En el corazón de Barcelona (3)
Si sales de El Raval en dirección a la Rambla, es imposible perderse el monumento más destacado de todo el barrio, así como una de las pocas obras maestras del modernismo, situadas en Ciutat Vella (la parte más antigua de Barcelona). A tan solo unos metros de la Rambla, encontramos el Palau Guell que, sin embargo, se camufla con el ambiente característico de El Raval. De hecho, con vistas al estrecho y tenue Carrer Nou de la Rambla, el palacio parece más austero que el resto de obras de Gaudí. Probablemente por eso la policía no tuvo ningún inconveniente en convertirlo en una prisión y un lugar de torturas durante la guerra civil. Sin embargo, en la actualidad, se ha restaurado el palacio, dándolo su antiguo esplendor, y se puede visitar el antiguo domicilio de la familia de Eusebi Guell, el rico mecenas que financió la mayoría de obras de Gaudí.
Por 10 euros, puedes admirar el amplio vestíbulo y las preciosas vidrieras que hay en el interior. Además, puedes echar un vistazo al pináculo y a los mosaicos del techo. En lo que a mí respecta, me conformé con contemplar desde lejos los pináculos, cuya maravillosa y colorida forma se puede ver también desde la calle (número 4 y 9 de las fotos que pongo a continuación).
Una vez de vuelta en la Rambla, enseguida la dejé atrás y crucé al otro lado en dirección a la Plaça Reial. Aunque no es especialmente grande (o puede que precisamente por este motivo) en esta plaza colonial se respira un ambiente vivo y muy agradable. Es todo un oasis de silencio en comparación con el caos del vaivén interminable de la Rambla. Esta plaza es el lugar ideal para descansar y tomar una copa en uno de los muchos bares que hay bajo sus soportales. El ambiente, tan fantástico, se culmina con la increíble fuente y las elegantes farolas que muestran a la gente el talento de Antonio Gaudí.
Dejó atrás la plaza y me sumerjo de nuevo en el gentío que camina por la Rambla. Aunque no soy muy fan de las multitudes, he de admitir que mezclarme con el sinfín de gente que pasea por esta avenida tan especial es una sensación única. Me alejo por un momento del jaleo de gente y, entonces, puedo contemplar a mi izquierda (en dirección a Plaza de Catalunya) el moderno e impresionante edificio que alberga el Gran Teatre del Liceu, uno de los teatros de ópera más grandes de Europa. Mi orgullo nacional se ve enriquecido en ese momento al contemplar el familiar perfil de Giuseppe Verdi en los carteles que están delante del teatro: es de agradecer que también en España se celebre como se merece el segundo centenario del nacimiento del gran artista.
Tras unos minutos mezclado con gente de todas partes del mundo, finalmente llego hasta el mosaico de Joan Mirò y en ese punto me separo de una vez por todas del gentío. Probablemente, la mayoría de la gente camine sobre esta obra de arte sin darse cuenta, ocupados en observar los puestos y las tiendecitas que hay por toda la Rambla o tratando simplemente de hacerse paso entre las masas sin tener ningún accidente. Y, en realidad, el mosaico es una obra muy cuidada que, sin duda, representa el estilo del artista en el uso de las líneas curvas y de la homogeneidad de los colores primarios. Me alejo del mundanal ruido (como habría dicho Thomas Hardy) y admiro la obra de Miró durante un rato. Luego, armado de paciencia, me agacho para ver la firma del artista, que encuentro finalmente en un pequeño letrero. Esos minutos que dedico a contemplar la Rambla tranquilamente, con la gente pasando y rozándome por ambos lados, son uno de los recuerdos más vívidos de mi experiencia en Barcelona. Me recuerda que se puede apreciar en su totalidad un lugar aunque esté en medio de una mera atracción turística (o peor, consumista).
Volviendo al Carrer del Cardenal Cassañas, en la parte derecha de la Rambla, entro de lleno en el Barri Gotic (barrio Gótico), el corazón de la parte más antigua de la ciudad. La original calle curvada lleva hasta la Plaza del Pi, en la se encuentra una de las mejores iglesias de la ciudad. La iglesia gótica de Santa María del Pi data del siglo XIV, pero según cuenta la leyenda, en el siglo X, se construyó una capilla primitiva cuando un pescador encontró una imagen de la Santa Virgen en el agujero del tronco de un pino. En lugar de hacer un barco con la madera del tronco, como había previsto, decidió usarla para construir la capilla. Seguramente no sea casualidad que, frente a la iglesia actual, haya un pino. La imponente fachada de la iglesia es tan especial por la presencia de un enorme rosetón, un de los más grandes del mundo.
La Plaza del Pi conduce hasta la cercana Plaza de Sant Josep Oriol, que es probablemente la más importante del Barri Gotic. Su nombre proviene del conocido párroco de Santa María del Pi, que vivió a finales del siglo XVII y fue canonizado por los numerosos milagros que había realizado. El ambiente es tan especial debido a la presencia de músicos y pintores callejeros, que se colocan frente a las cafeterías para contemplar la plaza. Una vez que dejo atrás la plaza, doy un paseo por Carrer de la Palla y, por último, llego a el auténtico corazón del centro de la ciudad, la Plaza de la Seu (foto número 1). Aunque, por el camino, me da tiempo a ver las ruinas de la antiguas murallas romanas. A pesar de las rejas de hierro que evitan que la gente se acerque, da gusto contemplar el contraste entre los ladrillos antiguos y los nuevos, rodeados de preciosos y coloridos ciclámenes (imagen 3).
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