Diario de mi viaje a Ámsterdam. Día 3
Seguros de que este sería nuestro último día juntos en Ámsterdam, quisimos aprovechar para ver lo más que pudiéramos de la ciudad. Salimos temprano para caminar junto a los canales que nos quedaban de camino hacia el Museo de Van Gogh, era prácticamente la misma ruta que habíamos tomado el día anterior para ir al Rijksmuseum, pues, como habrán leído sobre el segundo día de este viaje, el Museo de Van Gogh se encuentra en medio de un jardín que está justo en frente del Rijksmuseum.
En nuestro camino nos encontramos con una especie de mercadito de recuerdos y tulipanes muy colorido y nos quedamos ahí un rato viendo qué cosas interesantes nos encontrábamos. Nos dimos cuenta que los souvenirs son ligeramente más caros que en otras ciudades, pero siempre se pueden encontrar tiendas más económicas o con buenas ofertas, solo consiste en buscar bien. Uno de los recuerdos más populares y que más vendían en todas las tiendas a las que fuimos son los patitos de hule, en diferentes presentaciones, como diferentes personajes y con diferentes colores. Nunca supimos realmente a qué se debía esto o si había alguna relación entre los patitos de goma y Ámsterdam.
Museo de Van Gogh
Llegamos al museo poco antes de mediodía y nos dimos cuenta de que no había taquillas convencionales, sino unas máquinas para comprar los boletos afuera del museo, y que además el acceso no es conforme uno vaya llegando, sino que hay horarios exactos para los que se deben comprar los boletos. Aquí, a diferencia del Rijksmuseum, sí había una fila bastante grande para pasar a la taquilla, o, más bien, a la máquina. Como ya estaban llenos los horarios más cercanos, nos tocó comprar boletos para tener acceso a la una de la tarde.
La hora de entrada no afecta en nada la hora de salida. Creo que tienen esta dinámica solo para hacer la visita más ordenada y que no haya de pronto tumultos que se junten en algunas salas. A mi parecer, esto y todos los detalles de este museo estaban muy bien organizados. Lo que yo recomendaría es comprar los boletos de manera online, pues es casi lo mismo que comprarlos en las taquillas, con el mismo precio elevado y sin descuentos, y elegir la hora que les sea más conveniente para su visita, cuidando, desde luego, llegar desde un poco antes al museo por cualquier cosa.
El museo es un edificio bastante moderno y particular, y la mayoría de este se encuentra subterráneo, es decir que desde el parque solo se alcanza a apreciar una pequeña parte de este, pero la mayoría de los pisos no se logran ver desde la superficie, sino únicamente cuando vas a entrar. Bajamos unas escaleras eléctricas hacia lo que sería la planta baja, que estaba a un nivel subterráneo como casi el resto del museo.
Al igual que el día anterior, nos quedamos aquí hasta el cierre a las seis de la tarde.
La exposición temporal
Además de ver la muestra permanente entramos a una exposición temporal que había sobre las enfermedades mentales del pintor y cómo se expresaban en su mente. Esta exposición fue muy interesante y valió muchísimo la pena porque mostraba a través de imágenes y especialmente a través de luces y colores lo que probablemente Van Gogh percibía de muchas escenas, como al observar un campo de girasoles, debido a sus terribles problemas psicológicos que lo llevaron a acabar con su vida. La siguiente imagen es una de las salas de esta exposición.
Tienda del museo
Para quienes tengan intención de comprar algo en la tienda les advierto que tendrán que dedicarle algo de tiempo, pues son muchísimas las cosas que tienen a la venta y se requiere un buen rato para poder verlo todo. Lo bueno de esto es que la tienda cierra un poco después del museo, así que incluso cuando ya haya terminado el horario de visita se podrá estar un rato en la tienda. Tienen a la venta objetos muy variados, muchos contienen pinturas típicas de Van Gogh, como por ejemplo la bolsa de papas que se muestra en la imagen, que contiene la pintura de “Los comedores de papa”, cosa que nos pareció muy ingeniosa y simpática a la vez.
Los productos que venden en la tienda se encuentran todos publicados en internet, en el sitio oficial del museo, así que les recomiendo echar un vistazo a esto antes de ir al museo y a su tienda, para que tengan una idea de si se quieren comprar algo y de cuáles son los precios.
Opinión del Museo de Van Gogh
¡Es uno de los mejores museos a los que he ido en mi vida! Quedé fascinada con todas las obras, con las más célebres y con las menos, con las completas y con los bocetos. Simplemente me encantó pasar toda la tarde aquí e incluso sacrificar la hora de la comida. Esta visita me hizo admirar todavía más a este artista por el que de por sí ya sentía muchísima admiración y respeto. No tengo palabras para describir lo bellas que me parecieron sus obras y lo impresionada que quedé por poder verlas y poder apreciar en persona ese indescriptible talento.
Lo único malo de la visita fue que no tuvimos todo el tiempo que necesitábamos para apreciar el museo con la calma que hubiéramos querido. La colección que alberga el museo es enorme, y si se desea verlo todo con calma se requeriría al menos estar desde en la mañana hasta el cierre. Por lo demás, todo fue perfecto: el edificio era muy interesante, las obras expuestas todavía más y aunque había mucha gente se podían ver
todas las pinturas sin que hubiera problemas de grupos que acapararan todo un espacio. Creo que después de visitar este museo Van Gogh se convirtió en mi pintor favorito.
Atardecer en el Nemo Museum
Finalmente, el último lugar al que nos dirigimos fue al museo Nemo, museo dedicado a la ciencia y la tecnología. A esa hora el museo ya estaba cerrado, pero nuestro objetivo no era visitarlo, sino quedarnos afuera para ver el atardecer, pues en algún blog habíamos encontrado que las escaleras de este museo eran de los mejores lugares para ver el atardecer en toda la ciudad.
El museo está situado al norte de la ciudad, en un lugar donde los canales son ya muy amplios, por lo que el museo está en una especie de isla, casi todo rodeado por agua.
Una vez que llegamos, lamentablemente no supimos cuáles eran las escaleras desde las que debíamos ver el atardecer, así que nos adaptamos a lo que encontramos y nos fuimos a la parte más alta que encontramos de una especie de rampa-escaleras que llevaba hacia la terraza del museo. Seguramente ese no era el lugar indicado en el blog, pues no era el punto más alto del museo y no permitía ver tan gran parte de la ciudad. A pesar de todo, fue bastante lindo ver el atardecer desde ahí y después pasear por ese barrio tan agradable y con canales y edificios tan bonitos en la que creíamos nuestra última noche en Ámsterdam.
Digo creímos porque resulta que mi vuelo del día siguiente fue cancelado por mal tiempo y tuve que salir hacia Bologna hasta dos días después, pero esa ya es otra historia y realmente aquí es donde terminó lo que habíamos planeado visitar de Ámsterdam.
Las desventajas son que es una ciudad bastante cara y cuyas principales atracciones son también bastante caras, realmente hay pocas cosas que hacer gratis. Sin embargo, la ventaja principal y por la cual recomiendo ampliamente visitar Ámsterdam es que tiene una vibra, un espíritu y un carácter únicos, que no he visto en ninguna otra ciudad europea de las que he conocido. La ciudad tiene una magia propia y eso lo puede percibir cualquiera que la visite. Solo basta dar un paseo junto a los canales, ya sea de día o de noche, y conocer esas calles con olor a marihuana, coloridas flores en cada esquina y bicicletas por doquier, para darse cuenta de que Ámsterdam tiene una magia propia que resulta difícil describir con palabras y ahora únicamente podría traducir en nostalgia.
Las otras dos partes de este diario las pueden encontrar aquí: día uno y día dos.
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