Día 34: descubriendo Ámsterdam (Centro medieval)

Publicado por flag-es Usuario Anonimo — hace 12 años

Blog: Hala bazan ala ez bazan
Etiquetas: General

Definitivamente, no me gusta el casco histórico de Amsterdam. Y tengo derecho a decirlo, porque soy residente temporal en Holanda. Lo siento, la cabeza me arde de todo lo que vengo leyendo estas semanas acerca de ciudadanía y migración.

A lo que iba, el centro medieval de Amsterdam posiblemente es la zona más fea de toda la ciudad, lo que quiere decir que es más bonito que cualquiera de los barrios de Bilbao. Pero por muy poco. Digamos que las tiendas de souvenirs y los KFC apenas te dejan ver el bosque (para los de las LOGSE, es una metáfora). Y, a pesar de cada cartel que te encuentras es un claro reclamo turístico, lo cierto es que este distrito está plagado de particularidades. No recuerdo exactamente cuál es el recorrido que yo hice en su día, así que seguiré el camino que normalmente les marcó a mis visitas... y todas me dicen que soy muy buen cicerone (para los de la LOGSE, ¡sacad el diccionario de casa de debajo de la pata coja de vuestro sofá!).

Lo que viene siendo el centro medieval también abarca el sobrevalorado Barrio Rojo de Ámsterdam, pero yo prefiero darle de comer a parte, porque tiene tela, de todos modos. Si nos bajamos en Amsterdam Centraal, oportunamente situada al norte de la ciudad, de forma que TODO lo que hay que ver queda hacia el sur, sólo tenemos que bajar (digo yo que es bajar, ¿no?) por el puente que cruza justo delante de la fachada principal de la estación de trenes. ADVERTENCIA: tengo la teoría de que la explanada de la estación central es lo que en España llamaríamos (e ignoraríamos) un punto negro. Estoy seguro es que la zona de la ciudad donde más atropellos suceden, ya que aquí confluyen el tren, el metro, el tranvía, el bus y el ferry; esto es, TODOS los medios de transporte público de Amsterdam. No cuento las bicicletas, por supuesto, pues espero que tras 2 meses escribiendo el blog las tengáis todos integradas (yo más bien diría grabadas en piedra a golpe de cincel y martillo, pero no queda tan literario) en vuestra idílica imagen de la ciudad. De hecho, si miráis hacia el oeste, os encontraréis con el parking de bicicletas más grande la ciudad: se trata de tres pisos de aparcamiento en rampa, con dos alturas cada uno. Es fácil de ver porque empieza a nivel de canal y está rodeado de otra inmensa jungla de bicicletas, las hermanas feas que se quedaron sin sitio en el párking. Sencillamente, impresionante. Pero como parece que no es suficiente (el Ayuntamiento tiene localizadas en la calle 100.000 bicicletas sin dueño), la ciudad se ha embarcado (¿embicicletado?) en nuevo proyecto: construir más aparcamientos... en los techos de los principales edificios históricos de la ciudad. Al alma de cántaro que propuso esto en España lo hubiéramos encerrado en el manicomio que tuviéramos más a mano, pero en Amsterdam posiblemente le hayan concedido una medalla.

Bien, pues una vez que conseguís cruzar el puente con todas vuestras extremidades aún pegadas al cuerpo, no hay más que seguir la fila de Burger King, McDonald's, KFC (sí, les tengo un odio especial... esas alitas de "pollo"...), "Best souvenirs in Amsterdam", "Best souvenirs in Holland" o "Best souvenirs in the Netherlands" hasta llegar al Sexmuseum. Este pequeño local, que probablemente te puedes saltar si no te fijas en las sugerentes estatuas de la puerta, es más inocente (con inocente quiero decir aburrido) de lo que en un principio puede parecer. Quizás es uno de esos museos a los que tienes que ir acompañado, pero dudo que me lo hubiera pasado mejor; la compañía es apreciada más bien para que te den conversación mientras pasas por delante de filas y filas de fotogramas de decimonónicos liberales en posturas de lo más variadas. Por lo demás, también tienen muchas estatuillas que reflejan la historia del sexo en sus más diversas facetas. De hecho, puede que eso fuera lo único que me gustó del Sexmuseum: que hasta en lugares como este la diversidad de la que Amsterdam hace gala (y de la que yo me enorgullezco senselessly) se refleja en el afán de los propietarios del museo por recoger historias de todas las culturas y religiones del mundo, así como haber evitado convertir el lugar en un templo a la heterosexualidad..., claro que el barrio gay está bastante cerca. Lo que desde luego no me hizo ninguna gracia puede que un culo de plástico colgado en la pared se echara un pedo cuando pasa por al lado. Hasta olía mal. Además, este museo, aunque no es caro para nada (4 euros), no está incluido en la Museumkaart, que debe tener estrictos filtros con la ordinariez.

Según dejas atrás Damrak, el minipuerto interno de la ciudad, justo enfrente del Sexmuseum y también de Amsterdam Centraal, se eleva una impresionante mole que antiguamente albergaba la Bolsa de Amsterdam (la primera del mundo) y que ahora es hogar para la Filarmónica de la Ciudad. Yo entré dentro, me hice el despistado mientras forzaba puertas que no se abrían y salí tan rápido como me había colado. Ya en Warmostraat, posiblemente la calle más occidental del Barrio Rojo, se sitúa la famosa Condomerie de Amsterdam, con sus preservativos de formas imposibles, formas algunas de ellas que estoy seguro que tienen que DOLER. Lo que duele desde luego son los precios de las pequeñas joyitas de látex: si los precios de los condones fueron los mismo en China, ahora mismo todos hablaríamos mandarín. Cerca de la peculiaridad esta se halla también una galería de arte (aunque galería le queda un poco grande, y esnob) bastante... experimental, que es lo que la gente dice cuándo no se ha enterado absolutamente de nada. Pues eso, experimental. Y en esa misma calle también ha abierto hace poco una tienda dedicada al rojo: efectivamente, toda la ropa, la decoración y, si me apuras, hasta la dueña, son de este color. Y, ¡ay de ti como se ocurra preguntar con qué combinar!: el rojo combina obviamente con el rojo xD

Bajando por la calle principal de Amsterdam, Damrak, acabamos en plaza Dam, la mayor y más palomizada plaza de la ciudad. Tan grande es que se encuentra dividida en dos por la carretera y las vías del tram. Este lugar siempre está hasta los topes de gente, y de niños (nótese la diferencia, para los niñófobos). También es muy habitual encontrarse un espectáculo callejero: que sí un loco de la vida arriesgando sus papilas gustativas a base de tragar fuego o un worldwanderer (que queda mucho mejor que vagabundo, de toda la vida) y su látigo. Habitualmente, suelen ser los mismos, que ya me los conozco. Puede que muchos de vosotros no les tengáis aversión ni a los niños ni a los artistas callejeros, pero con razón deberíais temer a las palomas, porque aquí estas ratas con alas son AMIGABLES. Quiero decir que se te posan en los brazos, los hombros o la cabeza en busca de algo que picar(te) y te hacen partícipe de los nuevos avances en del vuelo raso. Y lo peor son los turistas que les dan de comer: deberían deportarlos ipso facto. Otros animales más pacíficos que también puedes encontrar en Dam son caballos, y no me refiero sólo a la guardia montada (muy habitual en Amsterdam), sino carrozas a disposición de los turistas más pijoter... exigentes. De todos modos, uno de los sonidos que más me gusta en todo el mundo (como veis, he adoptado la costumbre) es el traqueteo de los cascos de los caballos contra los viejos adoquines de esta plaza.

Y es que todo lo que ha sucedido, sucede y sucederá en Amsterdam tendrá lugar en la plaza Dam. Aquí es donde la Reina da sus discursos y aquí es donde comenzaba la manifestación en que consistían mis deberes de la semana pasada. Pero también es aquí es donde en Halloween ponen las barracas... ¿podré quejarme al Ayuntamiento siendo sólo residente temporal? El gigantesco edificio que ocupa un lateral entero de Dam es el Palacio Real, donde la Reina paga simbólicamente sus impuestos, porque vivi, vive en La Haya. Podemos decir que en este país ni la Corona se salva de poner para el IBI. Llevo 2 meses aquí y aún no he conseguido entrar en el Palacio, pues sólo está abierto a las visitas cuando no hay eventos oficiales o reales, lo que sucede 3 de cada 4 días, por lo que parece. No sabía que la Familia Real holandesa tuviera tantos miembros, y tan ocupados. Junto al Palacio encontramos el Madame Tussaud de Amsterdam: para los no-tussaudanos, se trata de un museo que se dedica a crear estatuas de cera (más o menos acertadas) de celebrities actuales y no actuales. Desde Obama hasta Castro, pasando por el Dalai Lama o Marilyn Monroe. Este museo se encuentro en varios lugares del mundo (yo estuve en el de Londres hará un año y mereció la pena, la verdad), pero, el fetichismo no es buena idea, una vez comprobados los precios: mejor buscarse otra obsesión más barata. Prueba en el barrio (en el Barrio) de al lado. 

Al otro lado del Palacio Real se encuentra la Nieuwe Kerk de Amsterdam (la Iglesia Nueva), aunque nueva sólo quiere decir que existe otra aún más vieja (la Oude Kerk), pues esta data del siglo XIV. Es una alta iglesia que queda que ni pintada en la plaza Dam, dedicada más a exposiciones que al culto en sí. Las cristaleras de colores iluminados por la luz me hacen preguntarme una vez más por qué no nacería protestante (¡puede que hubiera asistido hasta a una misa!), y el órgano es impresionante. Más impresionante aún es mi ignorancia absoluta sobre la estructura de madera que alberga en su interior: ni idea de para qué sirve. Pero probablemente la parte más interesante de esta iglesia sea su tienda de regalos (no voy a explicar ni hacerme el sorprendido porque esté dentro del templo), en la que los artículos son bastante originales para tratarse de una tienda de souvenirs. Los precios no son tan originales, aviso.

Detrás del Palacio Real y la Nieuwe Kerk se encuentra el Magna Plaza, un edificio tan imponente como su nombre indica, aunque todo el poderío que sugiere queda un poco en ridículo al comprobar que toda una fila de cristaleras las ocupa Magno. La segunda desilusión aparecerá cuando te des cuenta que el inmenso palacio está habilitado como centro comercial de lujo. Y la tecera cuando comprendas que, en Holanda, consideran Mango de lujo. ¿Qué decir de este centro comercial? Bueno, que un día nos encontramos a Spiderman haciendo de las suyas por las escaleras. Tal cual.

Y al otro lado de la plaza tenemos el Monumento Nacional, una gigantesca mole en forma de obelisco que conmemora a los caídos en las II Guerra Mundial, que, aunque la totalidad de Holanda fuera ocupada por los nazis en tan solo 5 días, fueron muchos. Acercaros a alguno de los guías turísticos que pululan por ahí (si tenéis suerte, los encontraréis hasta en castellano) y os enteraréis de la historia completa.

Al sur de Dam entramos en Kalverstraat, la principal arteria comercial de Amsterdam, dedicada al derroche puro y duro, nada de tonterías de turistas. Por algo es también la calle más cara del país, de acuerdo a la versión holandesa del Monopoly. Sin embargo, no es más ancha que algunas de las callejas del Casco Viejo de Bilbao. Lo que no tiene Bilbao es una iglesia enfrente de un McDonald's. Esto sólo pasa en Amsterdam. Puede que os la paséis de largo, porque es más bien pequeña, o puede que os fijéis en el loro de la puerta que le da nombre: efectivamente, se llama la Iglesia del Papagayo. Es aún peor que la funeraria de mi pueblo, "Funerarias Nuestra Señora de la Alcantarilla".

Si conseguís apartar un momento la mano de la cartera, coged un desvío a la derecha de Kalverstraat y entrad en el Amsterdam Museum. O mejor, no entréis. Mi guía decía que era el destino ideal en días de lluvia porque estaba siempre tranquilo..., lo que es normal cuando se trata de un muse dedicado a la historia y la arquitectura de la ciudad, pero tratadas absolutamente sin ningún salero. Yo, desde mi humilde posición de bloguero, lo declaro el Museo Más Aburrido de Amsterdam. Incluso la Galería Ciudadana anexa, que es gratuita, no hay quién se la trague... aunque dudo mucho que nadie pueda abrir tanto la boca como para tragarse la estatua de Goliat que tienen expuesta (ni siquiera Julia Roberts).

Una vez pasado el pasillo, que es el nombre de andar por casa (y nunca mejor dicho) de la Galería y salido al callejón trasero, encontramos la compensación de tanto sufrimiento turístico: Beginjhof, el patio de las beguinas. Se trata de un remanso de paz en mitad del bullicio de Amsterdam y de su centro medieval: uno de mis lugares favoritos de la ciudad. Consiste en un jardín interior que alberga unas 40 casitas individuales, una iglesia y una capilla clandestina. Si te coincide un día de sol en este patio, la belleza del lugar es sobrecogedora (después compensaré tanto pastelosidad, no os preocupéis). El origen del lugar se remonta a la época en la que aún no existía Seguridad Social en Holanda (osea, hace mucho, mucho tiempo), de modo que los ricos de la época crearon un refugio para los necesitados y, organizándolo como una comunidad en la que todos se ayudaban entre sí, lo dejaron al cargo de las monjas beguinas, una orden que ya no existe. Una de las casas de Beginjhof, la de color azul oscuro situada en una esquina, está considerada la edificación de madera más antigua de la ciudad, de principios del siglo XV. Además, la iglesia que contiene es inglesa, con lo quiero decir no sólo que todos los oficios están en ese idioma, sino que el bedel tiene un acento que ni la Reina (de Gran Bretaña, me refiero). Creo que hasta te dan té en vez de hostia. Justo enfrente de esta iglesia, se encuentra una capilla que en su día fue clandestina (y que hoy sólo está muy camuflada), en los tiempos en lo que a los holandeses les llegó la hora de odiar a los católicos imperialistas, tras conseguir su independencia de España. Actualmente, Beginjhof sigue habitado, con lo que hay zonas del patio que no se pueden visitar, dado que son de uso exclusivo de los residentes. Residentes que son todo ancianas, con una lista de espera para entrar a vivir (a morir, en verdad) de hasta 5 años.

Por último, si sales por la otra puerta de Beginjhof te encuentras en plena plaza Spui (depende del día, se puede pronunciar /spau/ o /spoi/) . Este lugar está considerado como el epicentro intelectual de Amsterdam, pues aquí se encuentran las tres principales librerías de la ciudad, de las que una sólo tiene libros en inglés (American Book Center, muy recomendable). Y es en cosas como esta en las que se percibe el carácter internacional de Amsterdam. En España, una librería que sólo vendiera libros en inglés cerraría al día siguiente de abrir. De acuerdo con mí guía, también está repleta de cafés donde se reúne los académicos, los profesores y los estudiantes. Yo los sigo buscando. Además, en uno de los extremos de la plaza encontramos la estatua de un niño contento, regalo de una tabacalera a la ciudad, lo que no me parece una razón para estar contento. La plaza alberga un mercado de libros de viejo y de segunda mano los viernes, y un mercadillo de arte (subrayo el "-illo") los domingos. La plaza en sí no es gran cosa si ese mismo día has visto Dam, la verdad, y, al igual que esta, el tranvía también la divide en dos. ¡El progreso no entiende de límites (ni de urbanización)!

  • Metedura del pata del día: si un centro comercial es considerado de lujo (incluso aunque no te lo parezca), con toda probabilidad los baños, y su precio, también lo serán (1 euro). Osea que, o localizas el ING más cercano, o te dejas de las ganas en casa.
  • Moraleja del día: lugares como Beginjhof realmente merecen la pena. No son lugares que visitar, a los que apresurarse, de fotografiar y marcharse al siguiente. Es un sitio para disfrutar, para dejarse embargar de un inesperado oasis de tranquilidad en mitad de una de las ciudades más cosmopolitas del mundo.
  • God bless: la sección de "Bargains" de "The American Book Center". Pueden hallarse auténticas gangas.

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