La secadora que no seca
Ayer me pasó algo con la lavadora que nunca hubiera deseado para mi y que no se lo deseo a nadie y los que vivan en residencias y pongan las lavadoras allí me entenderán. El caso es que decidí poner una lavadora el jueves, con algo de ropa que se me había acumulado desde que vine después de navidad. Era lo típico, unas camisetas, un par de jerseys y también algunos calcetines y ropa interior. Total, que como siempre procedí a hacer el sagrado ritual; compré las fichas necesarias para hacer funcionar la lavadora y después la secadora, (que funcionan como una tragaperras de casino, si no las echas fichas no funcionan) y también compré la pastilla de jabón para que se lave la ropa, (como es de esperar). Después metí toda la ropa que tenía dentro de la lavadora y puse un programa medio, con agua ni muy fría ni muy caliente, metí la ficha y lo dejé que estuviera una hora marchando, en resumidas cuentas, hasta el momento es lo que todos conocemos como poner la lavadora. Cuando pasó la hora, bajé a la lavandería para sacar la ropa de la lavadora y meterla en la secadora, que está justo al lado. Metí toda la ropa en la secadora, la cerré bien, puse el programa de cincuenta minutos, metí la ficha de la secadora y me fui a la habitación mientras se secaba la ropa.
Pero lo bueno viene ahora. Bajé con la natural idea de sacar mi ropa seca de la secadora y colocarla en mi armario y en mis cajones en lo que escuchaba algo de música con el ordenador, pero lo que me encontré al abrir la secadora me rompió los planes de golpe y porrazo. La ropa estaba mojada aun y además bien arrugada después de estar allí metida cincuenta minutos, y aunque se supone que con los cincuenta minutos es más que suficiente, parece que esta vez no lo era. Comprobé que la máquina se había tragado la ficha y que el contador estaba a cero, después de que yo lo hubiera dejado en cincuenta minutos antes de irme a la habitación. Como es natural cogí una camiseta de la sacadora y me acerqué a recepción, que está justo al lado para decirles que la secadora no me había secado la ropa. Ya eran algo más de las nueve de la noche, por lo que la recepcionista simpática había dejado ya su sitio al borde de por la noche, un hombre más cerca de la jubilación que de otra cosa y que pone mala cara hasta por las buenas noches. Como ya le conozco de otras veces, le dije amablemente que la máquina no había secado la ropa, evitando decir que no funcionaba o poner un tono que le hiciera saltar a la primera. Lo que el me contestó fue algo así como, “lo siento” y siguió mirando la revista que estaba ojeando. Yo por no discutir le dije simplemente que si había alguien en la lista de lavandería detrás de mi, para que pudiera poner otra vez la secadora a ver si esta vez acababa el trabajo, pero miró la lista y resulta que había alguien justo detrás, (y es cierto, porque la lavadora había estado puesta mientras lo estaba la secadora con mi ropa). El caso es que no me rendí e intenté convencerle de que si la lista estaba completa hasta las once de la noche, que es la hora a la que cierran la lavandería, me dejara al menos poner la secadora treinta minutos a esa hora y cerrara a las once y media la lavandería. Total es tiene que estar allí sentado toda la noche y le da igual cerrar a las once que a las once y media y además las fichas se pagan cada vez que las quieres usar, por lo que el favor era mínimo. Pues mi gran amigo el recepcionista de noche se negó en rotundo, diciendo que no, que no y que no, que la lavandería se cerraba a las once y que eso no se discutía, como si perdiera dinero por cada minuto que la lavandería esta abierta.
Ya dándome por vencido y sin ganas de seguir escuchándole me di la vuelta con la camiseta mojada en la mano, cogí el resto de ropa de la sacadora y lo llevé con mi cesto a la habitación planeando como narices iba a secar toda esa ropa para poder llevármela el domingo a mi viaje de stage. Al principio opté por dejarlo todo allí mismo metido y después al día siguiente hacer el mismo ritual de la lavandería, pero lo normal es que haya que pedir hora con un par de días de antelación, dado que solamente hay una lavadora y una secadora y lo cierto es que no me iba a dar tiempo y no tenía ganas de poner otra. El resultado al final de todo fue mi ropa desperdigada por toda la habitación en un intento frustrado de que no se me arrugara y se secara. Los calzoncillos los colgué del palo de la escoba extendido de estantería a estantería, los calcetines extendidos en el borde del cubo de la ropa y puestos a la luz de la bombilla del flexo para que se secaran cuanto antes. Por su parte las camisetas y el par de jerseys que había metido en la lavadora, los fui colgando por toda la habitación en la silla de estudio, en la otra silla que suelo tener llena de ropa que se va usando y que está en modo “aireo”, y en las pocas perchas que tengo, colgándolas en lo alto de la estantería donde al día siguiente se supone daría el sol que entraría por la ventana… Pero lo cierto es que ni sol ni lechas, la ropa sigue mojada, no se seca ni al radiador, hoy he ido a ver si podía poner una lavadora para el sábado, (cosa que no ha resultado) y el domingo me tengo que ir de viaje con la ropa que sigue mojada. Creo que para la próxima vez compraré un par de cuerdas para atarlas por la habitación y poder colgar todo.
Pero mejor reírse ¿No?
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Comentarios (4 comentarios)
Inés Lotero hace 10 años
Si, mejor ...RIETE que te va a dar lo mismo, y buena gana de pasar mal rato.
Adri P hace 10 años
Lo malo es que la ropa sigue mojada! jajajaja
Adri P hace 10 años
Espero que cuando vuelva de las practicas se haya secado...
Inés Lotero hace 10 años
Pues nada, ya se secará en el destino.