Post Erasmus
Ya de vuelta en España toca enfrentarse a la realidad: ha sido un año genial pero ahora toca volver poco a poco a la normalidad. Y hay que ver lo que cuesta... Los primeros días todo es felicidad: en casa todo el mundo te quiere, los habituales gritos de tus hermanos ahora son abrazos, tus amigos tienen ganas de verte y tú redescubres la alegría que puede proporcionar un buen plato de comida hecha por tu madre. Hasta aquí todo genial. Pero ¡ay iluso de ti si piensas que va a durar! A las dos semanas te descubres pensando en esa pequeña habitación que has habitado durante todo tu Erasmus y que no parecía especialmente acogedora como si fuera el paraíso. Al menos implicaba privacidad y libertad para entrar y salir a tu antojo y, por qué no decirlo, para tenerla un poquito más desastre de lo que tu madre alguna vez te permitirá.
Pero no es solo que eches de menos el sitio o tu vida allí, esa que tenías perfectamente organizada a tu manera, es que de repente te encuentras con que todas esas personas que han formado parte de tu día a día durante meses y meses ya no están ahí para un plan locura y completamente inesperado. Es más sorprendente de lo que parece que, además, cuando hablas con ellos, parecen tener familia, amigos... y vale, suena terriblemente obvio pero, cuando los has conocido en ese universo paralelo, también conocido como destino Erasmus, no te paras a pensar en ello porque, allí, todos estamos solos y, al mismo tiempo, pocas veces tan bien acompañados. Y es que nunca será tan fácil hacer amigos como en esa primera semana en que necesitas encontrar a alguien que parezca decente con urgencia, en la que no parece extraño estar contándole tus problemas a la primera persona simpática que te cruzas. Con suerte, estas personas (y todas las que se irán añadiendo con el tiempo, algunas de las formas más inesperadas) estarán tan locas como la experiencia requiere y decidirán que es momento de aprovechar todo lo posible. Porque los planes descabellados que harás durante tu Erasmus pocas veces los harás en casa (es volver a tu rutina habitual y repentinamente lo de viajar casi cada fin de semana parece más descabellado). Sin embargo, son estas locas experiencias las que hacen que cojas tanto cariño a esas personitas que las viven contigo, esas que de un día para otro se vuelven a su casa a un montón de kilómetros de la tuya (pudiendo variar de vivir en otra provincia a otro país o incluso otro continente). Y las echarás de menos, mucho, pero, al menos, te queda el consuelo de que viajar con Ryanair es barato.
Si todavía queremos añadir más dramatismo a este fatídico momento que es la vuelta a casa, solo hay que pensar en tooooodo el papeleo que aún queda por hacer. De acuerdo, no es nada comparado con todo lo que tuviste que hacer antes de partir pero ahora no tienes esa motivación que la ilusión por irte te da. Ante esto, paciencia: toca rellenar cuestionarios sobre la experiencia, pruebas de nivel del idioma, papeles varios para tu universidad y, por supuesto, esperar las notas después de las convalidaciones (aunque ya haga dos meses que acabaste los exámenes) y rezar porque tu tutor lo tenga claro.
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