Día 13: las maravillas de Amstelveen
El segundo martes, ya que no tenía clase (aunque sería más fácil contar los días que SÍ tengo clase), decidí explorar Amstelveen. Es lo mínimo que le debo al pueblo en el que pago mis impuestos... porque sí, los estudiantes Erasmus también contribuimos a mantener el estado de bienestar holandés. De algún sitio tiene que salir el dinero para tanto carril de biciletas.
Lo cierto es que Amstelveen es un pueblo-dormitorio y, como tal, no tiene gran cosa que ver; desde luego, no comparada con Ámsterdam. Sin embargo, para paletos de ciudades rurales (y yo que siempre había pensado que Bilbao era muy cosmopolita) que vivimos en bloques de pisos, las filas y filas de urbanizaciones con preciosos estanques intercalados son una novedad. Por supuesto, no pueden faltar los correspondientes sauces llorones para dar un toque melancólico al asunto. Y los cisnes tampoco, ya que nos ponemos.
De todas formas, por mucho que aprecie la tranquilidad, creo que yo me aburriría en una urbanización: no hay ruido, no, pero porque no hay comercios, ni gente. Y que queréis que os diga, los paseos ocasionales del afilador (en mi pueblo de verano también pasa el melonero) no creo que fueran un consuelo. Pero cuando llegué al centro de Amstelveen entendí aquella ausencia de tiendas.
La gigantesca plaza cuadrada que es el núcleo del pueblo recibe el original nombre de Stadpleinn (la plaza de la ciudad) y está rodeada de locales tan diversos como cafés, una universidad popular, una sala de conciertos, la biblioteca "pública"/galería de arte, la omnipresente sucursal de ING y un centro comercial. Me voy a recrear en este último comercio porque nunca había visto cosa igual: ocupa no sólo la mitad de la plaza, sino también la mitad de la calle principal que conduce a ella, POR LAS DOS ACERAS. Tiene varios pisos y comunica por subterráneos unos edificios con otros, dado que este país está pensado para días de lluvia. Es el centro comercial más grande de la provincia de Ámsterdam (y posiblemente de toda Holanda, espero); de hecho, de acuerdo al folleto publicitario que el Ayuntamiento de Amstelveen se aseguró de facilitarme, es aquí donde acuden los amsterdameses cuando les entra la fiebre shopahólica. Qué conveniente.
La verdad es que tardé varios días en explorarlo, porque tampoco es que le pusiera muchas ganas: las tiendas y marcas son prácticamente las mismas que en España, así que sin novedad. Lo que ya me pareció un poco más curioso es el pequeño mercadillo callejero que mantelan (digo yo que exist este verbo si existe "desmantelar", ¿no?) los martes: puestos de quesos y de verduras, sobre todo, pero debido a la inminencia de las elecciones, también un par de stands de propaganda política. Hasta me pararon para informarme de las ventajas de hacerse Verde, hasta que se dieron cuenta de que, si no entendía el holandés, probablemente tampoco tendría derecho a votar.
En alguna visita posterior a Amstelveen, he descubierto que los viernes es cuando organizan el verdadero mercado con sus sus pescados, sus zapatillas de casa de cuadros, los puestos de paraguas (¡ja!), nuevamente los quesos y las verduras, las flores, los pollos (y solamente pollos)... y las golosinas (mi perdición). Es curioso que en los 21 años que llevo viviendo en Bilbao jamás haya visitado un mercado callejero; de hecho, tan sólo puedo situar uno en el mapa. Pero me quedé con las ganas de conocer la respuesta a la pregunta que debes hacerte antes de entrar en todo mercadillo: ¿está bien visto regatear? Porque me he pasado el verano en Ecuador, donde el regateo era el pan nuestro de cada día, y antes de remangarme en cualquier puesto dispuesto a luchar a muerte por la hogaza de pan (¿se ha extinguido ya la palabra "hogaza"?), estaría bien saber si el precio es inamovible.
En Amstelveen también hay un museo de arte moderno llamado Cobra. Este nombre que en castellano le pega a un museo como a Cristo dos pistolas no es más que el resultado de la combinación de las capitales COpenhage, BRuselas y Amsterdam. Siento decepcionar a los que esperaban encontrarse aplicaciones reptilianas para la pintura. No es que el arte moderno vaya mucho conmigo, aunque el clásico tampoco es que lo haga. Pese a todo, hasta encontré un cuadro que me gustó.
- Metedura de pata del día: asegúrate que, el día que visites el museo, no tenga por casualidad dos plantas provisionalmente cerradas por reformas. Por ejemplo.
- Moraleja del día: date un paseo por tu entorno más cercano. No tienes que ir a Amsterdam para encontrar rarezas: tienen la costumbre de aparecer en los lugares menos pensados.
- God bless:la lógica aplastante de los holandeses en lo que a los días de lluvia se refiere.
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Comentarios (1 comentarios)
Mely Horques Fernandez hace 9 años
Hola he leído algunos días de tu blog y me ha gustado bastante. Ya que has estado bastante tiempo quería preguntarte algunos sitios para comer buenos y algunos sitios de fiesta chulos. Somos dos andaluzas de 24 años gracis