Duros primeros días...
La ceremonia de puertas abiertas de la Universidad Canterbury Christ Church en la que había solicitado matrícula y habían sido aceptada se celebraban aquel mismo fin de semana. Todavía con los oídos retumbando por la música de la noche anterior y las ojeras más exageradas de mi vida, cogí un avión con mi madre con el objetivo de preparar todo lo necesario para mi futura llegada a aquella nueva ciudad en septiembre. La escapada exprés resultó ser todo un show: desde las multas que meses después nos llegaron a casa por haber conducido con un coche de alquiler en pleno centro del Londres, y teniendo en cuenta que en Inglaterra se conduce por otro lado y era la primera vez que mi madre cogía una rotonda por la izquierda, hasta la primera noche en la que casi nos habíamos quedado sin hotel por haber llegado a un aeropuerto diferente del que nosotras habíamos imaginado que aterrizaríamos. Volví de mi visita con unas ganas enormes de empezar mi vida universitaria en Inglaterra y todo lo que aquello conllevaría: cocinar, hacer la compra, poner las lavadoras, limpiar la habitación y, en resumen, valerme por mi misma.
En mi primer día de clase me di cuenta de que la educación inglesa funciona muy diferente a la española. Casi todas las asignaturas se componían de seminarios en los que teníamos que llevar a cabo trabajos en grupo para poner en práctica la teoría de clase. Cada uno debía organizarse para buscar información por su cuenta y estar interesado en expandir sus conocimientos. En mi caso, tuve que hacer grandes investigaciones para mis trabajos, lo que me hizo aprender al mismo tiempo que estudiaba para el tema en el que estaba trabajando. Nos facilitaban toda la información para poder sacar probecho al máximo de nuestros años de carrera. Es un entrenamiento más práctico, ya que el estudiante deja de ser un elemento pasivo y, sin duda, una forma más efectiva de aprender en lugar de memorizar lo que el maestro quiere que se repita en los exámenes.
Haciendo amigos, descubrí que España es mucho más grande de lo que pensaba. Me reí del acento de todos los españoles que fui conociendo, y hasta tuve que hacer grandes esfuerzos para entender a algunos de ellos. Después tuve aquellas noches en las que intentaba hablar español y sólo me salía el inglés. Aquello me frustraba muchísimo, pero al final, era el precio que tocaba pagar por abrir fronteras.
En cuanto se fue mi familia, me sentí bastante asustada, teniendo en cuenta que era mi primera vez viviendo sola. Yo estaba convencida de que era una persona solitaria, y en ocasiones sí que es así…pero cuando llegas a otro país sin conocer a nadie y te das cuenta de que de verdad estas sola, de que no puedes bajar a la cocina y encontrarte con tu madre porque no hay cocina ni hay madre, todo cambia.
Estábamos atentos a las actividades que se organizaban para procurar no perdernos ninguna. Era emocionante pasear por los alrededores, conocer gente nueva y descubrir, por ejemplo, que, si le das pipas a un inglés posiblemente se las coma con cáscara, y que jugando al “yo nunca” uno se puede llegar a sentir muy fuera de lugar porque ellos son siempre veteranos en cuanto a experiencias lujuriosas se refiere.
Además, la gente era muy amable y en la mayoría de los casos estaban dispuestos a ayudarme con cualquier problema. Me sentí muy a gusto cuando conocí a mis compañeros de clase; nos llevamos muy bien. La zona donde residía era muy bonita y con todo relativamente cerca: el centro de la ciudad, la biblioteca y la universidad. Las fiestas para los estudiantes del primer año fueron increíbles, con todo tipo de eventos de bienvenida para conocer gente y empezar a relacionarnos con el resto de jóvenes. En las primeras semanas asistí a una feria de sociedades; me pareció fascinante tener la oportunidad de unirme a clubs sobre mi interés y hacer amigos con las mismas aficiones que yo. Aproveché para mejorar mi inglés participando en discurso político, a pesar de que al principio no entendía nada.
Me encantó estar aprendiendo tanto de ese idioma y de ese país. Nuestra cultura es completamente diferente y a veces recapacito en lo asombroso que es que a pesar de que ambos países no esten tan lejos, tengan muchísimos aspectos peculiares. Los ingleses se disculpan por casi todo, y trabajan al revés en cuanto a enchufes el lado particular para conducir... Pero lo peor de ser español en un país donde está lloviendo todo el tiempo, era también el hecho de que oscurecía a las cuatro de la tarde durante el invierno. Eso era bastante depresivo.
¿Quieres tener tu propio blog Erasmus?
Si estás viviendo una experiencia en el extranjero, eres un viajero empedernido o quieres dar a conocer la ciudad donde vives... ¡crea tu propio blog y cuenta tus aventuras!
¡Quiero crear mi blog Erasmus! →
Comentarios (0 comentarios)