Descubriendo una pequeña ciudad en Italia: Bari
No es la típica guía turística
La mayoría de la gente escribe sobre las ciudades y capitales más frecuentadas del mundo como, por ejemplo, Roma, París, Lisboa, Berlín Tokio o Miami. A ver, yo también he estado allí y merece la pena visitarlas, son muy bonitas; sin embargo, mi propósito aquí es contarte algo diferente, contarte experiencias y hablar sobre ciudades poco conocidas. Me di cuenta de que, después de compartir mi publicación sobre Gouda y Wiesbaden, hay un sinfín de otros destinos menos conocidos sobre los que puedo escribir, lo que no quiere decir que sean menos interesantes que las ciudades populares y habituales.
Hoy hablaré sobre tres pequeñas ciudades y pueblos que he visitado este año en Italia: Bari, Giovinazzo y Matera; no obstante, los explicaré en distintos artículos. En este, en concreto, me voy a dedicar a explicar Bari. Aprendí sobre estas tres ciudades y pueblos tan "cuquis" cuando visité a mi amiga italiana en Bari. En un principio, la conocí en nuestro Erasmus en Amiens; y, está claro que, aquí es donde se crean las mejores relaciones.
Decidí viajar a Italia a principios de diciembre porque, bueno, ¿por qué no? En aquel momento, estaba estudiando en Madrid y solo tenía clases cuatro días a la semana, además, solíamos tener uno o dos días adicionales libres por algún día festivo, así que "cogí el puente" y me pillé la semana entera (10 días en total). Pasamos los primeros cinco días en Roma y, los siguientes cinco, en Bari. La encantadora ciudad portuaria de Bari está en la costa sureste de Italia, justo en el lado opuesto de la parte costera de Nápoles.
Nunca antes había escuchado hablar sobre esta ciudad hasta que conocí a mi amiga italiana; ¡estaba tan emocionada de poder ir y recorrer la ciudad!
¿Cómo puedes llegar a Bari?
Desde el aeropuerto de Roma-Fuimicino fui hasta el aeropuerto de Bari-Palese. El vuelo no duró más de una hora y fue súper barato, 20 € o algo así, pero porque fui con Ryanair. También existe la posibilidad de coger un tren a Bari, si no estás muy lejos.
En la pintoresca costa
Mi amiga barese no vive en el centro de la ciudad, más bien en el barrio de Palese. Su madre me recogió en el aeropuerto y me llevó a su casa. Viven en una casa de dos plantas en la que, las habitaciones, una pequeña cocina y un baño, están en la planta baja y, en la planta de arriba es donde encontrarás la bonita cocina renovada y la sala de estar. También un baño y una terraza o balcón.
Estaba un poco confusa por el hecho de que tenían dos cocinas y, me explicaron, que la cocina de la planta de arriba sirve para disfrutar de las comidas principales y grandes y, la de abajo, es más para los desayunos y los pequeños aperitivos. Tiene sentido puesto que en Italia las comidas principales son muy importantes y, déjame decirte que, su madre cocina para chuparse los dedos. Entiendo a la perfección por qué la zona de arriba está reservada solo para comer y relajarse: el tiempo en familia gira entorno a la comida y la cena.
Mi amiga vive en una pequeña y estrecha calle con unos vecinos amables, pero de lo más entrometido y, a veces, ruidosos. Comparten los cotilleos de toda la ciudad y están impacientes por saber los secretos de todo el mundo. Cada mañana, cuando nos levantábamos, algún vecino ya estaba despierto y tocando la canción de "Sofia" por Álvaro Soler mientras limpiaba o lo que sea que estuviera haciendo. Ahora, cada vez que escucho esa canción, me recuerda a las vacaciones de Bari, también al despertarme pronto gracias al vecino.
Mientras me quedaba en la casa de mi amiga en Palese, fuimos a muchas ciudades cercanas. Cómodamente, andando a una corta distancia de su casa está la estación de trenes que va directamente desde Bari hasta el centro de la ciudad y también hasta Giovinazzo. Primero fuimos a Bari, que está como a 20 minutos en tren. El centro y la zona portuaria de Bari me sorprendieron gratamente. No sé por qué pensaba que iba a ser aburrido y simplón, pero me equivoqué totalmente.
El centro de Bari tiene una pequeña comunidad universitaria, además cuenta con buenas zonas para ir de compras. Hay una calle en particular que, es comparable con mini-Champs-Élysées, la cual está repleta de establecimientos y tiendas de marca. Es obvio que no pudimos permitirnos comprar nada de eso, pero aun así disfrutamos de nuestro tiempo charlando mientras veíamos los escaparates y paseábamos por las tiendas. Como estuve a principios de diciembre, ya habían puesto en el centro de la ciudad los mercados navideños y los adornos.
Tengo dos recuerdos favoritos de Bari:
- El mercado de Navidad
- El scagliozzi
Descubrimos la primera cuando estábamos recorriendo las diferentes tiendas del mercado navideño y, en cada tienda, se vendían sus propios regalos artesanales. Pasamos por todas y cada una de las pequeñitas tiendas. Me arrepiento de no haber comprado una cartera o un cuaderno súper chulo porque estaban hechos con páginas de cómics a modo collage. Quizás pueda encontrarlas online, pero no es lo mismo comprarlas que ver en persona cómo las hacen.
La mejor parte del mercado navideño de Bari fue el comprar y comer las especialidades típicas de la comida callejera barese, conocidas como sgagliozze (en italiano), que se vendían en varios lugares.
Estos tentempiés sabrosos, crujientes, pero chiclosos por dentro, son cuadraditos de polenta fritos. Hubo algunos puestos que los vendían en las esquinas de las calles, pero decidimos comprar el nuestro directamente de la cocina de algunas mujeres mayores de Bari.
Con las ventanas de la cocina de la planta baja abiertas por completo, se podía observar a tres mujeres en la pequeña "cadena de fabricación". Una, formaba los cubos de polenta, otra las vertía en la sartén y, la tercera, tomaba los pedidos de los clientes y entregaba el pedido. Además, había una cuarta mujer, la mayor de todas, sentada en una silla observando todo. Probablemente era la abuela y la que mandaba.
Mientras tanto, la cola de los clientes que estaban esperando sus scagliozzi, llegaba desde la ventana de la cocina hasta el otro lado de la pequeña calle, bloqueando el paso a los peatones, aunque, realmente, no era ninguna cola, era más bien una mancha de personas medio agresivas amontonadas, empujando ligeramente para estar directamente enfrente de la ventana y hacer el pedido.
Después de esperar 15 minutos en el frío, nos llegó finalmente el turno de pedir. Solo cuestan unos pocos euros, menos de 4, aunque no recuerdo el precio exacto. Cuando la mujer me dio la bolsa de los scagliozzis fritos, recién hechos, fue todo un alivio sujetar la bolsa porque mis manos y dedos estaban congelados. Una vez tuvimos nuestros scagliozzis, continuamos con el paseo por la ciudad, entramos y contemplamos la Basílica de San Nicolás, también vimos varias actuaciones callejeras mientras comíamos alegremente nuestras polentas cuadradas.
Esta foto de arriba es de la Basílica de San Nicolás por la noche. Esta basílica tan espectacular es, en realidad, un importante destino de peregrinación para los cristianos católicos y ortodoxos, ya que la parte superior es para los católicos y la inferior para los ortodoxos. Si la visitas, deberías ver las dos partes para poder apreciar realmente el edificio. La característica más interesante y, probablemente, más importante de esta basílica, es que alberga las reliquias sagradas de San Nicolás, el Papá Noel original.
No es tu habitual restaurante italiano
Mi segundo mejor recuerdo de Bari es de cuando íbamos al restaurante donde mi amiga trabajaba. Este restaurante familiar, llamado Eden, no se encuentra cerca del centro, sino que en el pueblo de al lado, en Giovinazzo. Para llegar allí se necesita tener coche, pero, afortunadamente, mi amiga me llevó hasta allí en coche. Ir hasta ese lugar secreto tan bien guardado por los vecinos, valió la pena sin duda.
No solo la comida aquí es 100 % auténtica y deliciosa, el ambiente también es relajado y divertido. Los viernes y sábados por la noche, así como en ocasiones especiales (bautizos, cumpleaños y días festivos), hay un DJ y bailes. Mi amiga italiana, que está capacitada profesionalmente como bailarina de salón, trabaja allí como la coreógrafa que inicia y motiva a los comensales después de que hayan disfrutado de sus comidas para unirse a ella en la pista de baile. Normalmente, enseña los pasos de baile de las canciones más conocidas. Su gran entusiasmo y sus divertidos movimientos de baile se suman a la vivacidad y el entretenimiento en el restaurante.
Después de que los últimos clientes se fuesen sobre las 23 h, llegaba el momento en el que, tanto los dueños como los trabajadores del restaurante, se sentaban a cenar juntos como una gran familia. Todos nos sentamos juntos, se ponían a hablar en el "imposible de entender" dialecto barese mientras que dos o tres cocineros nos hacían la cena.
Nadie hablaba bien inglés, pero fue divertido ver cómo lo intentaban, aunque, tampoco voy a hablar mucho dadas mis dotes para hablar italiano. Incluso teniendo obstáculos lingüísticos, en ningún momento me sentí excluido, hicieron un gran esfuerzo por incluirme. Además, aprendí palabrotas en barese, cosa que les encantó. Me comunicaba con los demás a través de mi amiga y ella me traducía en francés o en inglés (son los idiomas que tenemos en común).
El dueño y su mujer tienen un hijo jovencito, que, a veces, estaba en el restaurante y se venía con nosotras, si no estaba en casa con su abuela (normalmente venía los viernes y sábados por la noche). Tenían un pastor alemán que estaba ya mayor y que descansaba ya sea fuera del restaurante o en la parte trasera. También tenían un cachorro de la misma raza y, el niño pequeño, lo llevaba a todas partes con él. Ambos se perseguían y jugaban juntos alrededor del restaurante mientras que sus padres y el resto de los camareros conversaban, reían y fumaban cigarros en la mesa larga.
Una vez la comida llegó, el mundo entero se detuvo. Todos dejaron de hablar y yo paré mis pensamientos (me había estado preguntando en ese momento si estaría permitido fumar cigarros dentro o si, simplemente, no les importaba nada). De repente toda nuestra atención se la llevó la comida. La primera noche que comí en el restaurante, como era el invitado especial, los cocineros hicieron especialmente para mí pizza y paccheri con marisco. Nunca en toda mi vida he estado tan contento; de hecho, ya estaba en el cielo cuando trajeron la comida. Fui muy suertuda por haber podido comer en el restaurante dos veces.
La próxima vez que vaya a Italia, te recomiendo que intentes visitar las ciudades menos conocidas como Bari, Giovinazzo o Matera. Aquí no te agobiarán por tanto turistas (bueno, en Matera, sí, pero no en los dos anteriores) y tendrás la oportunidad de descubrir un ambiente italiano con las costumbres tradicionales, dialectos únicos y vistas de la ciudad antigua. Además de eso, encontrarás la mejor comida auténtica a buenos precios.
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