Conociendo a la casera.

Cuando el conductor nos dejó en nuestra nueva casa en el centro de la ciudad estabamos muy ansiosas y nerviosas de saber que este iba a ser nuestro nuevo hogar. Habíamos pasado con el coche por un McDonald y un KFC, ¡así que sabíamos que no ibamos a morir de hambre y que vivíamos en una buena zona! Pero al intentar comunicarnos con nuestra casera empezaron a surgirnos dudas sobre vivir aquí en nuestra cabeza.

Una excentrica mujer joven nos recibió y nos abrió la puerta de nuestro nuevo apartamento. Empezó a hablar rapidamente en español, como si estuviera tan contenta por nuestra llegada que no pudiera más que hablar. Asumimos que ella era nuestra nueva casera. Dentro del piso estaban su marido, su hijo y el amigo de su hijo, que por suerte hablaba inglés y español. El amigo del hijo nos saludó y tuvo que actuar como intérprete explicándonos cuánto valía el alquiler, que venía incluido en el precio y cuándo había que pagarlo.

De un vistazo ya se veía que el piso estaba muy sucio y que claramente hacía meses que nadie lo limpiaba. Había un odor horrible que no sabíamos de dónde venía y que inundaba el piso. Encima, la casera quería que pagáramos el mes entero así de golpe nada más vernos.



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