nosotras queríamos uno que nos explicara la historia detrás del Muro de Berlín, que dividió las dos Alemanias hasta hace apenas 30 años. Por lo tanto, cogimos un free tour llamado Muro de Berlín y Guerra fría, que comenzó en AlexanderPlatz, desde donde cogimos un tren hasta Bernauer Strasse, donde se encuentra el Memorial del Muro de Berlín. A lo largo de esta calle, podemos ver fotografías en las paredes de los edificios sobre la evolución de la construcción del muro, gente saltándolo, familias separadas intentando pasar de un lado al otro, etc.

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Mientras avanzábamos por esta calle, la guía nos iba explicando la historia y la causa de por qué se construyó, así como los antecedentes y las consecuencias que trajo este muro. Con este tour, vimos la Capilla de la Reconciliación, la Franja de la Muerte, cuya historia pone los pelos de punta, o la Estación fantasma de Nordbahnhof.

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La Franja de la Muerte

Este free tour acabó en uno de los puntos más turísticos de la ciudad, la East Side Gallery, donde se encuentran decenas de pinturas realizadas en el Muro de Berlín por artistas de todo el mundo. Una foto como recuerdo de Berlín en alguno de estos murales es obligatoria, aunque deberéis tener paciencia para que ningún turista estropee vuestra foto.

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En uno de los extremos de la East Side Gallery, se encuentra el Puente de Oberbaum, un puente de gigantescas dimensiones que une la ciudad en dos. A un par de minutos andando, se situaba el lugar donde cenaríamos más tarde.

Sin duda alguna, de todas las ciudades en las que he hecho un free tour, el de Berlín fue el más informativo e interesante de todos. Gracias a las explicaciones y los datos tan curiosos que la guía nos detalló, fue imposible distraer la atención de todo lo que nos contaba. Tanto mis amigas como yo aprendimos muchísimo con este free tour especializado en el Muro de Berlín, así que ¡recomiendo 100% que lo hagáis!

Nuestra última cena la reservamos para comer en Burgermeister, la hamburguesería más famosa de toda Berlín y la más recomendada por las guías, ya que sus hamburguesas están consideradas como unas de las mejores de Europa.

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Se trata de un pequeño puesto situado debajo de un puente (literalmente) con varias mesas al exterior. Es un sitio bastante curioso, y si hace un mal día puede resultar bastante incómodo comer aquí, pero si venís de visita a Berlín, una parada obligatoria es sin duda el Burgermeister. La hamburguesa que probé aquí es una de las mejores que he comido nunca, las patatas fritas están también de muerte, y encima todo era súper barato. No dudéis en dedicarle un almuerzo o una cena a este sitio, ¡ya que no os arrepentiréis! Nosotras incluso repetimos al día siguiente para almorzar.

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Y hasta aquí mi guía sobre Berlín, una ciudad a la que llegué con pocas expectativas, y a día de hoy es una de las ciudades que más me ha gustado visitar hasta el momento. Espero que os haya gustado el resumen sobre estos cuatro días por Berlín, y que os haya animado a coger un vuelo para pasar unos días por la capital alemana.

 


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