Día 15: el no-cumpleaños de Nathan
Esa misma tarde me enteré de que Nathan, mi compañero de piso chino, cumplía los años. No, de hecho, me enteré aquella mañana. Me acababa de levantar e iba todo legañoso hacia la cocina a desayunar (por las mañanas parezco más un extra de "Thriller" que una persona), cuando me encontré a un vital y visiblemente emocionado Nathan dando vueltas (y saltitos incluso) por la habitación. Como las vidas de los demás me importan bastante poco hasta que me tomo mi buen tazón de cereales con ColaCao, prácticamente pasé de él. Pero imagino que los saltitos le impedían tener la boca cerrada, así que en seguida me dijo que era su cumpleaños. Entonces yo saqué ganas de donde (aún) no las tenía y le felicité con mucho estruendo y alboroto, como suponía que él esperaba... los saltitos nuevamente eran un indicio claro. Pensé hasta en tirarle de las orejas, pero es chino, así que igual lo malinterpretaba y me hackeaba el ordenador en venganza (es broooooooooooma, lectores chinos míos)... Así que me limité a darle un abrazo, aunque no estoy seguro de que se sintiera cómodo con esto tampoco. Lo que decía: al diablo con los sentimientos de los demás.
Sin embargo, después em crucé con no recuerdo quién y me dijo que no, que aquel día no era su cumpleaños, cosa que comprobé en su Facebook... Facebook abierto nada más salir de China, por cierto. Me viene a la cabeza ahora el nombre de la versión china de Facebook. Es impronunciable. Le pido constantemente a Nathan que me lo repita, no para memorizarlo, sino porque me parto el eje cada vez que lo oigo: es una especie de sonido que hace sin siquiera abrir la boca, como si hablara directamente desde la garganta. Aisss..., se me saltan las lágrimas cada vez que lo dice. Aunque creo que es otra de esas cosas que no entiendem y al final se me va a mosquear, y esta vez con razón. Me tendré que descargar un antivirus más potente, pues.
Bueno, pues ahí estuve yo todo el tiempo pensando en que ya tenía una nueva "Metedura de pata del día" para el blog, cuando, finalmente, Nathan nos contó la historia de su cumpleaños. Porque, efectivamente, estábamos celebrando su cumpleaños aquel día. Resulta que su madre no se acordaba de qué día nació exactamente (inconcebible para mí ama, seguro), pero sabía que era entorno al 15 de agosto, así que le dejó elegir a Nathan el día exacto en el que quería celebrarlo. Y desde pequeño, lo lleva celebrando el 13 de septiembre. Hasta que a su madre un día se le debió de cruzar el cable y se le ocurrió preguntar en el Registro Civil Chino..., Seguramente tardaría un par de semanas enteras en encontrar al funcionario correcto, pues ese edificio tiene que ser gigantesco como para albergar a todos los made in China. Y resulta que Nathan había nacido el 16 de agosto, tal y como estipulaba el (infalible) Facebook.
¿Cómo puede una madre olvidar el día en que nació su hijo? Quizá no sea tan difícil de olvidar cuando resulta que estás dando a luz a tu SEGUNDO hijo (recuerdo, en China)... Y hasta ahí puedo leer.
Con la tontería, acabamos todos los compañeros de piso en la habitación de Nathan. Yo también compartía los temores de acabar tomando la cena en el camarote de los hermanos Marx, pero resulta que su habitación es como tres veces la mía: tiene suelo de sobra para hacer la croqueta tanto como guste.
Éramos como una pequeña ONU. Tres rumanos, un español, un mejicano, dos italianas, una francesa, un holandés, un suizo, un lituana, una búlgara, un húngaro, un indio y 10 chinos. Aquello era diversidad, y no los anuncios de Benneton. De hecho, gracias a esta cena descubrí que la habitación junto a la mía no estaba vacía, sino habitada por una silenciosa y huidiza chica rumana. Se acabó el cantar Amaral a pleno pulmón.
Nos arrodillamos todo en el suelo alrededor de unas mesas bajas, donde habían situado un enorme hervidor rodeado de decenas de platos con distintos alimentos crudos: había carnes, verduras, mariscos... y otros alimentos desconocidos, probablemente con un nombre tan divertido como el de la versión china de Facebook. Cada uno tenía su platito, además. El mío era un tupper (os dije que habría venganza por la felicitación de la mañana). La cosa consitía en ir metiendo en el agua hirviendo la comida que quisieras y después te lo servías en tu platito/tupper.
Aquello recibía el cómodo nombre de "hotpot" y, en palabras de Nathan, es como cenan a lo largo de todo el invierno. Aunque no sé si fiarme mucho de una persona que lo único que sabe cocinar son huevos fritos... y ni siquiera creo que se puedan llamar huevos cuando los saca de la sartén del wok. ¿Cómo me estoy metiendo con Nathan, no? Y eso que es una de mis personas favoritas en este piso.
Me gustó muchísimo el ambiente de aquella noche. Aquello era una experiencia realmente internacional, intercultural y enriquecedora, lo mires por donde lo mires. Yo pensaba que iba a haber algunos problemas de comunicación (de comprensión, más que de comunicación), pero para nada. Será porque yo siempre me fijo más en lo que nos hace diferentes que en lo que nos iguala, como debería ser. Bromas y risas sin cesar, una charla fluida en la que participamos todos. Hubo un momento de tensión al principio cuando el sector chino sacó de los palillos de la nada (posiblemente, los llevan cosidos por dentro a la manga) y todos los occidentales contuvimos la respiración al mismo tiempo: iba a ser tarea imposible coger con los palillos la comida de los cuencos, meter en el hervidor y después pescar de nuevo para servirla en nuestros diminutos platos. Pero alguno de ellos debió de ver nuestras caras de pánico y voló a la cocina a por tenedores. La situación quedó salvada Pero de lo que no me pude librar fue del vino de arroz. Cómo decirlo diplomáticamente... ¿curioso?
Además, Nathan es una fantástico anfitrión. A cada persona que entraba por su puerta nos hacía sentir como si fuéramos la que faltaba para que empezara la fiesta. Así es Nathan, muchas peculiriadades y mucha generosidad.
¡Pero qué bien nos lo pasamos mi tupper y yo aquella noche! Ojalá Nathan celebré su cumpleaños más veces por año. Estoy seguro que Mother China le podría otorgar un permiso especial para ello.
- Metedura de pata del día: no te esfuerces en aparentar que puedes mantenerte de rodillas junto a la mesa eternamente. Ningún chino espera que dures más de 5 minutos.
- Moraleja del día: las cenas intercontinentales son siempre una experiencia. Puede que no sepas qué estás comiendo, cómo lo estás comiendo o siquiera con quién te lo estás comiendo, pero lo pasarás en grande intentando averiguarlo.
- God bless: los chinos observadores que saben interpretar caras desencajadas.
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