Días 39-44: la semana de Alice
La tan esperada visita de Alice, la mejor amiga de Giulia, por fin llegó: estaba yo casi tan emocionado como ella. Hasta le puse un post-it de bienvenida en la puerta, lo que se ha terminado por convertir en una tradición con todas las visitas de Giulia. Lo más gracioso es que cuando me encontré a Alice por primera en los corredores de nuestro piso, casi me la pasó de largo, acostumbrados como estamos todos a tener constantemente extraños pupulando por aquí. Pero en seguida me gustó la chica y lo que es más díficil, yo también le caí bien a ella.
La verdad es que hay que ser un poco valiente para venir de visita a nuestro piso, sobre todo si vienes solo. Más que valiente, hay que ser extrovertido, tener un Máster en Poner Cara de Póker y dejarse llevar. Y Alice cumplía todos los requisitos; además, como plus de chica interesante, estaba estudiando hindi (lo que, por cierto, no le sirve para hablar con Roshan, nuestro indio, que debe ser el único entre 1.100 millones de habitantas que no sabe ni palabra). Como iba diciendo, en seguida hicimos buenas migas, sobre todo a raíz de la cena de bienvenida que celebró Giulia.
Me encanta que traiga amigos al piso: siempre quiere decir que esa noche no voy a tener que cocinar. Bueno, y también porque suelen ser majos. Entre pasta, botellas de vino y risas, es mucho más fácil empezar a conocer a una persona. Dios, parece que me he enamorado de la pobre Alice: ¡lo que le faltaba a la pobre! No, con ello sólo quiero decir que la cautela propia de todo primer encuentro se disipó en seguida, porque ella también es la clase de persona que tiene una palabra amable para todo el mundo y una sonrisa de las que yo llamo grapadas a la cara.
Al ser una de las primeras visitas que nuestro piso recibió (además de los padres de Polish, por supuesto. Cómo olvidar que los metió junto con su hermana y el novio de esta en su habitación) tenía curiosidad por saber a dónde la iba a llevar Giulia de sightseeing y demás, para ir cogiendo ideas, vamos.
Y así, el primer día acabamos en un coffee shop. La verdad es que el sitio estaba mucho mejor de lo que yo pensaba, porque hay cada antro en Amsterdam..., parece que las licencias vienen de regalo si compras el pack de dos botes de champú. Aunque después descubrí que Giulia simplemente se había dejado aconsejar por su guía (que resulta que es la misma que la mía, aunque me imagino que con más referencias a pizzerías), que lo pintaba como el mejor coffee shop de Amsterdam. Su nombre es Greenhouse, y está situado cerca del Barrio Rojo, pero lo bastante apartado como para encontrar un sitio vacío de vez en cuando. Tiene un ambiente moderno, la música mola y la decoración estoy seguro que está pensada con vistas a la gente que ya entra stoned. Lo mejor es que está bien iluminado y es limpio. Además, el día que fuimos nosotros aún hacía lo bastante bueno como para quedarse fuera, así que pudimos disfrutar de las vistas al canal.
Me diréis, ¿40 días en Amsterdam y es la primera vez que vas a un coffee shop? Y digo yo, ¿qué coño se le habrá perdido ahí a una persona que no fuma? Nada, efectivamente; de hecho, si por mí fuera, podría haberme pasado todo el Erasmus sin visitar uno, y ya llevo unos cuantos, por cierto. En esta ocasión compartimos una space cake entre 3 personas. Este nombre tan rimbombante sólo se refiere a una rebanada de bizcocho de chocolate, aderezada con un gramito. La verdad es que la presentación deja mucho que desear, pero tampoco es que el servicio sea el colmo de la amabilidad. Dado que tienen la clientela asegurada, ¿por qué molestarse, si tienes un mal día? Compartirlo entre 3 (incluso entre 2, como comprobé más adelante) no produce apenas efecto: a mí me recordaba al instituto, cuando me reía por cualquier chorrada. Así que, si os apetece ese tipo de incontinencia, sed buenos eskauts: compartid.
Otra noche que salí con ellos, bajamos simplemente al pub de Uilenstede a echar otra de dardos, y esta vez Ricky se arrepintió de que no hiciéramos parejas: gané a todo el mundo, por goleada (¿dardeada?). Hasta pareció que sabía lo que hacía... Aunque, claro, al lado de Giulia, no tiene mérito: consiguió llevar la incompetencia dardil a nuevos extremos, y es que no es sólo que sacara puntuaciones bajas o nulas, siquiera que acertara a la diana. Superó mi recórd de dos tiradas seguidas a la pared: clavó su dardo EN EL SUELO. Sinceramente, creo que también deberían dar puntos por ello. Pero bueno, entre cerveza (rebajada) y cerveza (rebajada), se superan los malos tragos (y nunca mejor dicho). Aunque malos tragos como mucho para Giulia, porque lo que es Ricky, Alice y yo teníamos que agarrarnos las tripas (¿es así la expresión? Se me está olvidando el castellano) para parar de reír.
El último día de Alice en Amsterdam, le hicimos una vista a Anne y a su casa. De hecho, como ya comenté, esta es la primera vez que efectivamente entré. Recordadme que sea la última vez que visito un museo con Jeanne: no es si es cosa de todos los franceses o sólo de ella, pero no SABE susurrar, es simplemente incapaz de ello. Y eso que no estudia en casa, sino en la biblioteca. Tiene que ser peor que los tacones en el CRAI (los estudiantes aplicados de Deusto que tienen tendencia a escapar de casa en época de exámenes me entenderán). Por otra parte, puede compartir mi humor negro con ellas, y en la Casa de Anne Frank hay mucho de lo que reírse... si dejas aparte por un momento todo eso de los sentimientos, claro.
Después de la visita, buscamos un lugar para cenar y tomar algo por las callejas del centro. Y esta es la parte que más odio de toda visita: buscar sitios para comer. Al final acabamos en una cadena de comida rápida que no conocía, así que casi podía fingir que estábamos en un restaurante de verdad, porque el wrapp que me zampé estaba hasta rico, la verdad.
Este restaurante (como diría la inocente de mi hermanita) está justo enfrente de la tienda "Party Pills", la versión holandesa de "Happy pills", que también tenemos en Bilbao. Podríamos decir que es un nuevo concepto de tienda de gominolas, pero en realidad sólo es un nuevo concepto de timo: puedes comprar tarros de diferentes tamaños (más grande, más caro, como de toda la vida de Dios) y apretujar todas las gominolas que puedas en su interior. Ah, y decorar la tapa del tarro con una elegante pegatina. Puede que estas tiendas llamen más la atención por lo limpias y asépticas que son, o porque casi siempre están vacías. De todos modos, un poco por nostalgia, (porque no tiene nada que ver que en Bilbao me dejé una fortuna semanal en golosinas por regla general) compré un tarrito, y descubrí que la dependienta (esta palabra suena demasiado formal para una tienda de este tipo) vivía en Uilenstede; de hecho, se trataba de la americana en en cuya casa litramos el día que fuimos de fiesta al Odeon Theater. Pero tampoco me entretuve mucho hablando, porque la dueña de la tienda tiene cámaras que puede controlar desde su casa. Tal cual.
Al final, acabamos tomando algo en un pub de lo más curioso. Yo quiero decir curioso, pero estoy seguro que las demás utilizarían otro adjetivo. Gracias a Dios que la decoración era cómoda y acogedora, porque la música (¡no me puedo librar del reggaeton ni siquiera poniendo miles de kilómetros por medio!) y la camarera (sonrisa de caballo a regañadientes) dejaban mucho que desear. Por no hablar de los precios. O del hecho que bajamos la media de edad del local unos 200 años. Incluso nos pusieron de ambiente un powerpoint con fotos de los clientes. ¿Conocéis esa expresión de "Nadie es tampoco como en su foto de perfil ni tan feo con en su foto del DNI"? Pues eso, haced los cambios correspondientes. En fin, todo hay que decirlo, me lo pasé genial aquella noche.
Y al día siguiente, la maravillosa Alice ya se iba y yo me tuve que despedir aquella misma noche, porque al día siguiente madrugaba para viajar a Maastricht... y esa es la entrada de mañana =)
- Metedura de pata del día: cuando en la calle hace frío y todos los locales están abarrotados, pero en el que entras hay hasta eco, ALGO VA MAL.
- Moraleja del día: haz que los amigos de tus amigos se sientan como en casa. Hay mucha diferencia entre los invitados de los que pasas y los que invitados que intentas integrar, incluso de cara a la relación con tus compañeros de pisos una vez sus amigos ya se hayan marchado. Además, los huéspedes agradecen la intención (un invitado cansa mucho).
- God bless: la happy hour del Café Uilenstede, ¡qué buenos momentos nos hace pasar! ¿O serán Giulia y sus dardos?
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