Día 27: descubriendo Ámsterdam (Canales occidentales)
El lunes me dio tiempo suficiente como para recuperarme del agotador fin de semana que había vivido. Tan agotador fue (bueno, tan cansado estaba, mejor dicho) que me perdí una hora de la clase del lunes y, dado que sólo tengo hora y media a la semana de esa asignatura, fue una gran pérdida, pues resulta que hasta me gusta y todo.
Bueno, corramos un (es)tupido velo y pasemos al martes antes de que me empecéis a tirar piedras. Aproveché ese nuevo día libre para darme una vuelta por los cinturones occidentales de Amsterdam, que es el nombre que reciben en occidente los mismos canales que ya había visitado en el sur de la ciudad. Así de originales son los amsterdammers.
Me bajé en el norte, en Amsterdam Centraal y bajé por este distrito de la ciudad a lo largo de toda la mañana. Mi primera parada fue la casa con la fachada más estrecha del mundo. ¿A qué no sabíais que existen varios mundos? Pues aquí es de conocimiento público, porque, de hecho, existen varias casas con la fachada más estrecha del mundo. La que yo visité en concreto está situada en el canal Singel, el primero de todos y el más cercano al núcleo urbano, concretamente en el número 7, cerca de una peculiar iglesia que se aprecia desde lejos. Todas estas indicaciones tienen como objetivo indicaros dónde tenéis que deteneros para poneros de puntillas, estiraros y chuparos la cara (el castellano no tiene una expresión para definir este gesto, lo siento, yo lo hago lo mejor que puedo) o bien abrazar la puerta en toda su (mínima) extensión con los brazos bien estirados. Ambas versiones están admitidas. Me he encontrado a gente en esa postura CADA VEZ que me he dejado caer por esta zona.
La iglesia que he mencionado tiene el privilegio de ser el único templo cristiano con planta circular de la ciudad (que no "del mundo" esta vez). El edificio en sí no es gran cosa, aunque todas las pequeñeces quedan muy bien en las fotos si tienes un canal y un sol a mano. En Amsterdam, lo primero es bastante más fácil que conseguir que lo segundo. En otra ocasión, un amable obrero me dejó colarme dentro para apreciar las gigantescas lámparas colgantes del interior y cómo la suave superficie redondeada y la luz que se filtra por los ventanales resulta mucho más impresionante por dentro que por fuera. La iglesia se utiliza actualmente como sala de conciertos. A mí no me sorprende demasiado, porque en Bilbao también lo hacemos (y, precisamente porque somos de Bilbao, no nos basta con montarnos un garito en la casa de Dios, también lo hemos situado al lado de un convento de monjas de clausura). Riéte tú de la capacidad reproductiva de los conejos: quién diría que se tarda décadas en construir cada una de ellas. Qué queréis que os diga, a esta ciudad le sobran iglesias, y me parece muy conveniente que a algunas de ellas les den otros usos además del culto.
Por esta zona la verdad es que no hay mucho sitios para visitar. Se trata más bien de apreciar, apreciar la tranquila grandeza de los 4 canales principales de Ámsterdam, de sus casonas y sus embarcaciones-vivienda. Este es el verdadero Amsterdam y no el que se presenta a los turistas en el centro medieval o en el Barrio Rojo, donde no pasas más de 5 segundos sin encontrate un KFC o una tienda de souvernirs. Aquí es donde podría vivir la gente de verdad. Y digo podría porque las casas cuestan un auténtica millonada. Pero el ambiente que se respira aquí es el residencial, se puede palpar la rutina y las tareas del hogar: una barrio doméstico, donde la vida se práctica, de manera regular y continuada.
Así, te encuentros con unos grandes almacenes convertidos en viviendas, o con un edificio que ha decidido llamar la atención por medio de sus enormes postigos rojos, mayores que la altura de un hombre. Y los buzones están en la calle, que notaría ama. La Casa de las Cabezas también es reseñable. A los truculentos, dejad de leer porque esta fachada no tiene nada de macabro, sólo que está decorada con (demasidados) bustos de escenas mitológicas, la mayoría de los rostros congelados en expresiones bastante curiosas.
Pero la parada principal en los canales occidentales la concentran la Casa de Anne Frank y la Westerkerk (la iglesia del oeste). Las campanas de esta iglesia eran las que durante 2 años oyó la niña judía desde su muerte en vida, hasta que finalmente la vida realmente se convirtió en muerte debido a una misteriosa traición. La Westerkerk es una preciosa iglesia protestante de entrada gratuita, cosa de agradecer para los turistas que llegan demasiado pronto o demasiado tarde a la Casa de Anne Frank. O los días de lluvia. Es decir, que es muy de agradecer que esté abierta al público. Como creo que ya he señalado en alguna ocasión, a diferencia de las iglesias católicas, en las protestantes entra muchísima luz, cosa que se aprecia en cuanto entras en esta. Posee un hermoso órgano con unos paneles desplegables de adorno y el púlpito, porque no hay altar (se aprende más de turismo que en clase de religión, por lo que a mí respecta), se encuentra rodeado de confortables sillas para los asistentes. Si tenéis suerte puede que hasta os amenicen la visita con un espontáneo solo de piano. También es de destacar que la tienda de la iglesia (en esta ciudad hay tiendas hasta de tiendas, si me apuras) ocupa una esquina de la iglesia, sin ninguna separación. Definitivamente, la próxima vez que vaya pienso decirle algo al artista ¿que tienen contratado?. Se trata del prototipo de pintor: con su boina, su paleta de colores, el lienzo y el desorden. Aunque puede que con unos años de más a la espalda. Su improvisado estudio ocupa otro lateral de la iglesia. Ya os he dicho que las iglesias sirven para todo en esta ciudad. Esto es integración, y lo demás es tontería.
En cuanto a la Casa de Anne Frank (que, efectivamente, me he saltado a propósito), tengo un consejo que daros: o vais a primera hora (09:00) o a última (19:00), y ni siquiera entonces os libraréis de esperar, pero al menos evitaréis dar la vuelta a la esquina de la iglesia. Lo que en realidad se visita en la Casa de Anne Frank es el Anexo Secreto, la vivienda oculta en los dos últimos pisos del edificio sin salida a la calle que ocupaba la parte trasera de las oficinas de Otto Frank, el padre de Anne. La fundación que dirige todo el entramado ha reconstruido estas oficinas, que ahora sirven como acceso al Museo. No sé si estaréis especialmente interesados en esta historia de la II Guerra Mundial o si, por el contrario, sois los graciosillos que robasteis el letrero de "Arbeit macht frei" de Auschwitz, pero la Casa de Anna Frank es una de las dos principales atracciones de Amsterdam, siendo la otra el Museo Van Gogh, of course.
Todo el recinto se puede visitar en una hora y cuarto, aproximadamente. Aunque las habitaciones donde de hecho vivían Anne y los demás no conservan el mobiliario, por expreso deseo de Otto, se pueden apreciar aún los pósters y las fotos que Anne pegó en las paredes de su dormitorio, entre otras cosas. La primera parte del Museo nos sumerge en la historia de la familia, quiénes se escondieron allí, cuándo y por cuánto tiempo. Una vez pasadas las habitaciones, nos encontramos con una oportuna exposición de la II Guerra Mundial y, a continuación, con la exposición del propio diario de la joven. Los diarios, mejor dicho, porque son varios cuadernos. Todas las explicaciones están en holandés y en inglés, pero a lo largo del recorrido, también se exhiben unos cortísimos vídeos de testimonios de personas que conocieron a Anne y que merece la pena pararse a ver, que también están subtitulados en castellano. Otras curiosadades de la casa son la estantería giratorio, las empinadísimas escaleras que conducen al piso superior (no les voy a dar mucho bombo, no sea que les pongan un museo propio) y un gazapo (sí, es que he ido ya varias veces. La próxima vez trataré de concentrar todas mis visitas de un semestre en una sola semana). Resulta que, como Otto no permitió que las habitaciones se mantuvieran amuebladas para el museo, la fundación decidió decorarlas tal cual estaban en los años 40 con el propósito de sacarles unas fotos y después desmantelarlas de nuevo. Pero uno de los inquilinos del Anexo Secreto estaba muy adelantado a su tiempo, o por lo menos, eso parece demostrar el portátil que se aprecia en la foto de su habitación. Lo voy a mandar a "La noche de...". Por cierto, la casa también alberga un Óscar; de los de cine, sí. Y la tienda contiene ejemplares del diario hasta en euskera..., aunque posiblemente se trate de la edicion más cara de todas.
En fin, son miles las anécdotas que contar de la Casa de Anne Frank, tanto las histórico-importantes como las chorrada-padres, pero con ambas me lo pasó igual de bien. Si tenéis ocasión, merece la pena echarle un vistazo, desde luego.
Aquella mañana me dio tiempo a visitar bastante más de los canales occidentales; de hecho, los recorrí hasta que pasaron de occidentales a "del sur". Básicamente porque (en casa del herrero, cuchillo de palo) yo NO fui a la mejor hora para visitara a la señorita Anne. Junto a la Westerkerk se encuentra un monumento callejero quizás algo díficil de apreciar: el Homomunent. Dedicado a los homosexuales asesinados en la II Guerra Mundial, se trata de tres triángulos dispuestos a su vez en forma triangular entre sí, como recuerdo de la triángulo de tela rosa que les hacía llevar los nazis, su equivalente de la estrella amarilla de los judíos. ¿Y qué les pondrían a los judíos homosexuales, me pregunto yo? El primer triángulo es un bloque que se levanta un metro del suelo, el segundo está grabado en la acera y el tercero es un muelle de piedra junto al canal de turno, el muelle en el que los embarcaban para llevarlos a los campos de concentración, según parece. Si tenéis alguna duda, siempre podéis acudir al PinkPoint para la explicación de turno. Es fácilmente reconocible: enormes banderas del arco iris ondean a su alrededor.
Más allá de esta concentración de emociones, los canales occidentales se convierten en un distrito comercial, las llamadas Nueve Calles, donde se aglutinan tiendas especializadas. He llegado a la conclusión que la gente dice especializada cuando en realidad quiere decir rara que te cagas. No perderse la tienda del cepillo de dientes (tal cual) o el Museo de la Gafa, con sus estrambóticos maniquís de cara. Ya sabemos de dónde saca Tim Burton sus ideas. También se encuntra por aquí una tienda de ropa alternativa (otra palabra comodín, lo sé), donde los bohemios, los artistas, los que se siguen buscando a sí mismos y los locos de la vida pueden pasarse horas hurgando. Pero no los arruinados. La tienda se llama Zipper, y espero que me paguen por hacerles publicidad. Ejem-ejem, guiño-guiño.
Mi última parada aquella mañana fue en la Huis Marseille, un centro de exposición de fotos situada en plena curva de los canales. De hecho, creo que lo más me gustó de ella fue su localización. O quizás es que pillé un día de sol. Parece que vives en otra ciudad cuando Lorenzo decide darse una vuelta por Amsterdam. La casa en sí colecciones de fotos que se venden como polémicas y controvertidas, pero que a mí me dejaron más frío que la sopa de hielo de los inuits. También tiene una mínuscula casa de jardín a la que se puede acceder una vez cruzado el frondoso jardín interior, guardado por un Hermes en toda su (diminuta) gloria.
- Metedura de pata del día: por favor, aseguráte de mirar alrededor antes pasarte media hora sentado en la escultura que frenéticamente estés buscando en tu guía turística.
- Moraleja del día: resulta que no utilizo tanta madera en mi casa de hierro. La Museumkaart parece ser que me hubiera permitido saltarme TODA la cola, porque me da prioridad absoluta sobre el resto de los mortales.
- God bless: todo el tiempo libre de Anne Frank, pues nos ha dejado uno de los testimonios más completos (y terribles) del Holocausto. Obviamente, no me voy a remontar a agradecer el porqué de que tuviera todo ese ocio.
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