La vuelta al mundo en 59 días. Primera parte: de América a Europa
La vuelta al mundo en 59 días. Primera parte: de América a Europa
¡Hola a todas y todos! Hoy les quiero contar un poco sobre la vuelta al mundo que realicé este verano, y cuando digo “vuelta al mundo” no lo digo para referirme a que viajé mucho, sino que literalmente le di la vuelta al mundo. En cuestión de 59 días estuve en tres continentes diferentes: viajé de América a Europa, luego de Europa a Asia, luego de Asia a América. Mi punto de partida, mi bella ciudad de Morelia, fue el punto de llegada también. Podría decirse que di un giro de 360 grados. Fue así como le di la vuelta al planeta Tierra, y ahora les contaré con más detalles.
Mi narración sobre mi vuelta al mundo estará dividida en varias entradas diferentes. La primera, que es esta, tratará sobre el primer trayecto, de América a Europa, y mis primeros días en España. Las siguientes podrán consultarlas muy pronto en esta misma plataforma.
Comencemos.
Adiós, Morelia
Dejé mi natal Morelia (la ciudad de la foto que hay al final de este párrafo) para emprender esta aventura internacional, o más bien intercontinental, con diferentes objetivos. El objetivo de mi primer trayecto y de mi estancia en Europa era especialmente académico. Para quienes no lo sepan, me gané una beca por parte de la UNAM, mi universidad, para realizar una estancia de investigación (lo que también se suele llamar por su nombre en inglés “internship”) durante un mes y medio en la Universidad de Santiago de Compostela, en la ciudad de dicho nombre.
Así pues, emprendí mi viaje desde Morelia hasta Santiago de Compostela, viaje que constó de un trayecto en autobús y tres trayectos en avión. No soy muy fan de las escalas (¿quién lo es?), pero fue la manera más fácil y más barata de llegar hasta mi destino académico.
Hola, Madrid
Una de las escalas más largas que me ha tocado hacer en mi vida fue aquella vez en el aeropuerto Barajas de Madrid. Estuve aproximadamente siete horas deambulando de una terminal a otra, con maleta en mano y mochila en hombros, sin más compañía que mis lejanos contactos de Whatsapp y mis cantantes favoritos y favoritas de Spotify. Di unas tres o cuatro vueltas desde la terminal uno hasta la tres y de regreso, desde luego con unos cuantos descansos intermdios. Según el conteo de kilómetros de mi aplicación de Samsung Health, ese día caminé 15 kilómetros. Así es, parece que hice 15 kilómetros de caminata en todo lo que recorrí y rerrecorrí durante esas horas muertas de escala. Ahora puedo afirmar sin temor a equivocarme que el aeropuerto de Madrid es el que mejor conozco, y casi que me sé de memoria las primeras tres terminales de dicho aeropuerto.
Si me pidieran consejo sobre qué hacer cuando deben esperar tantas horas de escala en un aeropuerto, yo les diría... ¡no lo hagan! Es sumamente cansado, ya sea que te sientes o que camines. Es tiempo que pierdes y que no vas a recuperar en nada. Si lo hubiera pensado un poco más (y no hubiera estado tan preocupada por mi precaria situación económica del momento debido a que todavía no me depositaban la beca), hubiera dejado mis maletas a guardar en la terminal de donde saldría mi siguiente vuelo y me hubiera ido a recorrer el hermoso Madrid, despejar mi mente, estirar mis piernas y caminar la misma distancia pero en un paisaje más agradable que el aeroportuario. Por eso les advierto, amigas y amigos, si tienen una escala tan amplia, hagan todo lo posible por conocer la ciudad y eviten quedarse tanto tiempo encerradas o encerrados en el aeropuerto.
Madrid es una ciudad tan bonita... ¡y yo que me quedé en el aeropuerto!
Ya hablé suficiente de mi escala. Es hora de hablar de lo verdaderamente importante: después de tantas horas de tan monótona caminata, por fin tomé mi vuelo a Santiago de Compostela, ciudad que sería mi hogar por las próximas seis semanas. ¡Ay, Santiago! ¡Qué nostalgia me da de solo pensarte!
Hola, Santiago (de Compostela)
Para no aburrirlas ni aburrirlos con los detalles sobre mi llegada al aeropuerto de Santiago de Compostela o mi traslado hasta mi nueva morada, les diré simplemente lo más resaltable de esto. Primero, que mi nuevo roomie y mi nueva roomie (mexicanos como yo) fueron otra prueba de que soy una chica con suerte. Ya en mis seis meses de Bolonia había tenido la suerte de tener a los y las mejores roomies del mundo. Y ahora, otra vez, tendría a los mejores roomies del mundo, aunque fuera por solo un mes. Ingrid y Memo, que así se llaman, me hicieron favor de irme a recoger a la estación de autobuses para de ahí llevarme al “piso” que compartiría con ellos durante mi estancia.
Fue hasta pasada la medianoche que pude comenzar a instalarme en mi nueva recámara, contenta con mi acogedora nueva casa y mis roomies tan buena onda, cansada de más de 24 horas de viaje, y sobre todo emocionada de que al día siguiente comenzaría la estancia y la nueva aventura compostelana que me esperaba.
Universidad y primeros días (fiesta de San Juan)
Si algo puedo decir de los gallegos y las gallegas, es que quedé sorprendida de su amabilidad. Confieso que después de seis meses en Bologna de convivir con gente fría, indiferente y mala onda, me había hecho a la idea de que más o menos toda Europa era así. La gente de Galicia me demostró que no. La profesora que me recibió para explicarme todo sobre mi estancia en la Universidad de Santiago de Compostela fue la mujer más linda y amable del mundo. Y todas las personas, docentes y estudiantes de la universidad, que conocí ese día fueron extremadamente cálidos y gentiles. De verdad que solo puedo decir cosas buenas de Galicia (excepto por el clima, claro), y una de esas cosas buenas es su gente.
Después de sentirme tan bienvenida y bien recibida en la universidad, comenzó mi vida diaria compostelana, que se repartía entre estar en la Biblioteca de la Facultade de Filoloxía y conocer la bella ciudad que era Santiago. Bastaron muy pocos días para que me enamorara de la ciudad, tan bonita, tan tranquila, tan espiritual, tan familiar y tan desconocida al mismo tiempo. Mi hermano alguna vez me dijo que todas las ciudades tienen un aura. Para mí, el aura de Santiago de Compostela es una de las más bonitas que he vivido.
Tuve suerte de que unos pocos días después de que llegué hubiera una fiesta importante en el pueblo: la fiesta de San Juan (San Xoán en gallego) del 23 de junio. Ese día, que era domingo, lo pasé prácticamente todo en la calle, conociendo la ciudad y disfrutando de las múltiples actividades que el municipio (o lo que corresponda) organizó para celebrar esta importante fiesta. Entre las muchas cosas que hice, lo que más puedo remarcar de ese día inolvidable es que: tomé un trenecito que me dio la vuelta por la ciudad (miren la foto que hay al final de este párrafo), aprendí algunos bailes gallegos, asistí a unos conciertos gallegos, y, para cerrar con broche de oro, al final de la noche brinqué una fogata.
Lo de la fogata es una tradición típica de esta noche. Me dijeron que tiene su significado, como toda tradición, y es que se supone que uno o una salta la fogata para limpiarse, para dejar atrás las cosas malas y los malos recuerdos del pasado. Sí había una que otra cosa que yo quería dejar atrás. Si brincar la fogata funcionó o no es algo que me dejaré para mí misma, sobre todo porque quiero que a ustedes les dé curiosidad y que si en algún momento pueden vivir esta tradición descubran por ustedes mismos lo que significa esta tradición de brincar fogatas.
Podría pasarme la mañana entera hablándoles de Santiago de Compostela y de lo feliz que fui ahí, de lo bonita que es la ciudad, lo completa que es su biblioteca, lo geniales que son las amigas y el amigo que ahí hice, lo rica que es su comida... en fin, podría hablarles de muchas cosas de Santiago, pero eso será en la siguiente entrada. Ahorita dejaré mi narración hasta aquí. Hasta aquí diré sobre el primer trayecto de mi vuelta al mundo. Pero todavía quedan otras ciudades y otros continentes que este viaje me permitió descubrir y que les compartiré muy pronto. Así que quédense al pendiente si quieren leer las siguientes entradas.
¡Gracias por su atención y hasta la próxima!
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