Historia Erasmus

Publicado por flag-es Félix Feligrés — hace 10 años

Blog: La Tierra de las Flores, de la Luz y del Amor
Etiquetas: General

En Polonia nos contaron una historia muy lúgubre. Nos dijeron que esos números de la fachada anunciaban el tiempo que faltaba para que llegara el hombre del saco a Lodz a llevarse a la mala gente. Y que todo tenía una curiosa tradició que los ancianos contaban como un cuento. Comenzaba así:

Había una vez, en un lugar muy lejos de la Mancha, de cuyo nombre ni quiero ni puedo acordarme, un hombre. Era conocido popularmente como “el hombre del saco”.
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Legim era el nombre de aquel hombre. Legim era conocido por el pueblo llano como un ser extraño, misterioso, reservado, de modales toscos ajenos a la desmesurada amabilidad que reinaba por norma general en Levancia, el pueblo en el que vivía, al menos, en teoría.
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La gente del pueblo le temía, le evitaba. Su aspecto no invitaba precisamente a acercarse a él ni mucho menos a entablar una conversación, si es que acaso hablaba, pues nadie había oído nunca una sola palabra de su boca. Definitivamente, Legim no era un ser amistoso.
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Debido a esa distancia que mantenía con los campesinos, pronto su popularidad hico eco entre los pueblos vecinos. Y así, a algún desconsiderado, se le ocurrió nombrarle, “el hombre del saco”.
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Pues, no lo había mentado aún, pero nuestro amigo llevaba siempre con él un saco a cuestas, un saco que al parecer pesaba mucho. No tardaron en salir las primeras leyendas negras sobre nuestro querido personaje. Las madres, para meter miedo a sus hijos, les decían que si se portaban mal, Legim iría con su saco para llevárselos a la cabaña del bosque en el que vivía, lo que propiciaba desde el comienzo de la educación de los pequeños, el temor irracional por alguien que, en realidad, nadie conocía.
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Pero había una niña, casi mujer, que siempre había pensado que Legim era en realidad un hombre, en el mejor sentido de la palabra, bueno.
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Su nombre era Aisin. Aisin llevaba años observando a Legim desde la distancia, alguna vez había intentado acercarse a él, pero su familia, totalmente contaminada por la opinión pública, se lo había impedido.
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Sin embargo, un día, la suerte de Aisin dio un vuelco, tuvo la oportunidad de acercarse a Legim, que, como de costumbre, arrastraba su saco montaña arriba mientras su lobo y único amigo, Kobu, le seguía de cerca.
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La chica corrió hacia Legim, que, lejos de preocuparse o sorprenderse, la miraba paciente, tranquilo, esperando a que llegara hasta donde él estaba.
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-¡Hola! –exclamó alegre la muchacha.
-Hola –respondió Legim con una voz profunda y suave y una sonrisa que pretendía ser amable, pero por falta de costumbre fue más bien fría y amenazante. Aún y eso, inspiraba una extraña confianza..
-¿Qué lleváis en el saco que os pesa tanto señor mío? En el pueblo se rumorea que es un mal hombre, mas yo no lo creo. ¿Podría vuesa merced, señor Legim, mostradme, si no es demasiado atrevimiento el pedirlo, el contenido de tan enigmático fardel? –Legim quedó observando a la muchacha con seriedad, como barajando las posibilidades, después habló:
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-Claro, ¿por qué no? –dijo mientras inclinaba el pesado saco hacía la joven. Aisin quedó un tanto paralizada por la rápida afirmativa de Legim, sin embargo, eran tantas sus ganas de ver el contenido del saco, que no pudo resistirse y se asomó.
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La joven quedó mirando el contenido del saco unos segundos, después miró a Legim, después volvió a mirar el saco, y, después de eso, miró la marca que dejaba en el suelo debido a su peso. Peso que, por otra parte, no se explicaba de dónde salía, ya que, en el saco, lo único que había, era un trozo de papel.
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Un tanto mareada, Aisin miró a Legim, como esperando que le dara el visto bueno para coger aquel papel; Legim, inclinó levemente la cabeza en muestra de aprobación.
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Aisin alargó la mano con cierto temor y tomó aquel pliego. Había una palabra escrita. Estaba escrita en una extraña tinta roja, con tanta claridad que casi hizo llorar a la chica.
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La palabra era CONCIENCIA.
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Aisin hizo uso de su memoria visual para recordar qué significaba exactamente aquella palabra, y vio claramente en su mente las acepciones que había leído alguna vez:
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1. f. Propiedad del espíritu humano de reconocerse en sus atributos esenciales y en todas las modificaciones que en sí mismo experimenta.
2. f. Conocimiento interior del bien y del mal.
3. f. Conocimiento reflexivo de las cosas.
4. f. Actividad mental a la que solo puede tener acceso el propio sujeto.
5. f. Psicol. Acto psíquico por el que un sujeto se percibe a sí mismo en el mundo.
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Entonces, ¿era Legim un hombre bueno, o un hombre malo?
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Hagan juego.

Sí Modafokas! Sé que estáis deseosos de otra parte más de esta serie interminable de interesantísimos artículos de bazofia que nada tienen que ver con el concurso. ¡GENIAL! Seguiremos trabajando en ello.

Hasta entonces,

Has luego, hasta lueguito, adios adiosito, que ya nos veremos quiero decir, que eso, que hasta prontooooooooo, hasta la próximaaaaaaaaaaaaaa ¬¬ Lamentable.

Si tienen cualquier duda, o sugerencia, o lo que sea, pueden disquisicionar aquí abajo.


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