Día 15: descubriendo Ámsterdam (Canales del Sur I)

Publicado por flag-es Usuario Anonimo — hace 12 años

Blog: Hala bazan ala ez bazan
Etiquetas: General

El jueves, aporvechando que TAMPOCO tenía clase, decidí darme una vuelta por Ámsterdam, que ya llevaba dos semanas en el país, y apenas me había asomado a la ciudad. Aunque no me queda tan cerca como pensaba (está bieeeen, sólo 20 minutos). Me recuerda una conversación que tuve hace tiempo con una amiga, porque yo estoy acostumbrado a decir "Voy a Bilbao" cuando voy al centro de Bilbao... Y ella me día que es incorrecto; aunque, bueno, qué va a saber una giputxi de castellano xD En fin, sólo quería decir que con Ámsterdam me ocurre prácticamente lo mismo, sólo que ahora no vivo en la propia ciudad, como me pasa en Bilbao... Dios, vaya berenjenales en los que me meto. Esto me pasa por pasarme todo el día discutiendo la gramática inglesa con Giulia, mi compañera de piso italiana. Efectivamente, he escrito "gramática" en un blog de experiencias Erasmus.

Bueno, pues como iba diciendo, me vi obligado a ir a Ámsterdam aquel juevo (parece una condena...) porque el señor Patxilo (entiéndase, el lehendakari) finalmente decidió no alargar más el sufrimiento y convocar elecciones anticipadas. Así que me tocaba pedir el voto por correo. La verdad es que yo me lo tomo como los belgas: el voto, más que un derecho, debería ser una obligación. Sobre todo en países como España, en los que nos cuesta tanto hacer cualquier cosa... sobre todo si es at siesta time. Es hasta humillante que las palabras que el inglés ha adoptado del castellano sean siesta y mosquito. Dice mucho del país.

Como iba diciendo, no me fue difícil encontrar el consulado, porque la bandera española que ondeaba en la fachada se veía desde Bruselas, seguro. Lo que parecía sumamente difícil que la funcionaria de turno se diera un poco de vida. A pesar de estar completamente sólo en la cola (yo era la cola), me tuvo media hora esperando sólo para darme unas vagas instrucciones y despacharme acto seguido. Se ve que no se le ha pegado nada de la eficiencia holandesa. Será por la bandera, que le nubla.

Ya que estaba por la zona del Cinturón del Sur (léase los canales al sur del centro de la ciudad, que mi guía es un poco pomposa a veces), decidí darme una vuelta por los alrededores, a ver qué es lo que me iba encontrando. Así que, con el mapa en una mano, la cámara en la otra y el paraguas en la otra (espera, no, sólo tengo dos manos..., ni idea de cómo me las arreglé), me puse manos a la obra en mi tarea de turista concienzudo: no pensaba dejar piedra, tulipán o canal sin ver en Ámsterdam. La verdad es que tengo la sensación de que hago turismo un poco a la japonesa: saco a toda prisa 732832 fotos de cada lugar y después en casa ya voy comprobando qué es lo que he visto.

Aquella mañana me encaminé primero al Museo Van Loon, pues estaba más que recalcado en la Guía. Pero no sería tan bueno, porque ni siquiera vendían la Museumkaart, aunque el chico que me atendió, todo sonrisas, intentó por todos los medios hacerme comprar cualquier otra de las tarjetas turísticas que vendían. Sin embargo, la Museumkaart me resulta mucho más conveniente: se trata de una oferta hecha a la medida de museumaholics como yo (efectivamente, me acabo de inventar la palabra), porque me permite ver todas las veces que quiera cerca de 400 museos por todos el país en el lapso de un año, y por sólo 50 euros. Lo cierto es que, con lo que valen las entradas en este país, ya he amortizado esa cantidad hace tiempo. Totally recomendable.

Así que me encaminé al Museo Willet-Holthuysen, donde sí vendían la tarjeta. Y, ya de paso, visite aquella casa del siglo XVII. Era el hogar de una familia pudiente, aunque, tal y como daban a entender los cuadros, no guapa. A veces se me olvida que la gente bien no es necesariamente atractiva... estoy demasiado acostumbrado a vivir en este siglo. A pesar de que la casa estaba en plena reforma, todas las habitaciones estaban abiertas al público. Me llamó la atención sobre todo el enorme jardín de estilo francés que se extendía por toda la parte trasera de la casa, y eso que nunca me han gustado demasiado los franceses. Los frescos del techo del comedor, el dormitorio principal con aquella gigantesca cama de dosel y la elaborada escalera también eran impresionantes. Sin embargo, sentí lástima del comedor y de la sala de los hombres (digo yo que se llamaría así), porque apenas entraba la luz y, de noche, con tan sólo velas para alumbrarse, debía ser deprimente cenar ahí, por muchos lujos que les rodearan.

Aquella mañana también me detuve ante la única iglesia de madera de Ámsterdam. No sé exactamente por qué es una curiosidad; problablemente, porque fueron lo bastante osados como para arriesgarse a que la madera se pudriera en una ciudad que debería estar naturalmente bajo el agua. También llamaba la atención la pequeña campana a un lado de la iglesia, totalmente fuera de lugar.

Y, por último, en mi búsqueda del Museo Van Gogh, me topé con el Museo de la Historia del Bolso. Cuando terminó mi ataque de risa, comprobé a ver si aquel museo estaba incluido en la lista de amigos de la Museumkaart. Efectivamente, estaba, pues tiene más amigos que una choni en Tuenti. Así que ahí me metí a curiosear y a (intentar) igualar el equilibrio de género de los visitantes. Salí un poco asustado de aquel lugar: los bolsos (con una ¡cabeza!) de armadillo no son lo mío. Tampoco me parece buena señal llevar el Titanic colgado del brazo ni muy razonable sacar a la calle un bolso totalmente hecho de hierro... En general, los bolsos no son lo mío xD Menos mal que el museo me salía gratis.

Además de las tropecientas fotos de rigor a los canales (al día siguiente tenía 5 amigos menos en Facebook, posiblemente ahogados en tanta agua), vi muchas más cosas aquella mañana. Se cumplían mis expectativas respecto a Ámsterdam. Yo siempre había pensado en esta ciudad como un lugar para experimentar, para callejear y sorprenderte constantemente, más que para visitar lugares puntuales. Y, efectivamente, así es Ámsterdam. Aunque no me dejará de gustar culturizarme un poquito de museo en museo, me quedo embobado frente a un graffiti especialmente elaborado, una casa con postigos de colores o una vista especialmente bonita desde uno de los múltiples puentes de la ciudad. Incluso me gustaría parar a la gente y hacerle fotos, de los variopinta y multi-todo que es. Cada día en Ámsterdam es sinónimo de un descubrimiento nuevo.

  • Metedura de pata del día: carga la cámara antes de salir, sobre todo si tu vida (turística) depende de ello.
  • Moraleja del día: salte de los mapas. La verdadera ciudad se esconde más allá de los consejos de cualquier guía (incluso de los de Lonely Planet).
  • God bless: la luz eléctrica.

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