Día 20: descubriendo Amsterdam (Canales del sur II)
Pues otro martes que me cogí para turistear un poquito, que para eso estoy en Amsterdam y no en Moldavia, porque, efectivamente, también tenía posibilidad de hacer mi Erasmus allí. Y como soy un at-the-foot-of-the-letter boy, seguí el recorrido por donde lo había dejado: los canales del sur de Amsterdam. Cada día que visito el centro me doy más cuenta de por qué la Unesco los declaró Patrimonio de la Humanidad: con la posible excepción de Venecia, en ningún lugar del mundo encontrarás el agua como un elemento tan integrado en el estilo de vida de una ciudad. Y también la lluvia, como diría Iciar Bollaín. Los amsterdameses cruzan puentes como nosotros pasos de cebra. La omnipresente GVB, que aglutina todos los medios de transporte del país bajo mi odiada OV-Chipkaart, también recoge el ferry como un servicio más.
El edificio Van Loon cierra los martes así que, nuevamente, me quedé sin ver está casa-museo tan publicitada en mi guía (me pregunto qué favor les deberá el autor del libro para que la haya mencionado tantas veces...hummm...). En su lugar, me entretuve en el Archivo Central de Amsterdam, una impresionante mole de ladrillo oscuro que ocupa toda una manzana. Me gusta que los edificios históricos tengan una verdadera función. Es decir, a ver, puedes hacer un museo DE CUALQUIER COSA. ¡Hey, un hospital de guerra abandonado! ¿Qué hacemos con él? Limpiamos un poquito (dejamos las manchas de sangre, claro está), ponemos unas cuantas vitrinas, imprimimos folletitos en varios idiomas ¡y museo listo! Pero el Archivo Central de Ámsterdam combina muy bien ambas funciones: se utiliza realmente como archivo de la ciudad y, al mismo tiempo, alberga unas interesantes exposiciones sobre diversos momentos de la ciudad. Entre ellos, me llamó la atención la denuncia del robo de la bicicleta de Ana Frank. También se han montado una pequeña sala de cine al fondo del edificio, donde me eché una cabezad... quiero decir, disfruté asistiendo como invitado sorpresa a una boda grabada hace más de 90 años.
El Hermitage fue mi siguiente parada. La verdad es que pensaba que me iba a ocupar el resto de la mañana, pero no fue el caso. Evidentemente, este Hermitage es sólo una rama sureña del célebre Hermitage de San Petersburgo; sin embargo, es una buena opción para quien no quiere dejarse 200 euros en ropa de abrigo para ir a visitar el original a Rusia, pues alberga colecciones traídas directamente de su Primo Zumosol. El día que fui yo, y hasta mediados de enero, lo ocupan cuadros impresionistas y, a mi parecer, no demasiado impresionantes (si a alguien le parece un juego de palabras demasiado fácil, que culpe a Mecano). Bueno, para ser sincero, lo cierto es que no tengo demasiado sentido del arte... me lo debí dejar en algún sitio, junto con el gusto y el olfato. Sólo sé que aprecio ver figuras que van más allá de un borrón. Pero quién soy yo para menospreciar a Monet. De hecho, lo que más llamó mi atención fue la figura de "Iamsterdam" frente a la entrada principal del museo (viva nuestra generación perdida), porque resulta que debe ser algún tipo de franquicia: he visto el letrero en varios sitios más por toda la ciudad, y no sólo el más visitado en la Explanada de los Museos.
Como, evidentemente, no me demoré demasiado en el Hermitage, me quedó tiempo más que suficiente para seguir explorando la zona. Conocí al señorito Rembrandt en su Rembrandplein, que, por cierto, está cerquita de su propio museo. De camino al Mercado de las Flores, le saqué una foto a una tienda llamada "Gone with the wind". Personalmente, me parecé un nombre muy pretencioso (y un poco agorero) para una juguetería, pero, bueno, es mi madre la groupie de la película, y a ella iba dedicada la foto. Va por ti, ama. Al sur del Mercado de las Flores se extiende la Curva de Oro (hablando de títulos pretenciosos), lazona donde el Herengracht o Canal de los Señores gira hacia el norte. Siento decepcionar.a los pastelones y a los avariciosos por igual, pero lo de "Oro" no se refiere ni a los colores que se aprecian en el agua al anochecer ni a que crezcan lingotes entre las algas del fondo; simplemente, parece que, por algún motivo insospechado, era una de las zonas más ricas de la ciudad, y, por tanto, aquí las casas tiene el doble de anchura: en la Curva de Oro las fachadas miden dos metros en vez de uno (just kidding).
Al Mercado de las Flores definitivamente le tienen que cambiar el nombre, por lo menos para el invierno. ¿Qué tal "Mercado de los Bulbos"? No, supongo que si no eres un poco pervertido, no resultan tan atractivo como el otro nombre. La cosa es que poco tulipán vi a mediados de septiembre... porque los de madera no cuentan, ¿no? Aun así, había mucha gente pululando. Igual esperaban que algo floreciera de repente. Sin embargo, no fue una completa decepción, pues hallé las postales más baratas de Amsterdam: sólo 0,50 céntimos cada una. Vale, no son las más bonitas del mundo, pero en todos los demás sitios valen 1€. Igual es que estaba recién llegado de Ecuador donde valían unos 20 centavos, pero 1 euro por postal me parece abusivo. Riéte tú del Museo de la Tortura de Ámsterdam. También me topé con una tienda de hamacas que, para perpetuar nuestra mala fama internacional, estaba regentada por un español. Manda huevos.
Siguiendo la calle, acabé en Krijtberg, la única iglesia de Amsterdam que no tiene la palabra "kerk" ("iglesia") incluida en su nombre xD Cuando has admirado su grandeza por fuera, no te merece entrar: mejor quedarse con un buen sabor de boca. Es curiosa esta iglesia, porque está totalmente integrada en la fisonomía de la calle, como un edificio más en una línea de edificios... bueno, quizás un poco más puntiguado y piadoso. Se encuentra prácticamente al lado del Odeon Theater al que fuimos aquella fatídica noche.
Terminé la visita en Leidseplein, una de las plazas principales y más turísticas de Amsterdam. Bueno, quizás sería mejor decir "comercial" que "turístico", porque lo que es ver, no hay mucho que ver ahí, a no ser que tu ciudad sea tan pequeña que no hayas visto nunca un H&M (¡imposible!) o un McDonalds (ninguna ciudad es TAN pequeña). Leidseplein es más bien un centro neurálgico: está situada al comienzo de la zona de fiesta de Ámsterdam y al final de la Explanada de los Museos, y varias líneas de buses y tranvías para ahí. Así que algún día acabarás en esa plaza y te preguntarás como yo cómo demonios has ido a parar a un sitio tan anodino como ese.
- Metedura de pata del día: los tulipanes son flores. Las flores nacen en primavera. Septiembre no es primavera, ni siquiera en Amsterdam donde todo es posible.
- Moraleja del día: vuelve a la Tierra. Incluso esta ciudad tiene lugares donde no pararías ni a atarte los zapatos. Léase, Leidseplein. No malgastes tu tiempo.
- God bless: la (aceptable) relación calidad-precio de las postales del Mercado de las Flores. Aun así, el cartero va a tener curiosas imágenes con las que entretenerse.
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