Mi familia estadounidense en Cinque Terre, Italia
Ocho meses después de su visita a Milán, mi familia estadounidense volvió a Europa. Este verano estuvieron de crucero por el Mediterráneo. Salieron de Barcelona, pararon en Marsella, Mónaco, La Spezia, Roma, Nápoles y de vuelta a Barcelona. Me dijeron que iban a pasar por Cinque Terre y que querían verme. No fue mucho tiempo, como máximo ocho horas, pero fue un día genial.
De camino
Mi madre y yo llegamos a La Spezia la noche antes, lo que nos dejó tiempo para pasear y tomar un helado. Había mucha gente y era agradable estar en la costa. Cuando vives en Milán nunca ves el mar. De vuelta en el hotel, pasamos horas hablando. Hacía mucho calor y solo teníamos un ventilador. Encima fuera había mucho ruido con tantos coches y motos pasando, así que fue difícil dormirnos. Al día siguiente nos levantamos y tomamos un café antes de encontrarnos con mi familia estadounidense y su nuevo estudiante de intercambio.
Cinque Terre, ¿preparado para nosotros?
Quedamos en la estación de tren de La Spezia sobre las 8:10. Teníamos billetes para todo el día y nos dirigimos a la primera de las Cinque Terre («cinco tierras»): Monterosso Al Mare.
(Hacía un día horrible, pero luego salió el sol).
Aquí estuvimos paseando y mi madre de acogida se dio cuenta de que la residencia frente a la que pasamos es en la que se alojaron su marido y ella años atrás, así que quiso entrar a verla. Y pasó una cosa rarísima, pero muy guay: nada más entrar, oye a un hombre hablar de Breckenridge, Colorado. Le preguntó al hombre si era de allí porque ella era también de Colorado. Él le dijo que sí, se ponen a hablar y mi madre estadounidense comenta que tienen un apartamento en Breckenridge. ¿Qué posibilidades hay de que justo esté bajando las escaleras de esa misma residencia el arquitecto del apartamento que acababan de comprar? Pues ninguna, pero es lo que pasó. El hombre con el que estaba hablando era amigo del arquitecto. Al final se hicieron una foto juntos y estuvieron un rato hablando. «Kim, tenemos que irnos o perderemos el tren a Vernazza».
Comida y gelato
Una vez en la más bonita de las cinco tierras según yo, dimos un paseo y buscamos un lugar para comer. Mi madre y yo somos italianos, pero eso no significa que tengamos un radar para detectar si un restaurante es bueno o no, sobre todo porque no vivimos en Vernazza. Teníamos que adaptarnos y leer el menú. Bueno, pues nos sentamos y mi trofie al pesto estaba rico. Pero no era suficiente, en Italia tienes que pedir también gelato o... eres un «pringao». Salimos del restaurante y fuimos a una gelateria que sabía que estaba bien (porque Hunter y yo fuimos el año pasado).
Después, decidimos irnos porque queremos visitar rápidamente las siguientes ciudades: Manarola y Riomaggiore. Lo siento, Corniglia, tú no. En Riomaggiore las mujeres se quedaron en un bar con aire acondicionado y mi padre estadounidense, los chicos y yo fuimos a pasear y a tomar té helado.
Y aunque no lo parezca, ya era hora de volver a La Spezia para que mi familia de acogida pudiera coger un taxi al puerto y mi madre y yo nos relajáramos un rato en un bar porque nuestro tren no salía hasta dentro de dos horas.
Las despedidas no son sencillas, pero cada vez que nos vemos es una promesa de que volveremos a estar juntos en el futuro.
- Cristian
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